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Música
Punk, hardcore y metal reverberan en un evento histórico en el corazón de China
Es viernes, 31 de marzo de 2023, y en Beijing Pedro Sánchez y Xi Jinping se dan la mano y sonríen frente a las cámaras. A unos 20 kilómetros un montón de gente empapada en sudor baila, se empuja, se golpea y se abraza, al ritmo de esa música que golpea, mientras corean las famosas siglas que unen a los punkis y no tan punkis de los cinco continentes, y que lucir en España bien te puede salir por un ojo de la cara.
Cuando llegas al festival de punk, hardcore y metal Reverb 回声, te encuentras, frente a las dos salas que alojan los más de 40 conciertos que tendrán lugar durante tres días, una eterna pachanga de fútbol con porterías improvisadas, en la que participan por igual adultos y niños. En ella van sucediéndose cambios improvisados sin la batuta de un entrenador, para descansar, pero también para fumar y beber cerveza. Al lado, varios chavales practican trucos con las tablas en unos escalones.
Crestas, tachuelas, parches, tatuajes, botas, pendientes y pelos de colores desfilan ante las miradas curiosas de quienes pasean por el parque 798, un antiguo distrito industrial que fue tomado por los artistas con el beneplácito del gobierno para convertirlo en un lugar de exposiciones culturales de todo tipo. Junto a las ruinas herrumbrosas de la industria mantenidas para poder pasear entre ellas, en dos pequeños bares tiene lugar este hito en la historia cultural de esta ciudad. Bandas de todo el país y del extranjero han acudido a la capital para participar en este evento de tres días. Pero esto no va solo de música. Fuera de las salas en dos hileras al aire libre se extienden puestos de parches, tatuajes, fanzines, discos y ropa alterada a mano.
A escasos metros de las salas, donde todavía se escuchan los golpes de batería que se escapan a las paredes, se ve algún Porsche y otros coches de lujo que pertenecen a quienes pasean o toman un batido desde las terrazas donde se puede ver la pachanga. No han pagado la entrada del festival, pero todo sucede mezclado. El festival en sí se funde con el devenir cotidiano del parque. El tipo del Porsche y el punki que se está comprando las latas en un súper de fuera porque salen más baratas que en la barra se cruzan caminando.
Un par de meses antes, China ha levantado finalmente las restricciones y los confinamientos. “Esta ciudad y estos tiempos lo necesitaban. Era inevitable que apareciese”, afirma Siting, vocalista de The Brewers, una joven banda de Oi que empezó a subir a los escenarios en plena pandemia y que ha participado en Reverb no solo tocando, sino también a nivel organizativo, junto con otras 100 personas. “Habían pasado más de nueve años desde la organización del último evento de punk en Beijing. Pensamos que debía hacerse algo desde el núcleo duro del movimiento, por lo que varios amigos nos juntamos a hablar de ello, discutirlo y prepararlo”, añade Jia, veterano guitarrista desde hace 20 años en la banda Hell City, que se formó en 2004, “antiguamente se llamaba Gangbang Sex Abuse, pero cambiamos el nombre”, comenta.
“Reverb ha sido un lugar de encuentro para mucha gente afín que tenemos mucho que expresar acerca de la cultura y la política. Este tipo de escenas de reunión y discusión también se dan online, o en otros eventos físicos más pequeños. Es lo que persigue este encuentro. Yo me he encargado de la promoción, la cual está muy restringida, en Beijing no ha existido un evento similar en años. Por eso también estaba muy emocionado. Sentíamos que un montón de gente estaba deseando que ocurriese”, quien así habla es Fangzhou, otra de las personas tras la organización que ha atendido a El Salto.
Alrededor de mil personas han acudido de todas partes para participar en el Reverb. Entre quienes han ayudado en la cesión de salas, el transporte, la promoción, el equipamiento, labores de diseño y fotografía nos encontramos con más de un centenar de personas de la comunidad (una de cada diez) que han participado de forma activa para que esto fuese posible. La autogestión es la base del evento. En el cartel de promoción aparecen claramente los eslóganes contra el racismo, la homofobia y el machismo. Incluso cuando son preguntados por la marca de Monster que aparece en los carteles, Jia y Siting coinciden en que “la relación con los patrocinadores no es económica, el primer requisito para apoyar el evento era apoyar de forma directa en la organización y durante el mismo. Incluso la gente de Monster, que es visiblemente más comercial, han participado a nivel organizativo y cultural de la misma forma que el resto”. Un DIY con características chinas.
“Hay salas que evitan alojar conciertos de este tipo porque ello requiere enfrentarse a muchos problemas con la administración”, opina Fangzhou, participante en la organización del Reverb
Antes de la pandemia había conciertos de punk cada fin de semana y había muchas más salas que los albergaban, ahora es mucho más difícil conseguir bolos. “Creo que hay salas que evitan alojar conciertos de este tipo porque ello requiere enfrentarse a muchos problemas con la administración. Aunque bajo mi punto de vista, el sortear todos estos problemas solo ha hecho más interesante el trabajo para sacar adelante el evento. Hay una parte de la escena rock y punk que está acostumbrada a lidiar con el control administrativo”, opina Fangzhou.
“Nacimos durante la pandemia, pero sabemos que la escena underground ha cambiado a peor. La gente tiene menos dinero para el ocio. Eso es un hecho. Para pagar una entrada de más de 100 yuanes y beber bebidas caras bien puedes optar por quedarte en casa y darte una buena cena. La inflación y la disminución de los salarios también influyen. La pasión por esta música y el mundo underground se ve afectada por lo económico”, explica Siting.
“Estos últimos tres años apenas hemos tenido actuaciones. Hemos tenido situaciones de no poder quedarnos en ningún hotel”. “Muchas de las actuaciones se posponían perpetuamente o se cancelaban. Muchas salas han cerrado debido a la presión de los alquileres. Ahora ha mejorado todo un poco, pero los precios de aviones y hoteles siguen siendo muy altos”. Quienes hablan son Quin y Xiaoniao, vocalista y guitarrista de las Dummy Toys, una banda de Qingdao que acudió desde su ciudad al festival. “Incluso cuando hay actividades, es muy probable que te cancelen el día anterior al evento. Cuando eso pasa, solemos buscar un lugar para dar el espectáculo sin avisar y sin promocionar el evento. Es lo bueno de ser una comunidad de amigos que sabemos dónde ir a reunirnos”, añade Jia.
Precisamente una de los rasgos que parece distinguir estas escenas de las occidentales es que quienes forman parte de este mundo se conocen mucho más entre sí y la barrera entre artista y fan parece bastante más difusa.
La lucha por el espacio, ser underground en China
“Era una noche tibia de octubre en Beijing el día siguiente a la celebración del Día de la República Popular de China. La primera semana de octubre suele ser particularmente tensa en la capital, con un gran flujo de turistas y fuertes redes de vigilancia policial. El martes 2 de octubre de 2012, un concierto de punk tenía lugar a escasos metros del Zhongnanhai, el cuartel principal del PCCh, en el pequeño y antiguo bar Old What Bar, que ahora está cerrado. Alrededor de cincuenta personas atestaban el bar, encadenando cigarrillos y bebiendo latas de cerveza de Yanjing que compraban en los bazares cercanos. La banda de street punk Shaojiu Legion 烧酒军团 era la última en tocar y comenzaban su concierto con el tema 杀政府 (‘Matar al gobierno’)”. Esto lo cuenta el investigador de la Universidad de Taiwan Nathanel Amar en su artículo “We come from the underground: grounding Chinese punk in Beijing and Wuhan”. Más de 10 años después Shaojiu Legion se suben a un escenario del Reverb a cantar lo mismo en la China de hoy.
No existe un consenso académico de por qué el punk se extendió de repente a la velocidad a la que lo hizo entre tantos países orientales en un mundo sin internet
En su estudio, Amar intenta mostrar la aparición de la subcultura punk como resultado de una acción colectiva multifactorial y alejarse de los postulados de la mera importación desde occidente. De hecho, no existe un consenso académico de por qué el punk se extendió de repente a la velocidad a la que lo hizo entre tantos países orientales en un mundo sin internet.
Para comprender mejor qué supone el punk en Beijing debemos remontarnos a mediados de los años 70, con las reformas aperturistas de Deng Xiaoping. En esta época entraron en China una gran cantidad de cintas de casete piratas. En este contexto, durante los 70 y los 80 comienza a darse y extenderse el rock que imita a las bandas occidentales pero se integra con las llamadas ‘canciones de prisión’, que hacen referencia a la juventud que se oponía a la Revolución Cultural.
Amar marca un punto de inflexión en la historia del rock en China. El 4 de junio de 1989 se prohíbe que el rock sea tocado en ningún espacio público, en un momento en el que la esfera cultural estaba bajo estricta vigilancia, por lo que el rock tuvo que refugiarse en el underground. Y aquí reside uno de los ejemplos de la definición de underground que maneja Amar para la esfera cultural en China: un lugar para refugiarse, bajo tierra, debajo del ojo que todo lo ve, lo cual lo hace incompatible con cualquier forma de mainstream.
El rock no desapareció en los años 90. Por un lado, sobrevivió en un circuito de pequeños lugares que permitían actuaciones secretas y poder ensayar a las bandas. También en algunos hoteles internacionales donde la censura abría un poco más la mano. Pero también nutrió al movimiento el hecho de que entró en China una gran cantidad de CD y cintas defectuosas de occidente que supuestamente tenían que ser recicladas, pero que rápidamente se esparcieron desde el mercado negro a millones de hogares.
A la generación que creció moviendo estos casetes defectuosos de música occidental se la conoce como Generación D, una D que viene de “daoban”, que es piratería en Chino pero también de “dakou”, nombre que hace referencia a los materiales rotos. Estos materiales fueron la educación musical de la mayoría de las primeras bandas que se lanzaron a hacer punk.
Amar incide en que, contra la perspectiva que plantean la mayoría de estudios culturales al respecto, no fue la influencia de occidente lo que hizo aparecer el punk en China, sino la enorme capacidad de movilizar recursos de la juventud china de las ciudades. Las cintas solo eran el recurso movilizado. El autor entiende el punk como un mundo musical (noción que trasciende a la de escena), formado a partir de la acción colectiva que posee una cierta identidad, convicciones, recursos y espacios.
A partir de mediados de los 90 comienzan a abrirse paso en el Beijing underground las primeras bandas de punk. En muy poco tiempo consiguen tener espacios para ensayar, tocar y empieza a crearse una pequeña comunidad en torno a la música. Si esto es posible en tan poco tiempo es gracias a la ayuda y el camino abierto por el rock desde los años 80. Por ejemplo, una de las únicas salas de ensayo era la sala de los Hermanos Gao, miembros de una conocida banda de rock, en uno de los hutongs (barrios tradicionales de entramados de calles estrechas y casas bajas) de la capital. Alrededor de esta sala de ensayo no solo se podía ver a los músicos, también los fans quedaban en la zona para echar el rato.
Todo ello se consolida junto a la aparición de pequeños sellos independientes, salas propias, publicaciones en fanzines y tiendas de tatuajes. Una clara herencia de esto es que aún hoy en día los conciertos de música underground de la capital siguen teniendo lugar en locales y salas situadas en los hutongs, barrios céntricos pero que por su intrincada arquitectura permiten también esconder lo que pasa a la mirada del paseante medio de la capital.
Una diferencia entre el punk de los años 90 y el de ahora es la mezcla. El Reverb es un festival que mezcla varios estilos, pero en los 90, según cita Amar, Ao Tian, uno de los participantes en la escena, narra que “antes de la creación de los primeros bares punk, no había casi sitios para tocar, había que compartir escenario con bandas de metal, que frecuentemente acababan en peleas entre sus miembros. Cada semana, los punkis y los metaleros se peleaban”. “Yo escucho heavy metal, grunge y música experimental de otras bandas. Busco en ellas fuerza, habilidad técnica y la capacidad de crear atmósferas para inspirarme”, comenta Qing, batería de las Dummy Toys.
Quienes hoy atienden a este medio son la camada criada en estos espacios que se empezaron a desarrollar desde los años 90. “Mi primer contacto con el punk fue en el Happy Paradise de Wudaokou, fue brutal”, comenta Jia. “La primera vez que escuché hardcore punk fue como un puñetazo en el corazón, primero se me paró y luego se aceleró. Amor a primera vista”, explica Xiaoniao, “como un golpe directo que no puedes esquivar, del que no te puedes esconder”. “Energía primitiva, rebelión directa, una música que decía lo que otras no se atrevían a decir. Pelear contra la injusticia es una buena medicina para el alma”, añaden Quin y Dee Dee, bajista de las Dummy Toys, quienes llevan tocando desde 2015.
“Las personas que forman parte de este mundo no provienen de lo que llamaríamos el núcleo o la base de la clase obrera china. Lo formamos gente más o menos acomodada, aunque también gente que no tiene nada de dinero. También existe una polarización en cuanto a nivel educativo o laboral. Creo que la razón principal es que el llamado núcleo duro de la clase obrera en China está siendo exprimido por sus condiciones de vida y su cerebro está lavado por la cultura mainstream”, comenta Siting.
A través de sus entrevistas, Amar también descubre que la territorialización del punk en Beijing fue posible gracias a una relativa indiferencia de las autoridades, ya que, a pesar de que se trataba de un mundo muy diverso, algunos de los miembros de las bandas y fans venían de familias militares. La mayoría de ellos venían de familias de clase media según el autor.
La escena punk de Wuhan era considerada como más de clase obrera que la de Beijing, ya que muchas de las familias de los músicos y fans de Wuhan eran trabajadoras de las fábricas
Otro de los puntos de unión entre la escena de los 90 y la actual —todas las escenas punk del mundo en cualquier momento, en realidad— son las latas de cerveza barata, tal y como cuenta Wu Wei, otro de los participantes, en una entrevista: “No teníamos más opción que tocar en las salas de karaoke. Discutíamos con el dueño del karaoke para que nos dejase hacer la fiesta. Él se pensaba que iba a poder vender alcohol, pero la gente siempre traía sus cervezas, éramos demasiado pobres para pagar lo que costaban en la barra”.
La territorialización del punk en Wuhan fue muy distinta a la de Beijing en los 90. Se orientó a las salas de karaoke, que se situaban fuera del control gubernamental ya que estaban en manos de las sociedades secretas (mafias) que regentaban estos locales y la noche de Wuhan en general. Las relaciones con las sociedades secretas permitieron al punk de Wuhan tener espacios seguros donde ensayar y tocar. En otra entrevista, otro de los miembros cuenta a Amar: “Teníamos miedo de la policía, pero la policía también nos tenía miedo”.
El éxito que tuvieron, cada cual a su manera, a la hora de crear un espacio seguro para los conciertos es lo que nos lleva de nuevo al Reverb. La existencia de estos espacios es la condición de posibilidad de la existencia de este tipo de ‘mundos musicales’, como define Amar. Es aquí donde se fraguan las comunidades, evolucionan las identidades y se generan lineas de cooperación que permiten la movilización de recursos. Controlar espacios, de forma más o menos permanente, es la clave que permite todo lo demás.
Es el juego del gato y el ratón
“La vieja capital del imperio chino parece pensada, tanto en la dureza climática de su localización geográfica como en su trazado urbano, con una idea de rigor y domesticación de la vida […] y pensaba acerca de la misteriosa esencia de esta ciudad contradictoria, que se muestra y oculta, que se transforma a lo largo del día […] de hecho, cuando esa misma noche llegara a los alrededores del lugar en el que se hospedaba, ya habrían desaparecido los cientos, tal vez miles, de restaurantes callejeros que cubren la calle cada atardecer y lo habrían hecho sin dejar ni rastro. En pocos minutos aquel humeante y poblado espacio se habría convertido en una zona tranquila por la que solo algún paseante nocturno vagaría”.
Estas palabras de un artículo que escribió Chirbes en 1993 tras su paso por la capital de China sugieren una imagen que podría reflejar la forma en que funcionan los espacios que se controlan desde el submundo del punk en Beijing. Hacerlo en la capital, donde se cristaliza la esfera del poder central, también tiene un sentido, pretendido o no, de desafío.
En uno de los fanzines que se regalan en la entrada del festival aparece la frase “nuestro ruido está más cerca de la verdad que algunas noticias”. Ruido o no, las letras de las bandas no esquivan la realidad social. “La mayoría de nuestras letras tratan de reflejar problemáticas de nuestra realidad social, como la guerra, la violencia machista, la educación, violencias digitales, injusticias de ese tipo”. “Hablamos de hechos, historias reales, también tenemos canciones escritas para peques”, “prestamos atención a grupos vulnerables, tenemos temas sobre medio ambiente, pero por supuesto también sobre nuestro amor por los amigos y la familia”, apuntan las Dummy Toys.
Los Brewers, según relata Siting, que además se declara fan del punk hecho en Euskadi, se acoplan a las temáticas del Oi, sobre amistad, orgullo, fútbol, su ciudad o expresiones de ira controlada. Jia añade que “en nuestra canción ‘Smell of blood in the air’ hablamos de los trabajadores muertos y heridos en la explosión de Tianjin en 2015. La causa de esta explosión nunca salió a la luz y la gente dejó de preguntar por ello. Normalmente usan a alguna figura pública o estrella de la televisión para desviar la atención sobre estos hechos, pero nosotros creemos que el pueblo debe recordar estas cosas”. Al igual que ocurre con las novelas de Chirbes, el punk también puede ser un receptáculo para conservar la memoria sobre ciertos hechos que pretenden ser enterrados.
“Cantar sobre estos temas aquí es más difícil que en otros países. El sistema de censura es algo único, deberíamos escribir una letra sobre ello (risas). Pero cuantos más problemas nos encontramos, más apreciamos lo que hacemos”, cuenta Xiaoniao. “Cantamos todo en inglés porque ayuda a la difusión fuera de China y en parte porque nos ayuda a evitar los mecanismos de censura”, añade su compañera Qing. “The Brewers tenemos canciones en chino y en inglés, por lo que nuestro contenido también es fácil de entender aquí. Pero no tenemos canciones puramente en chino por una cuestión estética. De la misma forma que escuchar una ópera de Beijing en inglés sonaría raro”.
En China existe un sistema oficial de revisión de letras y conciertos musicales. A pesar de que en algunas ocasiones las bandas pueden actuar sin pasar por este sistema de revisión, la mayoría de las veces tienen que hacerlo
El sistema de control y censura de las publicaciones artísticas actual viene desde 1949, pero ha experimentado todo tipo de cambios respecto a la presión y relajación de las medidas para publicar. Según los entrevistados y el propio Amar, actualmente nos encontramos en un momento en el que las medidas de control se están agudizando en una deriva hacia la centralización. En 2018 se forma la Administración Nacional de Radio y Televisión, bajo la supervisión directa del Departamento de Propaganda del Comité Central del Partido Comunista cuya linea ideológica se reflejó así en un discurso del presidente: “Los artistas deben trabajar para la gente a través de su trabajo creativo, deben trabajar para el pueblo y el socialismo”.
Los medios privados tienen que negociar con el Estado para obtener una serie de licencias de publicación. En una entrevista en 2012 un organizador de conciertos contaba lo siguiente: “Tienes la manera oficial, semioficial y la underground de organizar conciertos. Para un concierto oficial hay algunas grandes empresas participadas por el Estado o espacios públicos que tienen las licencias y autorizaciones que puedes solicitar presentando la letra de los artistas, lo cual requiere mucho tiempo y dinero. Generalmente optamos por la segunda vía, algo semioficial, presentamos al artista al Comité de Cultura, informamos a la policía local de que el artista va a llegar y tocar y vendemos las entradas por cauces no oficiales. La tercera opción es dar conciertos ilegales, en fiestas o localizaciones escondidas, y puedes acabar teniendo problemas”.
Censura y autocensura no son solo una cuestión administrativa, descansan finalmente sobre la figura del oficial de policía, que es el último eslabón de la cadena. “Las redadas policiales son fuente de conflicto y pérdidas económicas para los conciertos, pero también ofrecen una oportunidad para negociar directamente con el policía personalmente, mediante sobornos o persuasión”, relata Amar. En Wuhan, uno de los miembros de la banda SMZB relata cómo unos agentes de policía llegaron a una sala para cancelar un concierto alegando que había demasiada gente y los propios miembros de la banda les convencieron de que dejasen entrar al menos a 200 personas a la sala.
Si los artistas quieren subir su música a las principales plataformas digitales, sus letras también deben pasar por el sistema de revisión. Sin embargo, aquí también se las ingenian para sortear la censura con pequeños juegos de palabras, muy comunes en el uso de internet y aplicaciones móviles. Algo que no solo se aplica en el campo de la música. Por ejemplo, durante la época de restricciones por la pandemia, en China, comunicar que habías dado positivo se decía 我阳了 (“wo yang le”), pero la gente escribía 我羊了, que suena exactamente igual pero significa “yo cabra”. De esta forma podían comunicar a sus allegados que habían dado positivo sin que saltasen las alarmas en las aplicaciones.
Algunos grandes sellos reciben un gran número de licencias por adelantado por lo que venden de forma ilegal estas licencias a sellos más pequeños para que estos publiquen a sus bandas. No obstante, a pesar de que marcas y sellos no están controlados directamente por el Estado son responsables de las letras que se publican bajo su marca. Por ello, aunque vendan la licencia de publicación, finalmente ellos mismos revisan las letras que publican de otros sellos más pequeños.
“La práctica de denunciar también ha ganado popularidad en los últimos años con la posibilidad de escribir comentarios negativos y llamar la atención sobre espectáculos y discos que se anuncian en internet”, cuenta Amar. “Algunos de estos comentarios llegan a cancelar la realización de conciertos. Además la sala puede ser multada”.
Identidades frente a la cultura de masas
Beijing es una ciudad de más de 22 millones de habitantes, entre los cuales no deja de destacar el aspecto y los rituales de algunos de los miembros de las bandas que han pasado por el Reverb. “La sociedad debe de pensar que somos unas frikis, pero es inevitable que quienes pensamos de la misma forma nos acabemos juntando, lo cual sobre todo nos hace felices”, apunta Quin. “La gente que viene del mundo del rock puede entender lo que hacemos, la mayoría de la sociedad no. Cuando cantamos se crea el caos, somos difíciles de entender y nuestra apariencia es peculiar. Creo que pasa en todo el mundo, pero en China quizá la aceptación es más débil porque la población a la que no llegamos es mucho mayor. Después de todo, el rock no deja de ser un producto importado”, añade Dee Dee.
“Compañeros de clase, antiguos amigos de otros trabajos, gente de otras esferas sociales, quienes están cerca suelen pensar que es alucinante. A partir del desarrollo de las redes sociales en China ya saben de qué vas. Incluso mi madre se siente atraída por esta escena. Sin embargo, tampoco podemos afirmar que hayan entrado de verdad. Generalmente no comparten nuestras opiniones, ni puntos de vista. La gente está preocupada por cuánto tienen que pagar este mes por la hipoteca, con qué jefe tendrán que lidiar mañana, esas cosas”, reflexiona Siting.
El dinero es una de las líneas que atraviesan esta realidad. Hacer punk desde los márgenes en China, visto el sistema de publicación y conciertos, parece incompatible con el hecho de poder dedicar una vida exclusivamente a esta labor. “Ahora soy madre, el inconveniente más grande con el que te topas tocando música es que, debido a los espectáculos y las giras, pasas mucho tiempo sin poder acompañar a las crías, pero mi familia me ayuda”. “Tocar no da nada de dinero. Necesitas trabajar de otra cosa para mantener a tu familia”, relatan Qing y Dee Dee acerca de la conciliación con sus maternidades.
“Por supuesto hay otras bandas de punk en China que viven de su música. Bandas que tienen sus fans y sus consumidores. Hay muchas bandas bajo la categoría punk. Muchas bandas que ganan dinero y son comerciales se consideran punk a sí mismas. Tampoco les puedes decir que no lo son. Pero la mayoría de bandas del Reverb vienen del underground, hacen esto de corazón, aunque no ganan dinero. Ese es el núcleo del festival”, opina Fangzhou.
¿Qué son mil personas en una ciudad de más de 22 millones? Apenas un puntito en el mapa. Y aun así, siendo testigo de lo que ha ocurrido, uno tiene la sensación de estar ante algo enorme. Que desprende fuerza y energía que no se puede plasmar completamente a través de las palabras y arquitectura que exige un reportaje. Indudablemente se trata de la ocupación de un espacio de visibilidad pública para realizar los rituales que sostienen la existencia de un mundo cultural que tiene que andarse con cuidado a la hora de mostrarse demasiado.
Contra las formas de represión y censura, ya sea en Beijing, Barcelona o Madrid, siempre hay pequeños puntos en el mapa, células, más o menos visibles, más o menos secretas, que se revuelven en los márgenes y las fronteras reales y tangibles de la cultura. Y en eso los movimientos underground de hoy en día en China siguen siendo los mismos que cuando empezaron.