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El 4 de febrero de 2017 el músico estadounidense Thor Harris difundió en su cuenta en la red social Twitter un vídeo casero con las instrucciones para golpear a un nazi. Era su aportación, en tono cómico, al gran debate que había generado un par de semanas antes la agresión en plena calle al ultraderechista Richard Spencer mientras daba un mitin para celebrar la toma de posesión de Donald Trump. Las imágenes del puñetazo a Spencer, prominente figura de la extrema derecha —o de la alt right, derecha alternativa, según sus propios términos—, se convirtieron rápidamente en contenido viral y plantearon una interesante discusión en la opinión pública estadounidense, enfrentada a la contradicción de tener que defender a un líder xenófobo, misógino y supremacista. Un nazi, sin más rodeos, que tras las elecciones en noviembre de 2016 saludó desde la sede de su organización, el grupo de presión National Policy Institute, con la frase “¡Hail Trump, hail a nuestro pueblo, hail a la victoria!” mientras muchos de los asistentes levantaban el brazo derecho. El vídeo de Harris, por su parte, suscitó algo de polvareda y Twitter le cerró la cuenta durante varios días.
Sobre la ascensión de la nueva extrema derecha en Estados Unidos durante el último lustro —hasta el punto de que el actual inquilino de la Casa Blanca ha tenido que desmarcarse públicamente de algunos de sus antiguos compañeros de viaje— y las respuestas —también la responsabilidad— de la izquierda en esa atmósfera trata el libro Muerte a los normies, firmado por Angela Nagle y publicado en español por Orciny Press. En sus páginas, no exentas de controversia, se apuntan los nombres propios y las dinámicas por las que una subcultura extremista y confinada en los márgenes ha terminado calando en grandes capas de la población estadounidense, en algunos medios de comunicación e incluso en el propio Despacho Oval.
Machismo
Machismo ‘incel’, misoginia desde el victimismo
A diferencia del discurso machista tradicional, los incel no expresan su misoginia desde la superioridad sino desde el victimismo. El desprecio y el odio hacia las mujeres no adquieren la forma de la afirmación de un género que se cree superior, sino la de un grupo social que se cree víctima.
Para explicar ese recorrido, Nagle dibuja una suerte de juego de espejos a varios niveles —de las razias contra lo políticamente correcto orquestadas en las ciénagas anónimas de internet a las páginas web ultraconservadoras de gran audiencia— en el que los avances de carácter progresista en la esfera digital —difusión de denuncias feministas, planteamientos políticos igualitarios, reconocimiento de identidades oprimidas o defensa de derechos humanos básicos— habrían provocado una virulenta reacción de signo opuesto. Nagle, por supuesto, explicita que en esa batalla cultural solo uno de los bandos vio cómo su candidato llegaba a ser presidente de EE UU y también que ese mismo bando cuenta en sus filas con quienes saludan de manera falsamente irónica con un “Sieg Heil”. Tras varias intentonas, considera la autora, el lobo llegó de verdad en la forma de una derecha alternativa blanca y abiertamente nacionalista.
“Quise escribir críticamente acerca de cómo la idea de que la vanguardia o lo radical son necesariamente de izquierdas proviene de los modos en que entendemos las subculturas, y también sobre cómo nuestra ciberutopía a menudo nos hace asumir que los movimientos online siempre van a ser de liberación”, explica Nagle a El Salto.
Machismo
Machismo digital: la bestia se organiza en red
La reacción de las manadas machistas a las demandas de las mujeres ha encontrado una aliada en las nuevas tecnologías, que utilizan para exhibir y multiplicar su violencia sin fronteras. El macho alfa responde con agresividad a su crisis de identidad mientras otras masculinidades más igualitarias se abren paso.
Decidida a encontrar la razón de ser de las barbaridades machistas que leyó durante años en foros virtuales, y muy crítica con la creencia de que las nuevas tecnologías de la comunicación son en sí mismas emancipatorias, señala algunas diferencias entre esta extrema derecha forjada en internet y movimientos previos, como el Tea Party: “El liderazgo de la alt right es más intelectual y su base es mucho más joven. Asimismo, no son respetuosos con la Constitución, el libre mercado y algunas otras ideas que los conservadores en EE UU valoran profundamente. El Tea Party tenía implícita una conciencia blanca, pero la alt right la hace explícita”.
¿Por qué es importante analizar el ascenso de la extrema derecha en EE UU? ¿Podría suceder en Europa?
Europa ya tiene una extrema derecha particular en cada tradición nacional y que normalmente habla de la sangre y la tierra. La americana es distinta porque se ha construido como proyecto en torno a ideas más abstractas, como la libertad y la ausencia de restricciones impuestas por la autoridad. Ahora que el liberalismo está en crisis, EE UU lo notará antes y con más fuerza porque toda su identidad nacional se basa en esas ideas liberales. Por esto es importante analizarlo.
¿Es la historia de una subcultura extremadamente peligrosa que accede al mainstream sin perder su carácter rompedor?
No estoy segura pero creo que ser provocador es una idea que ha vivido mejores días. Ya es hora de desterrarla, desde el mundo del arte a la cultura pop. La vanguardia ha acabado. El deseo de ser un individuo único y diferente a la norma es una idea muy sobada. Me gustan las políticas masivas y para que sucedan necesitamos redescubrir la conciencia de masa y olvidar nuestro miedo y odio a aquello a lo que pertenecemos, la masa.
¿Qué ha aprendido la alt right de la izquierda?
No creo que haya habido un intento muy consciente de robar ideas de la izquierda, pero como alguien que ha pertenecido a esta durante bastante tiempo, reconozco cosas de ella que ahora veo en la alt right: el punto de vista gramsciano sobre la cultura o el de Chomsky sobre los medios de comunicación. También un estilo más agresivo que los conservadores no tenían.
¿El ascenso de la alt right demuestra que la transgresión y la incorrección política pueden ser herramientas igualmente efectivas para derecha e izquierda?
Absolutamente. La transgresión es neutral políticamente una vez que dejas al conservadurismo fuera de la ecuación.
¿Los ciberutópicos fueron muy optimistas, se dejaron cegar por la luz o más bien fueron ingenuos?
La idea de que internet puede ser un atajo para la organización política o la discusión de ideas es incorrecta y en muchas ocasiones puede incluso dañar al activismo político.
¿Se podía prever que 4chan acabaría siendo una de las fuentes de esta revolución de la extrema derecha online?
Sí, porque siempre fue contra lo políticamente correcto, siempre fue anónimo y se centró en materias y comportamientos prohibidos antes incluso de ser abiertamente político. Más tarde, la política encajó ahí perfectamente.
Anonymous también salió del subforo /b/ de 4chan y muchos de sus activistas fueron juzgados y encarcelados. ¿Por qué no ha ocurrido lo mismo con los líderes de la alt right?
Quienes tuvieron problemas con la justicia fueron normalmente los hackers de Anonymous, que sufrieron especialmente la represión estatal cuando empezaron a filtrar documentos gubernamentales. La represión que afronta la alt right no tiene que ver con el Gobierno, sino con empresas y compañías privadas que rechazan verse relacionadas en público con ellos y cancelan eventos ya programados en los que iban a intervenir.
¿Hay esperanza?
Sí, creo que el viejo modelo liberal del fin de la historia de Francis Fukuyama está muerto, quizá de un modo alarmante porque significa el regreso de un verdadero enfrentamiento de ideas políticas. Pero no me asusta, es lo que toca.
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"No estoy segura pero creo que ser provocador es una idea que ha vivido mejores días. Ya es hora de desterrarla, desde el mundo del arte a la cultura pop. La vanguardia ha acabado. El deseo de ser un individuo único y diferente a la norma es una idea muy sobada." Amén a eso.