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Memoria histórica
Cuando Gijón homenajeó a Hitler y a la Legión Cóndor que bombardeó la ciudad
Ninguno de los muy jóvenes alumnos que estudiábamos en el viejo Instituto Jovellanos de Gijón habríamos imaginado entonces, más que nada por nuestro general y absoluto desconocimiento de las vinculaciones del régimen franquista con la Alemania nazi, que nuestro oscuro salón de actos en la planta baja del edificio, aquel en el que veíamos las pelis del Gordo y el Flaco, fue escenario en el año 1939 de un homenaje nada menos que a Adolf Hitler, cuya imagen presidió la sala tal y como ocurría en todas las ciudades de Alemania.
El acto tuvo lugar el 20 de abril de ese año, cuando apenas habían transcurrido tres semanas desde que se hiciera público por Radio Nacional de España el parte militar de guerra redactado por el generalísimo Franco en el que daba por terminado la mal llamada Guerra Civil, una vez “cautivo y desarmado el ejército rojo”. Lo que se celebró en el instituto de aquella villa no fue ningún éxito militar del Tercer Reich en la segunda Guerra Mundial, para cuyo inicio faltaban aún algo más de cuatro meses, sino algo tan personal como el cincuentenario del nacimiento del Führer, según celebraba a todo ditirambo el diario local Voluntad, perteneciente a la cadena de periódicos del nuevo régimen como aparato masivo de propaganda ideológica.
El contenido del diario, de solo cuatro páginas por las penurias propias de la posguerra, es todo un elocuente documento del grado de entusiasmo que despertaba en los albores de la dictadura franquista no solo el régimen hitleriano sino también la dictadura fascista de Mussolini, tal como podemos advertir en la primera página del periódico. Un titular a siete columnas abre la portada con las palabras de un discurso del Duce: “Italia tiene hombres y medios para defender con ellos nuestra paz en el mundo”. Debajo leemos: “Es hora de reducir al silencio a los sembradores del pánico y a los profetas de catástrofes”. Ilustra el texto una fotografía de Mussolini en compañía de Hitler, a tres columnas, compartiendo esa primera página con otra información bajo el siguiente titular: “El pueblo alemán rinde a su Führer el testimonio cordialísimo de adhesión y cariño en el 50 aniversario de su nacimiento”. En este caso es el discurso de Joseph Goebbels, ministro para la Ilustración Pública y la Propaganda del Tercer Reich el que ocupa el espacio tipográfico, cuyo contenido se resume en esta frase: “Alemania siente profundo desprecio hacia los que avivan focos de incendio alrededor del país”.
Con todo, el homenaje que las autoridades franquistas de Gijón rindieron al Führer en el antiguo instituto jovellanista, apenas dos años después de que la ciudad fuera bombardeada por los aviones de la Legión Cóndor, no fue el único. Ya durante la Guerra de España, y una vez ocupada la ciudad asturiana por las tropas facciosas el 21 de octubre 1937, una fotografía de no muy buena calidad da constancia del desfile callejero que la propia Legión Cóndor protagonizó, cuando solo habían pasado dos meses desde el último de aquellos bombardeos.
Un año más tarde de que Gijón recibiera con sábanas blancas en los balcones y miradores de los edificios a los sublevados del 18 de julio de 1936, se descubrió una lápida el 21 de octubre de 1938 en memoria del aviador Willi Sembach, tal como recoge el historiador Héctor Blanco, después de que fuera abatido su avión en septiembre de 1937 mientras bombardeaba a la población civil. El lugar para homenajearlo fue nada menos que la propia fachada del Ayuntamiento gijonés, en la que la placa se mantuvo hasta 1980, cuando ya estaba en marcha la Transición y se habían elegido los primeros ayuntamientos democráticos. La misma suerte corrió antes un monolito erigido en el céntrico Paseo de Begoña y que se había inaugurado también a finales de 1937, en memoria de otros tres aviadores alemanes abatidos: Heinrich Stallamann, Rudolf Harting y Karl Uhrmeister.
Con motivo del homenaje a Hitler el 21 de abril de 1939, el diario falangista Voluntad recogió los discursos pronunciados para la ocasión por el alcalde de la ciudad, Paulino Vigón, y el cónsul general de Alemania en España, un tal Barbach. También se celebró una misa en la iglesia de San Lorenzo, oficiada por el codjutor José Ortega. El contenido de los discursos es el imaginable, sobre todo si se tiene en cuenta la entradilla con la que adelantó la información el anónimo redactor del periódico, en la que se muestra gozoso por el acto, “porque es un testimonio vivo de la cordialidad que nos une al pueblo alemán, que si no tiene con el nuestro vínculos fraternos –étnicos o raciales- nos une –a España y Alemania- una hermandad espiritual nacida al calor de su participación en nuestro sufrimiento y en nuestro dolor, por su ayuda y su amistad”. La entradilla concluye con un enfervorizado ¡Heil Hitler”.
Además de esas celebraciones, una serie de actividades comenzaron a desarrollarse en la villa a finales de los años treinta y primeros cuarenta del pasado siglo, todas ellas relacionadas con el estrechamiento de vínculos con la Alemania nazi y la marcha victorioso que su régimen llevaba en los inicios de la segunda Guerra Mundial. Se crearon en Gijón la asociación Hispano-Germana y el Centro Alemán de Cultura, en el que se impartían cursos de lengua y literatura alemana, dirigidos por el jefe local del Partido Nacional-socialista, según cuenta el mismo Héctor Blanco. Esas lecciones de idioma llegaron a ser difundidas por la emisora Radio Gijón durante un tiempo, en el que no faltaron otras muestras de simpatía no solo con la dictadura nacional-socialista, como llamar a la popular Plaza de Los Campinos de Begoña Plaza de Alemania, sino con las dictadura italiana de Mussolini y la portuguesa de Oliveira Salazar, cuyos países también ganaron nombre en el callejero gijonés.
Todo eso decayó de modo ostensible a partir de 1943, cuando los reveses de la dictadura hitleriana en la segunda Guerra Mundial a raíz del enfrentamiento con la Unión Soviética aconsejaron al régimen franquista un inicial distanciamiento y un acelerado olvido de aquel primer y enfervorizado apoyo. Un mes antes de la caída de Berlín, desaparecieron los centros citados anteriormente y aunque se celebraron funerales católicos en varias localidades asturianas en memoria del Führer, al que se le calificó de “defensor de la civilización cristiana, paladín de la humanidad y hasta defensor del Evangelio” –según consigné en un artículo publicado en este mismo periódico-, no hay constancia al menos de que en Gijón se llegaran a celebrar honras fúnebres por el eterno descanso de su alma, tal como ocurrió en Avilés y Villallana (Pola de Lena).
Quede para la historia que Gijón homenajeó en su día al Füher por su quincuagésimo aniversario y a su Legión Cóndor por haber bombardeado a los gijoneses. También, que tras más de cuarenta años de olvido, las víctimas de aquella masacre tendrán por fin su memorial después de que Podemos Equo Xixón lo propusiera en un pleno del Ayuntamiento de la ciudad, tal como sugerimos previamente en El Salto. Es de esperar que esa deuda con nuestra memoria democrática no se posponga por más tiempo.
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