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Pensamiento
Recuperar a Wolfgang Harich
En estos últimos días ha llegado a las librerías la reedición de ¿Comunismo sin crecimiento? de Wolfgang Harich (1923-1995) que ha publicado la editorial Verso. Conviene destacar que no se trata de una mera reimpresión del volumen que sacó la editorial Materiales en el año 1978, pues además de la traducciones de Gustau Muñoz y Antoni Domènech —a quien debemos su introducción en España—, incluye otros textos de Harich inéditos hasta la fecha —algunos de los cuales adelantó Contra el diluvio— tomados del volumen decimocuarto de sus Obras completas (Tectum, 2021) así como un perfil biográfico de su autor a cargo de mí mismo.
Como quiera que ya he proescrito sobre la figura de Harich en otros lugares, me centraré aquí en los dos motivos por los que esta reedición es importante, y por los que hay que agradecer a los editores de Verso haber tomado la decisión de volver a poner este texto a disposición de los lectores en lengua castellana.
El primero es que ¿Comunismo sin crecimiento? fue un texto clave en el movimiento ecologista español, ampliamente debatido en su momento, cuya reedición, hoy, permite incorporar a Harich en un fructífero diálogo con otros autores con los que comparte su radicalismo socialista y ecologista como Kohei Saito, Jason Hickel o Andreas Malm, sin duda mucho más conocidos para las nuevas generaciones. De este modo, esta reedición permite reconstruir un hilo histórico que había quedado roto o que era incluso desconocido, sobre todo por los más jóvenes.
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El segundo es que los textos de esta nueva edición revelan que Harich fue más allá de las provocaciones del libro original sobre el ecoestalinismo —del que los grandes medios de comunicación alemanes siguen acusándolo hoy, con frecuencia de manera caricaturesca— y que era consciente de la bifurcación a la que peligrosamente se acercaba la humanidad a medida que se agotan las materias primas, pues sobrepasado un cierto punto, sostenía Harich, las alternativas a las medidas que él planteaba —“transitar hacia el comunismo”, las llamaba— eran o bien una degradación más o menos acelerada hasta la extinción como especie, o bien un giro autoritario en el que las oligarquías se protegerán a sí mismas de las consecuencias del cambio climático al que ellas mismas han contribuido generosamente.
¿Deben los trabajadores renunciar a determinados artículos de consumo considerados como necesarios con el fin de garantizar la consecución de las metas ecológicas para conservar el planeta? Sí, contesta Harich
En una entrevista al semanario Der Spiegel publicada en la edición del mes de junio de 1979, Harich matizaba la propuesta planteada en ¿Comunismo sin crecimiento? y subrayaba que se trataba de la ultima ratio en materia medioambiental:
“Sigo manteniendo que hay parámetros de alcance global que solo pueden resolverse con un poder centralizado y que éste, en mi opinión, debe contar con plenos poderes dictatoriales. […] No soy un sádico. No me gustan las dictaduras duras, no me despiertan ninguna simpatía. Únicamente anticipo que si todo sigue como hasta ahora, entonces revertir las consecuencias solo será posible con una tiranía terrible, temible. La única alternativa será entonces la autodestrucción en libertad, democracia y economía de mercado o un golpe de timón con medidas muy duras. Entonces quizá venga, como teme el socialdemócrata Richard Löwenthal, un nuevo cesarismo con una nueva guardia pretoriana, que destruya todo lo que se cruza a su paso. El riesgo está ahí. Yo estoy contra esta guardia pretoriana, por eso estoy a favor de un comunismo sin crecimiento.”
Harich también supo ver las insuficiencias teóricas del movimiento ecologista, entonces incipiente —y de cuya expresión política más estable, los verdes alemanes, ya se ha dado buena cuenta en otros lugares— y que han llevado a que los programas de transición ecológica de los gobiernos occidentales actualmente sobre la mesa no solamente sean insuficientes en relación a las medidas mínimas necesarias para poner freno y revertir el calentamiento global, sino socialmente injustos, tanto para las clases trabajadoras de sus respectivos países como para con los países en vías de desarrollo. Tanto es así que se arriesgan a que el ecologismo sea rechazado de plano por estos últimos, y no con poca frecuencia vemos que esto es precisamente lo que que sucede. En otros términos: ¿deben los trabajadores y, en general, los más desfavorecidos, renunciar a determinados artículos de consumo considerados como necesarios con el fin de garantizar la consecución de las metas ecológicas para conservar el planeta? Sí, contesta Harich, pero se apresura a añadir: sólo con una profunda transformación social que no les perjudique.
Crisis climática
Andreas Malm: “El distanciamiento social no amenaza de muerte a ninguna fracción de la clase capitalista, pasar a cero emisiones sí”
Investigador experto en crisis climática, escritor y activista, Andreas Malm cree tan poco en la respuesta de los gobiernos a la emergencia global que plantea la necesidad de acabar con el gran capital fósil mediante un movimiento social que presione desde abajo a los Estados usando la desobediencia civil e incluso el sabotaje. Dos de sus obras acaban de llegar al mercado de libros en castellano.
Así, en una entrevista inédita para la revista suiza Positionen. Theoretisches Magazin (POCH), incluida en esta reedición de ¿Comunismo sin crecimiento?, Harich establecía el siguiente paralelismo con un debate en la Tercera Internacional que merece la pena citarse en toda su integridad:
“¿Recortes sociales para qué y para quién? Cuando el presidente del USPD Arthur Crispien, en el II Congreso del Komintern, en verano de 1920 en Moscú, expresó que una revolución sólo podía llevarse a cabo si ‘no empeoraba demasiado las condiciones de vida del trabajador’, Lenin le respondió que este punto de vista era contrarrevolucionario por dos motivos: por una parte, la revolución exigía a los trabajadores sacrificios, y, por la otra, no había de olvidarse que la aristocracia obrera, como base social del oportunismo, se había llevado exactamente por ese motivo, para asegurarse mejores salarios, a apoyar a ‘su’ burguesía en la conquista y explotación de todo el mundo. ¿Se prestaba con ello Lenin a un ‘recorte social’ a favor de la burguesía? ¡Por descontado que no, todo lo contrario! Aplique esto análogamente a su problema y entonces se dará cuenta de que POCH hace bien, a la vista del síndrome político-ecológico, en convertirse en altavoz de la conciencia de la clase obrera suiza y aclarar en consecuencia: ‘Sí, estamos preparados, por la supervivencia de la humanidad, a cualquier sacrificio material necesario y a reclamárselo al trabajador, a condición que se haga con el principio de una estricta igualdad, esto es, que en primer lugar los ricos desaparezcan de la superficie terrestre’.”
“No hay autoengaño más estúpido que el optimismo científico-tecnológico, como el que se expresa en la siguiente conclusión: ‘Hasta ahora la ciencia siempre ha encontrado una solución, así que también lo hará en el futuro’”, despachó Harich
Por este mismo motivo antes aludido, Harich llamó a cercar a “la bestia capitalista” desde tres direcciones diferentes, que siguen siendo tan válidas hoy como entonces:
“El frente ecologista es insuficiente para el cerco de la bestia capitalista. Esta bestia ha de ser cercada desde diferentes frentes. […] En primer lugar el movimiento obrero, que se opone a los recortes y el desmantelamiento del Estado del bienestar, y que estaría dispuesto a sacrificarse por sus hijos y nietos, pero no por la burguesía. Luego el frente ecologista, que lucha por el mantenimiento de la vida sobre el planeta y bloquea de ese modo el crecimiento económico. El tercer frente es el pacifista, que bloquea una salida militar. Es necesario construir puentes entre estos tres frentes.”
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De igual modo, Harich se anticipó al “aceleracionismo” propugnado por algunos sectores de la izquierda, sobre todo angloestadounidense, que llama a incrementar el desarrollo de las fuerzas productivas justificado con un uso escolástico de Marx y sin detenerse a analizar la naturaleza actual de dichas fuerzas productivas. Una corriente representada sobre todo por el manifiesto de Fully Automated Luxury Communism (Verso, 2019), de Aaron Bastani, y que cuenta con representantes aún menos sofisticados en las redes sociales. Harich ya despachó este tipo de ilusiones años atrás al decir que “no hay autoengaño más estúpido que el optimismo científico-tecnológico, como el que se expresa en la siguiente conclusión: ‘Hasta ahora la ciencia siempre ha encontrado una solución, así que también lo hará en el futuro’. Por la misma lógica, alguien a quien hasta ahora los médicos han logrado comprender cómo curar sus enfermedades puede llegar a la conclusión de su propia inmortalidad. A eso mismo se lo denomina una extrapolación inválida.”
Por supuesto, hay mucho más, pero para conocerlo el lector habrá de consultar esta nueva edición de Verso de ¿Comunismo sin crecimiento?