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Literatura
Miguel Sánchez-Ostiz: que 25 años no son nada
El escritor inagotable, entre apartado y en su sitio, y que que aúna producción y calidad en su obra, publicó tres títulos en 2017.
Hay escritores que son productivos. Los hay también superproductivos. Y luego está Miguel Sánchez-Ostiz. Cuento más de una veintena de libros suyos en nuestra biblioteca particular, entre novelas, poemarios, diarios-dietarios-recopilaciones de artículos y ensayos. Representan el 30% de la producción total del autor. El año pasado, en ese sentido, es representativo de este hacer casi en masa: son tres los títulos que ha publicado por estos lares. La producción de por sí no es un valor literario (la literatura no es un sistema productivo al uso, aunque cada vez se le parezca más), pero en este caso viene acompañada de sello, garantía de calidad. Y aquí la cosa se pone ya interesante.
Sánchez-Ostiz venía venía de hacer un esfuerzo considerable, de escribir la trilogía dedicada a los estragos de la Guerra Civil en Navarra, El Escarmiento,La sombra del Escarmiento y El Botín. Lo explica en el dietario publicado en mayo pasado, Rumbo a no sé dónde (Pamiela), que reúne las entradas correspondientes al 2015. Precisamente, al año de la escritura de El Botín (“me he hipotecado como escritor”). Los dietarios, según definición gráfica del autor, serían “cagalitas frescas de oveja”. Personalmente, es uno de los géneros que más a gusto le leo. Lejos de ser el “chirrión de naderías y pacotillas” que se augura en sus páginas, este en concreto tiene algo “de cuaderno de ruta y también de hemeroteca comentada”, “más de crónica que de puesta en escena del escritor en su mundo privado”. Aunque encontremos a menudo confesiones sinceras, como la que dedica a Jorge Herralde (“irme de su editorial fue probablemente el mayor error que he cometido”). Un escritor en la edad del recuento, más interesado en lo literario que en la bronca diaria, y que nos deja un mensaje: “Darle la espalda a lo que es más prescindible de lo que parece, a la actualidad (...) e ir a lo tuyo, sin hacer ruido, mirar hacia donde está aquello que de verdad importa”.
Además de 16 ensayos, Sanchez-Ostiz ha publicado 17 diarios, dietarios y recopilaciones de artículos. No son tantos los poemarios, en total nueve, por eso resulta más sorprendente Fingimientos y desarraigos (Pamiela), y porque han pasado casi 17 años desde el último. Aquí leeremos poemas escritos desde 2001 hasta 2017, años que “se ensombrecieron de mala manera y eso creo que se nota mucho en lo que he escrito”. Por eso, hay ajuste de cuentas en estos versos (“sobre todo conmigo mismo”), hay una búsqueda de “las huellas de la propia vida”, una vuelta sobre “las huellas de nuestros pasos” (“ese es otro de los sentidos de la poesía”), y también hay un hilo fino que une este libro, aunque lírico, con el resto de su obra (“tentar formas nuevas de narrar, no hay otra, aunque al final todas tengan un aire de familia”). Siempre desde la posición que Max Aub defendía: “no estaba llamado a ser juez ni a juzgar a nadie, sino a ser testigo de cargo”.
Y en tercer lugar, Las pirañas (Limbo errante). Os suena, sí, a la fuerza: por primera vez se publicó en año olímpico, hace 25. Alguien pensará que se trata solo de una reedición, pero “duro fue escribirlo y mucho más corregirlo para esta edición”. Una ciudad (“de todos los demonios”), “capital de un Japón con boina roja”, que aunque no se nombre se asemeja en demasía a la capital del Viejo Reyno (“para mí que a esos se les pone tiesa cuando hablan del fuero”). En todo caso, memorial de batallas perdidas, de batallas no entabladas, de batallitas, de deserciones y de fugas vergonzosas. Y un personaje, nuestro hombre, al que “le gusta pertenecer a una tribu y a la vez ir de andasolo”, “siempre haciendo algo mal, no acertando, defraudando”, que “solo sirve para vitorear como pendejos descerebrados al poderoso de turno”. Él sabe que, poco a poco, aunque no cómo, se ha ido quedando solo, hasta acabar, arrepentido, renunciando de sus pecados, donde todos, en el Partido Socialista, “mañana ya veremos”. Un naufragio, autodestructivo, y una época, los felices 80, “los de la juerga en sesión continua y el hartazgo como logro vital”, que muestran “el deplorable, pero deplorable de veras, estado de la cuestión”. Ahora, en palabras de Sánchez-Ostiz, “el clima social es todavía peor que cuando fue publicada”. Vaya, que, versionando el archiconocido tango, 25 años no es nada. “Combina magistralmente tema, purgante y dinamita”, dijo el añorado Rafael Chirbes sobre Las pirañas.
Son tres, por tanto, los títulos que publicó Sánchez-Ostiz por estos lares en 2017. Y queda un cuarto de este año, Chuquiago. Deriva de La Paz (Línea del horizonte). Pero la fiesta no se acaba: una novela, un libro de aforismos, Cirobayesca boliviana (Renacimiento), tal vez haya hueco para el dietario de 2016, y no se sabe todavía qué le van a editar en el país andino. Un escritor entre apartado y en su sitio, Miguel Sánchez-Ostiz. Producción y calidad se aúnan en su obra. Y eso para el lector, aún para el menos creyente, es una auténtica bendición.
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