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Personas refugiadas
Borriana, el puerto donde amarran los buques de rescate
Cinco personas de Borriana (Castelló) están siempre pendientes de sus teléfonos móviles. Son los miembros más activos de L’Aurora, el grupo de apoyo que ofrece ayuda en tierra a los buques de rescate de refugiados en el Mediterráneo. Asistir al que asiste es lo que llevan haciendo informalmente desde 2018. Desde abril de este año se han convertido en asociación jurídica —L’Aurora, Grup de Suport—, para realizar peticiones a la administración: aspiran a que Borriana se convierta en “puerto solidario”, explica Vicent Aleixandre.
Borriana reúne las condiciones para ser amarre favorito de los buques de rescate: es económico y tiene varadero. Ahora están atracados el catalán Open Arms, el vasco Aita Mari, el alemán Rescue People —antiguo Alan Kurdi— y el feminista Louise Michel, la embarcación con bandera alemana formada casi en exclusiva por mujeres —solo faena un marinero— que gestiona la fundación del artista Banksy. Uno está a punto de zarpar, a otros dos aún les faltan reparaciones y papeles y el Louis Michel lleva meses esperando un cambio de clasificación que parece interminable. Juntos comparten la espera del embrollo de la burocracia en el puerto de un pueblo de 35.000 habitantes situado a 15 kilómetros al sur de Castelló de la Plana.
Borriana reúne las condiciones para ser amarre favorito de los buques de rescate: es económico y tiene varadero
Cuando un buque de rescate atraca tiene un sinfín de asuntos que resolver, desde los técnicos —pasar la ITV marítima— a los de logística interna, rellenar el depósito de agua dulce de 1.500 litros o alquilar un piso si la estancia se alarga. Además, la pandemia ha creado nuevas necesidades, como que alguien te haga la compra mientras permaneces en cuarentena en el camarote. Menos de la ITV, L’Aurora se puede encargar de todas esas tareas y facilitar la vida a los tripulantes.
“L’Aurora son la conexión con la comunidad local, se ocupan de recoger necesidades que tenemos nosotros y, en la medida que pueden, echarnos una mano. También sirven de nexo con todas las naves humanitarias, centralizan la información y garantizan la colaboración entre las organizaciones de rescate”, explica Juan Gil, jefe de operaciones de la tripulación del Rescue People.
“L’Aurora son la conexión con la comunidad local, se ocupan de recoger necesidades que tenemos nosotros y, en la medida que pueden, echarnos una mano”, explica Juan Gil, jefe de operaciones del Rescue People
Pero L’Aurora sueña a lo grande. Lo que empezó de manera natural, con un hola qué tal, ¿te puedo ayudar? a pie de barco en 2018, ha derivado en una declaración institucional que han enviado a los partidos políticos del Gobierno municipal —PSPV y Compromís— para que respalden el proyecto que el Grup de Suport ha presentando a la Conselleria d’Obres Públiques de la Generalitat, con el que pretenden adecuar un solar contiguo al puerto con contenedores fijos para cada una de las ONG, un espacio de trabajo común con conexión a internet y un comedor comunitario. Así, las tripulaciones podrían hacer parte de su vida en tierra cuando los barcos están amarrados a puerto o varados. L’Aurora también ha solicitado a la Conselleria de Educació organizar un aula didáctica, donde explicarían a los vecinos, a los escolares y a los turistas de verano las labores de los buques de rescate en alta mar.
L'Aurora ha presentado un proyecto para convertirse en “puerto solidario”, habilitando una zona adyacente al puerto para ofrecer cobijo y logística permanente a las ONG que se dedican al rescate de personas en alta mar
El boca a boca entre las naves hizo que fueran recalando en Borriana en busca de cobijo. “L’Aurora nos presta ayuda, nos guardan cosas, nos consiguen contactos y alojamientos, por lo que aquí estamos a gusto y el puerto es conveniente”, explica David Lladó, el jefe de misión del Open Arms. La Autoridad Portuaria de Italia les hizo “perder dos meses retenidos en Sicilia”, Gobierno que se ha mostrado muy exquisito en los requerimientos de los permisos y autorizaciones. Tanto que cada buque debe hilar muy fino en las reparaciones para adecuar sus respectivas embarcaciones a lo que la legislación internacional solicita para no ser sancionada o quedar atrapada en puerto sin permiso para salir.
La estrategia italiana para impedir los rescates en alta mar conllevó que el Open Arms atracara en Borriana el 26 de junio. Llegó dos meses tarde y perdió su turno en el varadero. Ahora está en la cola para poder acometer las tareas de mantenimiento del casco en seco. Ella es la gran nave, la que puede rescatar a 300 personas y albergarlas en su enorme terraza.
Delante del Open Arms está amarrado el Aita Mari. Solicitó muelle el 12 de junio, pensaron que si llegaban un poco antes podrían salir en agosto. Pero desde el 23 de junio aguarda el consentimiento de la Dirección General de Marina Mercante, esa administración de agua salada con sede en Madrid. Ha solicitado una prueba de estabilidad para dotar al barco de una pieza de acero fijada en la parte más baja del casco para que lastre el barco —el barco era un atunero y con ella esperan ganar más estabilidad y pasar de 120 personas a bordo como máximo a 150, más tripulación—.
“Nos tienen que aprobar el proyecto, la obra es sencilla, cinco hojas de proyecto, pero estamos en sus manos”, resume su capitán, Iñigo Mijangos, coordinador del Aita Mari. Sobre la elección del puerto de Borriana, coincide con las otras tripulaciones: “Es un puerto de buen tamaño, sin excesiva carga de tránsito comercial y con astillero. En otros puertos nos dejaban entrar, pero teníamos que marchar en uno o dos días si no hacíamos carga comercial. No hay tantos puertos en el Mediterráneo que nos permitan estar en estas condiciones”.
El Rescue People ha cambiado recientemente de nombre y ONG, pero desde hace dos meses lleva atracada en Borriana ocupada en tareas de reparación y en obtener los papeles a punto. En breve, zarpará. Louise Michel lleva ocho largos meses a la espera de profundas remodelaciones. Es la nave más rápida de todas, es una antigua patrullera de rescate, algo que tampoco gusta a los países reticentes a los rescates en alta mar —una obligación de la ley marítima que Italia y Malta se empeñan en desoír—, por lo que, según vericuetos legales, le impiden trasladar rescatados de su barco a otro más grande y lento, por lo que el Louis Michel llega el primero al lugar y asiste desde el agua hasta que llega otra nave más grande aparece y se encarga de subirlos a su barco.
Al principio, cierta parte de la población de Borriana se opuso al atraque de los buques de rescate. Los miembros de L’Aurora defendieron su presencia. Movilizaron a activistas de los movimientos sociales, culturales y políticos del municipio y bucearon en el pasado de Borriana hasta dar con el nombre adecuado: “Cuando no teníamos puerto, los labradores cargaban las naranjas en barcazas hasta llevarlas a los buques mar adentro. Se ayudaban entre todos y crearon un grupo llamado L’Aurora. Recuperar su nombre es nuestro pequeño homenaje a aquellos obreros de la tierra que colaboraban entre sí para sacar la vida adelante”, concluye Vicent Aleixandre.
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