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Pueblos originarios
Un mensaje de vida en medio de los desafíos del covid-19
En 1995, se llevó a cabo la IV Conferencia Mundial sobre la Mujer en Beijing. Un punto de inflexión para la agenda mundial de igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres.
Nunca antes, una conferencia mundial había alcanzado un nivel de movilización y acción tan importante. Más de 50.000 delegadas y delegados comprometidos con la igualdad, el desarrollo y la paz. El movimiento de mujeres logró romper con todos los esquemas y construir formas diferentes de organización a nivel internacional, entre Estados y con otros movimientos sociales. Esto explica el lema bajo el cual asistió América Latina y el Caribe: “Beijing: algo más que palabras”.
Mientras se llevaba a cabo esta Conferencia mundial , amplias reflexiones regionales y locales entre organizaciones de mujeres se desarrollaban de manera paralela. La conservación de los recursos naturales, la contribución de los pueblos indígenas al desarrollo sostenible y el rol de las mujeres en el cuidado y la conservación de la biodiversidad se encontraban en el centro de las discusiones políticas y económicas internacionales.
Una de esas reflexiones fue plasmada en el artículo “Mujeres Indígenas en el Escenario: Analizando la Conferencia de Beijing desde Abajo”, que escribí en 1998, en el que buscaba reconectar la Declaración y Plataforma de Acción de Beijín con la praxis de las mujeres amazónicas y analizar los vínculos explicativos y críticos entre los discursos locales, regionales e internacionales de las mujeres amazónicas y el desarrollo sostenible.
La crisis del covid-19 constituye una de las mayores amenazas a las formas de vida de los pueblos indígenas de la Amazonía. Los datos revelan una situación muy crítica que amenaza la supervivencia de 238 pueblos amazónicos, principalmente aquellos en aislamiento voluntario
26 años después de adopción de la Declaración y Plataforma de Acción de Beijing, la protección y el pleno disfrute de los derechos humanos de las mujeres y niñas, y en particular de las pertenecientes a pueblos indígenas amazónicos, enfrentan aún enormes barreras a causa de la persistencia de las desigualdades e injusticias estructurales, atizadas ahora por el embate de la pandemia de covid-19.
Los efectos de la pandemia del covid-19 en los pueblos y territorios indígenas amazónicos
La Amazonía integra un extenso territorio de cerca de 7,5 millones de km que atraviesa ocho países de América del Sur y alberga más de 35 millones de personas. De ellas, cerca de 2,5 millones pertenecen a pueblos indígenas, organizadas en más de 400 pueblos amazónicos, con más de 300 lenguas ancestrales.
La crisis del covid-19 constituye una de las mayores amenazas a las formas de vida de los pueblos indígenas de la Amazonía. De acuerdo al último reporte de la Coordinadora de las Organizaciones Indígenas de la Cuenca Amazónica –COICA– y de la Red Eclesial Panamazónica –REPAM–, ya en noviembre del año pasado, se contabilizaban más de 73.000 indígenas amazónicos contagiados y más de 2.100 fallecidos. Estos datos revelan una situación muy crítica que amenaza la supervivencia de 238 pueblos amazónicos, principalmente aquellos en aislamiento voluntario. Un ejemplo de ello es el pueblo Juma, del Brasil. Según un reciente informe conjunto de Fondo para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (FILAC) y del Foro Indígena de Abya Yala (FIAY), en febrero de 2021, falleció por covid-19 Amoim Aruká, el último miembro de este pueblo, perdiéndose con él la riqueza lingüística, cultural y espiritual de todo un pueblo, que hasta hace sólo 50 años contaba con unas 15.000 personas.
Como ha sostenido el coordinador general de la COICA, Gregorio Mirabal, “el coronavirus es la catástrofe más grande para los pueblos originarios de la Amazonía en los últimos 100 años”. Sin embargo, al coronavirus hay que entenderlo como una pandemia dentro de otras tan graves para los pueblos indígenas como el extractivismo, la contaminación, los conflictos por invasión de tierras y los incendios forestales, que son los causantes de la pérdida de los medios de vida, la inseguridad alimentaria, la alienación cultural, el desplazamiento forzado, el empobrecimiento crónico y finalmente de la desaparición de los pueblos ancestrales del Amazonas.
En efecto, a pesar de la pandemia, las actividades extractivas, la deforestación, los conflictos ambientales no se han detenido. Al contrario, la continuidad de estas actividades han sido factores que incrementan los riesgos de propagación del covid-19, ponen en riesgo las medidas de aislamiento que han adoptado las propias comunidades amazónicas y han propiciado incluso enfrentamientos con la fuerza pública.
En este sentido, el covid-19 debe ser entendido como una sindemia, es decir, como la interacción tanto de factores biológicos como sociales que coinciden y se potencian durante una emergencia sanitaria, y que afectan desproporcionadamente a los grupos socialmente más desfavorecidos, agravando su situación de vulnerabilidad, pobreza y exclusión.
Partiendo de esta noción, los pueblos amazónicos presentaban condiciones muy precarias para enfrentar adecuadamente la emergencia sanitaria. Los pueblos indígenas en general tienen tres veces más probabilidades de encontrarse en situaciones de extrema pobreza y una brecha de esperanza de vida de hasta 20 años con respeto a la población no indígena.
Como ha sostenido el coordinador general de la COICA, Gregorio Mirabal, “el coronavirus es la catástrofe más grande para los pueblos originarios de la Amazonía en los últimos 100 años”
Esta es una pobreza que, además, tiene rostro de mujer. El 7% de las mujeres indígenas viven con menos de 1.90 dólares diarios y más del 85% vive de la economía informal. A esta situación de particular vulnerabilidad de las mujeres y niñas indígenas a la pobreza se suma una persistente discriminación salarial y bajos niveles de escolarización. El salario de las mujeres indígenas está 31% por debajo de otros trabajadores y mientras solo 1 de cada 10 niñas indígenas termina la escuela secundaria en América Latina, su proporción de trabajo infantil es 8 veces más alta. Esta realidad es mucho más crítica para las mujeres y niñas amazónicas.
Por otro lado, la creciente deforestación de los bosques amazónicos ha generado la pérdida progresiva de territorios ancestrales, homicidios y desplazamiento forzado de los pueblos originarios y la propagación de nuevas enfermedades. Durante 2020 fueron devastados cerca de 8.500 kilómetros cuadrados en la Amazonía que corresponde al Brasil (EFE), una extensión que equivale a casi 11 veces el tamaño de la ciudad de Nueva York. La deforestación ha sido una de las principales causas de 63 mil focos de incendios que se registraron en 2020, el número más alto en los últimos 13 años (INPE, 2020). Esta nueva ola de incendios y gigantescas humaredas incrementan además el resigo de los pueblos amazónicos a sufrir afecciones respiratorias, volviéndolos más vulnerables aun a padecer severos casos de covid-19.
En medio de este escenario crítico para la Amazonía, es preciso destacar la resiliencia, liderazgo y la fuerza de las mujeres amazónicas, quienes han dado ejemplo de su capacidad de organización comunitaria, trabajo colectivo y conservación de la vida
Estos problemas estructurales que afectan los derechos fundamentales de los pueblos amazónicos están acompañados de la histórica ausencia o limitada presencia del Estado, y la falta de políticas públicas cultural y ambientalmente adaptadas. En muchos casos, la falta de atención, diálogo y coordinación entre el Estado y los pueblos indígenas amazónicos pone en grave riesgo su existencia, como se observa a partir de los nuevas tensiones originadas por las medidas de emergencia impuestas a través de decretos de Estado de excepción en varios países amazónicos. Esas medidas han obligado a los pueblos indígenas en general, pero principalmente a los pueblos amazónicos, a desplazarse a los centros urbanos para reclamar por sus derechos y demandar acceso a los servicios de salud. Esta situación se desprende una débil infraestructura de atención integral de salud –sin contar con un casi inexistente acceso a pruebas y a vacunas contra covid-19– y en general la falta de servicios de salud culturalmente adaptados. Todo lo anterior explica el riesgo de una mayor exposición y propagación del covid-19 entre los pueblos originarios del Amazonas y de su supervivencia colectiva, a pesar de los esfuerzos que los propios pueblos indígenas están haciendo para enfrentar la pandemia.
Mujeres amazónicas pioneras milenarias en el cuidado de la vida
En medio de este escenario crítico para la Amazonía, es preciso destacar la resiliencia, liderazgo y la fuerza de las mujeres amazónicas, quienes han dado ejemplo de su capacidad de organización comunitaria, trabajo colectivo y conservación de la vida, en general.
Las respuestas de las mujeres amazónicas en establecer respuestas comunitarias, sistemas de provisión de alimentos, salud comunitaria, protocolos de auto cuidado, deben ser estudiados con gran detenimiento. Podríamos sorprendernos y encontrar respuestas reveladoras en el momento de pensar en ejemplos de resiliencia y respuestas comunicativas a la pandemia. Hay varios ejemplos que ya han sido documentados, pero se requiere un trabajo más sistemático.
La realidad es que el equilibrio de nuestro planeta depende en gran medida, de la salud de la Amazonía. Se trata del mayor bosque tropical del mundo. En solo dos hectáreas se pueden encontrar más variedades de árboles que en toda América del Norte y en uno de sus árboles puede encontrarse tantas especies de hormigas como en todo el Reino Unido. La Amazonía acoge a más de 2,3 mil especies de peces –más que en todo el Océano Atlántico– y atesora una sexta parte del agua dulce del planeta. La mega diversidad de la Amazonía puede ser la repisa a muchas preguntas de la ciencia con aplicaciones vitales para la medicina, la seguridad alimentaria o el combate al cambio climático.
Las mujeres amazónicas son quienes mejor saben cómo cuidar la Amazonía, cómo protegerla. Son quienes mejor expresan el carácter relacional de los seres humanos y de la naturaleza en el “buen vivir”
Las mujeres amazónicas son quienes mejor saben cómo cuidar la Amazonía, cómo protegerla. Son quienes mejor expresan el carácter relacional de los seres humanos y de la naturaleza en el “buen vivir”. Este concepto, entendido como el vivir en armonía con todos los humanos y con la naturaleza. En esta filosofía, no hay excluyentes ni excluidos y cada pueblo, colectivo, país o comunidad puede. Construir su propio proyecto de vida con una sola condición: no sobrepasar los límites de la naturaleza, o comprometer los derechos de las futuras generaciones ni afectar los derechos humanos de los demás. En esta cosmovisión ocupa un lugar central las relaciones entre el agua, el territorio y la naturaleza, la vida comunitaria y la cultura. Durante milenios han conservado y fortalecido las relaciones humanas de reciprocidad y solidaridad, el sentido comunitario y de servicio, la igualdad y la organización.
Es tan crucial el legado milenario de las mujeres en el cuidado de nuestro planeta que, de acuerdo a la sabiduría de los pueblos indígenas, la Madre Tierra tiene rostro femenino. Por ello, las mujeres amazónicas son las principales guardianas del planeta y representan una fuerza especial para combatir la crisis climática. Ellas son generalmente las primeras en responder al manejo sostenible de la diversidad biológica de nuestro planeta. Desde recoger agua para sus comunidades y buscar comida en los ríos y arrecifes hasta garantizar la seguridad alimentaria. Este manejo tradicional de lo que la naturaleza ofrece ha inspirado lo que hoy conocemos como manejo sostenible.
El pensamiento de las mujeres amazónicas ofrece una visión integradora y privilegiada de la realidad, capaz de comprender las múltiples conexiones existentes y promover cambios holísticos de alto impacto ante las crisis actuales y los desafíos globales a futuro. Esta cosmovisión y riqueza cultural nos provee la oportunidad de aprender de las mujeres amazónicas, de la sabiduría y tecnología de sus antepasados, para avanzar hacia formas sostenibles de desarrollo. Varios avances en esa dirección ya se han dado. Por ejemplo, expertos concuerdan que utilizando la ciencia y las tecnologías avanzadas sobre la base de visiones ancestrales se puede avanzar hacia una bioeconomía innovadora de bosques en pie y de ríos que fluyen, lo que permitiría ayudar a salvar los bosques amazónicos, proteger los ecosistemas y a los pueblos indígenas de la Amazonía, y al mismo tiempo promover economías sostenibles. Y con impacto en la reducción de la pobreza.
La presente crisis es una alarma que nos llama a replantearnos de forma urgente nuestra forma de aproximarnos a la relación entre seres humanos, Madre Tierra y economía. Nuestro futuro depende de reconstruir mejor esta relación
Asimismo, en febrero de 2020, el Papa Francisco en su exhortación Querida Amazonía lanzó un llamado a la comunidad internacional a transformar su forma de relacionamiento social y con la naturaleza en base a la cosmovisión de los pueblos amazónicos:
“[…] Junto a los pueblos amazónicos y a su horizonte del ‘buen vivir’, llamarnos a una conversión ecológica individual y comunitaria que salvaguarde una ecología integral y un modelo de desarrollo en donde los criterios comerciales no estén por encima de los medioambientales y de los derechos humanos. Deseamos sostener una cultura de paz y respeto ― no de violencia y atropello ― y una economía centrada en la persona que además cuide de la naturaleza. Por lo tanto, proponemos generar alternativas de desarrollo ecológico integral desde las cosmovisiones que sean construidas con las comunidades, rescatando la sabiduría ancestral. Apoyamos proyectos que proponen una economía solidaria y sostenible, circular y ecológica, a nivel local e internacional, a nivel de investigación y en el campo de acción, en los sectores formales e informales […]”.
Con el embate de la pandemia, el exhorto a la comunidad internacional a cambiar de paradigma de desarrollo para evitar una catástrofe climática y un colapso civilizatorio ha retomado mayor relevancia. Existe un amplio acuerdo global de que no podemos volver a lo mismo de siempre. La presente crisis es una alarma que nos llama a replantearnos de forma urgente nuestra forma de aproximarnos a la relación entre seres humanos, Madre Tierra y economía. Nuestro futuro depende de reconstruir mejor esta relación. Tenemos la oportunidad de crear un mundo más sostenible, más resiliente. Un mundo libre de desigualdades e injusticias.
El Foro Generación Igualdad: una oportunidad para empoderar a las mujeres y niñas indígenas del Amazonas
En la presente coyuntura, las respuestas multilaterales son más necesarias que nunca. Una de las iniciativas más relevantes en este aspecto es el Foro Generación Igualdad, cuya reunión inaugural se celebró en la Ciudad de México a finales de marzo y se cerrará en París, Francia, a fines de este mes y principios de julio. Este Foro es un espacio de reencuentro y de reafirmación política de los acuerdos alcanzados en la IV Conferencia de la Mujer de Beijín. Es una oportunidad única para cambiar permanentemente nuestra sociedad y consolidar la igualdad de género como un componente vital de los esfuerzos de recuperación tras la pandemia. Al reunir a movimientos de mujeres, gobiernos, sociedad civil, sector privado y organizaciones de jóvenes en un mecanismo de diseño y monitoreo conjunto de objetivos y compromisos, el Foro representa una plataforma innovadora de acción colectiva para subsanar las brechas en la implementación de la Declaración y Plan de Acción de Beijín Así como la aplicación de resoluciones de la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer, la resolución 49/7, de 11 de marzo de 2005, titulada “Las mujeres indígenas más allá del examen decenal de la Declaración y la Plataforma de Acción de Beijing”, y 56/4, de 9 de marzo de 2012: “Las mujeres indígenas: agentes claves para la erradicación de la pobreza y el hambre”; (A/74/475, para. 24)
El Foro presenta asimismo una gran oportunidad para avanzar en el reconocimiento de las mujeres y niñas amazónicas como agentes transformadoras, con la capacidad de contribuir al desarrollo sostenible, a la regeneración de los ecosistemas, a la conservación y preservación de la biodiversidad y los recursos naturales, y, a la recuperación equitativa post covid-19, sobre la base de su cosmovisión, sabiduría, espiritualidad, conocimientos, innovaciones y prácticas. Para ello, el Foro Generación Igualdad debe generar nuevos compromisos para superar las barreras estructurales que impiden el pleno goce de los derechos políticos, civiles, económicos, sociales, culturales y el derecho al desarrollo de las mujeres y niñas amazónicas. Las principales líneas de acción en este sentido han sido recogidas en la Declaración Mundial de las Mujeres Indígenas para el Foro Generación Igualdad, cuyos principales elementos resumo a continuación:
- Avanzar en la ratificación de todos los instrumentos legales de derechos humanos e implementar eficazmente la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas a nivel nacional, priorizando recursos técnicos y financieros a fin de adoptar medidas eficaces, en consulta y cooperación con mujeres indígenas
- Adoptar la Recomendación General sobre Mujeres y Niñas Indígenas del Comité para la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer (CEDAW), ahora en proceso de discusión.
- Fortalecer políticas y programas integrales destinados a contrarrestar los impactos del covid-19 y a promover la recuperación de la crisis, desde una perspectiva de derechos y de género.
- Eliminar los obstáculos a la educación y a los servicios de salud sexual y reproductiva para las mujeres indígenas
- Garantizar el acceso a servicios educativos y de salud cultural y lingüísticamente relevantes con la plena participación de mujeres indígenas.
- Diseñar e implementar políticas y programas para prevenir, investigar y sancionar todas las formas de violencias individuales y colectivas que se cometen contra las mujeres y las niñas indígenas
- Generar mecanismos que garanticen el acceso a la justicia para las mujeres y niñas indígenas, tanto en las instituciones judiciales a cargo del Estado como en las que funcionan en las comunidades indígenas.
- Garantizar la participación plena y eficaz de las mujeres, y niñas indígenas en la implementación de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible.
- Brindar asistencia técnica y otorgar financiamiento suficiente a las organizaciones de mujeres indígenas en los niveles local, nacional e internacional, así como promover su participación en los procesos de toma de decisiones políticas.
En conclusión, para superar la crítica situación de salud, socio-económica y medioambiental que atraviesa la humanidad y avanzar hacia un futuro más sostenible, resiliente, justo e incluyente, es necesario aprender y comprender las formas de organización social, la cosmovisión, conocimientos y saberes ancestrales y de la forma de coexistencia en armonía con la naturaleza que encarnan las mujeres indígenas amazónicas y sus pueblos. Al mismo tiempo resulta imprescindible atacar los problemas de violencia, exclusión y abandono estatal que sufren los pueblos indígenas del Amazonas, y en particular las mujeres y niñas, en quienes confluyen la triple discriminación por pertenencia étnica, condición de género y condición socio-económica. De su empoderamiento dependen tanto la supervivencia de sus pueblos y culturas ancestrales como la protección de la región amazónica, el pulmón de nuestra tierra.
A este respecto, la celebración del Foro Generación igualdad, en México y ahora en Paris a finales de junio, ofrecen una oportunidad para que las mujeres indígenas amazónicas amplifiquen sus voces y contribuyan a la construcción colectiva de un nuevo contrato social de alcance mundial entre sociedad, economía y planeta. Un nuevo Pacto Verde Feminista Global, en el que las mujeres -desde su diversidad tengan un lugar central la reconstrucción de nuestro futuro común para el mantenimiento de una paz sostenible donde nadie quede atrás.