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La vida y ya
Soy de aquí
Es raro que me ponga a hablar con alguien que no conozco. Nunca comienzo una conversación así, sin más. Admiro a la gente que es capaz de hacerlo. Yo necesito una excusa.
Ocurrió. Coincidimos al lado en una concentración en la que, a pesar de haber poca gente, ninguna encontrábamos a las personas con las que habíamos quedado. “¿De dónde eres?”, me preguntó. Me quedé mirándola sin saber cómo responder a una pregunta tan sencilla. “Soy de aquí”, dije.
Sus amigas la encontraron antes de que yo pudiese decir algo más. Cuando se fue me acordé de que, hace pocos días, un alumno me dijo que estaba harto de que cuando conoce a alguien le pregunten de dónde es. “Yo soy de aquí, profe, mis padres no pero yo nací aquí, soy de aquí”. Me decía sin contener la rabia. Conoce perfectamente la diferencia entre pertenecer o no a un lugar.
En realidad, esa pregunta se podría contestar de otras muchas formas. Podría haber dicho que soy de la arena fina que hacía cuando era pequeña colando la tierra del patio del colegio por la falda. De las hormigas haciendo su camino sobre el asfalto. De los alcornoques de mi pueblo.
Podría haber contestado que soy del día en el que aprendí que la paz no se consigue con la ausencia de guerras sino logrando la justicia
Podría haber contestado que soy del día en el que aprendí que la paz no se consigue con la ausencia de guerras sino logrando la justicia. Que soy de este barrio en el que no nací y que no se cansa nunca de tomar las calles para protestar. Para juntarse y mirar las caras de quienes tampoco se conforman.
Podría haber dicho que soy de esta concentración pequeña que ocurre en un barrio para conmemorar los asesinatos del Tarajal. Diez años después de que la Guardia Civil usara material antidisturbios para evitar que catorce personas llegaran nadando a Ceuta. 6 de febrero de 2014. Personas. Muertas.
Podría haber dicho que soy de las velas encendidas y colocadas sobre el suelo. De los carteles hechos sobre un cartón reutilizado donde otras personas que lograron atravesar las fronteras escribieron sus nombres. Jeannot, Armand, Samba, Daouda, Luc, Yves, Larios, Youssouf, Ousmane, Keita, Omarou, Blaise, Roger Chimie y una persona cuyo nombre aún se desconoce.
Ahogadas.
Podría haber dicho que soy de los nombres que se escriben para grapar la memoria a los lugares. Del cartel que un chico joven levanta y que tiene escritas dos palabras: “Somos personas”. Que soy del calor del minuto de silencio. De los aplausos. De este trozo de asfalto sobre el que están colocados mis pies mientras suena “Ouvrez les frontières”. Que soy de las voces en ebullición al final de la concentración.
Yo soy de aquí. De las que no olvidan. De las que se juntan para mantener la memoria.