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La vida y ya
Escapar de la prisa
Dos mujeres están sentadas alrededor de un brasero. Una cose un botón azul. Primero buscaron, entre todos los hilos azules que había en la caja de la costura, el más parecido al tono del botón. A la más joven le sorprende la ausencia de prisa de los movimientos que hacen aparecer y desaparecer la aguja. Hablan justo de eso. De la importancia de tener tiempo para no correr. De cómo aprender a no vivir corriendo.
Es temprano y pasean. Los alcornoques son atravesados por los rayos de sol del amanecer. No hace frío. Ella diría que hace buen tiempo pero no pronuncia esa frase desde que un pastor, cerca de ese camino, le dijo un día que eso no es hacer buen tiempo, que el buen tiempo en esa época del año es la lluvia y el frío. Un perro de los que se criaron con las ovejas viene corriendo y ladrando hacia el camino en el que se encuentran. Hay una pared de piedra que los separa, de esas que se hacían antes, de esas que no necesitaban ni cemento ni nada más que saber qué piedra colocar sobre la otra, de las que están llenas de musgo y de insectos y de arañas y de pequeños reptiles. El hombre que nació en ese pueblo se acerca y comienza a hablarle al perro. El perro y el hombre se miran. Se toman su tiempo. El perro deja de ladrar y empieza a mover la cola. Permanecen un rato ahí antes de retomar el camino. El hombre con el perro. Ella mirando. No llevan reloj.
Ella diría que hace buen tiempo pero no pronuncia esa frase desde que un pastor, cerca de ese camino, le dijo un día que eso no es hacer buen tiempo, que el buen tiempo en esa época del año es la lluvia y el frío
Pensó que era buena idea regalar raíces, así que fue al limonero que su abuelo cuidó con esmero durante muchos años y cogió un esqueje y lo plantó, y fue al rosal del patio de su tía abuela y escogió el que recordaba que daba las rosas más bonitas y plantó un pedazo y buscó las llaves de la que fue la casa de su abuela y trasplantó una de las plantas que vivían allí a otra maceta. Esperó a que las raíces comenzasen a crecer en la tierra nueva. Esperó el tiempo que necesitaron para encontrar el modo de seguir creciendo. Sin prisa. Ese fue su regalo. Tres plantas, cada una en una maceta. Sus raíces.
La verja que da acceso a ese trozo de campo está abierta. Van a ver a unas amigas que decidieron vivir ayudando a frenar el desierto en un campo lleno de biodiversidad. Entran. Las ven agachadas. Quitan piedras, remueven la tierra, siembran habas. Se dan un abrazo largo. Después charlan mirando cómo el sol va moviendo las sombras de lugar. No miran la hora. Hablan de cómo escapar de la prisa.