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¿Quién no sabe de la escolta de capas y turbantes blancos sobre briosos caballos que protegían el coche negro del dictador Francisco Franco? Era impresionante. En aquel entonces hasta en ciertos hoteles de postín guardas uniformados de esta guisa decoraban la puerta de entrada, lo que podía dar la impresión de que, efectivamente, África empezaba en los Pirineos. Luego, tras la independencia de Marruecos fue despareciendo aquella escenografía exótica y colonial.
Pero quedaron restos. Trazadas a regla y escuadra las fronteras de la descolonización de África por las Potencias europeas, nos reservamos el Sáhara Occidental. El régimen lo consideraba una provincia española y en las Cortes había unos representantes de este territorio. No sé si mirábamos a las riquezas de aquellas lejanas tierras o la defensa estratégica que representaban para las Islas Canarias. Quizás las dos cosas.
Hasta que un día de 1976 Marruecos inició la llamada Marcha Verde de miles de marroquíes desarmados de todas las edades para ocupar el Sáhara y nuestro ejército tuvo que abandonar la colonia para evitar una masacre y firmó los Acuerdos de Madrid. Acto seguido el Frente Polisario en representación del pueblo saharaui y Marruecos se enfrentaron en una guerra que aún dura y ha lanzado miles de refugiados saharauis a los desiertos de Argelia, que los apoya quizás buscando una salida al océano con una República Árabe Saharaui independiente encauzado por el Frente Polisario. No sé. Lo que sé es que en 1991 la Resolución 690 del Consejo de Seguridad de las ONU acordó resolver el conflicto por medio de un referéndum de autodeterminación. Un censo imposible con el territorio ocupado por miles de marroquíes y abandonado por miles de saharauis. Y es esta resolución la que ha guiado la política de los sucesivos gobiernos españoles y ha llevado durante años a actos de solidaridad al pueblo español. Entre otros, el Programa Vacaciones en Paz dando acogida temporal en época estival a miles de menores saharauis en casas españolas.
Hasta ayer.
El Gobierno español ha decidido recoger la iniciativa marroquí de 2007 de una autonomía para ese territorio bajo su soberanía por ser, como se lee en la Carta del presidente Pedro Sánchez al rey Mohamed VI, «la base más seria, creíble y realista para la resolución de esta disputa… [a cambio de] afrontar juntos los desafíos comunes, especialmente la cooperación de la gestión de los flujos migratorios en el Mediterráneo y el Atlántico, con espíritu de total cooperación». No deja de ser verdad que la causa estaba empantanada con perjuicio para las relaciones comerciales y de seguridad entre los dos países vecinos. Y, ¿quién sabe?, tal vez haya influido el hecho de que Ceuta y Melilla están excluidas del Art. 5 del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), que defiende las fronteras de los países firmantes, y ya vemos lo que pasa en Ucrania. Somos europeos de pleno derecho con dos talones de Aquiles en África. Supongo que el viaje relámpago del presidente Pedro Sánchez a las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla llevará el aval de Estados Unidos.
En todo caso, los marroquíes están eufóricos, la trifulca servida en la política nacional, es una incógnita qué harán los argelinos, y los saharauis cuentan poco.