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Turismo
La cínica "recuperación económica inclusiva" de Fátima Báñez
Que a estas alturas se siga mencionando como indicador de referencia la creación de puestos de trabajo, sin atender a su duración, salario, condiciones contractuales, cargas de trabajo y efectos en la salud, o sin mencionar la lacra de las externalizaciones que han azotado al sector turístico, es inmoral.
El pasado miércoles, 4 de octubre, la ministra de Empleo y Seguridad Social del Gobierno de España, Fátima Báñez, asistió al Tercer Summit Shopping Tourism & Economy. Suponemos que, dado el entorno elitista del evento –recordemos que el tema del encuentro público-privado era "El Turismo de Compras y de Calidad en la Agenda de Futuro de las Ciudades Globales", es decir, cualquier cosa menos en la idea de democratizar el derecho a hacer turismo de la gente no estrictamente rica–, la señora Fátima Báñez afirmó, según nota de prensa de su propio ministerio, que "el turismo es un motor de recuperación, que crea empleo, y ocupa en España a más de 2,5 millones de personas" y que "el turismo crea riqueza en nuestro país, y ya supone el 11,2% del PIB", sin hacer mención alguna a la calidad del empleo y el reparto de esa riqueza.
No discutimos las afirmaciones de la ministra en lo que se refiere a las tendencias cuantitativas. Efectivamente, los problemas geoestratégicos de la mayoría de los mercados turísticos mediterráneos han contribuido de forma significativa a que el sector turístico español se beneficie de una gran cuota de mercado prestado. Es decir, que parte del motor de la recuperación económica –el turismo– es consecuencia de las desgracias de los demás. Unas desgracias que, dicho sea de paso, provocan la muerte en masa de las personas refugiadas en el mismo mar Mediterráneo cuyas costas españolas están tan turistizadas, y gozan de una rentabilidad verdaderamente envidiable para cualquier otra zona mundial de economía capitalista neoliberal.
En cualquier caso, nos parece oportuno precisar que recuperación económica, haberla, hayla, pero la crisis social y laboral sigue, y, por eso, las tasas de riesgo de pobreza y/o exclusión social no bajan, y, como consecuencia del persistente empobrecimiento de la llamada clase media, los ascensores sociales siguen en off.
Lógicamente, una avalancha de clientes prestados que, por cierto, han disparado los márgenes empresariales como nunca se había visto, genera empleo –la robotización y digitalización del sector turístico español no llega a tanto como para que no sea así–, pero lo sustancial es de qué tipo de empleo habla la señora ministra.
La propia Organización Internacional del Trabajo (OIT) viene advirtiendo que, si el empleo no es inclusivo, es mejor hablar de trabajadores y trabajadoras pobres. Esta es la dinámica que hace que las afirmaciones de la señora ministra sobre la generación de riqueza sean especialmente hirientes. El entorno era el que era –una reunión de personas ricas–, pero hablar de recuperación económica sin reparto de riqueza es darwinismo puro y duro.
Refuerzo de la explotación laboral
En algún otro foro la señora ministra ha hablado de “recuperación inclusiva”. El cinismo no tiene límites. En general, y en el sector turístico en particular, una recuperación inclusiva sería aquella en la que suben los salarios, se reducen la temporalidad injustificada y la parcialidad no deseada, se refuerzan los medios para perseguir los casos de auténtica explotación laboral, y, por qué no, se de satisfacción a las reivindicaciones de los sindicatos y organizaciones trabajadores y trabajadoras del sector.
Muy justamente, la Asociación Kellys Confederadas, plantea: jubilación anticipada a los 60 años, eliminación de las externalizaciones en los hoteles, reconocimiento de enfermedades profesionales inherentes al trabajo de las camareras de pisos, regulación de la carga de trabajo,…
Sin embargo, salvo excepciones, en las zonas turísticas españolas los convenios colectivos de la industria turística están en serias dificultades para alcanzar acuerdos. Una dificultad que tiene mucho que ver con la reforma laboral impulsada, precisamente, por Fátima Báñez, que recorta –y mucho– la capacidad y fuerza negociadora de los sindicatos.
En los últimos años las camareras de piso se han visibilizado y han denunciado el deterioro de sus condiciones laborales, fruto del desempleo masivo y una reforma laboral que han desequilibrado aún más las fuerzas entre el empresariado y los trabajadores y trabajadoras. Pero no son las únicas que lo están pasando mal en un sector que se precariza y degrada a marchas forzadas, tanto en los hoteles (cocinas, recepción, restaurantes o mantenimiento) como en las nuevas formas de alojamiento vinculadas a la economía colaborativa, donde el trabajo desaparece entre la auto-explotación y la economía sumergida, o en los chiringuitos, bares y restaurantes, en los equipamientos culturales y en los servicios de guías, entre muchos otros. Precariedad, miedo y pérdida de la salud son las características de este empleo turístico que usted, señora ministra, jalea.
Trabajo digno
El paréntesis en el que hemos mencionado las reivindicaciones de las Kellys Confederadas lo hemos acabado con unos puntos suspensivos. ¿Por qué lo hemos hecho? Pues porque las compañeras tienen una quinta reivindicación: un trabajo digno.
Nos parece especialmente importante enfatizar esta última reivindicación hoy, día en que los sindicatos, a propuesta de la Confederación Sindical Internacional, convocan la X Jornada Mundial por el Trabajo Decente. En el caso del turismo español, un trabajo digno y/o decente es aquel en el que no se enferma por el hecho de trabajar, no se es acosada o acosado, que da derecho a una jubilación para vivir la vida con calidad en los últimos años y no a una jubilación para malvivir en la enfermedad, con un salario que aleje a la gente del riesgo de pobreza/o exclusión social, y que, por tanto, permita llegar a fin de mes, y ahorrar algo para prevenir las incertezas de tener que hacer frente a eventuales deudas.
Que a estas alturas se siga mencionando como indicador de referencia la creación de puestos de trabajo, sin atender a su duración, su salario, sus condiciones contractuales, sus cargas de trabajo, sus efectos en la salud, o sin mencionar la lacra de las externalizaciones que han azotado al sector, no es solo pecar de falta de rigor y comprensión de la realidad turística española, es también, señora ministra, inmoral.
Sostener la salida de la crisis en un empleo precario no solamente está vulnerando derechos humanos fundamentales, sino que hipoteca a un sector clave de la economía española a una progresiva pérdida de calidad y desprofesionalización, algo que no nos sobrará cuando otros destinos emerjan con fuerza u otros se recuperen. La apuesta por la tan cacareada sostenibilidad o por un turismo de calidad no puede ser pensada sin un empleo decente, y esto no se mide únicamente con los puestos de trabajo creados.
Parafraseando aquella célebre frase "¡es la economía, estúpidos!" que el asesor de Bill Clinton utilizó para centrar el debate en la economía, permítanos, señora ministra que le digamos que, para una equitativo reparto de la riqueza, lo importante ¡es la calidad del empleo, estúpidos!
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