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Migración
Ondo Ondo: “Hay que evitar que los Servicios Sociales separen a migrantes pobres de sus hijos”
Ondo Ondo, migrante y activista panafricanista, acompaña desde hace unas semanas a una pareja de Gambia, solicitantes de asilo, amenazada por una trabajadora de Servicios Sociales de quitarle a sus mellizos por no tener un techo. La madre, que acababa de parir en el Hospital General de València, solicitó auxilio por redes sociales para evitar la separación forzosa. Ondo denuncia la práctica de Servicios Sociales de retirar a niños y niñas de familias vulnerables en lugar de ofrecer alternativas, y solicita a la sociedad que se movilice ante estas graves violaciones a los derechos humanos.
Pedro Ondo Ondo Angono, de pensamiento panafricanista, prefiere que le llamen Ondo, su nombre africano. Es politólogo pero se define a menudo como estudiante porque le gusta “aprender todos los días”. Lleva la lucha en la sangre: su abuelo peleó por la independencia de su país y actualmente su familia se encuentra en el exilio debido a su labor opositora al gobierno de Teodoro Obiang. Tras múltiples dificultades, en 2008 consiguió tramitar su protección de asilado político y desde entonces ha participado en diferentes experiencias organizativas de solidaridad con su pueblo y para mejorar la situación de la comunidad africana en el Estado Español.
El pasado 6 de abril, tras el conversatorio Menores, migrantes y Ley de Extranjería organizado en el espacio de promoción de la cultura africana United Minds (València), nos atendió para abordar el caso de la amenaza de Servicios Sociales de quitar sus hijos a una pareja de Gambia. El matrimonio —que ha preferido mantenerse en el anonimato—, varias organizaciones y activistas lanzaron un comunicado de denuncia para organizar la solidaridad y presionar para que esta práctica no vuelva a ocurrir.
¿Cuál ha sido tu trayectoria activista, primero en Guinea Ecuatorial y después como migrante?
Creo que llevo el activismo en la sangre, es algo genético. Mi abuelo Pedro Ondo fue uno de tantos patriotas que lucharon por la independencia de Guinea Ecuatorial, siendo encarcelado y torturado por los colonos en numerosas ocasiones. En los años 50, recibió una bala del Capitán Basilio Olaechea que le llevó a la muerte.
Mi padre lleva más de 20 años exiliado en otro país africano por luchar contra los 40 años de tiranía en el poder, una tiranía que además ha afectado a muchos de mis familiares. Mi hermana fue envenenada en un hospital el 8 de julio de 2006 y mi tía fue quemada viva junto con mi sobrino en 2008 en su casa. Falleció 24 horas después y a mi sobrino le tuvimos que evacuar a España al hospital La Paz de Madrid, amputándole partes de su cuerpo, una de las razones por la cual me vine a España acompañando a mi sobrino.
Desde los 7 años crecí en un ambiente hostil de persecución política. A nivel escolar tuve problemas con algunos profesores que eran y siguen siendo agentes del gobierno infiltrados en las aulas de clase. ¡Hasta curas que son agentes y llevan pistolas! A temprana edad, sobre todo en mi adolescencia, empecé a relacionarme con personajes de la oposición guineana de distintos colores políticos en la clandestinidad, actuando de intermediario entre mi padre y tío y los opositores. Aprendí de ellos a entender la importancia del interés común, los derechos, la libertad, la igualdad, y el respeto; ideas que caracterizan la esencia de la democracia.
Una vez en Madrid, mientras acompañaba a mi sobrino en el hospital, se me caducó el visado y comencé a tramitar el asilo político. Me lo negaron tras pasar un largo periodo de renovación de las tarjetas amarillas y rojas; hasta que hice el selectivo de un modo autodidacta y lo aprobé. Solicité una beca en la residencia universitaria “COLECOMA” que me quitaron al cabo de dos años tras su cierre. Desde entonces, trabajaba y estudiaba a la vez para sacarme la carrera y actualmente soy autónomo.
Estos dos momentos de mi vida, mi contexto familiar, el entorno académico de mi país y mi trayectoria en España han marcado parte de mi personalidad en lo relativo a mi activismo y como persona migrante.
¿Cómo te enteraste de que la pareja de Gambia buscaba auxilio?
Tengo un locutorio en el centro de València por las torres de Quart que frecuentan varias personas. El pasado 27 de marzo se me acercó una pareja de jóvenes negros, ella embarazada, acompañados por una conocida para exponerme su caso. Cuando lo hicieron, me sentí identificado. Quizás por eso lo tomé como si fuera propio y les acompañé al hospital junto con la chica que les trajo. Les dejé en el hospital porque al día siguiente tenía que viajar a Madrid.
Estando en la capital me llamó el esposo para anunciarme que su mujer había dado a luz unos mellizos. De vuelta a València el mismo día pasé por el Hospital General para visitarlos y aproveché para hablar con las enfermeras de la situación de la pareja. Ellas me remitieron a la trabajadora social y, solicité una cita para hablar con ella.
¿Puedes contarnos cómo fue el proceso de la amenaza de quitarles a sus hijos?
La familia habla inglés, así que yo actuaba en el hospital como intérprete —junto con mi pareja que es británica— y como acompañante. Cuando nos reunimos con la trabajadora social en el hospital nos expuso las posibilidades que había de acogida. Ya el primer día definió que la más objetiva, según ella, era entregar los niños a una familia bien estructurada con trabajo, casa y buena estabilidad económica si las otras opciones no prosperaban. Le dije que eso era quitarle los niños a los padres y entregarlos en adopción, y que lo sensato para mí era que la familia se mantuviese unida. Lo ideal es una acogida familiar, no sólo a los hijos.
Quedamos en que ella seguiría llamando y buscando solución al asunto. Al día siguiente le planteé la posibilidad, que previamente me habían comentado las enfermeras del hospital, de acudir a una residencia que se encuentra en el mismo Hospital General para atender a las familias vulnerables que sufren situaciones parecidas. Replicó que no había espacio y que había llamado a todas las posibles opciones en València, entre ellas distintas ONGs y casas de acogida. Que si llegase el médico a darles de alta a la familia sin una seguridad habitacional les quitarían los hijos por seguridad, amparándose en la ley de protección de menores, y que los padres se buscarían la vida. Intervine de nuevo alegando que era inaceptable porque ella estaba tergiversando la esencia de dicha ley.
¿Cómo se consiguió evitar la separación? ¿Dónde se encuentran actualmente la pareja y los gemelos y en qué condiciones?
Llegados a estos extremos por parte de la trabajadora social, que se amparaba en la ley para dar en adopción a los mellizos, pusimos en alerta por redes sociales a la comunidad africana y valenciana para denunciar la situación y buscar una solución al problema. Se pusieron en contacto conmigo varias personas que se sentían indignadas, entre ellas Aissatou.
Aissatou, que también es de Gambia, es la presidenta de la Asociación de Mujeres Africanas en Paterna. Vino al hospital para que le explicara el caso con detalles, y después de esta visita se reunió con la trabajadora social. Ella le manifestó de nuevo su intención de entregar a los niños en adopción por la vulnerabilidad de la familia al carecer de techo y medios económicos para criar a sus hijos.
Buscamos un modo de sacar a la familia del hospital sin que les pudieran quitar los niños. Le dijimos a la trabajadora social que Aissatou, al ser de Gambia y presidenta de una asociación, dispone de una habitación en su casa donde la pareja puede estar segura. Le cogió los datos a Aissatou como responsable de la pareja para que los Servicios Sociales estuviesen al tanto de todo lo sucedido.
De momento, la familia se encuentra en la casa de Aissatou a la espera de que la Cruz Roja les brinde una vivienda, pero siguen dependiendo de las ayudas que aporta la gente de manera desinteresada cuando hacemos llamamientos para apoyar a la familia con pañales, ropa, leche y medios económicos.
¿Es legal que Servicios Sociales separe a los gemelos de sus padres por ser pobres?
Ya he hecho mención al afán de la trabajadora social para intentar intimidarnos —a la familia y a mí— tergiversando el espíritu de la Ley sobre “protección jurídica del menor”. Dicha ley, en el artículo 2, habla de que “la concurrencia de circunstancias o carencias materiales se considera indicador de riesgo, pero nunca podrá desembocar en la separación del entorno familiar”. Con esto queda más que claro que la trabajadora social mentía. Servicios Sociales no debería quitar los hijos a migrantes pobres, a no ser que sean irresponsables o les maltraten. Teniendo en cuenta la situación familiar como solicitantes de asilo y estando en una situación de shock entre la carencia de los medios, el desconocimiento del idioma, con miedo y llevando pocos días en la ciudad después de haber tenido hijos prematuros, parece evidente que no es recomendable amenazarles con quitarles a sus hijos.
¿Conoces otros casos en los que estén ocurriendo separaciones forzosas?
Varias personas en situaciones parecidas se pusieron en contacto conmigo tras leer la llamada de auxilio o enterarse de la situación. Hubo gente africana que contactó conmigo por privado y me explicó cómo les habían quitado a sus hijos y los problemas de juicios que han tenido por culpa de trabajadores sociales en casi las mismas circunstancias.
Es un tema delicado, así que resulta complicado hablar con propiedad de experiencias que no he vivido directamente. Lo que sí sé con certeza tras indagar sobre el asunto, es que existe un movimiento llamado Marea Turquesa que lucha por recuperar a los niños tutelados por la Administración ya que “en el 90% de los casos son familias vulnerables o víctimas de violencia de género, que cuando van a pedir ayuda a los Servicios Sociales, en vez de ayudar, les quitan a los menores. Enmascaran la pobreza apartando a sus hijos de sus padres”.
Lo que le ha pasado a la pareja de Gambia no parece ser un caso aislado, sino una práctica habitual en la que amenaza y se quita a los niños en lugar de proponer alternativas.
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Esencial conocer estas realidad de abuso de poder y racismo institucional. Muy bueno, Carlos!