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Agroecología
Artivismo desde la huerta
Culturhaza, tal y como se define en su blog, es un espacio agrícola para el arte contemporáneo. Un espacio agroecológico frente a los transgénicos, los agrotóxicos y la agricultura intensiva, que contamina, acapara tierra, expolia recursos y desplaza comunidades. Un lugar donde el arte se incorpora al hacer agrícola. Se presentan como un movimiento de resistencia y, a la vez, como un proyecto creativo a cargo de Protasia Cancho y Agripino Terrón. Bajo el denominador común de Agrolandart, realizan intervenciones artísticas en los cultivos vivos o usan materiales orgánicos (tierra, grano, paja…) para hacer sus obras, también emplean la fotografía o el video para documentar o para crear. Su trabajo enraíza en el movimiento Fluxus, apoyándose en el happening y la performance.
Ambos nacen en familias de agricultores y ganaderos y desde su infancia han ayudado en las labores del campo durante sus vacaciones escolares. Agripino es agricultor a título principal, ese es su modo de vida, y Protasia es veterinaria. El arte lo utilizan como medio para sensibilizar a la ciudadanía contra la insensatez del actual sistema de producción agrícola intensiva y como instrumento para recuperar la memoria agrícola de nuestros antepasados. Ambos comparten la preocupación por el cambio climático y por la extinción de biodiversidad provocada por el modo de vida actual. El arte les permite ampliar la visión de la realidad y dirigir la mirada a cuestiones que nuestra sociedad obvia, abducidos como estamos por la prisa y la comodidad, lo que más contamina, según el naturalista Joaquín Araújo.
Agripino, además de agricultor, es escultor, soldador, fotógrafo, videocreador, ceramista…e historiador de formación. Protasia bromea con que es un noujou su, agricultor en japonés, que quiere decir «el hombre de las cien habilidades».
Disponen de siete hectáreas y media de tierra a cinco kilómetros y medio de la ciudad de Córdoba. La finca la compró el abuelo de Agripino, que dejó Jaén en busca de mejores oportunidades cuando se puso en marcha la zona regable del Pantano del Guadalmellato (Córdoba), en la década de 1930. Cuando relevó a su padre, agricultor convencional, Agripino escogió dedicarse a la agricultura ecológica, en la decisión le apoyó Protasia, que ya era miembro de la Sociedad Española de Agricultura Ecológica (SEAE), y simultáneamente iniciaron el proyecto Culturhaza. En la actualidad se consideran agroecológicos, pues creen que la agricultura ecológica ha sido cooptada por el sistema.
Agroecología
Su práctica agrícola se basa en dos principios fundamentales. Por un lado, favorecer la fertilidad de la tierra: realizan rotación de cultivos, emplean abono ecológico, humus y estiércol de caballo, hacen las labores en el momento adecuado para que sirvan como control de hierbas y mejoren la estructura del suelo, y usan el tractor lo mínimo. Una vez implantado el cultivo, respetan la flora arvense, pues también crea suelo. Y por otra parte, mantener un banco de semillas ecológicas vivo. Esto significa que hacen el ciclo completo de los cultivos, y, de este modo, año tras año, las semillas se adaptan y expresan su variabilidad genética en el color y el sabor.
Siembran unas dos hectáreas de cereal, que rotan anualmente con leguminosas (veza o guisante forrajero) y cultivan hortalizas, que rotan con legumbres (alubia pinta, mungo, carilla o garbanzo negro). También han colaborado “haciendo campitos” en proyectos de investigación agrícola.
Tienen una ligazón emocional con la escanda, (trigos cuyo grano no se desprende después de la trilla) que cultivan, procedente de la familia asturiana de Protasia. Les parece tan bello el cultivo que lo consideran una obra de agrolandart puramente agrícola. Siembran fisga (variedad de trigo), la escanda de más valor panario. Para molerla han instalado en el antiguo pajar una zaranda, un pisón y un molino. Agripino muele una vez al mes, bajo pedido, unos 100 kg de harina. No la pueden vender a panaderos, porque para ello les exigen los mismos requisitos que a una industria que muele miles de kilos al día, no hay normativa específica para molineros artesanos. Consideran que la burocracia desgasta y desanima a los pequeños productores, por eso están desapareciendo y con ellos y ellas las semillas locales, a pesar de que estamos en pleno decenio de la agricultura familiar, declarado por la ONU de 2019 a 2028, y a pesar de que la FAO alerta sobre los riesgos que corre la soberanía alimentaria.
Hacen venta directa de los productos de la huerta. Los pedidos se realizan de lunes a jueves, según la oferta de verduras y frutas, siempre maduras, que se envía a una lista de correos, y se recogen los viernes. Mucho Cucho es el nombre de su huerta, que es también una pieza de arte social, ya que, además de comida, genera conversación. Esto les permite hablar de las consecuencias que el modo de alimentarse tiene para la salud y para el planeta y fomentar la conexión que todos tenemos con la naturaleza. Es un momento de relajación bajo la vieja morera, sin móviles, sin prisas, mientras los niños y niñas que vienen con sus madres y padres descubren jugando olores, sabores, animales…
Cultivan la huerta con ayuda de Pelayo, un burro muy listo. La biodiversidad de su finca ha aumentado considerablemente, no tienen que hacer control de plagas, de eso se encargan los depredadores naturales, los sapos, las mariquitas etc. Las plantas arvenses también ayudan en la defensa transmitiendo información a las cultivadas, además atraen gran variedad de insectos polinizadores. Por supuesto, es fundamental la fortaleza de las semillas locales. La fauna también colabora, el aguilucho cenizo que anida en la escanda espanta a las palomas.
Están consiguiendo sensibilizar a los vecinos y vecinas de las parcelas limítrofes, que les permiten tener setos de plantas arvenses [silvestres] y dejan unos metros sin tratar. Han asesorado a una vecina en la transición a la agricultura ecológica y, en general, la actitud de los agricultores de la zona, que antes eran muy críticos, ha cambiado al ver que sus tomates no tienen tuta o su escanda no tiene roya.
Agrolandart
En 2006 se apuntaron a un taller de Land Art de Carlos de Gredos, a la vuelta idearon Culturhaza. Aprender, remover paradigmas, generar nuevos imaginarios, interpelar a la sociedad hacia planteamientos y posicionamientos agroecológicos, defender la vida, el planeta, la justicia social y compartir belleza y emoción es lo que defienden con sus obras de agrolandart.
Colaboran con artistas y no artistas, algunas personas que van a comprar a la huerta han creado piezas de agrolandart o participan en las agroperformances.
Realizan piezas artísticas en la finca para mostrar la belleza de la agroecología. Sus creaciones son el resultado de una interacción con el cultivo y buscan sobre todo fomentar la reflexión sobre la expansión y transformación del hábitat humano, la fragmentación del paisaje y la pérdida de biodiversidad. Estas piezas duran todo el ciclo de los vegetales que las componen, pues han de cumplir la finalidad de producir alimento, pero también tienen piezas de continuidad, como el Huertopoema de los días, una plantación de frutales y espacio artístico, obra de Holga Méndez.
También han hecho exposiciones en interiores, por ejemplo La misma vida comohttps://issuu.com/secacult_uja/docs/lamismavidacomo-s/3” title="" aria-describedby="qtip-0">1 en la Sala Zabaleta de la Universidad de Jaén, y en exterior, como Un parche de biodiversidad http://www.c3a.es/educacion-y-programas-discursivos-pasadas/detalle/-/asset_publisher/pQ0PxnELFHyj/content/aabas-arte-agriculturas-biodiversidad-alimentacion-salud ” title="" aria-describedby="qtip-1">2 en el parterre de entrada al C3A de Córdoba. Han participado en la feria internacional de arte contemporáneo Art Jaén https://issuu.com/davidmartinez335/docs/artjaen_2015 ” title="" aria-describedby="qtip-2">3 en cinco ocasiones, de 2013 al 2016 y en 2019.
Desarrollan actividades de docencia con chicos y chicas del cercano IES de Villarrubia, y con alumnos y alumnas de la Universidad de Jaén, la Universidad de Córdoba y la Universitat Politècnica de València.
El exceso de trabajo impide que mantengan actualizado su blog http://culturhaza.blogspot.com/ ” title="" aria-describedby="qtip-3">4, que recoge los primeros años de Culturhaza.
Obstáculos y retos
Les preocupa que no haya relevo generacional. Para que la agroecología sea una alternativa ocupacional para los y las jóvenes habría que mejorar su rentabilidad, por ejemplo valorando los beneficios medioambientales que aporta y la labor de conservar la biodiversidad cultivada, garante de la soberanía alimentaria. El trabajo agrícola es duro, pero lo compensa la satisfacción que produce estar en contacto con la naturaleza. Es la precaria economía de los pequeños productores la que les induce al abandono. Reclaman que la Administración reconozca el papel de la agricultura que no es industrial, que se desarrolle una regulación específica, que se faciliten los trámites burocráticos, que las inspecciones no se basen en la sospecha.
Me explican que no hay conciencia social sobre el valor de la agroecología. Por eso vindican el acto de la compra como un acto político que debe estar orientado a productos locales, de temporada, maduros, de cercanía y ecológicos. Consideran fundamental acercarse a los productores directamente, para que los precios sean justos y no estén sometidos a la tiranía del mercado y de los intermediarios. Defienden y reclaman la soberanía alimentaria y las semillas ecológicas frente a las semillas que las multinacionales obligan a comprar cada año.
Pero, sobre todo, abogan por dignificar el sector primario, la figura del agricultor y la agricultora, como una persona sabia, por el conocimiento que tiene sobre la tierra y los cultivos y porque es una profesión esencial para que podamos vivir. Reivindican la agroecología como un proceso artístico puro, la actividad cotidiana del ser humano hecha arte hasta su más mínimo detalle: la sencillez y armonía que nos une con la tierra, que nos da cobijo y alimento, no sólo físico, sino cultural, relacional y emocional. Acercarnos a sus obras no es sólo contemplar una obra artística, sino toda una filosofía de vida. Como dice Julio Cortázar en el capítulo 73 de Rayuela: “Nuestra verdad posible tiene que ser invención, es decir escritura, literatura, pintura, escultura, agricultura, piscicultura, todas las turas de este mundo”, una cita que he aprendido de Protasia, narradora y poeta.
Este artículo fue publicado originalmente en Revista Ecologista Nº 108