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Energía solar
Instaladoras de placas fotovoltáicas: Un sueño de transformación social y energética
El pasado miércoles 9 de septiembre tuve ocasión de participar en una de esas pequeñas revoluciones silenciosas y solidarias, pionera y profundamente transformadora, y es mi responsabilidad contarla para dejar testimonio e inspirar a otras. Esta historia trata de mujeres instaladoras de paneles fotovoltaicos; y, dando un paso más allá, trata de la importancia de una transición energética ecofeminista.
Estamos demasiado acostumbradas a que pasen desapercibidas las pequeñas revoluciones, muchas lideradas a diario por mujeres con determinación, clarividencia y solidaridad. No es casualidad que la mayoría de la energía que requieren dichas revoluciones se concentre en hacer y seguir haciendo, a pesar de los recursos, siempre escasos, y de la precariedad vital en la que muchas de ellas viven. Comunicar no suele ser parte de este esfuerzo, no por falta de ganas ni entusiasmo, sino por la necesidad de atender siempre a la próxima urgencia que se presenta.
INSTALANDO ENERGÍA
El pasado miércoles 9 de septiembre tuve ocasión de participar en una de esas pequeñas revoluciones silenciosas y solidarias, pionera y profundamente transformadora, y es mi responsabilidad contarla para dejar testimonio e inspirar a otras. En un tejado muy especial de un edificio del Polígono Vizconde de Matamala de historia aún más singular, ocho mujeres de entre 20 y 45 años participaron en una de las pocas formaciones que existen para mujeres instaladoras de paneles fotovoltaicos (FV) en el Estado español. No conocemos a ciencia exacta las cifras de instaladoras ni su progresión, pero sí sabemos que encontrar una instaladora FV en la Comunidad de Madrid es tarea casi imposible. Por ello, Esther Muñoz Alonso, compañera de la Red de Mujeres por una Transición Energética Ecofeminista, vino desde Bilbao a ofrecernos una formación condensada de 5 horas. No sabíamos si íbamos a tener respuesta, pero yo misma, sin más experiencia que la arriesgada instalación de una lámpara en mi casa e investigadora de profesión, me animé. “Si yo puedo, entonces sí que podré afirmar que todas podemos”. Y pude, vaya si pude.
A pesar de la brevedad de la formación, limitada por la situación actual y los tiempos del proyecto, aprendimos sobre las fases de la ejecución de una instalación solar: desde el aprovisionamiento de materiales al replanteo de la instalación, culminando en el montaje de la estructura, los paneles, inversor, trazado del cableado eléctrico y sus conexiones. Algo que me llamó poderosamente la atención es que todas y cada una de estas fases se llevaron a cabo de manera colectiva y con el apoyo de otras personas bajo la batuta precisa y humana de Maitane Arri Escudero. El “replanteo”, la adecuación progresiva del plan de instalación a las condiciones concretas del tejado, se comenzó a hacer en el mes de agosto y a distancia, con compañeras que residen en Madrid visitando, fotografiando y compartiendo toda la información con Esther. Para el aprovisionamiento, echamos mano de la cooperativa La Corriente y varias compañeras trasladaron los materiales al tejado a través de tres pisos de escaleras. Ellas también apoyaron las tareas de desplazamiento de materiales, anclaje a los bloques de hormigón (bordillos de 45 kilos), montaje de la estructura metálica y paneles.
Cuando nos pusimos manos a la obra las participantes en la formación, las compañeras ya habían completado parte del trabajo más pesado. Aún así, no paramos. Comenzamos con una entusiasmante ronda de presentación de las entidades colaboradoras y de las participantes que desveló la variada procedencia del grupo y el interés compartido por aprender para ganar autonomía. Revisamos todo lo que atañe a los riesgos relacionados con la actividad (eléctricos, de caida, de carga, etc.) y cómo contrarrestarlos. En un tiempo récord redescubrimos la maravilla de las distintas corrientes (continua y alterna) y dónde encontraríamos cada una de ellas en el marco de nuestra instalación. Descubrimos cada uno de los materiales que luego manipularíamos y aprendimos de la importancia de la planificación y el seguimiento de las distintas fases incluidas en un plan de obra. ¡Ah, esencial la limpieza y el orden en la obra!
La instalación constaba de cinco paneles para un total de 1,5 KW nominales que generarán la energía que, en cuanto se ultimen los trámites, la asociación ONGAWA autoconsumirá y compensará (aquella energía que no consuma en el momento de la generación) sobre su gasto de electricidad en cada factura. Desde ese momento sé que cuando necesite un improbable pero siempre mágico cierre de círculo de activismo ciudadano y feminista, ya contaré con un ejemplo concreto.
Un sueño compartido
Esta formación ha sido posible gracias a un sueño compartido, el apoyo de organizaciones afines como Som Energía, ONGAWA y La Corriente, y el compromiso de muchas manos y mentes trabajando sin descanso. Ha pasado todo un año desde que recibimos el premio del Germinador Social, pero lo logramos. Meses complejos que marcan el fin de una etapa emocionante para las mujeres que hace dos años nos pusimos a caminar juntas hacia el horizonte compartido de una cooperativa energética de mujeres (Xenergia) que, a pesar de no cristalizar en constitución formal, sí ha sido capaz de formar e instalar las bases humanas y el ejemplo concreto de energía limpia sostenida por el sueño ecofeminista de justicia social.
Han sido dos años de vértigo en el que hemos podido articular discursos, fraguar alianzas y definir posiciones para hacer realidad una transición energética ecofeminista en nuestro Estado. Queda mucho por hacer, pero no vamos a parar y seremos muchas las que desde la economía social y solidaria apostaremos por un nuevo modelo energético renovable, distribuido, participativo, democrático, enfocado a la soberanía energética y ecofeminista. Iniciativas que fomenten la visibilidad y la empleabilidad de las mujeres a través de un modelo cooperativo, sostenido por una base social mixta, amplia y heterogénea.
Transición energética ciudadana y ecofeminista
La transición energética de la que se habla en todos los medios y con la que políticos y “representantes” se llenan la boca suele centrarse en cifras y objetivos. Un mantra que repiten hasta la saciedad es el de “alcanzaremos un tanto por ciento (la cifra varía alucinantemente de país en país) para el año 2050”. Loable como pueda ser tal determinación, quedan dos dimensiones absolutamente esenciales para que esta transición genere mejoras que beneficien a todas las personas y se sostenga en el tiempo en un planeta de recursos fósiles a punto de extinguirse: ser ciudadana y ecofeminista. Por “ciudadana” entendemos no solo la participación de la ciudadanía en la definición de políticas o agendas, sino la titularidad, la gestión y el control de los recursos energéticos en todas las etapas desde la generación, pasando por su transporte y distribución hasta su comercialización (la factura que nos llega a casa) garantizando el bien común. Las comunidades energéticas son una figura para facilitar que las personas participen de forma activa en el mercado eléctrico y por fin han sido reconocidas por nuestro marco legal. Por “ecofeminista” entendemos la manera de vivir que nos permita hacerlo poniendo en el centro el respeto y la justicia hacia la vida, tanto en el ámbito de lo privado como de lo público y con vocación internacionalista.
Transitar hacia un modelo energético basado en las renovables ignorando las otras dos dimensiones (ciudadana y ecofeminista) resultará en el refuerzo de un capitalismo con tonos verdes que nos devorará y en el mantenimiento de desigualdades estructurales que nos condenan como especie. Por todo ello, es importante que compartamos esos hitos que vamos marcando entre todas en la historia del feminismo en el ámbito energético, cada una desde su lugar y sus circunstancias, pero con toda nuestra energía.
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Enhorabuenisima a todas esas mujeres poderosas que estais cambiando el mundo. Un abrazo