We can't find the internet
Attempting to reconnect
Something went wrong!
Hang in there while we get back on track
Perú
Un día en el rebelde lago Titicaca
Ana Choque de 51 años, campesina e indígena de la zona de Puno, abraza a su hijo Jaime de 26 años que parte a la manifestación en Lima del jueves 19 de enero. Veo como los ojos de la señora están húmedos. El bus acelera entre vítores de la muchedumbre ¿Volverá su hijo a casa?
*
Los primeros rayos de sol caen sobre el lago Titicaca, cuna de los incas. La parte peruana es el foco de los conflictos sociales contra el gobierno central de Lima. Desde la destitución del ex Presidente Pedro Castillo en diciembre, cuando intentó destituir al Congreso y gobernar por decreto, más de 55 personas han muerto en protestas. Los manifestantes exigen la dimisión de la presidenta interina, Dina Boluarte, y una nueva Constitución.
Por la mañana, William Colque me recoge en la frontera boliviana. Desde que el paro se ha adueñado de las carreteras del sur de Perú, se dedica a recoger en la frontera a los viajeros de Yunguyo que quieren seguir hasta Puno en barco. Todas las carreteras están bloqueadas y se pueden tardar días en cubrir una distancia que normalmente se recorre en dos horas en coche. Me cuenta que en el propio Yunguyo, la autoproclamada capital de la cultura ayamara, todos los barrios están bloqueados. Pasamos junto a uno custodiado por unos cinco vecinos. “Me conocen, así que me dejan pasar”, explica. Me deja junto al barco, donde la vendedora me cobra 70 soles por el billete, y conduce de vuelta a la frontera.
Perú
Perú La marcha de las provincias
En la orilla del lago veo a dos jóvenes hablando y también esperando a que salga el barco para Puno. “Mi padre está en el paro, también va a Lima esta noche para protestar contra el gobierno”, dice uno de ellos. “Al principio había muchos voluntarios que querían ir a Lima, pero ya ha habido 50 muertos; hasta yo tengo miedo”, responde el otro. La conversación se ve interrumpida por una llamada de su madre.
El jueves 19 de enero de 2023, marchas de protesta de todo el país contra el actual gobierno se reúnen en una gran manifestación en Lima. De algunas comunidades sólo irán las llamadas autoridades comunales, de otros se espera un representante por hogar. Finalmente, con un retraso de dos horas y media, partimos justo antes del mediodía.
El barco rompe el silencio del lago navegable más alto del mundo. Converso con un grupo de pasajeros locales, que hablan mitad español y mitad aymara, sobre el posible resultado de las movilizaciones. Luciano Mamani, que se dirige a su trabajo en Puno, comenta que las protestas sólo provienen del sur del país. Sin embargo, para derrocar al gobierno o al congreso, o para cambiar la constitución, el norte también tendría que unirse, afirma.
Otro pasajero de la ciudad norteña de Trujillo, que viaja transportando mercaderías, explica: “Mi hermano me ha dicho que allí (en el norte del país) todo está tranquilo, ya sabes, allí apoyan a Keiko”. Keiko Fujimori, hija del ex dictador encarcelado Alberto Fujimori, líder de la oposición conservadora que perdió las elecciones de 2021 frente a Pedro Castillo por la diferencia de 0,4% de los votos, sigue siendo una de las personas contra las que se dirigen las protestas.
Pregunto a dos de ellas el motivo de la congregación. “Nos despedimos de los que se manifestarán en Lima, ¡quién sabe si volverán todos!”
Tras cinco horas de viaje, finalmente llegamos al puerto de Puno. A diferencia de lo habitual, no hay turistas de camino a las islas Uros, una atracción local. Algunos barqueros ofrecen visitas guiadas por menos de la mitad del precio normal. El paro ha afectado duramente al sector turístico, que aún no se había recuperado de los efectos de la pandemia.
Perú
Perú “La única fuerza que tiene Dina Boluarte es la fuerza de la represión”
Un barquero me mira irritado cuando le pregunto por la oficina de inmigración y me explica: “Es la puerta de allá, se suponía que abrirían a las cinco de la tarde, son casi las seis y todavía no han venido. Así es como funciona aquí con las autoridades estatales, y también da mala imagen al turismo. Si no nos proporcionan lo mínimo, por supuesto que habrá paro”.
Los graves perjuicios económicos causados por el paro no impiden que este barquero y sus compañeros presentes le apoyen y se sumen a las protestas. Me despido del barquero y aprovecho el tiempo de espera para visitar el muelle técnicamente como inmigrante ilegal.
*
La situación es algo desoladora. A pesar de cierta normalidad con familias paseando y algún restaurante de pescado abierto, de la inmensa cantidad de locales para los turistas y viajeros la mayoría están cerrados. Muchos tienen carteles apoyando el paro que los perjudica. “Viva el Paro”, “Cierre del Congreso”, “Nuevas elecciones” o “Dina Asesina”, en referencia a Dina Boluarte, actual presidenta interina expresan estos carteles sobre los locales de artesanías y restaurantes cerrados. Finalmente, veo llegar a los agentes fronterizos. Me doy prisa, porque tengo menos de dos horas hasta el toque de queda, que empieza a las ocho de la tarde.
Inmediatamente después, salgo de la zona portuaria en un llamado torito, un mototaxi cuyo parabrisas está muy rayado. “Mira lo que le han hecho a mi ventanilla”, protesta el conductor. Al mismo tiempo me confiesa: “Espero que la situación se calme pronto, el presidente tiene que dimitir”. Nos acercamos a una gran avenida donde el tráfico se ha detenido. Hay una manifestación con banderas rojiblancas peruanas y negras en memoria de las víctimas de las protestas. Le pago cuatro soles y me bajo a ver la manifestación.
“¡El pueblo unido jamás será vencido!”, oigo los gritos de mujeres con sombreros anchos mientras me acerco. Todos miran en la misma dirección, esperando a que se acerquen unos autobuses que se van acercando. Pregunto a dos de ellas el motivo de la congregación. “Nos despedimos de los que se manifestarán en Lima, ¡quién sabe si volverán todos!”. En poco más de un día deberían llegar a Lima. Por detrás, un hombre grita: “¡Dina asesina!”. Los vehículos se acercan, los vítores de alrededor de tres mil personas aumentan. Desde los buses salen cajas y chullos, sombreros andinos, para recaudar aportes para sufragar el viaje. Hombres y mujeres con mirada decidida saludan a la multitud desde los autobuses. Los padres y madres se acercan y abrazan a sus hijos e hijas. Ya son más de las ocho. Las calles siguen abarrotadas. El autobús acelera. Yo también levanto la mano y me despido.
¿Volverán todos?