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Opinión
Yasuní: el día después
Todas las personas que estamos vinculadas solidariamente con organizaciones y comunidades del Sur global hemos experimentado alguna vez la sensación de sentirnos extraterrestres en nuestro propio país. Sucede cuando vemos lo inadvertidos que pasan fenómenos, acontecimientos o procesos sociales en esos países, que nos parecen de gran alcance comunicativo, político y ético. Esta es la sensación con la que vivimos los tres meses desde que se convocaron las Consultas Populares sobre el Yasuní y el Chocó Andino en Ecuador hasta el pasado 20 de agosto.
En cambio, al día siguiente, la indiferencia se acabó convirtiendo en titulares como “decisión histórica”, “precedente mundial en el debate climático”, etc.
Uno de esos días de agosto en que me enfrentaba al reto de dar a entender mi mensaje de otra galaxia, se me ocurrió lo siguiente: imaginémonos por un momento que un movimiento social consigue que en el Reino de España se convoque un referéndum para proponer el desmantelamiento de infraestructuras turísticas en lugares sensibles ambientalmente. (¿Por qué el sector turístico? Porque sería equiparable al peso del petróleo en la economía de Ecuador).
Imaginemos la cruzada a la que sería sometida durante esas semanas la población por parte de casi todos los medios de comunicación escrita, digital, canales de radio y TV y todo el arsenal de redes sociales, los discursos de portavoces de las organizaciones empresariales, expertos, famosos, etc., con sus mensajes apocalípticos agitando poco menos que el fantasma del racionamiento de la postguerra si triunfara el SÍ.
A todo ello hay que agregar en el caso ecuatoriano la profunda crisis institucional y social, así como el auge de la violencia ligada a los carteles del narcotráfico y sus conexiones con sectores del poder, que, como ocurre en otros países de la región, inducen a focalizar el debate político en los temas de seguridad.
Imaginemos que, a pesar de todas estas fuerzas sumadas y combinadas a todo volumen, ese movimiento social logra ganarles el pulso por goleada de casi el 60% de la votación popular.
El debate sobre dejar el petróleo bajo el suelo adquiere un alcance planetario en un contexto en que la ONU, la comunidad científica y una gran parte de la sociedad claman para reducir drásticamente el uso de combustibles fósiles
Pues eso es lo que ha ocurrido en Ecuador.
Pero, para cerrar el ejercicio, queda tener en cuenta que el debate sobre dejar el petróleo bajo el suelo adquiere un alcance planetario en un contexto en que la ONU, la comunidad científica y una gran parte de la sociedad claman ante gobiernos y empresas por medidas urgentes para reducir drásticamente el uso de combustibles fósiles. Y pocas semanas después de una Cumbre Amazónica, en la que los presidentes más progresistas de la región no alcanzaron ni a mencionar la palabra petróleo en su declaración.
En palabras de Alejandra Santillana Ortiz, de Yasunidos: “En esta consulta hemos logrado hacerle un bypass a la política tradicional, esa misma que se pasa en cumbres mundiales sin dar soluciones (…) Estamos democratizando la democracia”.
¿Y qué viene ahora?
La respuesta no es nada fácil. Pero, por lo que hemos ido escuchando estos días, ya asoman varios retos:
En primer lugar, construir una red de vigilancia y de activación social e institucional para garantizar un seguimiento técnico, jurídico y político, socialmente participativo y transparente, del cumplimiento de la decisión emanada de la Corte Constitucional: que la victoria del SÍ comporta la detención de la explotación petrolera en el plazo de un año. Y en primera instancia, exigir a las dos candidaturas que irán a la segunda vuelta en octubre un compromiso de acatamiento de esta nueva legalidad.
Se trata a la vez de mantener y fortalecer la cohesión social y territorial lograda, con un SÍ muy sólido, que oscila entre el 67 y el 55% en 22 provincias, sin diferencias significativas en sierra, costa y selva. También en el voto de la diáspora, que se sitúa en la banda alta del 67%. No digamos el SÍ al Chocó andino, que logró más del 67%. El mensaje que trasladan estos resultados no deja lugar a dudas a las que puedan agarrarse quienes seguirán utilizando todo su poder para sabotear la implementación del resultado.
Pero también hay gente muy consciente en el movimiento de la necesidad de atender los resultados inversos en Orellana (42%) y Sucumbíos (48%), justamente las dos provincias en las que está situado el territorio ancestral del Yasuní. Esto puede resultar sorprendente para quien no conozca el terreno. Pero, cuando decimos que Ecuador ha sufrido 50 años de explotación y contaminación petrolera, estamos hablando de que en estas dos provincias la falta de inversión social de los sucesivos gobiernos ha dejado muy conscientemente en manos de las empresas petroleras la construcción de servicios básicos, escuelas, puestos de salud, infraestructuras y comunicaciones, etc.
En algunos territorios coexisten las comunidades y grupos que lideran la resistencia en primera línea, con otras comunidades muy dependientes de ese cacicazgo petrolero
Y ahí coexisten las comunidades y grupos que lideran la resistencia en primera línea, con otras comunidades muy dependientes de ese cacicazgo petrolero. Se trata de plantear un diálogo social claro y honesto entre estas comunidades para encontrar puntos de encuentro para el cumplimiento de los derechos económicos, sociales, culturales y ambientales de toda la población. En este proceso el resultado de la consulta a escala nacional será de gran ayuda.
Al mismo tiempo, se plantea la necesidad de lograr una red colaborativa nacional e internacional con organizaciones, instituciones, universidades y personas expertas, ante un gran reto sin precedentes en el mundo y que, por eso mismo, es un reto apasionante: interrumpir una explotación petrolera, desmantelar sus estructuras físicas y sociales, hacerlo regenerando y remediando al máximo posible los ecosistemas y a las comunidades, humanas y no humanas, que los habitan.
Ecuador
Ecuador La ciudadanía ecuatoriana elige dejar el petróleo del Yasuní bajo tierra
Para todo ello será necesario un trabajo no menor, a lo interno, ya sin los apremios de la campaña, para potenciar las fortalezas y superar las tensiones y debilidades propias de la megadiversidad de un movimiento tan inspirador como complejo.
Una tarea inmensa, desde luego. Pero, ¡quién tuviera este problema!