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Industria textil
Las aparadoras de Elche se organizan para luchar contra su histórica precariedad
Las mujeres invisibilizadas de la industria del calzado en Elche han decidido asociarse para lograr unas condiciones dignas. Silenciadas durante años por la economía sumergida que existe en la ciudad, el pasado viernes unas 70 aparadoras se reunieron para aprobar su acta fundacional.
Desde las décadas de los 60 y los 70 han sido invisibles, aunque todo el mundo sabía dónde estaban: en talleres clandestinos o en las casas, haciendo faena con la máquina y pasando cola por los forros, lo que les permitía ocuparse de las tareas del hogar.
Durante años y años, las aparadoras han sido el colectivo más vulnerable y explotado dentro de la poderosa industria del calzado en Elche, hoy todavía con un peso importante, aunque ha dejado paso principalmente al sector servicios —que a su vez vuelve a ofrecer unas condiciones laborales puramente precarias—. Con todo, las propias aparadoras se han organizado para visibilizarse y reivindicar los derechos que les pertenecen, hasta ahora también ‘invisibles’. Ha nacido la Asociación de Aparadoras y Trabajadoras del Calzado de Elche.
Trabajo de toda una vida reducido a pensiones mínimas o inexistentes
La pasada semana cuatro de las impulsoras presentaban las líneas maestras de la futura asociación y los motivos por los cuales han decidido dar el paso. Como explica Isabel Matute, con 57 años y sólo 6 cotizados después de haber trabajado 30, “queremos que se nos reconozca el trabajo que hemos hecho, hemos contribuido a la riqueza de esta ciudad”.Y no le falta razón, el aumento demográfico por la industrialización y la migración fue exponencial: de los más de 46.000 habitantes que tenía la ciudad en 1940, se pasó a los 73.300 en 1960 y a los más de 162.000 de 1981 —hoy cuenta con casi 230.000 habitantes—. “Llevamos 40 años trabajando, nos hemos quedado en casa para conciliar familia y trabajo”, indica, poniendo el foco además en uno de los aspectos clave, la feminización del oficio. Según CCOO, en Elche puede haber alrededor de 2.000 aparadoras clandestinas en la ciudad.
Las aparadoras defienden la necesidad de que se reconozca su trabajo: "Hemos contribuido a la riqueza de esta ciudad"
Mientras que la inmensa mayoría de los hombres que tradicionalmente han trabajado en la industria del calzado lo han hecho en las fábricas, donde se da de alta en la Seguridad Social; el puesto de aparadora siempre ha quedado reservado para las mujeres, cuyo oficio lleva décadas en la economía sumergida. Bien en casa, como indica Matute, para ocuparse de las tareas del hogar, o bien en talleres clandestinos; espacios donde, eso sí, el patrón o encargado suele ser el hombre. Unos talleres que, a su vez, generalmente están escondidos y en los que no hay ningún tipo de información en la puerta por motivos obvios.
La imagen de aparar en casa o en el taller es tan habitual como la del emisario de la fábrica (u otro taller) llevando los forros y otros materiales al taller o al portal de la casa. Un material que siempre se ha pagado a precios insultantemente bajos, a céntimos el par de forros, lo que se puede traducir en un sueldo total de unos pocos cientos al mes —sobre 400 euros, aunque siempre depende de muchos factores—, frente a las 2000 pesetas a la semana que se podían ganar antiguamente en la fábrica. Con el auge de la industria, el calzado en las naves se pagaba bastante bien. Las que trabajaban en casa, tenían que comprarse su máquina de aparar automática, una Singer o Refrei, que podía costar 36.000 pesetas en 1976.
Las consecuencias de unA LABOR invisibilizadA
Aparte del salario objetivamente barato, hay que añadir otros factores como la jornada laboral en casa, de diez o doce horas fácilmente —en el que muchos hijos e hijas tenían que ayudar—, parando para preparar la comida u otras tareas domésticas; la falta de medidas de prevención de riesgos laborales y por supuesto las consecuencias que esto ha tenido en ellas. Matute señala que hay enfermedades derivadas del oficio que acarrean problemas de huesos o columna —fruto de la falta de ergonomía y de pasar horas en la misma posición— o depresión, por la situación en la que tradicionalmente se han encontrado.Las aparadoras desarrollan sus largas jornadas sin ningún tipo de prevención de riesgos laborales, a menudo sufriendo problemas de huesos e incluso depresión
El hecho de trabajar en casa o en talleres, alejadas de fábricas donde hay mejores infraestructuras y a priori mayores controles, significa que durante su trabajo han expuesto y se exponen a productos tóxicos con los que trabajan como disolventes o adhesivos, ya sea cola o el conocido como cemen, una cola más ligera que se utiliza para los forros.
La falta de ventilación, sistemas de extracción de vapores u otros tantos aspectos frutos de estas condiciones de trabajo, expuestas a productos químicos, puede producir dermatitis o la ‘parálisis del calzado’: parálisis en extremidades, mareos o calambres. A nivel físico también está registrado el síndrome de la mano muerta por la elevada exposición a la vibración. Precisamente por la falta de guantes, mascarillas o ventilación, en 2007 se condenó a una empresa de Villena en la que diez trabajadoras se intoxicaron.
La 'parálisis del calzado' o 'el síndrome de la mano muerta' son algunas de las situaciones derivadas de la falta de ventilación, los sistemas de extracción de vapores o la exposición a la vibración
En Elche una familia que tenía la cola en el patio también sufrió esta parálisis, primero se murieron los pájaros por la toxicidad y alguno de los miembros de la familia llegó a ir en silla de ruedas. Algo más lejos, en 1959, se investigó en la empresa Facasa la muerte de cinco trabajadores por el Instituto Nacional de Medicina. Se decía en la fábrica que todos los puestos de trabajo eran tóxicos y las lesiones se debían al trabajo con benzol.
Todos estos son sólo algunos de los ejemplos con los que se han topado las trabajadoras del calzado en general y del aparado en particular, el oficio que peores condiciones tiene dentro de la industria del calzado. “Cuando se hizo la huelga de un mes —la famosa huelga del calzado de 1977— conseguimos el contrato domiciliario como mejora”, relata Matute, aunque asevera que no sabe si alguien lo ha llegado a tener alguna vez. En cualquier caso, ese régimen contractual de trabajo a domicilio está recogido en el convenio colectivo del calzado, pero quizá por miedo o por desconocimiento no se ha reclamado.
El aparado es el oficio que peores condiciones tiene dentro de la industria del calzado, y sus trabajadoras revindican un régimen especial: "Aquí nadie habla de nosotras, no existimos"
Como explica la veterana aparadora, “uno de los derechos que queremos es ese, que nos pongan un régimen especial, que sería lo lógico”. Harta, y hartas, de la situación, denuncia que “aquí nadie habla de nosotras, no existimos. Y ya estamos aquí”. Además, ese miedo a denunciar por perder el trabajo junto a la falta de recursos de Inspección de Trabajo, hace que esta situación siga enquistada más de 40 años después. Aunque una determinada marca tenga todo en regla, en el momento en el que deriva la faena, en algún punto de la cadena esta se rompe y entra en juego la economía sumergida.
Mirada puesta en el futuro
Para cambiar la situación, han empezado a moverse tras una primera publicación de un vídeo que ya se ha hecho viral, y se están acercando a polígonos. Incluso Matute se sorprende de lo rápido que ha ido todo, lógico por la situación que se llevan años viviendo. De hecho, el pasado viernes se reunieron en torno a 70 aparadoras en el centro social Francesc Cantó para aprobar el manifiesto y su acta fundacional.El pasado viernes se reunieron en torno a 70 aparadoras en el centro social Francesc Cantó de Elche para aprobar el manifiesto y su acta fundacional
Antes de ello, hubo una ronda en la cada una voluntariamente expuso su situación laboral y las tropelías de las que han sido víctimas durante años: contratos inexistentes, sueldos míseros, secuelas por el refinado de la faena o trabajo hasta altas horas de la mañana. La mayoría veteranas, pocas jóvenes. Precisamente una de las jóvenes asistentes —como otra compañera, con los hijos en la asamblea, el rol sigue igual—, aún en activo, exponía la situación de miedo ante la que se encontraba por denunciar las malas prácticas empresariales.
Por otra parte, desde el colectivo también explican que la Asociación Valenciana de Empresarios del Calzado (Avecal) está financiando ahora con 21.000 euros cursos para el relevo generacional en el aparado: “¿Para qué, para luego acabar en la economía sumergida?”, inquiere Matute. “Yo he procurado que mi hija salga del calzado”, asevera.
Sus condiciones que explican por qué ese relevo generacional hoy es inexistente. La gente joven que entra a la industria suele hacerlo en otros puestos del sector, como el diseño u otros vinculados con las nuevas tecnologías. Con todo, desde la flamante asociación denuncian que “lo que hace falta es que nos recuperen a las que estamos". "Nos gusta el trabajo, es artesanal y nos sentimos orgullosas, no cualquiera lo hace. Queremos condiciones y dignidad”, apostillan.
Aunque el relevo generacional no existe, las aparadoras insisten en la importancia de que "se recuperen" a las que ya están en el sector: "Nos sentimos orgullosas de nuestro trabajo, pero queremos condiciones y dignidad"
Asimismo, desde la Mesa de la Economía Sumergida del Ayuntamiento de Elche se encargó un estudio a la UMH para conocer la percepción de la sociedad ilicitana sobre la percepción de la economía sumergida. Desde la asociación quieren estar, y no entienden por qué no están “si también están los empresarios, que son los culpables”. Como indican, “si no somos legales, no nos representa nadie”, por eso apelan a la unión entre ellas y ponen como ejemplo el trabajo realizado por las Kellys, aunque las camareras de piso —a pesar de sus condiciones precarias— están dadas de alta en la Seguridad Social. Algo que no se puede decir de la mayoría de aparadoras, por lo que es una lucha más compleja y de mayor recorrido.
De momento, de lo que no hay duda es que han empezado a visibilizarse como nunca, saliendo incluso en los grandes medios nacionales. A estas alturas de la película, muchas ya han perdido el miedo; tienen poco que perder. Pero mucho que ganar.
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Yo soy de Alicante y acabo de enterarme de qué significa ser aparadora, un abuso y una exploración.
Bien por las gentes de Elche, por hacer visible su situación y por luchar por su dignidad como personas.
Todo mi apoyo!!!
Imprescindible la autorganización de estás trabajadoras ante el abandono y olvido del sindicalista tradicional. Ánimo valientes!