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Universidad
¿Un break para juntarnos?
Desconozco si en sus puestos de trabajo existe algún tipo de mecanismo para sugerir críticas o cambios a la dirección. Asumiré que no, que como mucho se quejan a su vecino de mesa y lo debaten en los break para un coffee, como diría Belén López Vázquez de la serie Aquí no hay quien viva. Por suerte, los universitarios sí contamos con estos mecanismos para evaluar titulaciones, asignaturas, profesores y un largo etcétera. Pero, ¿de qué sirven un conjunto de opiniones inconexas a la hora de juzgar una institución?
Los universitarios somos una vorágine de ideas, un día pensamos una cosa y al siguiente otra. Odiamos y amamos asignaturas con la pasión que nos encontramos con nuestras parejas. Sin embargo, siento que ya no tenemos donde compartir y organizar nuestras opiniones sobre la institución universitaria o, al menos, lo desconozco. Siento que la colectivización universitaria, más allá de asociaciones sujetas a un tema de interés común, está desapareciendo.
A pesar de que muchos alumnos mostramos inquietud por lo que sucede en nuestras universidades, las asambleas de estudiantes como espacio de encuentro y debate no existen o son imposibles de movilizar
Apenas existe un espacio organizado para alumnos en el que podamos reivindicar y debatir nuestras preocupaciones sobre el estado de la institución. A pesar de que muchos alumnos mostramos inquietud por lo que sucede en nuestras universidades, las asambleas de estudiantes como espacio de encuentro y debate no existen o son imposibles de movilizar. Quizá se deba al miedo a comprometernos demasiado por una institución en la que sólo pasaremos cuatro o cinco años; o sea el desconocimiento lo que hace que las asambleas estudiantiles no terminen de cuajar.
¿Y cómo vamos organizarnos los estudiantes cuando ni siquiera hay un censo representativo en las elecciones a delegación? Os contaré algo, el año pasado, en mi curso, de unas sesenta personas, solo dos nos presentamos a delegados de curso. En mi facultad, más de dos o tres cursos se han quedado sin delegados por la falta de participación. Y es algo que llego a comprender, porque muchas veces sentimos que nuestras quejas no surten efecto, porque no hay nadie que nos escuche o porque no hay suficiente información sobre cómo, cuándo y para qué presentarnos. Además, sabiendo que más de una vez la universidad ha sido reacia a celebrar los consejos con delegaciones (marcados en los estatutos), ¿para qué vamos a participar?.
Resulta una pena, porque creo que esto nos lleva a una desilusión, un conformismo o un desinterés por cualquier proceso de representación que ocurra en nuestras universidades. Sin embargo, no creo que esto se deba únicamente a una falta de interés del estudiantado porque existan estos mecanismos de representación; si fuese así, no pensaríamos en la figura del delegado cuando tuviéramos el mínimo problema con un profesor. Creo que el motivo es algo que reside en nuestro subconsciente.
Hace unos días leí un artículo en este mismo diario sobre lo difícil que resulta la implicación real de la militancia en los movimientos sociales o políticos. El artículo lo relacionaba directamente con la idea de los cuidados. Por ellos, la militancia se moviliza como forma de ocio y punto de encuentro, pero no se siente capaz de asumir un compromiso o responsabilidad real. La excusa del bienestar mental y la falta de tiempo se acaban resumiendo en el famoso “no me da la vida”. Y, aunque los estudiantes no somos militantes, es cierto que nosotros tendemos a vivir en un constante “NO ME DA LA VIDA”. Sí, con mayúsculas. Las relaciones sociales, la preocupación por nuestro futuro, ir al gimnasio, salir de fiesta, estar al día con los exámenes pero también con las tendencias… Todo, crea el ritmo perfecto para despreocuparnos de lo que podría conseguir una asamblea mensual con nuestros compañeros de facultad.
Siento que la colectivización estudiantil es la primera caricia de la militancia política real, una caricia que no deberíamos desechar
Y reitero, no creo que exista una falta de voluntad. Tampoco falta la conciencia general de que en nuestras universidades se podrían hacer las cosas mejor, cambiar esto o lo otro… Lo que creo que falta es alguien que nos susurre al oído: “Si os juntáis, podéis hacer que las cosas cambien. De verdad”. Quizá así mucha gente se lo plantearía y donaría una simbólica cantidad de su tiempo para pensar en la institución que tanto esfuerzo le supone.
Siento que la colectivización estudiantil es la primera caricia de la militancia política real. Una caricia que no deberíamos desechar. Por eso, juntémonos más allá de las redes, no sólo para decidir el futuro que queremos plantear para estas instituciones, también para hablar de nuestro presente y nuestros problemas. Al fin y al cabo, ningún decano va a ser capaz de entendernos mejor de lo que lo hacemos nosotros.