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Opinión
¿Seguir el ritmo de los tambores electorales o construir una estrategia propia en la lucha por la vivienda?
Los militantes del movimiento por la vivienda estamos constatando una verdad incómoda: nuestra lucha se encuentra en un momento de retroceso y acelerada desarticulación. Una descomposición que se expresa de distintas formas: desde la contracción de la fuerza sindical de base en sindicatos y PAH, la creciente represión y la normalización de los desahucios, entre otras cuestiones. Pero además, cabe destacar la demostrada incapacidad de la política institucional para brindar soluciones residenciales y abordar los problemas de la clase trabajadora, ya que no cuestiona la raíz de los mismos: la agudización actual de la crisis capitalista.
Una deriva visible en el empeoramiento generalizado de las condiciones de vida, especialmente desde la crisis hipotecaria de 2008. La desposesión de la clase trabajadora es cada vez más acelerada y evidente, y el movimiento por la vivienda tiene cada vez menos capacidad para hacer frente a esta ofensiva contra nuestra lucha y nuestra vida, mientras se nos condena a vivir en la precariedad y la explotación perpetua.
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En mitad de este panorama, identificamos unos límites internos claros dentro del sindicalismo de vivienda que hasta ahora no se han sabido solucionar y precisan de una respuesta urgente. La discusión prioritaria no es sobre tácticas, sino que es una discusión estratégica que no nos podemos permitir posponer de nuevo, ya que, en cada derrota estratégica, cada nuevo ciclo empezamos más pobres y más débiles. Esta es una segunda certeza que podemos palpar como una preocupación común de gran parte de la militancia del movimiento por la vivienda: seguir luchando, ¿para qué y hacia dónde?
Por eso, en un primer momento hemos recibido con sorpresa el triunfalismo de ciertas posturas, que parecen exentas del proceso de reflexión y autocrítica en el que se encuentra el movimiento, llegando incluso a afirmar que mediante la Ley de Vivienda se ha logrado “disputar la función social de la propiedad”. Sin embargo, creemos que este discurso y parte de las posiciones defendidas en el artículo señalado tienen motivaciones políticas profundas
El objetivo de este artículo es analizar políticamente los planteamientos desarrollados en el artículo señalado con la finalidad de establecer un debate político y estratégico sobre la lucha por la vivienda, así como exponer brevemente la propuesta del Movimiento Socialista.
La defensa de los intereses del proletariado requiere romper con la socialdemocracia y entender que los intereses de la clase trabajadora y del capital son irreconciliables
El límite histórico del programa socialdemócrata
De acuerdo con el antropólogo Andrés Piqueras, se plantean tres requisitos para llevar a cabo un programa de reformas sostenible que beneficie a la clase trabajadora: una alta tasa de ganancia para permitir la redistribución de la riqueza, un ejército de reserva reducido para dificultar el reemplazo de la mano de obra y una clase trabajadora organizada. Sin embargo, actualmente ninguna de estas condiciones se cumple, ya que la generación de valor está estancada, el ejército de reserva sigue creciendo y la clase trabajadora carece de una organización política efectiva.
En este sentido, la defensa de los intereses del proletariado requiere romper con la socialdemocracia y entender que los intereses de la clase trabajadora y del capital son irreconciliables. La dependencia política de los proyectos reformistas ha demostrado una gran limitación de las perspectivas emancipadoras y no aborda cuestiones claves para la clase trabajadora, como es la cuestión de cómo ir más allá.
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Por ello, creemos fundamental establecer la crítica a la socialdemocracia y una reorientación política dentro del movimiento por la vivienda, identificando así la dependencia de algunas posturas a la política burguesa en diferentes niveles: ideológico, estratégico y táctico. Por eso, creemos necesario poner sobre la mesa este debate para clarificar las líneas políticas dentro del movimiento, en lugar de postergarlo a favor de estrategias de concertación que no cuestionan la estructura capitalista. Esta crítica, y sobre todo sus consecuencias prácticas, las hacemos desde la autocrítica y el análisis de que el desarrollo, más o menos espontáneo del movimiento, ha implicado una subordinación a los márgenes de la política burguesa.
Entendemos desde aquí que la reforma no es un problema en sí mismo, sino que desligada de la causa final del socialismo, esta tiene como fin inconfesado la preservación del capitalismo con un rostro más humano. El problema no es solo que rechazamos todo capitalismo (también el de rostro humano) sino que las actuales condiciones históricas ni siquiera apuntan a la posibilidad de un capitalismo de rostro más humano, sino a un descenso a la barbarie.
El problema no es solo que rechazamos todo capitalismo (también el de rostro humano) sino que las actuales condiciones históricas ni siquiera apuntan a la posibilidad de un capitalismo de rostro más humano
El carácter de una organización de clase
Partimos de la premisa de que el conflicto por la vivienda es una expresión concreta que adopta la lucha de clases en términos generales, que no es escindible de la sociedad capitalista. Es desde este planteamiento que hay que abordar cuál debe ser la contribución del frente de la vivienda en la articulación de un proceso revolucionario a todas las escalas.
Por tanto, la segunda premisa de la que partimos es precisamente la voluntad clara y decidida de que nuestra intervención en el frente de la vivienda debe contribuir al aumento del poder político y organizativo de la clase trabajadora, no a aumentar el poder de los políticos profesionales socialdemócratas ni a paliar la degeneración del bloque político y social de la clase media.
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Este proceso de generación de un poder propio debe concretarse en el abordaje y superación de las limitaciones antes mencionadas, pero también en enfrentar, con la experiencia y madurez de más de diez años como movimiento, el debate de fondo de cómo la lucha por la vivienda se vincula con una estrategia revolucionaria que apunte hacia la superación del capitalismo.
Lo que sostenemos es que cada uno de estos giros tácticos se debe basar en el principio estratégico de la creación de un poder político propio de la clase trabajadora, independiente en todas las instancias de las formas políticas de la clase dominante, también de su pata socialdemócrata.
Estas no son palabras al viento. Sabemos que muchas de nosotras no viviremos el resultado de este proceso, que quizás solo veamos algunas conquistas y probablemente un buen número de derrotas. Pero tenemos la humilde y firme creencia en la posibilidad de la revolución, y creemos que este debe ser el punto de partida para el necesario debate dentro del movimiento por la vivienda. También el punto de partida para cualquier organización que se diga de clase. Porque podemos tener diferencias tácticas, pero nunca renunciaremos a nuestros principios políticos en nombre de una supuesta unidad que oculte las diferencias estratégicas y políticas de fondo.
Desde el Movimiento Socialista consideramos que no podemos posponer más ciertos debates. La coyuntura política que tendremos que enfrentar en los próximos años lo exige. Ya sea por la posibilidad de fuerzas de extrema derecha al frente del Estado y la más que probable agudización de la ofensiva contra el proletariado, o frente a la reedición de un gobierno de fuerzas “progresistas”, escenario en el cual todavía tenemos recientes y claras sus limitaciones y promesas incumplidas. El reagrupamiento de las fuerzas revolucionarias de acuerdo con un debate honesto de hipótesis y coyunturas es una condición indispensable, incluso una obligación.
El reagrupamiento de las fuerzas revolucionarias de acuerdo con un debate honesto de hipótesis y coyunturas es una condición indispensable
La defensa de las condiciones de vida y la independencia política
La apuesta del Movimiento Socialista en la lucha por la vivienda tiene como objetivo fortalecer la capacidad de defensa de la clase trabajadora y su independencia política. Para lograr esto, es necesario establecer una vinculación estratégica entre las luchas diarias por las condiciones de vida y los planteamientos estratégicos de la constitución como clase independiente. En este sentido, la organización de clase juega un papel crucial como mediadora entre los objetivos finales y el movimiento real, o entre medios y fines.
Estas consideraciones estratégicas se concretan en la autodefensa socialista, que implica la creación de un poder propio e independiente que pueda responder a las necesidades de la clase trabajadora, y que se basa en tres tareas principales que se deben abordar de manera progresiva y vinculada.
En primer lugar, las luchas por el salario deben ser espacios de expansión del programa comunista. La lucha por la vivienda debe ser un medio para difundir de manera estratégica el programa comunista, enfatizando la contradicción entre el capitalismo y la posibilidad de un mundo sin preocupaciones por la vivienda. Esto implica hacer reivindicaciones que sean imposibles de realizar bajo el sistema capitalista.
La lucha por la vivienda debe ser un medio para difundir de manera estratégica el programa comunista
En segundo lugar, se requiere un despliegue organizativo que defienda y mejore las condiciones de vida de la clase trabajadora. El avance en la lucha cultural está estrechamente relacionado con las luchas efectivas en la vida cotidiana. El progreso organizativo y práctico es fundamental para hacer comprensible el horizonte comunista y para ejemplificar los principios de universalidad y control obrero en la vivienda.
En tercer lugar, se busca avanzar hacia el control progresivo del fondo salarial. Esto implica no solo redistribuir la riqueza existente, sino mejorar nuestras vidas a través del asalto de las ganancias capitalistas y la apropiación de los medios de producción social.
En resumen, la propuesta del Movimiento Socialista para el movimiento por la vivienda se basa en la autodefensa socialista como herramienta para la intervención política y el fortalecimiento de la clase trabajadora en la lucha por la hegemonía frente a la clase capitalista. El socialismo se entiende tanto como un objetivo final como el movimiento real que se despliega para lograrlo.