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OTAN
Las nuevas mentiras de la vieja OTAN
Cuando el militarismo entra por la puerta la solidaridad de clase salta por la ventana. La onda expansiva de la invasión de Ucrania está teniendo efectos políticos inéditos: en un país donde las más timidas políticas redistributivas provocan el anuncio de un inminente holocausto comunista, ahora nos encontramos con titulares como Los oligarcas rusos sacan sus yates de España ante la amenaza de las sanciones económicas, con el aplauso de amplios sectores de la derecha mediática y política.
Por otra parte, la clásica ambigüedad ‒cuando no impostura‒ de la izquierda parlamentaria respecto lo que Dwight D. Eisenhower, “Ike”, describió como el complejo militar-industrial se ha puesto de nuevo en evidencia. De la defensa de Kichi, alcalde de Cádiz, de la producción de corbetas para Arabia Saudí ante “el dilema entre fabricar armas o comer”, a la aprobación por parte del PSOE y un sector de Unidas Podemos del envío de armas a Ucrania. Entre medias, Margarita Robles afirmando que “la OTAN no puede permitirse otro fracaso como el de Afganistán”.
Pero… ¿por qué sigue existiendo algo tan anacrónico como la OTAN? El comandante de Intendencia de la Armada Santiago Acosta Ortega reflejó en Sesenta años de la OTAN: Un pasado de éxito y un futuro incierto que: “Desde que en el año 1989 cayese el muro de Berlín y en el año 1991 desapareciera la Unión Soviética, la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) ha estado en permanente proceso de cambio, y su utilidad se ha visto continuamente puesta en cuestión. Creada y diseñada para enfrentar una amenaza y un enemigo concreto y definido, la desaparición de ambos debía entrañar también la suya propia, o eso decían sus críticos. Así, el principal problema que tuvo que enfrentar la OTAN tras su victoria en la guerra fría fue precisamente el de su supervivencia” (las cursivas son nuestras).
Una invasión cuyo origen no es otro que la existencia misma de la OTAN genera enormes beneficios al complejo militar-industrial. España es el séptimo exportador mundial de armamento y las empresas del sector han obtenido grandes beneficios vendiendo, entre otros, a estados como Rusia y Ucrania.
“El principal problema que tuvo que enfrentar la OTAN tras su victoria en la guerra fría fue precisamente el de su supervivencia”, reconoció un militar
Hay datos que apuntan a que la industria armamentística española alcanzó su mayor récord de beneficios con la invasión por parte de la Federación Rusa de Crimea, estimándose un aumento de sus beneficios de hasta un 51%. Y ahora podemos leer titulares como España envía a Ucrania su primera remesa de lanzagranadas de fabricación aragonesa: así son los C90. El militarismo diluye la solidaridad de clase pero… queda claro que la industria militar es totalmente agnóstica en lo que a geopolítica se refiere. Y con cierto regusto a nacionalismo español.
La nuevas mentiras de la vieja OTAN son las viejas mentiras del nuevo militarismo. La permanente necesidad de un enemigo, real o imaginario, que justifique el aumento de un gasto militar absurdo incluso en escenarios tan delicados como el final de una pandemia. El mantenimiento de estructuras como la OTAN degeneran en aberraciones como la invasión de Ucrania y que, como siempre, los platos rotos los va a pagar la población ucraniana, con miles de muertos y más de un millón de refugiados.
La nuevas mentiras de la vieja OTAN son las viejas mentiras del nuevo militarismo. La permanente necesidad de un enemigo, real o imaginario, que justifique el aumento de un gasto militar absurdo
En el antimilitarismo no es necesario tener un máster en geopolítica para denunciar de manera coherente lo que está pasando y la postura que tomar junto al resto de movimiento sociales. Hoy como ayer, OTAN NO, BASES FUERA. Y por supuesto, NO A LA GUERRA.
Recuerden: ningún ejército defiende la paz.