Huelga feminista
#HaciaLaHuelgaFeminista

Desde la Fundación de los Comunes lanzamos una serie de artículos para preguntarnos colectivamente por las líneas que definen el momento presente. Pensar desde los movimientos, sin cortapisas, desde dentro de los procesos es para nosotrxs, la base imprescindible de toda política.

Durante este mes de febrero y hasta el 8 de marzo, la discusión colectiva que hemos invitado a alimentar trata de responder a dos preguntas en torno a la huelga feminista internacional del 8M, ¿cuál es tu huelga? ¿Qué significa una huelga feminista?

When we breath, we breath together
When we breath, we breath together

 ¿Cuál es tu huelga?

Carolina León
Mi trabajo se desarrolla dentro de un colectivo donde, si no hiciese huelga este 8 de marzo, sería mal mirada. No es que no tenga motivos, pero mi huelga (que coincide con mi 44 cumpleaños), será por amigas, por mi hermana, por mi madre, por todas aquellas que son golpeadas por la violencia en cualquiera de sus formas, y por mis hijas. Mientras escribo esto, me digo que sueno un tanto paternalista. Como le doy muchas vueltas a las cosas, me propongo asamblearme conmigo y decidir, de verdad, por qué creo que he de sumarme a esta huelga.

El año pasado, a la manifestación del 8 de marzo en Madrid acudí acompañando a un pequeño bloque que tuvo que vérselas muy crudas para hacerse un hueco en el espacio de colectivos, de tanta gente como había. La pancarta que desplegaron decía: “Los niños no mienten, los abusadores sí”. ¿Qué pintaría una pancarta sobre niños en una manifestación feminista?

Las mujeres detrás de esa lema tenían algo en común: alguno de sus hijos había verbalizado abusos sexuales y señalado a un culpable, hombre, siempre, de su entorno cercano. Cuando habían acudido a un juzgado a interponer una denuncia, se habían encontrado con un laberinto de cuestionamientos, informes psicológicos que invalidaban los abusos, ausencia de medidas cautelares inmediatas y, al cabo, denuncias en contra de ellas y/o amenazas de perder la custodia. Todos conocemos el caso de Juana Rivas, sensiblemente distinto. “Los niños” de su pancarta bien podrían recambiarse por “las mujeres violadas” o “las mujeres maltratadas”: el mensaje final es que las voces de los subalternos no tienen credibilidad, que han de hacer dobles esfuerzos por exponerse y verse rememorando hechos, que se les va a devolver la culpabilidad y van a sufrir por segunda vez como víctimas.

Aquella pancarta fue, sin embargo, acogida como una más en la manifestación. Y ese es el feminismo que me representa, que me seduce y en el que me quedo a vivir (y combatir).


Alchu Padín
Hablo como mamá y librera, dos lugares desde los cuales elaboro en primera persona la huelga feminista del 8M: las labores diarias y compartidas de crianza y la apuesta por mezclar trabajo, militancia y vida en una librería cooperativa, en el cordón metropolitano de Barcelona. Ambos haceres constatan reivindicaciones y conocimientos que provienen de los feminismos, fundamentalmente la pelea por el reconocimiento y la puesta en valor del trabajo reproductivo. Un reconocimiento que se plasma en conquista de derechos y de recursos pero también de nuevos modos de organizarnos (radicalmente) para la vida.

Es el trabajo reproductivo el que posibilita y ha posibilitado al capital sus procesos de acumulación. Evidentemente no sólo en la crianza, ni sólo puertas adentro de nuestras casas, sino el mal salarizado en casas de otras y en diversidad de instituciones públicas y privadas. ¿Cómo encarnar una huelga de cuidados el 8M? ¿A qué nos abre? Así en pocas palabras, si esa red de ‘cuidadoras’ no salarizadas o mal pagadas hace huelga en diversos puntos del planeta, se para el mundo tal cual lo conocemos. A la vez corroborar que son las maneras comunitarias de sostener la vida las que nos permiten imaginarios opuestos a la gestión liberal de lo vivo, esas formas comunitarias plasman en hechos lo que puede un cuerpo colectivo. Cuando el trabajo de cuidados se distribuye o se crean maneras de sostenibilidad compartida entre iguales, contamos todas con más tiempo para encarnar las luchas en primera persona. Pelear por lo de todas pero con la presencia de las voces de todas en la definición de lo político.

También en las experiencias de economías de gestión comunitaria comprobamos el aporte de los feminismos redefiniendo maneras de hacer: organizarnos teniendo en cuenta el conjunto de la diversidad de la vida de cada una; cuidar un ecosistema amplio transmetropolitano que constituyen las economías alternativas no sólo tu proyecto; tejer a escala local en formato red. Esos saberes que no por esencialismo poseen muchas mujeres sino por genealogías y bagajes que traemos de nuestras abuelas y madres en la sostenibilidad de los vínculos, de la economía de nuestros hogares, nuestros barrios.

¿Qué pasa si aquí paramos las mujeres? Somos muchas las que de manera invisible y en condiciones de precariedad, defendemos espacios de gestión comunitaria. El 8M muchas de estas experiencias harán huelga ratificando que hay un nosotras femenino plural que en nuestro caso sostiene iniciativas de gestión comunitaria de la cultura.


Ana Cibeira
Hago huelga este 8 de Marzo de ese sentir no querer ser pública, ese xeito* tan femenino, tan aprendido de no estar en circulación... tan autodestructivo. Desandar ese laberinto es una legítima y necesaria misión.

Hago huelga del síndrome de la impostora en mí, porque sé que cuando consigo firmar como escritora lo hace esa parte de mí que se sabe una señorita europea blanca de clase media.

Hago huelga de no saber decir no.

Incluso de no saber decir cuando hay hombres delante, o en grupo, porque sé que cuando consigo argumentar es un logro, porque mi parte socializada como mujer pide un hueco y clama reconocimiento al hablar. “Quiero hacerlo con el otro” -me engaño- y suena bonita esa condescendencia tácita de que sea cedido ese lugar para otra voz, pero de colectivo tiene poco. Un tira y afloja del género, contra el propio género. Veamos qué tipo de flor somos y qué simboliza esta nota de color.

Flor de un día, la vida de una mujer pasa y llega la vejez donde ya no cuenta. Pétalo tras pétalo, la caída deviene ocaso y chim pum se acabó. El conflicto de la sirenita se repite infinitamente. Sin voz para cantar, que atrae y (m)ata; sin cola para nadar, porque la entrega por amor. Forever young, forever & ever.

Hago huelga de ese no saber negociar condiciones en el trabajo, y también quiero hacer huelga indefinida de un empleo en el que eso deba ser negociado. Dicen que la vida es así, pero conformarnos es quedarse. En gallego estar quedado es callarse.

Vamos por delante como si lo hiciéramos lentas, detrás del lejano lema zapatista: “Para todas todo, nada para nosotras”

Hago huelga laboral porque estoy harta de tener que cambiar de casa y trabajo constantemente. Porque jugar mal nuestras cartas en el empleo y una ciudad gentrificada es también una cuestión de género, generacional, y de organización social. Tenemos derecho a unas condiciones materiales garantizadas y punto. Recursos hay, a redistribuir toca.

Voy a la huelga con todas vosotras disidentes patriarcales de esta sociedad construida en forma de pirámide invertida en la que en la base, el vértice, hay un cuerpo de mujer, con todas las violencias que eso conlleva, como escribe Rita Segato.

Este 8M vamos a celebrar que por fin le hemos dado al #niunamenos forma de ¡Huelga, huelga general! lo más respetado por la Militancia. Queremos que no se quede en lo performativo, aunque también, de puertas para adentro. De puertas para afuera estaremos en las calles -de día y de noche, que también es nuestra- y no en los trabajos. En las plazas y no en los supermercados. En los parques y no en los colegios. Y vamos por todas, por las que no pueden, o no quieran encontrar el camino para llegar. Vamos por delante como si lo hiciéramos lentas detrás del lejano lema zapatista: “Para todas todo, nada para nosotras”.

¿Qué significados tiene para ti una huelga feminista?

Ana Cibeira
Estas éticas del cuidado que el manifiesto de la comisión 8M recoge, todo este malestar colectivizado a través de la herramienta de la huelga, hace honor a la genealogía feminista. Porque el 8 de Marzo es una efeméride por la muerte de obreras especializadas que intentaron mejorar sus condiciones laborales. Las feministas antes y después de existir el movimiento, se han jugado la vida para trasmitir saberes y conseguir derechos en este mundo que relega a las mujeres al plano reproductivo, y nos rescata para el productivo siempre que históricamente nos necesita. También es interesante hablar de las compañeras contemporáneas que se han pasado los 8 de Marzo cogiéndose el día libre, o huelgueando como podían, ya que visibiliza que celebrar el día de las mujeres es recordarnos la necesidad de lucha.

Pienso también en las amas de casa, y recuerdo a mi mamá gritando toda la vida hai folga, hai folga nesta casa! cuando no hacíamos las tareas. Hoy, en esta vida laboral de hombre entregado al rendimiento de ocho horas fuera de casa que tengo, idealizo ese quedarse en el hogar, pues cuidarnos cotidianamente es un lujo. Construimos vidas en ese afuera en el que tampoco cabe la maternidad, las más valientes lo intentan con su doble jornada, y reclaman a papá Estado que cuide a sus hijxs, pues también su fuerza de trabajo estará al servicio del capital.

Por fin en esta segunda década de los 2000 hemos llegado a la causa de que no merece la pena vender tiempo por dinero, ni ceder autonomía por amor. El reto pasa por el cómo nos reorganizamos para que merezca la pena vivir. Empezamos a conseguirlo si los hombres cruzan el umbral de lo privado. Hagan juego, señores, que ganamos todxs.


Alchu Padín
El capitalismo no resuelve el problema de la sostenibilidad de la vida. Por el contrario, extrae, explota, destruye, cerca la vida. Esto lo saben las comunidades que resisten y también lo saben aquellas que en soledad bregan con él. Sí, cabalgar el conflicto capital versus vida, ver en esa complejidad dónde estamos, dónde aportamos no sólo para resistir sino para agenciarnos victorias colectivas, terrenos de experimentar organización colectiva, creación de economías alternativas, replanteamientos de modos de vida.

El capitalismo no sólo precariza, maltrata territorios y saquea comunidades, sino que mata. Mata lento o mata rápido pero mata

Ahí una huelga feminista entra de lleno a hacer tambalear muchos preconceptos o sentidos normalizados. ¿Qué idea tenemos de huelga? ¿Sólo laboral? Ahí los feminismos abren el abanico ¿Para qué salir juntas el 8? Ahí en esas respuestas encontraremos potencias. ¿Con quiénes preguntarnos? Lo saben las que pelean por alimentos frente a las grandes corporaciones, los colectivos que defienden los bienes comunes, las precarias de la globalización, las desplazadas del tejido urbano resultado de la especulación inmobiliaria, las migrantes que encarnan la lucha contra la inclusión diferencial, las mujeres que batallamos junto a otras el modelo heteronormativo, blanco, patriarcal. El capitalismo no sólo precariza, maltrata territorios y saquea comunidades, sino que mata. Mata lento o mata rápido pero mata. La huelga del 8M permite decirle al capital que el ciclo de lucha por una vida digna está abierto y nos interpela a todes.


Carolina León
Esta huelga va a ser acercar una lupa, poner al trasluz una radiografía o levantar capas de grasa con bisturí. La imagen que prefieras. Y lo central de los muchos motivos y significados de esta huelga, que no pueden ser reducidos en un lema básico ni maniqueo, creo que podría ser la violencia. La violencia, explícita, contra el cuerpo de las mujeres asesinadas y maltratadas; la violencia contra aquellas que han de eludir acosos de bar, de reunión de negocios, de office empresarial o de fiesta con colegas, menoscabando su autonomía y certificando la cosificación. La violencia política que desautoriza la voz de las mujeres tanto en los entornos “altos” como en otros espacios de entorno académico, donde a menudo se las ignora, o de corte asambleario, en los que es fácil ver reproducidos los esquemas de desacreditación; y por supuesto la violencia económica, que impone oficios, trabajos y sueldos de menor rango, pero que además divide los cuerpos entre aquellos dotados de libertad de movimiento, supuestamente independientes y “hechos a sí mismos”, y aquellos destinados al cuidado de otros, mujeres fundamentalmente, que han de prestar un servicio sin retribución, reconocimiento, prestigio ni valoración social.

Hacer de lo privado un espacio político, he ahí uno de los trenes en vías de descarrilamiento que más necesitamos

El otro significado que me parece interesante es previo y se está dando ya: la negociación, en lo laboral pero sobre todo en lo doméstico, para secundar la huelga. Hacer de lo privado un espacio político, he ahí uno de los trenes en vías de descarrilamiento que más necesitamos. Más allá de lo que suceda, esta huelga nunca probada es un órdago fascinante y un fenómeno político que tiene que atravesar cada cuerpo, cada centro de trabajo y cada casa. Más allá de lo que una, en cualquier rincón, logre hacer ese día, el feminismo que me importa no cuestionará a ninguna, ni enfermera, ni ejecutiva, ni puta ni trans, que ese día decida sumarse a la huelga.

Por mucho que algunos digan lo contrario, los procesos políticos importan también por sus formas: quizá, sólo quizá, ponerse al otro lado de la violencia pueda ser el núcleo vertebrador del movimiento feminista en el presente.

Rechazarla toda, incluirnos todas, también los niños.

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