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Memoria histórica
Ensartan la cabeza de Franco en la estatua del Legionario en Madrid para denunciar el colonialismo
Ante las obras de arte de carácter urbano, situadas en la calle, que ensalzan un pasado cuestionable o pretenden reescribir la historia para hacerla aceptable solo caben dos respuestas desde la mirada crítica: su destrucción o intervenir sobre ellas para denunciar lo que significan y dotarlas de otros sentidos. Esto último es lo que ha hecho un grupo de activistas antirracistas en la mañana del 1 de enero de 2023, cuando han colocado una réplica de la cabeza de Franco sobre la bayoneta de la estatua del Legionario en Madrid, descubierta el 8 de noviembre por el alcalde, José Luis Martínez-Almeida, en un acto que terminó con elogios a Millán Astray, fundador de la Legión, de cuya muerte se cumplen hoy 69 años.
“No necesitamos destruir el objeto, aspiramos a cuestionar el símbolo. A diferencia de la suya, nuestra pieza no es una amenaza”, han explicado los activistas en un comunicado difundido a los medios con el texto que han leído tras la intervención sobre la estatua, concebida para no dañar la obra en bronce realizada por el escultor Salvador Amaya a partir de un boceto del ilustrador Augusto Ferrer-Dalmau. Sobre su intención al colocar la cabeza de Franco en el homenaje a la Legión, aseguran que se trata de un “diálogo efímero, que reflexiona sobre la violencia impuesta, histórica, sí, pero también presente y subyacente. No solo por la necesidad de fractura con el monumento de estilo neodecimonónico sino por el choque insoportable con nuestro actual corpus ideológico”.
En su acción han ensartado en la bayoneta de la estatua un busto de Franco realizado por el artista Eugenio Merino en silicona coloreada. El objetivo, contraponer presente y pasado, en materiales y contexto. “No hay secreto —recuerdan en el comunicado— en decir que la Legión en general y su fundador, Millán Astray, en particular, estuvieron directamente imbricados en el golpe de Estado contra un gobierno electo y constitucional y que, tras una guerra en la que contaron con el apoyo efectivo de fascistas italianos y nazis alemanes, devino en casi cuatro décadas de dictadura, miles de desplazados, miles de muertos, miles de represaliados”.
Y también apuntan a las atrocidades cometidas por la Legión en el Rif, con el uso de armas químicas contra la población, estableciendo algunos paralelismos con la actualidad: “Es un hecho que la onda expansiva de la violencia colonial donde se gestó el golpe de Estado se perpetúa hoy a través del racismo de Estado materializado en la valla de Melilla, en las redadas por perfil racial, en los ataques a centros de menores extranjeros o en el señalamiento a la población migrante y racializada. Es decir, se perpetúa sobre los y las descendientes de aquellos sujetos colonizados contra quienes se creó esta fuerza militar. Celebrar su origen es una ofensa, pensar que la historia son hechos aislados en el pasado sin conexión con el presente es una mentira, pues el relato colonial se sostiene, en parte, sobre la simbología que representan los nombres de plazas y calles, pero también las estatuas que dominan el espacio”.
La obra —cuyo carácter monumental discuten estos activistas— es una escultura en bronce que representa a un legionario veterano de la época fundacional de la Legión, 1920, ataviado con uniforme de la época y con una altura de 2,78 metros. La estatua está colocada sobre un pedestal de piezas de granito de tronco piramidal de base cuadrada con unas dimensiones de 1,48 por 1,48 metros en la parte superior y 2,26 por 2,26 metros en la parte inferior y una altura total de 3,52 metros. Fue financiada por la Fundación Museo del Ejército con aportaciones voluntarias de más de 700 personas y donada al Ayuntamiento de Madrid, que decidió ubicarla a pocos metros del monumento conmemorativo de la Constitución Española de 1978 y del Cuartel General del Estado Mayor de la Defensa.
Los activistas que hoy han intervenido sobre la estatua también cuestionan el procedimiento por el que la obra llegó a ocupar ese espacio público ya que consideran que no existió una discusión en el pleno municipal ni un concurso. “Nunca ha sido visto ni, por tanto, discutido ni aprobado por la Comisión de Calidad del Paisaje Urbano del Consistorio. Tampoco representa el sentir mayoritario de una ciudadanía contemporánea que se siente en su mayoría muy alejada de unas gestas que hoy nos producen menos admiración que espanto”. Por tanto, sarcásticamente señalan que lo que promovió Martínez-Almeida al presentar la obra fue una “reducción de los protocolos burocráticos para permitir la intervención popular en el espacio urbano, con la intención de crear un diálogo ciudadano, afín a la ideología liberal, pero demócrata que defiende su partido y que él mismo representa”.
Y esa intervención popular, argumentan, es lo que han llevado a cabo para recordar “la dignidad de las víctimas, por quienes nunca pudieron levantar monumentos que contasen su parte de la Historia, por los pueblos oprimidos, por las gentes perseguidas, silenciadas, represaliadas, expulsadas, torturadas, asesinadas…”. De vida breve, también anuncian que su acción desaparecerá al poco de su nacimiento.
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¿Y para cuándo ensartan la estatua del legionario en el basurero?
Buena acción antifascista, aunque simbólica, pero efectiva. Muy bien pensada. Abajo el fascismo!
jajaja ingeniosa protesta. Me parece muy acertado no destruir, como hacen los violentos, sino reconstruir el monumento. Enhorabuena por la acción y que dejen ahí la cabeza hasta que la quite Almeida.