Palestina
Víctimas asimétricas

Una reflexión sobre el horror en Gaza desde la desesperación sobre la injusta jerarquización de las víctimas y los peligros de la simplificación maniquea
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La hija del periodista palestino y jefe de Al Jazeera en Gaza Wael Al-Dahdouh, gravemente herida, despidiéndose de su hijo pequeño, muerto en un ataque aéreo israelí. Mohammed Zaanoun/ ActiveStills (©)
6 nov 2023 06:00

Cocinas, intentas concentrarte, transitas por distintos temas de conversación, haces deporte, pero no hay manera de desprenderse de esta angustia y esta rabia ante la inhumanidad que estamos presenciando desde la comodidad de nuestros hogares.

Llevo años estudiando los peligros de eliminar el pensamiento complejo en detrimento de la polarización, de crear escenarios maniqueos en los que se produce una lucha de la luz contra la oscuridad. Oscuridad. Escribo hoy, 27 de octubre de 2023, con un zumbido atronador detrás de la oreja, después de cerrar la red social de cuyo nombre antiguo no puedo acordarme y cuyo nuevo nombre no quiero citar.

Gaza a oscuras, sin telecomunicaciones, sin comida, sin agua, sin combustible mientras el ejército israelí destruye sin distinción

Gaza a oscuras, sin telecomunicaciones, sin comida, sin agua, sin combustible mientras el ejército israelí destruye sin distinción. Civiles hacinados, niños y niñas, mujeres y hombres, ancianos y ancianas que han soportado toda una vida de humillaciones presentadas en fascículos, en estallidos de violenta injusticia que les han ido arrancando, ante la mirada impasible de la esfera internacional, espacio para vivir en dignidad.

Debo respirar si quiero dotar de cierto sentido a la explicación. Vamos allá. “Víctima” es una categoría cargada de significado, una etiqueta que dota de cierta superioridad moral al grupo al que se le asigna, y le invita a exigir compensación por sufrimientos pasados. El molde que manejamos a diario fue creado por occidente, y no todas las personas se ajustan a él. Existe una jerarquía entre las víctimas, algo que, en el terreno académico ha quedado concretado en distinciones entre víctimas “buenas y malas” o “dignas e indignas”. La “jerarquía del dolor”, como la llama Butler o “¿quién tiene verdadero derecho al duelo?” 

 “Víctima” es una etiqueta que dota de cierta superioridad moral al grupo al que se le asigna

Las víctimas del holocausto forman parte, sin lugar a dudas y con toda la legitimidad posible, de las primeras de ambos grupos. Buenas y dignas ¿Cómo no? Estamos hablando del exterminio sistemático de un grupo por el hecho de que a otro grupo les repugnara su mera existencia. ¿No resulta familiar? Bueno, estamos hablando del holocausto, claro. Los crímenes de los nazis fueron tan horrendos que muchos los consideran inimaginables, inexpresables, inasumibles. Yo considero que debemos imaginarlos, establecer conexiones entre el pasado y el presente para comprender las dimensiones de la catástrofe y así trabajar hacia la no repetición.

A grandes rasgos, Tzvetan Todorov llama a esto la “memoria ejemplar”. Sin embargo, esta queda por completo desactivada cuando se instrumentaliza el episodio traumático, en este caso el holocausto, para justificar la barbarie contra otro grupo humano. Esto lleva ocurriendo durante décadas en Israel. De hecho, la celebración del Holocaust Remembrance Day supone desde hace años para Netanyahu el contexto idóneo para lanzar ataques indiscriminados contra países de mayoría islámica. Reyes-Mate habla de la “trampa del victimismo”, es decir, “el recurso al sufrimiento pasado o de los antepasados para legitimar intereses presentes”. 

 Reyes-Mate habla de la trampa del victimismo, “el recurso al sufrimiento pasado o de los antepasados para legitimar intereses presentes”

El 7 de octubre, el gobierno israelí pudo sustituir, en su discurso, a las víctimas del holocausto por las asesinadas durante el horrendo ataque terrorista de Hamás. Es casi imposible no preguntarse si las personas asesinadas significan algo realmente para el gobierno israelí, más allá de ser una mera excusa, una suerte de justificación para ejecutar lo que llevaban décadas queriendo hacer.

Leo publicaciones de familiares de víctimas asesinadas por los terroristas de Hamás que reniegan categóricamente de la violencia sin paliativos con la que se está reduciendo a cenizas a la población palestina. Personas que entienden que la violencia sólo engendra más violencia y que esta escalada apabullante y terrorífica es resultado de más de medio siglo de injusticias acumuladas contra el pueblo palestino. Decir que estamos a tiempo de detener la barbarie supone un acto de cinismo cuando los cadáveres se cuentan por miles.

Israel está llevando a cabo un exterminio en Gaza y poniendo en juego toda su maquinaria propagandística para ganar la lucha por el relato de la legitimidad moral. Pero hay varias certezas que, aunque suponen simplificaciones ante la complejidad histórica y política de lo que está ocurriendo, podemos asumir para recalibrar la forma en que accedemos a los hechos, y usarlas como una suerte de filtro cuando nos enfrentemos a la ingente cantidad de información que nos llega a diario. En primer lugar, Hamás no constituye una sinécdoque del pueblo palestino. En segundo, ni Israel es su gobierno, ni todas las personas judías, en Israel y en distintos puntos de la geografía, apoyan lo que está ocurriendo. Tampoco ser sionista implica apoyar ciegamente las políticas del gobierno. En tercero, todo asesinato de civiles perpetrado por fuerzas agresoras colonialistas debería dolernos igual y provocar la misma indignación y movilización, independientemente de la religión que se profese, del territorio que se habite o de la tonalidad que tiña la piel.

Dejo el construir soluciones a futuro a las personas, diplomáticas y geoentendidas, que saben más que yo. Ahora mismo, solo ocupa mi cabeza y mi corazón la necesidad de seguir gritando a nuestros gobiernos e instituciones para detener la secuencia de bombas sobre Gaza. 

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