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Palestina
Dueles, Palestina
El 3 de enero de 2023 Belén estaba vacía. Nuestro taxista Mahmud nos explicó que ese día todos los comercios de la ciudad –menos Kentucky Fried Chicken– habían secundado una huelga general por el asesinato, la madrugada anterior, de Shaker Ayad, un adolescente palestino de 15 años, durante una incursión del Ejército israelí en el campo de refugiados de Dheisha. Tres muertos en tres días desde el comienzo del año. Esto nos lo contó Mahmud en Ayda Camp, otro de los campos de refugiados de Belén, frente a una barricada en llamas como protesta por lo ocurrido.
Llegar a Belén desde Jerusalén no es difícil para dos turistas europeas. Sin embargo, cruzar esa misma frontera puede ser un trámite tedioso y violento para los palestinos. Desde la infancia tienen que lidiar cada día con soldados armados que les piden la documentación y les registran, una situación habitual pero que, por injusta, es imposible llegar a normalizar, como nos ratificó Barah, una joven palestina que creció en el campo de refugiados de Dheisha. “Yo crecí entre incursiones militares, balazos y explosiones. Al vivir en un campo de refugiados, viviendo este tipo de situaciones a diario, adquieres una conciencia política muy acentuada”, nos explicó. “La violencia con la que ha empezado este año es consecuencia del nuevo Gobierno israelí y creo que va a seguir incrementándose”, auguraba. Enero terminó con 35 palestinos asesinados, el mes más mortífero en Cisjordania desde 2015.
“Yo crecí entre incursiones militares, balazos y explosiones. Al vivir en un campo de refugiados, viviendo este tipo de situaciones a diario, adquieres una conciencia política muy acentuada”, nos explicó.
Conocimos a Barah en Ramala, donde por aquel entonces trabajaba para una ONG alemana. El trayecto entre las dos ciudades dura 45 minutos a través de Jerusalén, pero ella tenía que dar un rodeo que podía alargarse hasta tres horas, porque tenía prohibido cruzar por territorio considerado israelí. Y es que los desplazamientos de los palestinos están condicionados por el estatus que les otorga el Gobierno del Tel Aviv. Hay de cuatro tipos: ciudadanía israelí; permiso de residencia –que se pierde al pasar seis meses fuera–; permiso para cruzar a Israel pero sin la residencia; y prohibición de cruzar a Israel.
Este último era el caso tanto de Barah como de Mahmud, que solo podían desplazarse entre territorios palestinos sorteando las barreras. El taxista palestino de Belén se lamentaba de que no iba a poder cruzar a territorio israelí hasta 2040, porque los hombres no suelen obtener el permiso entre los 15 y los 50 años, una situación que condiciona sus opciones laborales como guía turístico, ya que solo puede ofrecer tours en los territorios controlados por la Autoridad Nacional Palestina.
Análisis
Análisis Palestina: combatir la geopolítica imperialista
Cisjordania se divide en tres áreas desde los Acuerdos de Oslo de 1993: A) bajo control civil y militar palestino; B) bajo control civil palestino y control militar israelí, y C) bajo control civil y militar israelí. Al menos el 60% de las tierras de los palestinos están en zona C, mientras que el 80% vive en zona A, que cubre apenas un 10% de su territorio.
Ramala está en zona A. Accedimos a la ciudad desde Jerusalén por una carretera israelí construida exclusivamente para llegar a los asentamientos de colonos. Esto significa que los palestinos tienen prohibido utilizarla y, de hecho, Israel ha construido un muro a ambos lados de la vía para aislarla de las áreas palestinas.
En Ramala nos sentimos seguras, pero Barah hizo que nos replanteáramos esta sensación con la siguiente reflexión: “¿Qué es la seguridad cuando puede darse una incursión en cualquier momento?”.
Al igual que Belén, Ramala cuenta con una importante comunidad cristiana. En sus calles se fundían la decoración de luces navideñas típica de la tradición cristiana con la llamada del Imán a la mezquita. Nos sorprendió descubrir en Ramala un ambiente nocturno alejado del imaginario que teníamos de Palestina: bares alternativos, restaurantes de moda, grupos de jóvenes bebiendo y charlando… En Ramala nos sentimos seguras, pero Barah hizo que nos replanteáramos esta sensación con la siguiente reflexión: “¿Qué es la seguridad cuando puede darse una incursión en cualquier momento?”.
Hebrón
Después de Belén y Ramala quisimos conocer Hebrón, donde la ocupación se vive con especial crudeza. No hay autobuses regulares que unan Jerusalén Este con el resto de las ciudades palestinas. Esto complica el viaje, que nosotras pudimos hacer finalmente gracias a la ayuda desinteresada de Mohamed, un hombre palestino originario de Hebrón, con el que viajamos en autobús hasta la frontera de Belén. Una vez allí, nuestra idea era continuar el viaje con Mohamed en una furgoneta colectiva que utilizan habitualmente los palestinos para desplazarse. Lo conseguimos después de un tenso enfrentamiento con los taxistas de Belén, que no concebían que dos turistas hicieran el viaje por su cuenta.
Hay unos 65.000 palestinos que viven en Hebrón (en la parte H1) con alrededor de 850 israelíes. La población palestina que todavía reside ahí tiene que pasar por el control israelí cada vez que entra o sale de su barrio.
Hebrón es un caso único, ya que cuenta con tres asentamientos en el centro de la ciudad. Esto obliga a los habitantes palestinos a tener que cruzar fronteras a diario. De hecho, tiene un estatus especial al margen de los acuerdos de Oslo. La ciudad se divide en dos áreas: H1 y H2. La primera está bajo control de la Administración palestina y corresponde al 80% de la ciudad, mientras que la segunda está bajo control israelí y es el 20% del territorio. Esta parte es la que está cerrada por los llamados checkpoints y donde están los asentamientos. Sin embargo, se da la circunstancia de que hay unos 65.000 palestinos que viven ahí entre alrededor de 850 israelíes. La población palestina que todavía reside ahí tiene que pasar por el control israelí cada vez que entra o sale de su barrio y el resto tiene prohibida la entrada; también las ambulancias palestinas.
Los colonos judíos comenzaron a llegar a Hebrón procedentes, principalmente, de Estados Unidos. De allí era Baruch Goldstein, quien en 1994 perpetró la masacre en la Tumba de los Patriarcas, que dejó 29 musulmanes asesinados. Esta matanza supuso un punto de inflexión en la organización de la ciudad, ya que a partir de entonces comenzaron a crearse los asentamientos y se levantaron los checkpoints para “proteger” a los colonos. Así, los palestinos fueron doblemente castigados.
“Hay 24 barreras en el corazón de Hebrón, que sirven para frustrar a los palestinos a diario. Para un palestino, cruzar una de estas barreras puede alargarse 25 minutos. Y yo ni siquiera puedo acceder a esos barrios, solo pueden entrar los palestinos que residen ahí”, nos explicó Muhanad, nuestro guía por la ciudad vieja de Hebrón.
El paseo por el mercado fue desolador. La mayoría de los locales estaban cerrados, había toldos y redes que cubrían las calles para proteger a los viandantes de las piedras y la basura que lanzan los colonos desde sus asentamientos. “Aquí había un mercado de compraventa de oro, que daba de comer a 30 familias. Los negocios están ahora cerrados porque los colonos han construido un campo de baloncesto justo al lado”, nos contó Muhanad.
75 años de ocupación
A los asentamientos se suma la creciente desconfianza de la sociedad palestina en las autoridades de Cisjordania. “La ANP es corrupta y es parte de la ocupación”, coincidieron Muhanad y Barah. El pueblo palestino sufre desde hace 75 años desplazamientos forzados, incursiones militares, muerte y bloqueo económico. La ocupación les lleva a tener que convivir con militares armados que condicionan su día a día. De hecho, una escena que nos llamó la atención fue la de un soldado –con su fusil– jugando con niños palestinos junto a un checkpoint.
“En el Ejército israelí hay soldados procedentes de los Altos del Golán –territorio sirio ocupado por Israel–, que se alistan para poder salir de allí. Este soldado es uno de ellos”, nos explicó Muhanad. Este tipo de situaciones está llevando a la sociedad palestina al límite, como muestra el incremento de los suicidios en 2022, principalmente en Gaza, bloqueada y asediada desde hace 17 años.
“Estoy abrumado, tengo amigos que han perdido a sus familiares en Gaza”, cuenta. Pero para Muhanad es muy importante que el mundo sepa que “esto no comenzó el 7 de octubre”.
El conflicto está viviendo en estos momentos un punto de inflexión, ante el cual la indiferencia no puede seguir siendo la respuesta. Es por ello que hace unos días decidimos ponernos en contacto con Muhanad. Tras unos angustiosos cuatro días de espera, nuestro guía, periodista de profesión, nos contestó: “Estoy bien, simplemente sobreviviendo en este terrible... terrible y difícil momento. Son días muy dolorosos”. Desde el 7 de octubre, más de 200 palestinos han sido asesinados en Cisjordania y más de 10.000 en Gaza. “Estoy abrumado, tengo amigos que han perdido a sus familiares en Gaza”, cuenta. Pero para Muhanad es muy importante que el mundo sepa que “esto no comenzó el 7 de octubre”. “No sé adónde vamos. No sé qué está pasando, pero siempre hemos vivido este tipo de situaciones”, sostiene. Efectivamente, la escalada de violencia actual es abrumadora y terriblemente dolorosa, pero no es una novedad para los palestinos.