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Memoria histórica
Reconocimiento para Renée Lafont, la primera periodista asesinada en una guerra
Ayer se presentó en Madrid este interesante, magnífico y voluminoso libro, escrito por Bernardo Díaz Nosty, del que acabo de leer la introducción, así como el índice de las casi 200 periodistas extranjeras (algunas de ellas fotoperiodistas, como se dice ahora) que estuvieron informando de la Guerra de España como corresponsales de sus medios de información. La mayoría de esas periodistas cubrieron la guerra en el sector del gobierno republicano y sólo una minoría lo hicieron entre las tropas sublevadas.
Llama la atención el mucho tiempo transcurrido hasta que fue posible un trabajo documental que hiciera aflorar a la luz pública, de modo tan exhaustivo y completo, la actividad realizada por estas mujeres, cuyas crónicas, por lo general, están más apegadas a la vida cotidiana de la ciudadanía durante el conflicto, dando una versión distinta de éste, que no suele ser por su contacto directo con los hechos la de los libros de historia. Sería muy necesario e interesante recopilar lo mejor o la mayor parte de ese material publicado en los periódicos de los respectivos países, algo a lo que el autor de esta obra parece inclinado, según nos parece anunciar al término del prólogo.
Periodistas extranjeras en la Guerra Civil cuenta además con una extensa documentación gráfica, aportada en muchos casos por las propias protagonistas del libro, a las que también pone cara rescatándolas de un injustificado y lamentable olvido, hasta el punto de que siempre se pensó que fueron muchas menos las mujeres que se desplazaron a nuestro país para contar lo que pasaba. A la vista de los fragmentos que se incluyen de algunas de estas escritoras y periodistas se queda el lector necesitado de conocer en castellano el contenido de sus crónicas.
Hubo entre esas 180 mujeres una, la escritora e hispanista francesa René Lafont (1877-1936), traductora de Blasco Ibáñez y Juan Valera, toda una políglota (dominaba ocho idiomas) que colaboraba con varios periódicos y revistas españolas, que apenas tuvo tiempo para enviar sus crónicas para el diario Le Populaire. No pudo contar, por ello, la atroz represión llevada adelante por las tropas sublevadas en Córdoba porque el automóvil en el que viajaba cayó en manos de los militares golpistas en una emboscada el 29 de agosto de 1936, en la que resultó herida de bala. Hasta se llegó a decir que había fallecido, algo que los archivos militares desmintieron cuando se constató que había sido sometida a un consejo de guerra y fusilada el 1 de septiembre de 1936, acusada de espionaje.
La repercusión mediática de la muerte de Lafont en Francia fue escasa, a diferencia de lo que ocurrió por entonces con otros periodistas como Guy de Traversay, también fusilado por los sublevados, y Louis Delaprée, cuyo avión fue posiblemente derribado cuando regresaba a su país. Sólo Le Populaire se hizo eco de la muerte Lafont, algo más de un mes más tarde, el 5 de octubre.
Enterrada por sus asesinos en una fosa común en el cementerio cordobés de La Salud, se trata de la primera periodista asesinada en una guerra. Sus restos mortales se cree que fueron exhumados hace unos años, junto a los de otras víctimas del franquismo, sin que hasta ahora se tenga conocimiento de si se hicieron las pruebas de ADN que entonces estaban previstas para un posterior traslado de los restos a su país. Sí se supo entonces que la víctima era una mujer, de similar edad a la del periodista (58 años) y herida de bala como ella en una pierna.
Me parece de obligado cumplimiento que Francia y el periodismo internacional le rindan a esta periodista, escritora e hispanista el homenaje póstumo que merece y que bien podría organizar en su país o en el nuestro la conocida periodista francesa Maïtena Biraben, pariente suya, si la identificación genética con los restos de los padres de Renée que Biraben logró localizar en un cementerio de Bayona -hecha o por hacer- fuera positiva. La primera periodista asesinada en una guerra no se merece el olvido en el que pretendieron enterrarla sus asesinos hace casi noventa años.