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Medio rural
Crisis apícola en España: el rescate de la abeja
La apicultura en España pasa por una difícil situación y languidece poco a poco sin que aparezca una solución. Varios son los frentes que se le abren al sector, comenzando por el problema del etiquetado. Además, el cambio climático acentúa la problemática actual y los pesticidas asfixian a las abejas, ya que para ellas es un cóctel mortal que les impide desarrollar su trabajo.
El sector de la apicultura se ha enfrentado este 2019 a la peor campaña de producción de miel de primavera de los últimos 15 años. La recolección no ha alcanzado las cantidades habituales que, por lo general, suelen ser entre el 20% y el 40% de la producción de una temporada normal.
Estos datos han asfixiado a todos los que viven de este oficio. Los apicultores se encuentran en unas condiciones precarias, que hacen tambalear sus puestos de trabajo. A la baja producción se le suma otra serie de inconvenientes. Las secuelas del cambio climático están provocando que a España lleguen nuevas especies invasoras, como es el caso de la avispa velutina asiática. Ya en la Península Ibérica se asienta la varroa, un ácaro que se encarga de producir la enfermedad de la varroasis, cuya finalidad es la de debilitar a la Apis mellífera, la abeja común. Además, los hábitats de estos insectos se están viendo perjudicados por el uso de productos químicos, así como por el monocultivo y otras prácticas de agricultura industrializada.
En lo que respecta al comercio de la miel, tampoco se pueden puede lanzar campanas al vuelo, pues también se encuentra con otros frentes abiertos. El primero de ellos es el etiquetado, que apenas informa al consumidor de la procedencia y las cantidades exactas de cada variedad de miel que componen el producto.
China —primer país en exportación de miel, por encima del conjunto de Europa— puede introducirse en el viejo continente, aun sabiendo que su alimento no es natural en su conjunto. “El 70% u 80% de los estudios dicen que la miel china está elaborada por el hombre, a base de jarabes de azúcar. Es un producto que no tiene nada que ver con la elaboración de las abejas, carece de esos minerales y, por proceso de ultrafiltración, lo que hacen es asemejarlo a la natural. Además, la miel china no se cuaja, ya que no está cristalizada, es miel que está sometida a procesos de pasteurización”, especifica Joaquín Becerra, biólogo y técnico apícola en la Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos (COAG) de Andalucía.
ETIQUETADO Y TRIANGULACIÓN
La miel natural, como recoge la Directiva 2001/110/CE, es una “sustancia natural dulce producida por la abeja Apis mellífera a partir del néctar de plantas o de secreciones de partes vivas de plantas o de excreciones de insectos chupadores presentes en las partes vivas de plantas, que las abejas recolectan y transforman combinándolas con sustancias específicas propias, que depositan, deshidratan, almacenan y dejan en colmenas para que madure”. A partir de aquí, el consumidor puede replantearse qué es miel natural y qué no lo es, pero si los etiquetados no lo facilitan —la Directiva 2001/110/CE solo exige que se tenga que identificar con los distintivos “mezcla de mieles originarias de la UE”, “mezcla de mieles no originarias de la UE” o “mezcla de mieles originarias y no originarias de la UE”—, la confusión aumenta.
Esta normativa europea se extrapola a nivel nacional bajo el Real Decreto 1049/2003 por el que se aprueba la Norma de calidad relativa a la miel.
La confusión lleva a la desinformación y a que los propios consumidores compren un producto que aparenta ser miel, pero que realmente no es. Este problema lleva años dentro del oficio varias organizaciones llevan años haciendo frente a esta situación.
Fernando Molero, técnico apícola en COAG, afirma que llevan “mucho tiempo haciendo campaña por un etiquetado claro”, exigiendo, por el momento, “identificar el país de origen de la miel”. Además, hace alusión que el resto de productos que se consumen deberían seguir la misma línea, ya que “a todo consumidor le gusta saber qué es lo que come y toma”. Una vez que esté todo claro, “pueden decidir si comprar miel china, argentina o de donde sea”. Esta propuesta se ha modificado en el reglamento estatal de otros países de la Unión Europa como son Italia y Grecia, donde en sus etiquetados se detalla el país de procedencia.
El sector de la apicultura se ha enfrentado este 2019 a la peor campaña de producción de miel de primavera de los últimos 15 años
Alcanzar este objetivo no es tarea fácil. “Aquí hay intereses de las grandes industrias y es lo mismo de siempre, que el consumidor asocie la miel como un único tipo, un único color, que no huela y sea líquida”, discrepa Molero ante los posibles intereses que llevan adelante este mercado. El modelo de triangulación, que Molero explica con el ejemplo del puerto de Amberes (Bélgica), está en la clave del problema: “Este país, que tiene menos colmenas que la provincia de Almería, exporta grandes cantidades. La capacidad que tiene no es suficiente para lo que exporta. Lo que tiene es el puerto de Amberes, uno de los más importantes del continente y por donde entran los contenedores de China. Luego, lo que ocurre es que esta miel se etiqueta con procedencia de la Unión Europea, pese a que no sea así”.
Esta suma de problemáticas hizo que COAG decidiera llevar adelante una campaña como modo de manifestar el descontento y la problemática que existe desde dentro del sector. Diciembre del año pasado fue la fecha del comienzo de esta movilización que, a día de hoy, continúa. La idea es clara: reclamar transparencia en la miel. La normativa que recoge el Real Decreto 1049/2003 no ayuda a que el consumidor sepa de dónde procede la miel. “Al decir mezcla, no se conoce su procedencia y, además, tampoco se sabe en qué porcentaje, porque puede que sea un 99% de fuera de la UE y el resto de dentro”, declara Molero sobre otro de los problemas que se suma a esta escasez de transparencia.
El 11 de diciembre de 2018 se celebraron manifestaciones en una quincena de ciudades con el propósito de denunciar los abusos de la industria envasadora de miel a productores y consumidores. Los apicultores se concentraron en las superficies comerciales para reclamar un mayor control de las importaciones de baja calidad, así como un etiquetado más transparente que obligue a detallar el país de origen.
PRECIOS BAJOS
El manifiesto de la campaña de los apicultores hacía alusión a los precios bajos por los que se compraba este producto: “La situación es perversa; producimos una de las mejores mieles del mundo pero la industria envasadora ha dejado de comprarla porque prefiere abastecerse de importaciones de baja calidad de terceros países, principalmente de China. En 2017 se alcanzaron cifras récord de importación. En una década, se ha duplicado la entrada de miel foránea: hemos pasado de 16.000 toneladas en 2007, a 32.000 en la última campaña”. El Propio Parlamento Europeo describe los efectos de esta situación en uno de sus últimos informes sobre el tema: “Las importaciones de baja calidad, la adulteración y los sucedáneos distorsionan el mercado y ejercen una presión continua sobre los precios y, en última instancia, sobre la calidad del producto en el mercado interior”.
Los flujos de la miel hablan por sí solos, y es que España produce menos cantidad de la que consume. Esta situación también ocurre a nivel europeo y, para que el mercado se pueda abastecer, se recurre a las importanciones. Según recoge el documento de los indicadores económicos del sector apícola, elaborado por el Ministerio de Agricultura y Alimentación, “la miel española se exporta a Francia, Alemania, Italia y Portugal como principales destinatarios de las exportaciones. Como países extracomunitarios destacan Arabia Saudí, EE UU, Israel y Marruecos”.
Por el contrario, el mercado interno se abastece con la que proviene del exterior, siendo China el principal país del que se importa el producto. Joaquín Becerra, biólogo y técnico apícola en COAG Andalucía, confirma que “el 70% u 80% de la miel que llega a nuestro país es asiática”. El gigante asiático ofrece su producto a un precio muy bajo y de todos los países de la UE, el que más bajo importa es España. Esto se traduce en que el precio que tiene refleja la calidad. “La gente tiene que saber que la miel debe oscilar entre 7 u 8 euros el kilo”, aclara Fernando Molero.
El comunicado de prensa que COAG lanzó el 5 de diciembre de 2018, recogía que “desde la campaña 2015-2016, el precio de la miel en origen acumula una caída cercana al 40%. En la actualidad, los apicultores están recibiendo ofertas de compra por parte de la industria envasadora muy por debajo de lo que cuesta producir un kilo de miel, 2’65 euros”. Por consiguiente, “esta campaña iba dirigida a los consumidores, ya que de una manera o de otra se les estaba y está engañando”, añade.
ESPAÑA Y BRUSELAS
A raíz de la campaña del año pasado, el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación se hizo eco de lo que ocurría y quiso trasladar las quejas a Bruselas a través de una modificación de normativa. En ella se exigió la identificación de los países de origen. “Además, en el caso de las mezclas de miel de distinta procedencia, se deberá indicar el tanto por ciento que estos países suponen en la composición final. Asimismo, la nueva norma establecerá la obligatoriedad de incluir en el etiquetado la mención ‘miel tratada con calor’, en las mieles sometidas a un tratamiento térmico superior a los 45ºC”, según especificó el Ministerio en marzo. Este último detalle sobre el sometimiento de calor se debe a que, si se supera dicha temperatura, algunas de las propiedades que tiene este producto puede llegar a desaparecer.
La Unión Europea ha dado respuesta a la petición del Ministerio español, donde parece que al menos cede a que se indique la ubicación de donde proviene el producto. El resto de peticiones quedan en el aire, por lo que aún tardará para que puedan entrar en vigor. “Lo fundamental es que no se opone a que se identifique el país, aunque al resto de partes no ceda”, valora Fernando Molero. Desde COAG, añaden que, por el momento aceptarían la propuesta europea.
LA SUPERVIVENCIA ESTÁ EN LA POLINIZACIÓN
El sector de la apicultura también se resiente cuando se habla de cambio climático. Un oficio que trabaja codo con codo con el medio natural tiene que tener una mirada fija en la climatología, en los cambios que se producen para saber cómo dar respuesta para que sus colmenas puedan rendir y sean eficientes para recolectar la mayor cantidad de miel posible.
Una de las causas de la mala campaña actual está en la climatología. Los pasados otoño e invierno fueron secos, las precipitaciones escasearon y se registraron unas temperaturas atípicas para la fecha. Esta combinación de factores implicó que, en el momento álgido, en primavera, la colmena no tuvo la suficiente fuerza para afrontar la temporada que le quedaba por delante. A todo ello se suma además la floración, materia prima para estos insectos, que ha sido escasa y con poco néctar. Las abejas se limitaron a polinizar la única vegetación que se encontraban a su paso y afrontar la cruda realidad que estaba sucediendo.
La polinización se podría definir como la transferencia del polen desde las partes masculinas de las flores hacia las femeninas. Así se da la fecundación y la reproducción de las plantas, que dan lugar a las semillas y los frutos. Hay que tener en cuenta que no solamente hay un tipo de polinización, sino tres. La primera de ellas es la anemófila, que se hace a través del aire y desarrollan las plantas más primitivas. Por otro lado, la hidrófila, a través del agua. Por último, la animal, que es la que desarrolla el 90% de las plantas silvestres del planeta y cerca del 75% de los principales cultivos en el mundo. Este subtipo lo realizan muchas especies, pero sin duda la más importante es la de los insectos, entre ellas, las abejas.
“En 2017 se alcanzaron cifras récord de importación. En una década, se ha duplicado la entrada de miel foránea: hemos pasado de 16.000 toneladas en 2007, a 32.000 en la última campaña”
Una escasez de polinización podría causar un “desequilibrio ecológico, porque también esas plantas, que se desarrollan a través de este procedimiento, sirven de alimento para otras especies”, explica Luis Ferreirim, responsable de la Campaña de Agricultura en Greenpeace España. Incluso, añade que “nos olvidamos de que los insectos también se están viendo afectados por el cambio climático, y hay que tener en cuenta que son la base de la cadena trófica terrestre”.
Esta difícil situación, además de afectar al sector apícola, también agrava a la alimentación humana. Productos como la calabaza, el melón, el kiwi, la manzana, la pera o la fresa pueden verse perjudicados por esta baja polinización. Y así, hasta un casi 75% de los alimentos que se consumen. Cabe añadir que las altas temperaturas en épocas que no corresponden provocan que determinadas especies tengan que desplazarse a otros lugares para que puedan sobrevivir.
PLAGUICIDAS MORTALES
El cambio climático es una realidad que ha llegado para quedarse, pero no es tan nueva como aparenta ser, por lo que hay que combatirlo desde muchas perspectivas y apostar por nuevos modelos más sostenibles que mejoren la situación. Dentro del sector apícola, otro de los males que agravan aún más a la abeja son los plaguicidas. Estos compuestos químicos son letales para ellas y para la propia vegetación.
Es común usar este tipo de agrotóxicos en la agricultura industrial, aquella que se encarga de producir de manera masiva para abastecer las necesidades de las personas. En este modelo, los plaguicidas son muy comunes, pero la realidad es que están diseñados para matar insectos —entre ellos la abeja— o plantas. Y algunos tienen un impacto mucho mayor que otros, e incluso tienen efectos subletales y crónicos, es decir, no están diseñados para matar a todo tipo de insectos, sino a otros más concretos, pero eso no quita que también les perjudique y se vean atrapados en una nube de pesticidas que, indirectamente, los mata.
Como señalan varios estudios, son un problema para las abejas, ya que además de causarles enfermedades o matarlas, deterioran los hábitats provocando la desoxigenación del agua, la acidez y desertización de los suelos, y la destrucción de hierba y otras clases de insectos.
Al igual que los mata, también son nocivos para el ser humano, desarrollando posibles retrasos en el desarrollo cognitivo, trastornos neurológicos e inmunológicos, así como algunos tipos de cáncer. Greenpeace recoge, con dato de 2014, que “España se ha convertido en la campeona europea del uso de plaguicidas y en particular de insecticidas: 78.818 y 7.515 toneladas respectivamente”.
Hasta el momento, la UE ha prohibido tres tipos de neonicotinoides (clotianidina, imidacloprid y tiametoxam), cuyos componentes se usan en la agricultura intensiva. Sin embargo, no se atiende un problema que provoca efectos en las abejas como la pérdida de memoria, que les impide volver a la colmena e incluso la muerte.
REDUCCIÓN Y ERRADICACIÓN
Greenpeace trabaja fundamentalmente en tres aspectos para luchar contra los pesticidas. El primero de ellos, tiene como función la de eliminar los plaguicidas que están demostrados —científicamente— como peligrosos para las abejas. “Lo que estamos trabajando en la UE es que la guía ‘Utilidad Europea y Desarrollo Alimentario’ que se desarrolló evalúe los plaguicidas en las abejas”, indica Luís Ferreirim. Tal como explica, “los países miembros han intentado descafeinar esta guía”, por lo que “se pide que se adapte plenamente, ya que se ha comprobado que es útil en cuanto a la determinación de los riesgos que tienen estos productos en estas especies”. La controversia a todo esto se encuentra en que todos los químicos, que previamente no han pasado las medidas, tienen que hacerlo. Esto ocasionará el descontento por parte de las mismas industrias y los propios países que lo exportan e importan.
El segundo punto está basado en la reducción de los plaguicidas en su totalidad. Es decir, al conocer que España es el país de toda la Unión Europea que más uso hace de estos productos, “se deben reducir de manera drástica”, concluye Ferreirim. Greenpeace pide que a finales de esta legislatura se reduzcan a un 50%. “Una herramienta que puede ser de utilidad es el Plan de Acción para la Conservación de los Polinizadores, que se está desarrollando en el Ministerio de Transición Ecológica, en el que hay un borrador y que debería de ser aprobado en esta misma legislatura”, destaca. Así, “permitiría desarrollar todo este conjunto de acciones para reducir la carga tóxica a la que se enfrentan las abejas”, concluye.
Por último, la ONG pide que todo este procedimiento de reducción sea utilizado a modo de transición hacia una agricultura ecológica, donde lo natural prolifere por encima del resto de productos químicos e incremente la biodiversidad. Así, las abejas no se verán tan afectadas y el número de polinizadores se vería al alza. Además, desde Greenpeace piden que las labores de los profesionales de la miel también sean ecológicas, unos formatos de trabajo que tienen como propósito cambiar el modelo tradicional.
AVISPA VELUTINA, UNA AMENAZA LETAL
A esta crisis del sector apícola se le suma la llegada de especies invasoras a España. En este caso, se hace mención de la avispa velutina, que entró en el país aproximadamente en 2010 a través de su vecina Francia, cuando en 2004 se introdujo a través de las importaciones que recibía del comercio hortícola.
Esta especie ya se ha asentado por toda Cornisa Cantábrica, País Vasco, Catalunya e, incluso, Portugal. “No dudo de que la avispa asiática llegue a Andalucía, como es tan grande habrá sitios donde pueda asentarse”, afirma Fernando Molero, añadiendo que “la ventaja que hay es que los apicultores se pueden formar y preparar para cuando llegue”.
Los efectos que causa son más letales que la de la avispa común, incluso ya se ha cebado con la vida de distintas personas en Galicia, comunidad que cuenta con alrededor de 10.000 nidos, tal como recogía El Faro de Vigo en octubre. Entre las víctimas mortales se encuentra un lucense de 44 años y un pontevedrés de 78, cuando en el verano de 2018 se vieron atacados por la picadura de velutinas.
Las consecuencias que provoca esta especie invasora pueden ser adversas. El Manual para la gestión de la Avispa asiática, elaborado por el Departamento de Medio Ambiente y Política Territorial del Gobierno Vasco, explica que “existen observaciones hechas por apicultores y por técnicos, que reportan daños en distinto grado, desde leves descensos de la población de abejas y falta de polen y miel en otoño, pasando por graves déficits en las reservas de alimentos, hasta la muerte de la totalidad de las colonias en algunos colmenares. Las colonias que sufren ataques importantes y prolongados, llegan al invierno con la población de abejas mermada y con pocas reservas de miel y polen, lo que aumenta la mortandad otoñal e invernal de estas colonias”.
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Un libro clave: ¿Qué hay detrás de la extinción de las abejas? https://www.viruseditorial.net/es/libreria/fondo/374/el-manto-de-medea
Aqui en descarga, no dejeis de leerlo, está casi descatalogado y es cortito https://www.mediafire.com/file/6vxs9cn0umvt3zd/El_manto_de_medea_%2528extinci%25C3%25B3n_de_las_abejas%2529.pdf/file
La miel china debería estar prohibida, por temas sanitarios. Tal cual. Eso es puro veneno, y la gente lo compra.
Para una aproximación al impacto ambiental de las explotacines apícolas, que no olvidemos que es ganadería intensiva (la primera o una de las primeras)
https://www.biorxiv.org/content/10.1101/828160v1?fbclid=IwAR1gWUwLQpGPAHWtNrEpMvdJceiS5U__aEg5I_KRYKyCOhSBPSL4dYZ1GEQ
Lo problemas comerciales de la apicultura supongo que serán parecidos al del resto del sector primario de aliimentación, con algunos aspectos particulares. A ese respecto, la movilización será necesaria y las accciones de presión justificadas.
De todas formas en el artículo faltan datos. La apicultura es una ganadería intensiva, y como tal tiene unos efectos negativos sobre el medio ambiente que no se suelen mencionar. Cuando el número de explotaciones no sobrepasa ciertos límites los efectos suelen ser locales, sin embargo en las últimas décadas este número ha aumentado de una forma extraodinaria en España (se ha multiplicado por 5 desde 1963). Como el principal alimento de las abejas domésticas es el nectar y el polen, a un aumento del número de estas, idefectiblemente conlleva una disminución del recurso disponible para las especies silvestres, y por tanto una disminución de la diversidad de polinizadores. Justo lo contrario que se está buscando, o debería, para un mayor aseguramiento de la producción de los cultivos. Más info: https://www.biorxiv.org/content/10.1101/828160v1?fbclid=IwAR1gWUwLQpGPAHWtNrEpMvdJceiS5U__aEg5I_KRYKyCOhSBPSL4dYZ1GEQ
Hace 70 años conocí a un empleado de una empresa comercializadora de miel y me contaba historias en línea con este artículo. Además me dijo "Si supieras lo que le hacemos no volverías a comer nunca más". A mi me parece que el sector se merece lo que le pasa, las pobres abejas no. Y si faltan abejas quizás empezarán nuestros problemas con el hambre.