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La vida y ya
Amasar
Las cosas más importantes las aprendí mientras amasaba para hacer pan. Bollos redondos que, luego, se iban metiendo en el horno de barro del merendero popular situado al lado de la vía por la que pasaba el tren al que los niños siempre tiraban piedras.
En aquel lugar los niños tiraban muchas piedras. También contra la policía cuando venía a desalojar las casas de suelo de tierra y techo de chapa construidas con muchas manos a la orilla de la vía. Ellas amasaban siempre juntas alrededor de una mesa grande, hecha con maderas recogidas de distintos lugares que limpiaban, meticulosamente, antes y después de hacer los bollos de pan que las niñas y niños tomaban con un mate repleto de azúcar. Amasaban a veces con rabia, a veces con risas, siempre acariciando la harina con tesón. Amasaban hasta que una de ellas, que nunca habría podido ser yo, decía: está lista.
Nunca me he sentido más lejana y más parte de un lugar
Algunos días, si había pasado alguna desgracia en el barrio (me refiero a una desgracia más allá del cotidiano de las niñas ayudando en las tareas a sus madres mientras los chicos tiraban piedras, o de que cuando llovía ni ellas ni ellos podían ir a la escuela porque la vía se hacía un barro pegajoso y triste) amasaban en silencio. Una desgracia como una muerte a destiempo, porque la muerte en el barrio no avisa, o avisa todo el rato, según se mire. Una muerte que, a menudo, venía de las balas perdidas de la policía que acaban siempre extraviándose en los cuerpos de las personas que habitan los barrios pobres de las periferias.
Esos días amasaban en silencio, juntas, amasaban como una manera de encender una lumbre que consiguiera mantenerlas vivas frente al frío que lo paraliza todo, como un conjuro para no hacer silencio ante las injusticias. Me tatuaban en la piel mi privilegio de mujer blanca europea cuando me decían: “Quédate acá con nosotras a vivir, pero vos que podés elegí un macho que no sea del barrio, son todos una bola de aca”. Y, a la vez, me enseñaban que las resistencias en colectivo se construyen, también, alrededor de una mesa en la que se amasa para hacer pan. “Si vos amasás y trabajás también tenés que comerlo, sos una más”. Nunca me he sentido más lejana y más parte de un lugar.