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Medios de comunicación
La auditoría de la BBC sobre su cobertura económica: los clichés que impiden un debate equilibrado
Es poco común que los medios de comunicación hagan auditorías para analizar su cobertura, y mucho menos en una cuestión técnica como la economía. Es precisamente lo que ha hecho la BBC a principios de este año, revelando sesgos clave que distorsionan la esfera pública. Y no hablamos aquí de los ejemplos más burdos. En el verano de 2020, el informativo matinal narraba las medidas de relanzamiento económico con una pequeña animación que incluía al entonces Ministro de Economía, y hoy Primer Ministro, Rishi Sunak. El problema con este segmento animado es que Sunak aparecía vestido como Superman, usando sus poderes para rescatar a los británicos de a pie. Una más en el sesgo contra políticos y movimientos progresistas que muestran los programas informativos británicos.
Sin embargo, de lo que habla el informe de 2023 es de algo más sutil: cómo la cobertura económica aparentemente neutral inclina también la balanza al lado conservador. Y esto es importante, porque en la economía no existen las verdades absolutas.
Aunque la disciplina tiene métodos para validar conclusiones, no se trata de una ciencia al uso. La economía es una disciplina de la familia de las ciencias sociales, con pluralidad teórica (desde los austriacos hasta los marxistas), y dificultad para replicar resultados en verdaderos laboratorios. En los últimos años, algunos enfoques como los RCTs (ensayos aleatorios controlados) han importado métodos de la psicología y la medicina para testear hipótesis económicas. Un Nobel reciente, el de Card (compartido con Imbens y Angrist), también premiaba el uso de experimentos naturales en la economía. Quién sabe si el continuo avance de la computación permitirá modelos todavía más sofisticados de testeo. Por el momento, lo que tenemos son certezas más o menos compartidas que vamos ajustando a los grandes vaivenes, desde crisis financieras hasta periodos de inflación.
Cuando un periodista repite las palabras de un economista “experto”, sin contextualizar sesgos de partida o preguntarse si existe alternativa, el debate público se resiente
¿Por qué es importante auditar los clichés económicos? Cuando un periodista repite las palabras de un economista “experto”, sin contextualizar sesgos de partida o preguntarse si existe alternativa, el debate público se resiente. Y esto se aplica por igual cuando el Estado interviene, que cuando el Estado adopta una postura laissez faire. Si se propone rescatar sin condiciones a entidades en crisis, una medida hoy habitual, habrá que justificar por qué esa intervención es imprescindible y la alternativa indeseable. Si se propone recortar una ayuda social, habrá también que considerar sus efectos sobre el aumento de la pobreza y la reducción de la demanda agregada. La pluralidad de perspectivas no puede alargar programas de TV y radio indefinidamente, pero sí subrayar que no existe solución universal. Prácticamente todas las decisiones económicas son también políticas. Es decir, son cuestiones de parte, con diferentes efectos distributivos.
Sobre todo, la economía no es ajena al resto de cambios sociales y culturales. Como han tratado los investigadores asociados al FMI Cherif, Hasanov y Engher, las narrativas sobre crecimiento económico han cambiado desde finales de siglo. Lo que se conoce como miradas estructurales, que prestan atención a la composición sectorial y aspectos como la política industrial, han perdido peso frente a miradas liberales o del Consenso de Washington, sobre todo en occidente. Es decir, que lo más importante son los derechos de propiedad y un sistema libre de precios, favoreciendo la privatización y apertura de mercados en todos los ámbitos socioeconómicos. Poco importa que los grandes ejemplos históricos de desarrollo económico se hayan basado en sistemas mixtos, con un grado equilibrado de emprendimiento público y planificación privada. Sin que se trate de una conspiración, la popularización de miradas liberales por parte de académicos y think tanks ha logrado instalar ciertos clichés económicos en el debate público. Muchos de estos sesgos aparecen en la auditoría de la BBC, que repasamos a continuación.
Desmontando los sesgos económicos de nuestros medios de comunicación
En abril de 2022, el consejo de la BBC encomendó a Michael Blastland y Andrew Dilnot, veteranos reporteros económicos, estudiar el enfoque temático de la cobertura sobre impuestos, gasto, y deuda pública. Su método consistió en decenas de entrevistas con periodistas y redactores, dentro y fuera de la BBC, para entender su imparcialidad frente a los temas identificados. No se centraron exclusivamente en ejemplos de censura, sino también en ocasiones perdidas para ampliar el debate. El informe responde al mandato público de la BBC: informar de manera apartidista, que no apolítica. Como otros servicios de radiotelevisión estatal, su regulación reconoce la imposibilidad de neutralidad ideológica, pero busca que la cobertura rigurosa y diversa de historias y voces ayuden a todo el público a verse representando.
Con estos principios como guía, los autores del informe encuentran elementos de parcialidad generalizada. Estos casos también abundan en los medios españoles. Por ejemplo, la tendencia a que los periodistas expresen que “el gobierno tendrá que… [recortar, bajar el déficit, etc.]”. Es decir, un imperativo indirecto que sugiere una obligación incontestable. Por ejemplo, tanto en Reino Unido como en la Unión Europea las reglas de déficit y gasto público son decisiones políticas y, por tanto, negociables. Las reglas actuales han estado sujetas a modificaciones, como vimos con su relajación durante la pandemia. Pero a menudo en los medios se habla de que “habrá que ajustar el gasto” sin detallar el carácter arbitrario de muchas reglas.
El informe reconoce también una tendencia general a priorizar asuntos económicos que preocupan a ciertos partidos políticos, pero que quizá conciernen solo a una minoría
Igualmente, el informe reconoce también una tendencia general a priorizar asuntos económicos que preocupan a ciertos partidos políticos, pero que quizá conciernen solo a una minoría. Por contra, hay asuntos que afectan a muchos ciudadanos que reciben menor cobertura. Por defecto, es habitual que copen portadas rebajas o subidas de impuestos que afectan a minorías muy acomodadas, inferiores al 10% o al 5% de la población. Pero es menos común que en las tertulias se dedique el mismo tiempo a cuestiones como la externalización de servicios públicos esenciales, el alto coste de los alquileres, o el estancamiento salarial.
¿Cuáles son los conceptos sesgados que identifican Blastland y Dilnot? En este caso, se centran en la deuda pública. Buscando el clic y la reacción, es habitual que los periodistas enfaticen las “cifras récord” de billones de libras o euros de deuda pública cuando salen estadísticas. Pero, muchas veces, se olvida completar la información con varios elementos. En primer lugar, la generalización de niveles de deuda pública elevados en muchos países occidentales. Tras la crisis financiera y la pandemia, el endeudamiento estatal ha aumentado enormemente, en parte por los estabilizadores automáticos (desempleo, ERTE, etc.) y en parte por ayudas específicas destinadas a salvaguardar y reactivar la economía. ¿Cuál era la alternativa, especialmente en el caso de la pandemia, a no sostener el empleo privado hasta la reapertura económica? Seguramente, un paro masivo y una larga recuperación que habría sido todavía más costosa a largo plazo.
Por otro lado, expresar la deuda en términos absolutos o relativos cambia la historia: al mostrarla como % del PIB, podemos ver el peso total sobre el resto de la economía. Es normal que la deuda crezca en términos absolutos si el PIB crece en términos absolutos. Es más, si invertimos correctamente, es posible crecer y pagar la deuda como proporción del PIB, ¡mientras sigue aumentando el número absoluto! Es una relación matemática sencilla. Y, finalmente, aunque la deuda pública no debe ser ignorada, su relación con el crecimiento no sigue una regla de oro. La capacidad del Estado para endeudarse es muy diferente a la de las familias, sobre todo si éste posee divisa soberana: Japón ahora mismo supera el 250% de deuda pública respecto al PIB. Como nos cuenta Eichengreen, una deuda pública bien gestionada ha sido clave para el desarrollo económico.
Comparar las familias u hogares con los Estados es una de las falacias económicas más comunes
Y es que este otro sesgo, el de comparar las familias u hogares con los Estados, es una de las falacias económicas más comunes. Al contrario que nosotros, el Estado ni se jubila, ni muere, ni suele necesitar pagar sus deudas completamente. En 2015, Reino Unido terminó de pagar intereses por un crédito que se remontaba a una crisis especulativa de 1720. Pese a arrastrar una deuda desde hace tres siglos, la solvencia del Banco de Inglaterra apenas se ha puesto en duda. Evidentemente, esta es una confianza crediticia fuera del alcance de un ciudadano normal.
Hacia una polarización sana del debate económico
El informe incluye otras notas, que reflejan un debate necesario en nuestras organizaciones de medios. ¿Cómo podemos transmitir un mensaje honesto sobre temas que pueden ser técnicos, pero al mismo tiempo vitales para la mayoría? Para los autores, es clave que los periodistas encargados cuenten con la formación y recursos para poder expandir el contexto en torno a cuestiones económicas. Igualmente, los periodistas necesitan también el respaldo de sus organizaciones. En lugar de aceptar acríticamente afirmaciones como “bajar impuestos contribuye a la inversión”, los reporteros deberían sentirse capacitados para repreguntar y cuestionar.
Cuando se afirme que “el salario mínimo aumenta el desempleo”, los medios deberían también tener confianza para sugerir estudios alternativos donde no se aprecian efectos negativos
Cuando se afirme que “el salario mínimo aumenta el desempleo”, los medios deberían también tener confianza para sugerir estudios alternativos donde no se aprecian efectos negativos. Y esto debería suceder sea quien sea la fuente: que lo diga el Banco de España, no significa que esté exento de distorsiones ideológicas o metodológicas. Lo mismo podría aplicarse a otros temas polémicos como los controles del alquiler, la gestión pública de monopolios naturales (energía, transporte, etc.), o la utilidad de la banca pública.
Se lamenta mucho la polarización política actual, pero en algunos temas económicos los debates están perjudicialmente anclados en el consenso. Ha llevado meses de trabajo paciente de economistas como Isabella Weber para desmontar la versión oficial sobre la inflación. Es decir, que no se trata (exclusivamente) de una cuestión de demanda, sino que está empujada por los beneficios empresariales y otros factores como la ausencia de competición en sectores estratégicos. Y todavía hoy hay medios que acríticamente culpan a los salarios de las subidas de precios, cuando las últimas décadas en nuestro país han visto un intenso estancamiento salarial. Estos mismos medios prestan menos atención a los beneficios récord. Este y otros casos confirman que, en el terreno económico, enriquecer y polarizar el debate no puede sino beneficiar a la madurez de nuestra esfera pública.