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Periodismo
Vázquez de Sola, periodista. La prensa como contrapoder (II/IV)
Para Andrés Vázquez de Sola, la realidad circundante se desvela como un lugar habitable y estimulante en el que las posibilidades son infinitas. Debido a la firmeza de sus convicciones y a su actitud contestataria e inconformista frente al Movimiento durante el franquismo, Andrés se vio envuelto en situaciones tensas que, en última instancia, acabarían por llevarlo al exilio, en París, donde su vida cambiaría para siempre.
“Soy oficialmente analfabeto”
Interpelado por su formación, responde con sorna: “Yo no tengo educación académica. Soy oficialmente analfabeto [ríe] Saqué el bachillerato, el primer curso de bachillerato, que hice dos veces. Me trajeron aquí, interno, al ilustre colegio de teólogos y juristas del Sacromonte. En ese 'ilustre' colegio [se vuelve a reír] hice mi primer curso de bachillerato. Y se acabó. Ya no he estudiado nunca más. Eso sí, he leído muchísimo”. No obstante, la eterna curiosidad y la duda existencial le llevan a tomar una decisión: “Ingresé en la escuela de Periodismo, en Madrid, mediante un examen, que aprobé a la segunda, también [ríe de nuevo] No aprobé a la primera, porque no tuve el valor de escribir yo mismo mis memorias, mi autobiografía. Entonces, me la hizo un primo mío. Se notó y me suspendieron. La segunda vez ya lo hice por mi cuenta”. Esas memorias, tal y como las redactó en aquella prueba, se publicaron con posterioridad en París bajo el título: La Triste vie d'un homme triste (1968), siendo dicho título representativo de su actitud de vida: afronta la tristeza que genera la consciencia riéndose de sí y del mundo en el que se sitúa.
Si se miente, es porque no estás contento con lo que piensas y lo que haces
Andrés Vázquez de Sola eligió ser periodista porque ama la búsqueda de la verdad. “Busco la verdad allí donde esté. Dudo de todo. [...] Esa es la mayor virtud que se puede tener. Dudar siempre de todo para intentar buscar la verdad. Y actuar en conciencia, en todo momento y sin considerar a quién cause perjuicio. Luego, si uno se equivoca, se rectifica. Se rectifica, honradamente, y no pasa nada. 'Perdona, me he equivocado'”. Por oposición, desprecia, desde un punto de vista moral, la mentira: “No se puede consentir”, esgrime. En su reflexión, la virtud republicana sobresale: “Si se miente, es porque no estás contento con lo que piensas y lo que haces. Aunque fíjate lo que te voy a decir: Cuanto más mentimos, más sinceros somos, porque decimos lo que pensamos en ese momento”.
Periodista especializado en el dibujo satírico
La dialogía entre ser parte del universal y, al mismo tiempo, la alteridad, está presente en el modo fronterizo que tiene Vázquez de Sola de ejercer el oficio de periodista: “He ejercido diferentes roles dentro del periodismo; desde corrector hasta director. Pero mi especialidad es el dibujo satírico. También he hecho crónica y crítica taurina, con Paco Narbona, cuando era muy jovencito. Hasta crítica de teatro, en Le Canard Enchainé. Pero mi especialidad es el dibujo satírico político. Por eso en España he fracasado”. La lucidez con la que resignifica su trayectoria genera, por momentos, dolor: “Porque en España, ni ahora ni antes, ha habido libertad para decir -o aproximarse- a la verdad. Aquí se puede ofender todo lo que quieras, pero no se puede decir la verdad. Ni con el PP, ni con el PSOE, ni con el sursuncorda. No se ha podido contar lo que pasó aquí después de la guerra. No se puede decir la verdad sobre la Transición, ni de lo que ocurre ahora. Se miente en todo”.
Aquí se puede ofender todo lo que quieras, pero no se puede decir la verdad
La libertad de pensamiento como antesala para el ejercicio de la libertad de expresión y del disenso resulta sustancial para Vázquez de Sola en un sistema político que se define como democracia. Por ello: “¡Que los políticos mientan… ¡Bueno! ¡Es su profesión! Pero que mientan los periodistas, no. No debe ser así”.
Desde estas convicciones, relata los trabajos periodísticos desempeñados en diferentes cabeceras, narración que bien podría comprender un ego-documento sobre la historia más reciente de los límites impuestos en el ejercicio del periodismo: “Mis primeros trabajos periodísticos fueron en Patria [periódico que se publicó entre 1935-1983], en Granada, donde hacía chistes. Muchos de ellos no eran conscientemente políticos. Quiero decir, que en ellos trataba lo que ocurría. De la misma manera que el dibujo que me hizo famoso, entre comillas [se ríe], en Francia: “La corrida franquista”, tampoco era político, o al menos no fue creado con esa intencionalidad. Era, simplemente, el resultado de la observación. La cualidad propia de un periodista. Ver lo que pasa y contarlo. Lo mismo que hago ahora con mi vejez. Observo todo el tiempo lo que pasa cuando se es viejo. Me observo y me digo: ¡Mira! ¡Qué curioso! [explica entre risas] ¡Un mareíto!”.
También estuvo en La Verdad (1943), de Murcia. “Fue un 'trasladito', no siempre voluntario [carcajada]”. Con posterioridad, se trasladó a Madrid y trabajó en El Español (1942; 1950). “De este periódico me echaron, porque el director anunció que se iba a hacer un número extraordinario sobre el 'glorioso' Movimiento. Entonces, me reí. De inmediato, me preguntó: '¿De qué te ríes?' Yo contesté: Pues, que ha dicho usted 'glorioso' como si se dijera: Mi 'santa' madre. Son cosas que siempre me han sonado algo cómicas. Volvió a preguntarme: '¿Es que tú no crees que fuese glorioso?' Respondí que, quizás, no hiciera falta decirlo. Cuando terminó la reunión, pregunté qué tenía que hacer para la semana siguiente. Entonces me respondió que quien no creyera que el Movimiento fue 'glorioso', no tenía nada que hacer en ese periódico. Me echaron. Entonces entendí el significado de la política”. Más tarde, trabajó en la agencia Gráficas Espejo y en el diario Madrid (1939-1971). Además de en 10 minutos, Marisol y Gran Mundo. Del tiempo que trabajó en el diario Madrid guarda muy buenos recuerdos: “Allí conocí a Paco Narbona, que para mucha gente es un hombre que pasa por 'facha', porque efectivamente dirigía varios periódicos fascistas, pero fue un hombre que me protegió y ayudó muchísimo. Él es el padre de la ministra Narbona. Tanto él como su mujer pasaban por personas afectas al régimen, pero no eran enemigos de la humanidad. Y sabiendo como yo pensaba, me quisieron tanto como yo a ellos. Y los sigo queriendo en el recuerdo”.
El jefe de plató, que yo pensaba que era un policía, me avisó de que iban a detenerme y que me fuera de España, como pudiese
Antes de exiliarse, también colaboró en Televisión Española. “Me contrataron el mismo día que en el diario Madrid. En la televisión colaboraba en un programa emitido los sábados por la noche donde dibujaba ante las cámaras caricaturas, en 10 segundos, de las personas invitadas”. Admite que hacía “¡Unas caricaturas malísimas!”, porque los compañeros se la jugaban haciéndole creer que el invitado era una persona distinta a la que realmente era. “Recibía unas cartas llenas de ofensas”, comenta, para proseguir con la anécdota: “Además, imagino que él único que me veía en aquel tiempo era Franco [espeta entre risas], porque entonces había pocas televisiones. Fue allí: el jefe de plató, que yo pensaba que era un policía, me avisó de que iban a detenerme y que me fuera de España, como pudiese”. Con el paso del tiempo, fue Forges quien le contó que la persona que le había hecho llegar el aviso era su padre, el jefe de plató.
El director del diario Madrid le ayudó a organizar su huida. “Me dijo: 'Te irás abiertamente. De esa forma no te detendrá la policía'. Acordamos que me marcharía a pie desde Madrid a París haciendo crónicas de viaje por los pueblos, así la prensa me acompañaría y no me detendrían. Pero, al llegar a Jaca (Huesca), hubo una retransmisión de radio y me hicieron una especie de despedida. Hablé más de la cuenta [se ríe]. Dije lo que pensaba del régimen”.