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Pueblo gitano
Silvia Agüero: “La memoria de las payas tiene más que ver con La Paquera que con Virginia Woolf”
Silvia Agüero (Madrid, 1985), reivindica un paisaje lleno de ropa tendida. Defiende el arte de exponer las prendas al sol, que por cierto, “como muchos payos no sabéis, desinfecta”, asegura. Algunas normativas de las grandes ciudades han eliminado las sábanas del entorno urbano igual que están expulsando a las gentes de sus barrios. Esta escritora, actriz y comunicadora añora el olor a suavizante con el que convivía cuando habitaba en una casa baja en el poblado, en el que la ebullición de la vida se manifestaba por las calles. “Mi vida es un tendedero todo el rato”, asegura y por eso coloca su exposición colgada de unas cuerdas unidas a unos palos en La Parcería, un espacio para el pensamiento y puesta en común en Madrid. Ella, de vez en cuando, acude a asegurar todo. Le gusta recolocar las pinzas para que ninguna foto, ningún camisón, ningún retazo de su vida se caiga al suelo.
A las gitanas de mi vida es una exposición, que se puede visitar hasta el 29 de enero, pero no solo. Es un libro, que se puede comprar in situ u online, en el que Silvia compila diez relatos personales mezclados con retratos del pueblo gitano, realizados por históricos fotógrafos como Rober Peters o Joaquin Pla Janini. Retratos en blanco y negro que han sido reapropiados mediante el color que Silvia le imprime a todo lo que hace. Asegura que la fotografía en blanco y negro hace poco favor a su gente, por lo que ha pintado las imágenes, que también se pueden ver en la exposición, con el rojo, el verde y el azul de la bandera caló.
Silvia es tan sincera como transparente, lo dice el prólogo y lo dice su lucha por gitanizar el mundo. Y lo dice también esta nueva colección que espera se pueda mover por más lugares para llegar aún más lejos en su empeño para que nos conozcamos y nos reconozcamos. Y así se lo cuenta a El Salto en este paseo por la muestra.
Nos encontramos al entrar a la exposición con una manzana con unas tijeras clavadas. ¿Esto qué significa?
No es una manzana, es un pero. A los patios de Córdoba y de Granada cuando los decoran van las vecinas a visitarlos. Y todo el mundo dice “Ay, que bonito, pero…”. Y entonces hay una tradición que es poner un pero atravesado por unas tijeras para que nadie ponga un pero.
¿Y eso es una tradición gitana?
Es una traducción andaluza, cordobesa, no es una tradición gitana, pero me gusta mucho.
¿Cómo surge la idea de esta exposición?
La Parcería me invitó a una residencia artística con otras mujeres que estaban en Ecuador, en Colombia, algunas que estaban aquí migrantes y a todas nuestras hijas. Se trataba de componer arte y de hablar de cómo nos sentimos todo el rato como impostoras. Y salió una exposición muy bonita, que era también un tendedero, pero mucho más chiquitito. Entonces empecé a escribir y no podía parar. Les encantó y, gracias a una subvención, hemos montado A las gitanas de mi vida (La Parcería Edita, 2025), como exposición y como libro.
Historia
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¿Quiénes son las gitanas de tu vida?
Mi suegra, mis hijas, mi abuela. Esas son las gitanas de mi vida. Sí, también La Paquera de Jerez y otras muchas artistas y las gitanas que resistieron durante la Gran Redada.
Mi hija y yo hemos pintado las primeras fotos que se hicieron al pueblo gitano para devolverles el color, para devolverles la humanidad que les habían quitado en ellas
¿Son también las que aparecen en las fotografías de la exposición?
Todas las fotografías son fotografías antiguas que hicieron payos. Son las más típicas porque son las primeras fotografías de gitanos que hay. Porque los payos, sobre todo extranjeros, como Otto Wunderlich, que es el artista de casi todas las fotos, llegaban a España desde una Europa avanzada mientras España estaba en la pobreza, y de repente se encuentran con los gitanos, se enamoran de ellos, y escriben obras como Carmen, de Prosper Mérimée, y a hacer fotos como estas. Crean sus gitanas y hacen estas pedazos de fotos, con las que han llenado sus bolsillos gracias a los derechos de autoría. Y yo les tenía mucho respeto porque son mis abuelas. Yo sé de dónde vengo porque somos muy poquitos gitanos.
Durante la residencia artística mi hija Carmen Manuela quiso pintarlas. Entonces las pintamos entre las dos para devolverles el color, para devolverles la humanidad que les habían quitado en esas fotos. Porque, depende de cómo hagas fotos, también puede ser un acto racista. Dice Nicolás Jiménez que hay una cosa muy racista de la fotografía y es que no hay nada más típico y tópico que hacer a los gitanos y a las gitanas fotos en blanco y negro, porque en blanco y negro siempre quedamos muy monos, se nos ven mucho las facciones, somos muy exóticos y por eso las pintamos.
Aquí junto al texto que introduce la exposición vemos un clavo grande oxidado. ¿Qué es?
Es el clavo de la libertad. Como cuento en mi obra de Teatro, No soy tu gitana, las gitanas de la Casa de Misericordia, que estaban encerradas en lo que se llamó la prisión general de gitanos se intentaron fugar muchas veces. El historiador Manuel Martínez me dijo dónde conseguir los clavos que utilizaron para hacer un agujero en la pared, y uno es ese.
La memoria gitana está en la cabeza de todas las gitanas y todos los gitanos, pero no solamente en la cabeza, sino en el cuerpo. El cuerpo tiene memoria y sabe perfectamente lo que ha dolido
Silvia, ¿dónde está la memoria gitana?
Pues la memoria gitana está en la cabeza de todas las gitanas y todos los gitanos, pero no solamente en la cabeza, sino en el cuerpo. El cuerpo tiene memoria y el cuerpo sabe perfectamente lo que ha dolido y cómo se ha sufrido. Y por eso seguimos siendo vistos como diferentes. Por eso seguimos siendo extraños que se visten diferente a pesar de comprar la ropa en los mismos sitios. Por eso seguimos teniendo estos rasgos, porque no nos hemos mezclado tanto. Y eso también es bonito.
¿La ropa que hay aquí colgada qué simboliza?
Hay algunas cosas que son mías, otras de mis hijes, pero también hay cosas de mis amigas que son todas payas, porque Las gitanas de mi vida es un canto para que las payas sepan que esta también es su memoria, mucho más que la de Virginia Woolf, por ejemplo.
Tenemos más que ver con La Paquera que con Virginia Woolf.
Mucho más. Con La Paquera o con Las gitanas de la Casa de Misericordia que son tus feministas, son tus mujeres, es tu memoria, es la memoria del pueblo español, mucho más que la historia europea y todo lo que nos cuentan en las clases de historia.
¿Y este título universitario que tienes aquí colgado?
El día de la inauguración le dije a Araceli Cañadas, filóloga y profesora de la única asignatura universitaria que hay en el Estado español sobre historia del pueblo gitano, que no sabía qué hacer para estrenar esto. Yo tengo una espina clavada en mi ser, todo el mundo me dice que valgo mucho para estudiar pero no tengo ni la ESO. Me gusta mucho la Filología y me gustan mucho las letras. Y Araceli hizo una performance en la que me dijo “Pues ya eres. Filóloga”, y me hizo este título.
“La verdad es que no intento desmontar ningún estereotipo sobre las mujeres gitanas. Yo los cumplo todos”
¿Que estereotipos hay sobre las mujeres gitanas que pretendes desmontar con esta exposición?
Bueno, la verdad es que no intento desmontar ningún estereotipo. Yo los cumplo todos y me hace mucha gracia. Sandra Carmona, otra de las gitanas de mi vida, siempre me dice: “Yo al estereotipo le hablo, va conmigo”. Yo soy un estereotipo andante, tengo el pelo negro rizado y una cara gitana, soy gordita con curvas, me casé super pronto, tuve dos hijos muy pronto, me casé con un gitano. He llevado una vida muy estereotípica.
A muchas gitanas nos dicen “¿No pareces gitana?”. ¿Pero qué gitana tienes tú en la cabeza? En cuanto tú me humanizas es cuando me dices que no parezco gitana. En cuanto tú me das un poquito de humanidad, ya no te parezco gitana. Porque de repente hablo y de repente pienso. Y de repente me muevo y tengo vida. Me late el corazón, respiro, yo qué sé. Así que no, yo no quiero desmontar ningún estereotipo sobre las mujeres gitanas.
¿Y por qué habéis diseñado un tendedero para exhibir la muestra?
Mi vida es un tendedero todo el rato. Hay un texto en el libro que se llama ‘Los cuandos de la ropa’. Lavar tiene mucho significado, porque además hay una cosa de la idiosincrasia gitana que es el principio de no contaminación, una idea de Nicolás Jiménez aportada a los estudios gitanos, que tiene que ver con que no decimos cosas como cáncer, muerte, suicidios… Pero también tiene que ver con lo físico. Y hay algo que a mí me sigue pasando, a pesar de que convivo muy fuertemente con gente paya todo el rato, y es que lavo las cosas por separado. O sea, yo no mezclo la ropa de mi hija con la de mi hijo, ni mezclo mi ropa con la de mi marido para lavarla. Y esto tiene que ver con el principio de no contaminación. Y de ahí la importancia de poner la ropa a tender. Hay gente paya joven de ahora con la que me relaciono que no sabe por ejemplo, que tender la ropa fuera quita bacterias, que el sol desinfecta, que el sol blanquea.
Entonces tender la ropa tiene el significado de tender todo al sol, de exponerlo todo. Me hace mucha gracia que ahora en los centros de las ciudades no se pueda tender fuera. En el libro cuento una cosa que me pasó cuando vivía en el pueblo. Yo estaba acostumbrada a hacer la colada con todas mis primas y tender al sol, y todas nos ayudábamos a lavar las mantas pisándolas en la bañera. Cuando me fui a vivir fuera del gueto yo tendía mi ropa al sol y como estaba en el centro de la ciudad, vino la policía como 50 veces a decirme que no podía tender ahí, que me iban a multar. Y yo les pasaba a la casa para enseñarles que era muy pequeñita. Y volvía a sacar la ropa y volvían a venir. Es un punto de unión en mi vida. Me encanta tender la ropa y que huela todo a suavizante. Eso me encanta.
Esto es un símbolo de la precarización en los espacios para vivir. Ya no tenemos un sitio para tender hacia afuera y algunas casas son tan pequeñas que hay que tender hacia adentro.
Hay reglamentos específicos dentro de las ciudades para que no se pueda tender fuera. ¿Y qué ropa utilizas? Porque al final la ropa se estropea y la tiras y vuelves a comprar ropa. La ropa hay que cuidarla y te compras cosas buenas para que duren toda la vida. O sea, yo tengo una manta de cuando tenía cinco años y sigue estando en perfectas condiciones.
Y nadie lucha por eso, por ese espacio fuera que también crea comunidad. Porque cuando tú tienes que tender una manta, tienes que llamar a la vecina para que te ayude, porque pesa mucho mojada. Y además la cuento un poco. Echo de menos eso, echo de menos criar a mis hijos allí, aunque era una mierda vivir allí porque era una mierda. Ahora vivo mucho mejor en el capitalismo, pero he perdido parte de eso. También es un poco romantización... pero, eso, me gusta mucho tender.
Cuando las payas estaban intentando luchar por tener una cuenta corriente a su nombre, a nosotras no era algo que nos interesara porque llevábamos nuestro dinero en las tetas
Bueno, hablábamos antes de La Paquera. Hablábamos antes de las mujeres que lucharon durante la gran redada. Cuéntanos un poco la historia de resistencia de las mujeres gitanas.
En la historia siempre se ha contado la resistencia de los hombres, nunca se ha investigado la historia de resistencia de las mujeres gitanas. Y cuando te pones a leerla y te pones a investigarla, es alucinante.
Las mujeres gitanas siempre hemos salido a la calle, pero teníamos otras demandas. Cuando las payas estaban intentando luchar por votar a nosotras no era algo que nos interesara o tener una cuenta corriente a nuestro nombre, porque teníamos el dinero en las tetas. Payas y gitanas nos tenemos que sentar a hablar porque tú estás reivindicando algo en el feminismo que yo no estoy reivindicando, porque a mí no me hace falta eso. Es que mi abuela tenía el dinero en las tetas, mi abuela tenía poder de decisión.
Mi abuela viajaba. Hay muchísimos gitanos que han migrado a Argentina, a México y ellas no se quedaban en casa con los niños. Y hay muchas gitanas que han migrado solas. Y hay gitanas, como La Paquera, que se han ido a Japón, a Estados Unidos, a cantar, a bailar, alimentado a su familia, a toda su familia super extensa. Y los hombres gitanos estaban ahí, cuidando a los niños y acompañándolas.
Y además que muchas veces se os echa en cara cosas machistas sin examinarnos nosotras.
Es que tenemos que sentarnos a hablar. Las payas han perdido toda esa comunidad a la que ahora se intenta volver en todos los espacios, especialmente en el feminismo. Y ponen nombres muy raros, hablan de crianza colectiva y todo ese rollo. Nosotras siempre hemos visto más natural tener hijos todos juntas y criarlos, sin necesidad de nuevos términos.