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Memoria histórica
Último adiós a Coral Pellicer, la hija del anarquista
Coral Pellicer Veloso fallecía el 30 de abril. Hija del anarquista José Pellicer, apodado ‘el Durruti valenciano’, conoció 20 años después del fusilamiento de su padre la existencia del manuscrito de Tilín, el cuento que el militante relató a su hija en su último encuentro antes de morir y que escribió para ella en la cárcel Modelo de Valencia.
El 30 de abril murió Coral Pellicer Veloso (Valencia, 27 de mayo de 1937), la hija del anarquista José Pellicer, apodado durante la Guerra Civil ‘el Durruti valenciano’. Con la muerte de Coral se cierra la historia de Tilín, el cuento que su padre escribió en la cárcel Modelo de Valencia poco antes de ser fusilado. Sabiendo su muerte segura —y con los precarios medios que tenía en la cárcel— Pellicer dejó a su hija una carta de despedida en forma de cuento, una historia de apenas seis páginas donde narra las aventuras de Tilín, una estrella que velaría por ella en su ausencia. Coral tenía solo cinco años cuando su padre fue fusilado el 8 de junio de 1942 en el campo de tiro de Paterna.
Nacida en 1937, los recuerdos que Coral tenía de su padre eran los de un país en guerra y los del patio de una cárcel. José Pellicer Gandía había nacido en Valencia en 1912, en el seno de una familia adinerada (su abuelo materno había fundado la bodega de vinos Vicente Gandía) y con 20 años ya militaba en la CNT. Hombre culto e inquieto, en un curso de esperanto conoció a la que sería su compañera y la madre de Coral, María de las Mercedes Veloso, que en los años 30 era una de las apenas 200 mujeres matriculadas en Medicina en España.
Al estallar la guerra, Pellicer, junto con otros compañeros anarquistas, organizaron una milicia, la Columna de Hierro, para pelear en el frente de Teruel y llevar la revolución agrícola y anarquista al interior de la Comunidad Valenciana. Con la derrota, Pellicer huye de Valencia con sus hermanos Vicente y Pedro hacia el puerto de Alicante. No queriendo separarse de su compañera, su hija y sus hermanos, será capturado por los franquistas.
En diciembre de 2019 tuve la oportunidad de entrevistar a Coral Pellicer y la emoción y la ternura eran evidentes cuando hablaba de su padre: “Era un hombre muy valiente, no quiso ningún trato de favor y por eso le atraparon”, recuerda Coral. Trasladado por los franquistas a Valencia, la madre de José puso en marcha las influencias de la familia para pedir la gracia para sus hijos, condenados a muerte por un tribunal militar. Pero solo la conseguiría para Vicente, el más joven de los tres, que apenas tenía 19 años, y fue internado en un campo de concentración.
José Pellicer pasó tres años, de 1939 a 1942, esperando la muerte en una celda. La última vez que Coral pudo verle, entró con su madre hasta el patio: “Me puse a correr buscando a mi padre, pero solo veía piernas. Pero me perdí y rompí a llorar. En ese momento, sentí la mayor sensación de amor y protección que he sentido nunca. Mi padre me atrapó por los hombros y me levantó hasta la altura de su cara: 'por qué lloras, chiquitina, si eres muy valiente', me dijo”. Ese último día, les permitieron ir a la celda de José y, sentada en sus rodillas, su padre le contó la historia de Tilín. Al salir, Coral rogaba a su padre que se fuera con ellas: “Nos acompañó hasta la puerta y yo le decía: papá ven, papá ven, y me respondió: no te preocupes que estarás con Tilín”. Fue su despedida.
Con su destino cerrado, Pellicer se mantuvo fiel a sus ideales hasta la muerte. Al igual que a su compañero de presidio, el sindicalista Joan Peiró, las autoridades del régimen trataron de convencerlo para colaborar con ellos a cambio de sacarle de la cárcel. Pero como dijo Peiró, “con la muerte me gano a mí mismo”. José fue fusilado en junio 1942 y Peiró un mes después.
“Mi madre respondió: Coral, tu padre está muerto”. Tenía siete años
Sin embargo, Coral le creyó vivo hasta varios años después. Nadie en su familia se atrevía a contárselo. Su madre le decía que le habían cambiado a Zaragoza y que por eso no podían ir a verle. Pero a Coral solo le movía estar con él, era pura cabezonería infantil: “Un día hasta me escapé. Fui a la estación de tren, pregunté cómo se iba a Zaragoza y me puse a seguir la vías”, recordaba Coral. En otra ocasión, el día de su cumpleaños, a Coral le regalaron unos bombones, así que propuso llevárselos a su padre a la cárcel: “Y mi madre respondió: Coral, tu padre está muerto”. Tenía siete años.
Desde muy pequeña, Coral tuvo que luchar para mantener con vida la memoria de su padre: “Me crié con mi abuela porque a mi madre la familia materna no la podían ni ver, la tenían atravesada”, señalaba. En una familia de burgueses, José había sido un “ingenuo” cuyo ideales le habían costado la vida. Durante el juicio militar que le condenó a muerte, la única persona de toda la familia que declaró a favor de José fue su abuelo, Vicente Gandía: “Mi padre le salvó la vida en la guerra. Los obreros no quisieron matarlo porque era el abuelo del jefe de la Columna de Hierro”. La familia solo pensaba en hacer de Coral, la hija de un vencido, una niña “presentable” para el nacionalcatolicismo.
Con cinco años, la mañana después de que fusilaran a su padre, Coral fue bautizada con el nombre de María, porque el que le había dado su padre no era cristiano: “Pero yo les perdono. Siempre cuidaron de mí y me dieron una magnífica educación para la época”, contaba Coral
Coral tampoco supo nada de la existencia del manuscrito que había escrito su padre en la cárcel hasta que tuvo 20 años. Para ella, Tilín era una historia oral, el cuento que su padre le contó la última vez que se vieron. Cuando la familia pudo recuperar el cuerpo de José y sus pertenencias (un privilegio en la muerte, por ser hijo de quien era) su hermano Vicente se quedó con el manuscrito, ocultándolo a su destinataria durante quince años. Quién sabe si para protegerla. Cuando, finalmente, Vicente se lo dio: “Lo leí y me emocioné mucho, porque el texto era exactamente igual a lo que me había contado mi padre”, contaba Coral.
“En ese momento, sentí la mayor sensación de amor y protección que he sentido nunca. Mi padre me atrapó por los hombros y me levantó hasta la altura de su cara: 'por qué lloras, chiquitina, si eres muy valiente', me dijo”
En la tumba que comparte con sus padres en el cementerio de Valencia, Coral había hecho grabar una frase que resume toda una vida de militancia anarquista: “Solo la acción tenaz en pro de la verdad ennoblece una vida”. El pasado sábado, frente a esa tumba, su hijo David puso para ella, por última vez, la canción “A las barricadas”.
Coral Pellicer Veloso murió de un infarto el 30 de abril de 2020, a los 82 años
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Que historia más triste pero también bonita y tierna. Siempre que leo este tipo de artículos sobre vidas rotas de gente buena y con un sentido muy elevado de la dignidad resultan ser, practicamente todos ell@s, anarquistas.