Opinión
La ciudad autónoma somos nosotros

Reseña del libro ‘La ciudad autónoma: una historia de la okupación urbana’ de Alexander Vasudevan, traducido y publicado recientemente por Alianza Editorial.
Alexander Vasudevan 3
Alexander Vasudevan presenta su libro 'La ciudad autónoma'. Elvira Megías

Observatori d'Antropologia del Conflicte Urbà (OACU)

@antroperplejo


6 may 2023 06:00

El Ateneu la Flor de Maig es, actualmente, un espacio de titularidad pública y gestión vecinal. Ubicado en el Poblenou, Barcelona, la relación social, cultural, política y económica de esta antigua cooperativa de consumo con el barrio es casi única en la capital catalana. Desde su inauguración en el año 1896, el edificio ha actuado, de una forma u otra y siempre de forma continua, como eje vertebrador de las demandas, celebraciones y conflictos de una parte importante su tejido social. 

Como hito de su más reciente historia, podríamos destacar los años durante los que estuvo okupado por la Plataforma Salvem la Flor de Maig, una conjugación de movimientos nacidos al calor del 15M, antiguos miembros del sector autonomista de la ciudad, okupantes de otros inmuebles de la zona, militantes de la izquierda catalana independentista y colectivos juveniles en busca de un local donde, simplemente, poder llevar a cabo actividades de su interés.

A finales de 2014, tras casi 20 meses de resistencia y lucha contra el desalojo, el Ayuntamiento de la ciudad, en manos del alcalde Trias, miembro de la extinta Convergència i unió (CiU), compró a sus propietarios el edificio y lo cedió a sus ocupantes por una modesta cuantía anual. Esta gran victoria vecinal se vio, sin embargo, posteriormente empañada al detectarse, ya con el gobierno de los comunes en la Casa Gran, una serie de fallas estructurales en el edificio, las cuales aconsejaron su rápido desalojo e intervención.

Desde el Ayuntamiento se ofrecieron diversas ubicaciones en el barrio a los colectivos y organizaciones que llevaban a cabo sus actividades en el Ateneu (salas en centros cívicos, espacios en locales gestionados por asociaciones vecinales pero de titularidad pública, etc.) de forma que estos pudieran continuar trabajando y no perdieran sus líneas de interés y actividad. No obstante, el desmembramiento inesperado de la Plataforma, junto a la desmovilización social general vivida durante aquellos años, así como otros motivos, acabaron desactivando la capacidad de acción y articulación social y política de los colectivos de Salvem la Flor de Maig. De esta forma, la frase pronunciada por un veterano activista del barrio en una de las muchas asambleas celebradas en el interior del edificio, se hizo evidente: “La Flor de Maig somos nosotros”. Cuando este nosotros se deshizo, la Flor de Maig, también.

La okupación vive una cierta primavera vinculada, principalmente, a los efectos colaterales de las dinámicas de gentrificación que soportan las clases populares de la capital británica

El libro

El libro de Alexander Vasudevan habla de eso y de otras muchas cosas. El geógrafo y profesor de la Universidad de Oxford recorre la historia del movimiento okupa, con sus complejidades y contradicciones, a la vez que la de muchas ciudades, tanto europeas como norteamericanas. La obra comienza por Nueva York, donde Vasudevan traza un fino hilo que une los primeros asentamientos coloniales holandeses, pasando por el retorno de los soldados que lucharon en la II Guerra Mundial (IIGM), hasta llegar a la conocida Operación Mudanza, cuando una serie de okupaciones de vivienda no organizadas y simultáneas se produjeron en la ciudad, con origen en el West Side.

El protagonismo, eminentemente femenino, sirvió para conjugar en una sola acción colectivos tan dispares como el Black Panther Party, los Young Lords puertorriqueños y los I Wor Kuen de Chinatown. El saldo final de la acción fue positivo, pues en torno a 600 familias lograron una vivienda asequible. Además, el Ayuntamiento de la ciudad movilizó casi mil más con el objetivo de ponerlas al servicio de las familias con necesidades. Tal y como señala Vasudean, más allá del éxito a nivel práctico, esto es, el hecho de conseguir tal cantidad de viviendas para personas vulnerabilizadas, la Operación puso de manifiesto la potencialidad de la okupación como instrumento en manos de los activistas por el derecho a la vivienda; el reconocimiento de los problemas de falta de renovación urbana en determinadas áreas de la ciudad; la creación de un potente sentido de identidad, más allá del étnico o racial, basado en la necesidad de acceder a una vivienda y, finalmente, la articulación de unas prácticas en torno al derecho a la ciudad, considerado éste de forma alternativa y amplia.

El libro continua relatando diferentes experiencias e historias en Londres, donde, de nuevo, los veteranos de guerra fueron los protagonistas iniciales de la okupación de viviendas en el periodo inmediato a la finalización de la IIGM. El desarrollo posterior del movimiento pasó por su vinculación con la contracultura londinense de los años 60 y 70 y con las subculturas urbanas (queer, ecológca, etc.) posteriores, hasta prácticamente desaparecer y dejar de tener contacto con otros movimientos a finales de los 90. No obstante, en la actualidad la okupación vive una cierta primavera vinculada, principalmente, a los efectos colaterales de las dinámicas de gentrificación que soportan las clases populares de la capital británica.

Okupación
Alexander Vasudevan “La okupación en muchos casos ha sido pionera en procesos de regeneración y gentrificación”
Alexander Vasudevan, profesor de la Universidad de Oxford, explica cómo el movimiento okupa ha influido en el urbanismo actual de muchas ciudades.

Copenhague y Ámsterdam

Copenhague y Ámsterdam son otros de los casos recogidos en el libro. El primero de los mismos con un alto protagonismo de Christiania, como mito fundador e inspirador del movimiento en la capital danesa. Un mito, por otro lado, que no supuso, únicamente, un ejemplo de la necesidad pragmática de la lucha por la vivienda como elemento básico para el desarrollo de la vida humana, sino, además, como modelo performativo de que otra forma de vida, de organización social, de relaciones interpersonales, etc., son posibles. Sin olvidar, por supuesto, los peligros que encierra una experiencia de estas características, como en el caso de la economía de las drogas. El caso de Amsterdam es similar, aunque sin la singularidad que supone Christiania. La ciudad neerlandesa vivió el movimiento okupa con un fuerte componente de supermovimiento, esto es, de su capacidad de ir más allá de la simple obtención de una vivienda o un espacio para el desarrollo de actividades, sino como una potencialidad; la potencialidad del desarrollo de subculturas propias, de prácticas alternativas vinculadas con diferentes líneas ideológicas y de actuación de las organizaciones políticas más a la izquierda del panorama nacional. 

Para Vasudevan, si algo caracteriza al movimiento okupa de Frankfurt y Hamburg es la violencia por parte del Estado que tuvieron que enfrentar en su lucha por el mantenimiento de las okupaciones.

Para Vasudevan, las ciudades alemanas de Frankfurt y Hamburgo mantienen una relación similar con la okupación. La satisfacción de las necesidades más inmediatas se funden con las propuestas de vida alternativa. Si algo caracteriza, sin embargo, al movimiento okupa de estas dos localidades es la violencia por parte del Estado que tuvieron que enfrentar en su lucha por el mantenimiento de las okupaciones. Si bien es cierto que el color político del gobierno de las ciudades no es insensible a estas movilizaciones, también es verdad que, al final, se acaba por imponer la realidad de un mundo donde las dinámicas de acumulación de capital pasan, en gran cantidad de ocasiones, por las transformaciones urbanísticas y la revalorización de los inmuebles. De esta forma, tal y como señala el autor, la “lucha por el derecho a una vivienda asequible [...] puso a los okupas en contacto directo con la violencia depredadora de la acumulación capitalista”.

El movimiento okupa de Berlín parece que se ha reactivado recientemente como forma alternativa de lucha contra las potentes dinámicas de gentrificación que se han desatado en la capital federal alemana

Berlín

El capítulo dedicado a Berlín es, sin duda, el más sugestivo y el mejor tratado de todo el libro. Algo que resulta lógico por cuanto el autor conoce de primera mano unos hechos que, en gran parte, recogió durante sus más de 15 años de trabajo de campo en Alemania, publicados en su libro Metropolitan Preoccupations: The Spatial Politics of Squatting in Berlin (2015), así como en su propia tesis doctoral Metropolitan theatrics: performing the modern in Weimar Berlin, 1919-1933 (2005). El caso berlinés es interesante por, al menos, dos motivos principales: por un lado, por el carácter de ciudad dividida, ciertamente abandonada por la inversión privada y pública durante los años de la Guerra Fría y hasta la caída del Muro en 1989, y, por otro lado, por su relación y vinculación con las prácticas de okupación en el Berlín Oriental, antigua capital de la República Democrática Alemana (RDA), tan escasamente investigadas por la literatura académica. Berlín ha sido, de hecho, noticia durante los últimos años por la propuesta popular de expropiación de las viviendas de la empresa Deutsche Wohnen y compañía, iniciativa que salió adelante en un referéndum planteado desde los movimientos sociales y articulado por el poder institucional de la ciudad y que, finalmente, todavía no se sabe si se podrá llevar a cabo. De manera paralela, el movimiento okupa parece que se ha reactivado recientemente como forma alternativa de lucha contra las potentes dinámicas de gentrificación que se han desatado en la capital federal alemana.

El texto parece analizar la articulación de la izquierda extraparlamentaria italiana con otros movimientos sociales y culturales durante los años 60 y 70

El movimiento autonomista italiano de los años 60 y 70 del pasado siglo protagoniza el siguiente capítulo del libro. En él, Vasudevan muestra claramente sus simpatías por esta singular corriente política que, como él mismo se encarga de señalar en el título del capítulo, entiende el capitalismo urbano como una “fábrica social”, donde las dinámicas del capital han desbordado las paredes de las industrias y se han extendido por todo el territorio. Más que un recorrido histórico por el movimiento okupa, el texto parece analizar la articulación de la izquierda extraparlamentaria italiana con otros movimientos sociales y culturales durante aquellos años. Es por esto que, entre otras cuestiones, esta parte de la obra se haya más centrada en los denominados Centros Sociales Okupados (CSO) que en las prácticas de okupación de vivienda más tradicional. Como muestra de ello, el autor recoge las palabras del mítico alcalde de Nápoles Luigi de Magistris cuando señala que los espacios okupados de la ciudad son “estructuras e instalaciones dedicadas al bien común”.

Canadá también es objeto de interés de Vasudevan. El autor recorre, a lo largo de las páginas dedicadas a la Columbia Británica, diferentes momentos y personajes históricos y culturales vinculados con la okupación de tierras y viviendas. Desde la complejidad de las usurpaciones de espacios antiguamente en manos de comunidades aborígenes realizas por colectivos artísticos, a veces con su complicidad, hasta llegar a versiones más actuales de la okupación en la misma ciudad de Vancouver, este tipo de acción muestra su doble cara: la expropiación de territorios de pueblos ancestrales, junto a las posibilidades de establecer nuevas formas de vida y solidaridad dentro de la realidad capitalista contemporánea.

Los estudios sobre la gentrificación no serían lo mismo sin la obra de Neil Smith La última frontera urbana. Ciudad revanchista y gentrificación (2012).  Un nuevo capítulo dedicado a Nueva York tiene como eje pivotante esta obra y los hechos descritos en torno a Tompkins Park en 1988. La obra de Smith trata, precisamente, el desalojo de este parque okupado como una muestra de la limpieza a la que estaba siendo sometida la Gran Manzana durante aquellos años. Las referencias a una frontera simbólica son, de hecho, oportunas, por cuanto lo que avanzaba era el mercado inmobiliario altamente financiarizado que tanto protagonismo ha llegado a alcanzar. Esto, junto a las dinámicas de okupación del Lower East Side y los movimientos en torno a Occupy Wall Street, ya en el nuevo milenio, copan el relato de esta nueva incursión del autor en la ciudad de Nueva York.

De España, con el protagonismo de la PAH y el proceso de repolitización ciudadana que supuso el 15M, destaca a la proactividad de estos movimientos sociales a la hora de encontrar una solución al problema de la vivienda

Grecia y España ocupan la atención de las últimas páginas del libro. Grecia, con la singularidad que representa su papel de borde continental e intérprete inesperado de la tragedia que supone la política de inmigración de la Unión Europea (UE). La okupación de inmuebles para dar cabida a la llegada de enormes cantidades de refugiados provenientes de Asia y el Norte de África, así como la particularidad política de barrios como el ateniense Exarcheia, además de la intervención de facto a la que se encuentra sometido el país heleno, son tratados y examinados por Vasudevan en este capítulo. España, con el protagonismo de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) y el proceso de repolitización ciudadana que supuso el 15M, también es tratado en esta parte de la obra, sobre todo en lo referido a la proactividad de estos movimientos sociales a la hora de encontrar una solución al problema de la vivienda, que tan marcadamente duro se mostró tras la crisis del ladrillo de comienzos de la primera década de los dos mil.

La obra, originalmente publicada en inglés en 2017, cuenta con un epílogo que recorre los últimos años del movimiento okupa pero que, sobre todo, pretende actuar como acicate en la significación de este tipo de prácticas y en su relación con las posibilidades de vida en las ciudades contemporáneas. Tanto es así, que las últimas palabras del autor señalan que “para los okupas, el derecho a la ciudad siempre ha sido un derecho a reconstruirla y transformarla a través de la esperanza, la resistencia y la solidaridad”.

No es posible finalizar esta reseña sin hacer referencia al prólogo escrito por el activista y sociólogo Javier Gil. En ella, el también miembro del Sindicato de Inquilinas e Inquilinos de Madrid pone el dedo en la llaga de las políticas de vivienda cuando señala que “la escasez [de vivienda] se crea políticamente, ya que se legisla favoreciendo el mercado y no las necesidades de la población ni los valores de uso de los recursos”. Porque de esto trata el libro: de las prácticas de okupación como modo alternativo de acceso a la vivienda, objeto de prácticas de acumulación y especulación, además de cómo elemento identitario y de conformación de nuevas formas de vivir en la ciudad. El libro de Vasudevan contiene relatos e información suficiente (aunque a veces se haga algo tedioso en su sobredimensión informativa, acentuado esto por el hecho de que la gran mayoría de los capítulos transcurren de la misma manera y con la misma estructura) como para poder aprender de errores y elaborar nuevas prácticas en búsqueda del tan mencionado derecho a la ciudad. Como señaló el vecino del Poblenou, “la Flor de Maig somos nosotros” y de nosotros dependerá la construcción, por tanto, de la ciudad autónoma.

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autodesplanifica
6/5/2023 8:52

Otro libro en la misma línea, pero en inglés (descargable): https://www.miguelangelmartinez.net/?Squatters-in-the-capitalist-city-Housing-Justice-and-Urban-Politics

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