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Cuidados
¿A quién cuida el manejo de esta pandemia?
¿Gestionar la pandemia va de priorizar unas vidas sobre otras?
¿Gestionar la pandemia va de no cuidar de nadie?
¿Gestionar esta pandemia va de olvidar cuidar de quien necesita ser cuidado?
¿A quién cuida el manejo de esta pandemia?
Llevo tiempo intentando desentrañar si en estos tiempos pandémicos la protección de la salud como paquete de medidas para prevenir y enfrentar la enfermedad, o lo que es lo mismo, todo el andamiaje público pagado de nuestros impuestos para cuidar de nuestros cuerpos también incluye proteger la salud mental y física de la infancia. Si manejar este disloque vírico puede ser compatible con la protección de la salud física y mental de todas aquellas que están en las colas del hambre, que son todas aquellas sobre las que ha arreciado fuerte esta pérdida de apoyos sociales y la inexistencia de recursos económicos a su disposición.
¿A quién protege ahora mismo la salud pública? ¿A los cuerpos productivos? ¿La protección de la salud pública ha quedado reducida a que te las apañes con lo consanguíneo (con todo el trauma histórico patriarcal que eso lleva) o, como escuchaba hoy en la radio, con “tus grupos burbuja”? Es decir, ¿ha quedado todo el conjunto de medidas para promover los cuidados de nuestros cuerpos y tenerlos supuestamente “sanos” en lógicas postfranquistas? Si, esas que decían, que si tu familia consanguínea no chutaba, mala suerte, ibas derechito (siempre por la derecha, claro) al desamparo y la orfandad social.
Hablo de que las condiciones vitales para atravesar esto sean puestas en el centro de las decisiones políticas. Hablo de cuidar a las que necesitan ser cuidadas, de cuidar a las que cuidan, cuidar de la continuidad de las vidas
¿Estamos, de verdad, recatando estas lógicas en pleno SXXI para salir de un problema comunitario? Porque en lo etimológico de “comunidad” lleva lo de tener presente las particularidades de todas aquellas que la conforman. ¿Contener la transmisión del virus no se podría manejar sin jerarquizar los derechos fundamentales de unas sobre otras? Con esto no hablo de establecer lógicas anarcocapitalistas desde esa ¿libertad? neoliberal corrosiva basada en la potencia económica que te hayas podido montar o que hayas podido expropiar o acumular. Hablo de que la gestión desde el poder, desde los distintos poderes, no priorice una vidas sobre otras. Hablo de que las condiciones vitales para atravesar esto sean puestas en el centro de las decisiones políticas. Hablo de cuidar a las que necesitan ser cuidadas, de cuidar a las que cuidan, cuidar de la continuidad de las vidas. Hablo de todo lo que hace posible el cuidado, porque como dice la inmensa, Donna Haraway, “los seres no preexisten a sus relaciones”.
Lo que me pregunto es si no está siendo ya suficiente el maltrato social al que se está sometiendo a unas para proteger o otras. ¿No hay otras maneras menos depredadoras, donde salgamos de horribilis darwinista que enfoca la pandemia como carrera de unas sobre otras? Donde se trascienda lo de sálvese quien pueda, donde superamos el adultocéntrismo, donde no se oprime al menor como lugar arrojadizo de un sistema que no sabe bien autogestionarse ni autorregularse. Donde para proteger a unas no se tiene que llevar a la miseria a otras. Donde protegemos todo lo que queda fuera de lo productivo. Donde protegemos lo que siempre se olvida: cómo cuidamos, quienes cuidamos y quienes necesitan ser cuidados.
Todavía somos muchas las que seguimos pensando, ingenuamente, que vivimos bajo una democracia, aunque haya pandemia, donde el poder reside en nuestra fuerza vital, en nuestra capacidad de estar y ser, en nuestra potencia psicopolítica. El poder lo tenemos nosotras, a no ser que hayamos pasado a un nuevo formato de tecnodictadura sanitaria reforzadora de las desigualdades, de las opresiones, sobre todo los cuerpos que no son productivos, y ahí está la infancia y todas las que están pasando hambre ahora mismo. ¿Cuáles son las vidas que estamos protegiendo?
¿Por qué no se puede abrir debate crítico, desde sectores académicos, desde sectores de pensamiento crítico, desde la tecnología social, desde tu casa, sobre cómo se está manejando toda esta alteración vírica?
¿Por qué no se puede abrir debate crítico, desde sectores académicos, desde sectores de pensamiento crítico, desde la tecnología social, desde tu casa, sobre cómo se está manejando toda esta alteración vírica? Vivo con cierto estupor que la crítica feminista legitime desmontar al patriarcado que nos oprime, sin problema, pero lo de no darle una vuelta a cómo se está manejando esto o a las estructuras de poder que hay detrás de la industria farmacosanitaria, me estremece las carnes.
¿Será que la democracia durante este estado de emergencia sanitaria ha quedado reducida a los dictados de instituciones que hablan con empresas farmacosanitarias, de verificadoras que hablan con empresas farmacosanitarias, de investigadoras que hablan con empresas farmacosanitarias?
Después de tanta lucha, ¿ya se ha olvidado lo del sesgo eurocéntrico blancomacho donde quedan fuera la infancia y todas aquellas que necesitan ser cuidadas? O lo que es lo mismo, queda fuera lo que implique cuidar y ser cuidado. ¿Se nos ha olvidado ya todo el pensamiento anticolonial, el de las compañeras pensadoras de los Sures Globales, donde nos han explicado por activa y pasiva que existe un manejo políticoeconómico de lo que se considera pensamiento legítimo o no, de lo que se considera “verdad” y lo que queda fuera de esta? ¿Se nos ha olvidado desde la crítica feminista que la “verdad” se fabrica? ¿Estamos ya embebidas en la banalización del mal de Hanna Arendt sin darle pelea?
Sigo creyendo, ingenuamente, que la democracia somos todas nosotras. Todas nosotras. Que radica en la diversidad, y que la democracia no puede por definición, aunque sea evidente que lo haga, priorizar unas vidas sobre otras, y anular cualquier atisbo de pensamiento que cuestione cómo se está manejando todo este disloque social que ha recaído brutalmente en unos cuerpos y no tanto en otros.
Quiero pensar, rescatando este texto de Daniel Innerarity, que en un estado demócrata hay espacio para poner en crisis que la repetición mediática de los datos produzca verdad, que sigue habiendo espacio para cuestionar la pretensión de neutralidad con la que se presentan estos datos o trascender la lógica de la ciencia como árbitro apolíticos de la verdad. Unos datos que no se utilizan para cuidar de los cuerpos que no son productivos, ni para plantear quiénes están viendo intensificadas las opresiones sobre sus cuerpos y cómo corregirlo.
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Yo creo que la batalla en esta guerra más que en los cuerpos, ha sido en las mentes. Ha habido un apoderamiento de las mentes. El relato ha sonado fuerte y de forma contínua. Construyendo una nueva normalidad “democrática”, puesto que la mayoría piensa según lo diseñado por los creadores de esta película hollywoodiense, donde el enemigo común nos une en un destino.