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Unión Europea
Entre dos derechos iguales, decide la fuerza (I). En España, por la misma linde
En estas semanas se están aclarando los envites políticos de la pandemia del coronavirus, no sólo en el Reino de España, sino en Europa y en el sistema atlántico. Lo que era probable se está confirmando: bajo los diferentes estados de alarma, las medidas de confinamiento y la gestión de la “desescalada”, las élites están aprovechando el recurso a la fuerza mayor para imponer sus agendas de acumulación extractiva de capital; para eliminar contrapesos democráticos; para introducir medidas de restricción de la protesta y de ejercicio de un biopoder “soberano” tanto sobre quienes pueden y tratan de conservar su salario volviendo al trabajo, arriesgando su salud y la de los demás, como sobre quienes quedan fuera del acceso a rentas salariales o rentas del trabajo durante la pandemia.
Introducción
En estas semanas se están aclarando los envites políticos de la pandemia del coronavirus, no sólo en el Reino de España, sino en Europa y en el sistema atlántico. Lo que era probable se está confirmando: bajo los diferentes estados de alarma, las medidas de confinamiento y la gestión de la “desescalada”, las élites están aprovechando el recurso a la fuerza mayor para imponer sus agendas de acumulación extractiva de capital; para eliminar contrapesos democráticos; para introducir medidas de restricción de la protesta y de ejercicio de un biopoder “soberano” tanto sobre quienes pueden y tratan de conservar su salario volviendo al trabajo, arriesgando su salud y la de los demás, como sobre quienes quedan fuera del acceso a rentas salariales o rentas del trabajo durante la pandemia.
En esa guerra sin restricciones, el frankenstein europeo lleva todas las de perder o corre el riesgo de ver sus piezas desmembradas para la construcción de una nueva criatura capitalista
El pasado 26 de marzo, el primer G20 virtual acordó inyectar 5 billones de dólares en la economía mundial y no faltó, a modo de talismán, un “whatever it takes to overcome the pandemic”. A la espera de sus concreciones en términos de políticas financieras y fiscales, en el horizonte vemos cómo se configura una nueva acumulación primitiva capitalista, un proceso de extracción brutal de valor y de poder en la era de la inseguridad ecosistémica. En medio se recrudece, no la guerra comercial entre Estados Unidos y China, sino más bien una disputa hegemónica que se parece más a lo que ya en 1999 los generales chinos Qiao Liang y Wang Xiangsui denominaron “guerra sin restricciones” y que, en su actualización en 2016, Qiao Ling resumía en el “uso de todos los medios, militares y no militares, letales y no letales, para obligar al enemigo a aceptar los propios intereses”. En medio de las sesiones del Congreso Nacional del Pueblo, el ministro de exteriores Wang Yi habla de que “algunas fuerzas políticas estadounidenses están secuestrando las relaciones chino-estadounidenses”. En esa guerra sin restricciones, el frankenstein europeo lleva todas las de perder o corre el riesgo de ver sus piezas desmembradas para la construcción de una nueva criatura capitalista.
Aquí y allá, esto se llama aprovechar la situación, pero aprovecharla no tiene nada que ver con haberla creado, es decir, con que lo que vivimos sea el fruto de una conspiración. En estos tiempos de incertidumbre para todos no hay nada más pernicioso que un hundimiento paranoico de nuestra percepción de lo que pasa y de sus consecuencias, entre otros motivos porque ello nos impide detectar las ambivalencias de la situación y descubrir las vulnerabilidades del dominio neoliberal en esta crisis capitalista, enésima pero inaudita.
Lo que está sucediendo corresponde a todas luces un proceso de caos ecosistémico y, por lo tanto, a un proceso cuyas evoluciones ninguna agencia calculadora puede prever en el corto plazo. Sin embargo, también en medio del caos ecosistémico, cuando no son posibles las predicciones aproximadas, la función de los actos predictivos consiste en orientar el caos y en influir sobre las acciones posibles de los demás actores. La predicción es un acto performativo que busca una selección favorable de los procesos caóticos en curso. La predicción política es inseparable de la creencia, de la hipótesis parcial de la que se parte, tanto para las agencias del capital como para los movimientos antisistémicos. Hace tiempo que sabemos que las buenas predicciones políticas nos dicen no lo verdadero o lo falso, sino lo que nos ayuda a encontrar el camino. Nos dicen lo que necesitamos oír, sin que olvidemos la diferencia entre conocer el camino y hacerlo.
En España, por la misma linde
De este aprovechamiento de la situación, veamos algunos ejemplos. En el Reino de España, las viejas patronales vasca, catalana y española y sus medios de comunicación sobreabundantes protestan por la prolongación del confinamiento de su mano de obra, fundamentalmente en la construcción, la hostelería, el turismo y en menor medida en la industria. Al poco tiempo, el gobierno Sánchez cede y relaja las medidas de confinamiento. Qué más da que las empresas del IBEX tengan la salvación garantizada por las líneas de dinero gratis del BCE, del BEI, del recién creado programa europeo SURE para pagar a las empresas el coste de los ERTE y para qué seguir. Entre tanto, la cifra oficial de personas que han perdido su empleo con contrato va acercándose a los cuatro millones y no se conoce con certidumbre cuándo tocará fondo. El número de autónomos y falsos autónomos que han declarado el cese de actividad se estima en un millón de personas. El desplome del PIB español, un 5,2 por cien en el primer trimestre y una estimación optimista de un 9,2 por cien anual, es un anuncio de la situación de chantaje de pobreza, desahucio y malnutrición en la que las clases subalternas tendrán que enfrentarse a las exigencias patronales de la “recuperación”. El Banco de España va por libre y anuncia la necesidad de un enésimo ajuste en cuanto escampe el temporal.
En Madrid, el territorio más afectado por la pandemia, son ya unas 100.000 personas las que dependen de los bancos de alimentos, en buena medida autogestionados por colectivos y asociaciones de barrio. Del contrapeso que a este panorama representa Unidas Podemos vamos a hablar más adelante, pero lo mínimo que se puede decir a este respecto es que puede contribuir a que las consecuencias no sean tan devastadoras para las personas más vulnerables y explotadas, pero que resulta completamente insuficiente para cambiar de sentido el proceso de acumulación primitiva de poder y capital que se prepara durante y después de la pandemia.
La migración como un problema de control y jerarquización de la explotación y los derechos de las fuerzas del trabajo: ésta es otra verdad desnuda de la lucha de clases que la pandemia saca a la luz
Nada mejor que considerar el funcionamiento del “derecho de extranjería” para extraer el “núcleo racional” de la lógica patronal: la absoluta necesidad de recoger las cosechas en el agronegocio español pone de manifiesto la absoluta primacía de la ganancia sobre la vida de los trabajadores. Este axioma, que rige sin contrapesos en el campo español desde hace 30 años y que ha construido sistemas de apartheid local, sale a la luz pública debido a la atención hacia todo lo relacionado con la pandemia. El ministerio de Trabajo de Yolanda Díaz se ve obligada a movilizar la magra plantilla de inspectores de trabajo para paliar las prácticas de esclavismo en el campo: lo que era normal se presenta excepcional. En Italia, la pandemia pone de manifiesto la absoluta necesidad de fuerza de trabajo migrante en la agricultura y conduce a la regularización de 250.000 personas que trabajaban sin papeles como esclavos, en muchos casos en las explotaciones de los patronos de la Liga de Salvini. La realidad de la migración como un problema de control y jerarquización de la explotación y los derechos de las fuerzas del trabajo: ésta es otra verdad desnuda de la lucha de clases que la pandemia saca a la luz.
*Puedes descargarte el texto completo de “Entre dos derechos iguales, decide la fuerza” aquí.