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Memoria histórica
Memoria herida: encima de una de las mayores fosas de Asturias hubo una pocilga
En la gran fosa de El Rellán puede haber hasta 300 víctimas enterradas, cuya dignificación se ha propuesto el actual consistorio con la reciente adquisición de los terrenos.
La localidad asturiana de Grado tiene desde hace casi un lustro un monumento a la Memoria Histórica, promovido a través de la plataforma Memoria y Dignidad. El monumento no destaca precisamente por su belleza, pero lleva por nombre uno muy adecuado: Memoria herida. La obra está dedicada a todas las víctimas de la represión franquista en aquel concejo. Dicho monumento en mármol tiene grabadas unas frases del poeta Miguel Hernández, víctima a su vez de la dictadura (falleció en la prisión de Alicante en 1942): "Aunque el otoño de la historia cubra vuestras tumbas con el aparente polvo del olvido, jamás renunciaremos ni al más viejo de nuestros sueños".
Además de esa referencia, la villa dispone desde octubre del año pasado del primer museo público asturiano de la Guerra Civil, ubicado el Museo Etnográfico y de Historia de Grado, en el que se exponen hasta 250 objetos relacionados con el episodio más trágico de la historia de nuestro país, antecedente de un régimen represor de todas las libertades. Los objetos fueron cedidos por particulares del concejo y por la asociación Arama, impulsora del museo. A lo largo y ancho de sus cien metros cuadrados, el centro ofrece en sus vitrinas diverso material bélico relacionado con la contienda, entre el que destacan ametralladoras y restos encontrados en las ruinas del cuartel de Simancas de Gijón, donde las tropas golpistas ofrecieron resistencia. Hay además recreaciones de una zona médica de campaña, un equipo de cocina móvil donado por la Asociación ‘Trubia 1916’, trincheras, objetos de logística, mapas y banderas de los distintos sindicatos y partidos contendientes. Durante la inauguración del museo, el alcalde de la localidad, José Luis Trabanco, se refirió al proyecto de remodelación del cementerio de Grado para que las familias de los republicanos represaliados puedan inhumar dignamente los restos mortales de las víctimas enterradas en la gran fosa de El Rellán.
A propósito de esto último, el periódico La Voz de Trubia publicó hace unas semanas la noticia de la adquisición por parte del Ayuntamiento de la villa de esos terrenos. Allí se encuentra la mayor fosa común del concejo y una de las mayores de la región. El alcalde informó del coste de la operación, cifrado en casi 65.000 euros, que incluye la adquisición en propiedad de tres fincas con un total de 12.183 metros cuadrados. En estos terrenos, que tienen dos viviendas y una nave agrícola y están situados a la salida de Grado hacia Yernes, después de pasar Llantrales, hay identificadas hasta ahora 29 víctimas del franquismo, aunque se cree que puede haber hasta 300 enterramientos.
Cuenta Luis Miguel Cuervo, investigador de la Memoria Histórica en Asturias, que con la caída de la región en poder los facciosos el 20 de octubre de 1937, los soldados republicanos que hasta entonces habían permanecido desplegados en el llamado pasillo de Grado estaban desorientados. La mayoría de los mandos les habían abandonado a su suerte y ellos no sabían qué hacer. "Portando banderas blancas, una parte se rindió en las líneas enemigas, donde muchos serán pasados por las armas. El resto fueron hechos prisioneros y concentrados en la villa de Grado. Se trataba de centenares, quizá miles, a los que se unieron numerosos civiles detenidos por la Guardia Civil y Falange, principalmente en los de concejos de Belmonte de Miranda y Las Regueras, que durante toda la guerra habían permanecido parcialmente en manos gubernamentales y servido como asilo a numerosos refugiados desplazados de las zonas ocupadas".
Una parte de los vencidos será trasladada a las cárceles de Oviedo y Gijón, a la espera de ser juzgados por los tribunales/farsa que dictaron tantas sentencias de muerte en esas localidades. Otra parte -menos peligrosa-, ingresará en los campos de concentración esparcidos por toda la región: La Vidriera (Avilés), Figueras (Castropol), La Cadellada (Oviedo), El Cerillero y La Harinera (Gijón) "A los más desafortunados -escribe Cuervo Fernández-, el destino les tuvo guardado algo peor, porque después de un violento y despiadado proceso de interrogación en el tristemente célebre chalet de Patallo, la mayoría serán transportados en camiones con un destino incierto. Aunque algunos ya se lo imaginaban, muchos desconocían lo que estaba sucediendo, ya que los mismos vehículos que trasladaban a la gente a otros destinos era los encargados de transportar a los desgraciados que habían sido elegidos para la última suerte". Varios cientos de prisioneros procedentes de la villa de Grado serán enterrados en una finca conocida como La Chabola, próxima a la localidad de El Rellán, a orillas del río Cubia. El lugar -según Cuervo- fue elegido para aprovechar la existencia allí de una larga y profunda trinchera construida durante la guerra y que en los años posteriores albergará una granja de cerdos.
Cuenta Luis Miguel que instantes antes del oscurecer, los vecinos de La Cai, aldea situada en el camino que lleva a la fosa, tan solo a un kilómetro del fatal fin de trayecto, cumplían con una rutina triste y cotidiana: recoger a sus hijos y encerrarse en el interior de las casas, sabedores de que después del crepúsculo acudirá a su cita el camión de la muerte. "Después de su paso, la calma se veía interrumpida por los disparos. Más tarde volvía otra vez el silencio y al rato el sonido más odiado por todos: el del motor del vehículo que regresaba con sus ocupantes borrachos, cantando cualquiera de las canciones del nuevo régimen. Esta película de terror, que se repetía a diario, no finalizaba con la marcha de los asesinos. Los hombres del pueblo se levantaban muy pronto, incluso antes de que hubiera amanecido, para reunirse en las inmediaciones de la fosa y terminar el trabajo de los falangistas, cubriendo con tierra los restos que éstos habían dejado al aire".
Circunstancias tan aciagas las vivieron los vecinos durante varios meses, hasta el punto de que, si bien no se sabe con certeza el número de víctimas, los investigadores calculan que la fosa podría alojar los restos de varios centenares de republicanos, en su mayoría milicianos y soldados del ejército derrotado: muchos asturianos, pero también leoneses, vascos o santanderinos. Sobre la fosa, además de la porqueriza, se construyó un puente, se amplió la carretera y se sucedieron a lo largo de los años diversas riadas.
El objetivo del actual consistorio, según señaló el alcalde ochenta años después del término de la Guerra de España y tras cuarenta de democracia borbónica, es dignificar por fin ese espacio. El equipo de gobierno de Izquierda Unida en el Ayuntamiento permitirá a las familias de las víctimas el traslado de los restos que se identifiquen al mausoleo que se está construyendo en el cementerio local. Se inhumará así, por fin, con la dignidad que merecen, a quienes fueron enterrados como alimañas para sellar con el olvido su memoria y la de la masacre que acabó con sus vidas.