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Transexualidad
Ni señora, ni señorita. Mujer trans
En mi pueblo había un bloque de viviendas al que llamábamos la casa de los maestros porque allí vivían quienes se dedicaban a enseñar el buen uso del lenguaje. Sin duda era la casa con más títulos por metro cuadrado del pueblo. Un día estaba esperando en tan docto portal a un amigo y me puse a leer los nombres de los buzones: el del hombre siempre en primer lugar; y el de la mujer, debajo. Fulanita de tal, siendo que tal era el apellido de su esposo. Así operaba el lenguaje de la propiedad, el sistema de dominación masculina en la transición española, haciendo su propia y eterna transición.
Durante la espera saqué un bolígrafo y me puse a tachar todos los 'de' y lo que venía detrás. Es mi recuerdo más tierno de mi disputa con el lenguaje sexista y patriarcal, de la que no me arrepiento. Al fin y al cabo, los maestros también dedicaban una buena parte de su jornada a tachar nuestras incorrecciones escritas.
Y así toda una vida de zurda contrariada hasta hoy, que he acompañado durante mi jornada laboral a una mujer transexual a una intervención quirúrgica rutinaria en un hospital de la red pública vasca y he constatado una vez más la dificultad que tienen algunas profesionales de la salud para dirigirse a ellas en femenino. De hecho, ayer mismo esta persona había solicitado un cambio de reumatólogo porque este le dijo que, cuando fuera a hacerse la densitometría ósea que le prescribió, dijera que era hombre. Y, además, escribió erróneamente en el volante de derivación que era un varón transexual.
Cuando mi acompañada le ha confrontado a una enfermera por su trato en masculino, esta última se ha dirigido a mi para preguntarme a sus espaldas si era una persona problemática, a lo que le he respondido que si sabe que se llama Silvia y la trata en masculino se está buscando una enemiga. Obvio. Después de años de enfrentar rechazo social y violencias es lo que hay; ya no estamos para enseñar y menos a una profesional que dice que como no tiene costumbre de tratar con personas así, no puede tratar en femenino a alguien que para ella es a todas luces un hombre.
Hay quienes pretenden hacer operaciones metiendo el bisturí donde no les llaman, hay quienes pretenden hacer operaciones como si solo se pudieran sumar manzanas con manzanas, hay quienes se empeñan en ver solo manzanas donde también hay peras, plátanos y uvas. Son ellas las que crean un problema cuando anteponen sus prejuicios y su rigidez de pensamiento ante una realidad que ni entienden, ni están dispuestas a entender. En el mercado de la cirugía de reasignación de sexo sabemos operar y meter el bisturí en los cuerpos pero somos incapaces de operar el lenguaje, coser las heridas y sanar a las personas que portan cuerpos, identidades y expresiones de género diversas, porque es el sistema el que está enfermo; padece transfobia.
Osakidetza sigue apegado a un modelo familiar único, binario, cis y heteronormativo, sin hacer su propio tránsito hacia otro más respetuoso y saludable
Las transexuales no son personas problemáticas ni enfermas. Son la tensión, el malestar y el estrés que enfrentan cotidianamente en el entorno lo que las coloca en una situación de alerta constante ante el próximo y previsible ataque a su identidad. No es opinable y elegible cómo me dirijo a una persona transexual. Ella ya ha hecho el trabajo previo y difícil. El resto lo tenemos más fácil; solo nos queda reconocerla por su nombre sentido.
Según el informe Las personas trans y su relación con el sistema sanitario, publicado en 2020 por la Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Trans y Bisexuales (FELGTB), casi el 50% de las personas encuestadas respondieron haber recibido un trato discriminatorio o poco adecuado por parte del personal sanitario por el hecho de ser una persona trans; y casi un tercio contestó que solo alguna vez o nunca había acudido ante un problema de salud a un centro sanitario. Entre los motivos se mencionaban no tener la tarjeta sanitaria con el nombre sentido, el trato recibido, el que relacionen todo con las hormonas en vez de hacer pruebas o que el personal no está formado en el tema.
Mejorar la calidad de vida de las personas trans debiera ser objeto de intervención para el sistema de salud público, pero no solo en las unidades de género y en lo que respecta a los procesos de hormonación y cirugías de reasignación de sexo, que cada quien puede elegir o no. Es el conjunto del sistema de salud quien debiera asumir la mejora de la calidad de vida también de las personas trans, y para ello es fundamental su reconocimiento y trato en el género elegido. Ante la duda, siempre se puede preguntar a la persona cómo quiere ser tratada.
Tampoco entiendo que traten de hurgar en el tipo de acompañante que soy. Si estoy con ella es evidente que soy la acompañante que ella ha elegido y eso debiera ser suficiente. Pero no, insisten en saber qué tipo de relación de parentesco tenemos, qué tipo de relación más o menos legitimada nos une, o si al menos soy una trabajadora de lo social, cuando debiera quedarse en el terreno de la confidencialidad.
Cada vez somos más las personas que no vamos acompañadas de un marido que no necesitamos, de una madre que ya hace tiempo cumplió con su ciclo de cuidados, o de una hija que vive lejos o, simplemente, hemos decidido no tener.
El Sistema Vasco de Salud, Osakidetza, sigue apegado a un modelo familiar único, a un modelo binario, cis y heteronormativo, sin hacer su propio tránsito hacia otro modelo de relación más respetuoso y saludable. Y eso genera exclusión y contribuye a alejar a las personas trans del sistema, dando lugar a problemas de salud añadidos: diagnósticos tardíos, automedicación, problemas de salud mental, sexual, etc.
Además, se anticipan a ofrecerte un justificante de acompañamiento no pedido, como si sirviera por igual en todos los casos, cuando hoy en día los permisos laborales retribuidos para ausentarse del trabajo solo cubren el primer y segundo grado de consanguinidad o afinidad. ¿Para cuándo el sistema de protección, al que cotizamos por igual, va a cubrir los permisos para cuidar de las personas que elegimos y nos eligen cuidar aunque no nos una un contrato de relación o un parentesco?
Hasta aquí la queja de dos mujeres problemáticas para Osakidetza. Y ahora, señora consejera de Salud, viene la sugerencia: incluir acciones de formación y sensibilización interna, actualizar el manual de atención a personas usuarias, o lo que sea preciso, para no generar más enfermedad y violencia gratuita, que, por otra parte, nos sale muy caro.
Por lo demás, si hay que operar y así se decide —libremente—, se opera; sea la hernia, o sea la lengua. Haya paz.