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La vida y ya
Habla más alto
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Mariana manda un mensaje emocionada, se nota en cada una de las palabras que escribe, no es para menos. Las Abuelas de Plaza de Mayo junto con la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad (Conadi) han encontrado a la nieta 139, hija de Noemí Macedo y Daniel Alfredo Inama, secuestrados en noviembre de 1977 en Buenos Aires y desaparecidos desde entonces.
La emoción no es solo por la noticia, es porque esta nieta que restituyó su identidad es la hermana de un amigo suyo de la infancia. Es la hermana de Ramón. Cuenta que compartió con él muchas horas de juego en las calles de La Plata del barrio en el que vivían. Sus casas estaban en la misma cuadra. Cuenta que nunca supo, durante todos esos años, que Ramón vivió su infancia con un padre secuestrado y una hermana robada. Dice: “De esas cosas no se hablaba cuando yo era chica, el terror hace eso”.
Unas semanas después del mensaje nos juntamos para comer y hablamos, junto a un sol de invierno que calienta quizás demasiado, de cómo funciona ese sistema del terror. De que su mayor aliado es el silencio. De que actúa durante generaciones. De que sigue actuando aunque los que ejercían esa violencia de manera directa ya no estén en primera línea.
Así actúa el miedo. Hace que dejemos incontables cosas por decir
Hablamos también de otra amiga que, hace poco, me contó que iba en el metro con su hijo de doce años charlando sobre Gaza y la inacción de los Gobiernos y él le dijo: “Mamá, habla más bajo”. En un primer momento ella se quedó callada pensando qué le haría a su hijo pronunciar esas palabras. Después le dijo que mucha gente había dado su vida para que todo el mundo pudiera hablar en los espacios públicos sobre cualquier tema sin tener que bajar la voz. Y él le contestó: “Es que yo no quiero que nadie te llame la atención ni que tengas que dar tu vida por nada”.
Así actúa el miedo. Hace que dejemos incontables cosas por decir. Innumerables palabras que se pronuncian en voz baja o que se quedan apelotonadas en la garganta, retenidas, sin atreverse a encontrar el camino para ser pronunciadas.
Pero el miedo también actúa de otras formas, no solo paraliza. El miedo tiene una función adaptativa. Las emociones que resultan desagradables tienen la función de colocarnos en disposición de tratar de solucionar el problema que las causa, de buscar la forma de quitarte de encima eso que te oprime la capacidad de respirar.
Ramón comentaba: “Que mi hermana sepa quién es le suma a su vida, no le saca nada, en una época en la que parece importar muy poco de dónde venimos”
Quizás se trate de pensar que recordar a las personas desaparecidas y a quiénes las hicieron desaparecer, hablar en alto sobre el genocidio en Gaza o las injusticias o los responsables del cambio climático puede hacer que el miedo se haga más pequeño, sobre todo si son muchas las personas que deciden hablar en alto.
Mariana decía: “Estos días pienso que esa nieta podría haber sido nuestra amiga de la infancia también”. Ramón, que estuvo buscando a su hermana durante años, en una entrevista en Página 12 comentaba: “Que mi hermana sepa quién es le suma a su vida, no le saca nada, en una época en la que parece importar muy poco de dónde venimos”.
Entre permanecer calladas y hablar alto hay muchas diferencias. De lo que no cabe duda es de a quiénes beneficia el silencio.