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Incendios
Cuando el infierno llega. Reflexiones y duelos en torno a los recientes y todavía humeantes incendios forestales del norte de Cáceres
Incendios como el de Jerte-La Vera demuestran que abandonar la ganadería extensiva y dejar todas nuestras montañas y bosques a merced del turismo, la caza y la especulación inmobiliaria es tanto como sembrar fuego, es tanto como destruir los ecosistemas, es tanto como suicidarse.
La información periodística de los incendios forestales llama la atención por la parquedad de sus crónicas, como si el periodismo no pudiera dar apenas cuenta del horror y del infierno que se desata sobre los espacios rurales, como si no hubiera palabras con las que describir la tormenta de muerte, humo y dolor que se desata cuando ocurre un incendio. Si consultamos las crónicas de los incendios que han asolado este pasado fin de semana las comarcas de Hurdes, Jerte y La Vera, vemos que apenas dan cuenta del lugar de origen, de los medios empleados, de la llegada de la UME, de la evacuación de Horcajo y Avellanar y de algunas vecinas y vecinos de Aldeanueva de la Vera, y eso sí: de las visitas ampliamente fotografiadas de los políticos que gobiernan y de la oposición.
Pero casi nada refieren de las causas del inicio, de los motivos de la expansión y descontrol de las llamas, o de las consecuencias. La secuencia resumida de los hechos quedaría así: el jueves 27 a la caída de la tarde se inicia un incendio en una zona de gran altitud y difícil acceso del término de Cabezuela del Valle. Según fuentes consultadas, el inicio se sitúa en una finca privada denominada La Dehesa. Debido a unas condiciones climáticas excepcionalmente pésimas se extiende con gran rapidez y cruza la cuerda que separa las comarcas del Jerte y La Vera, de modo que el viernes 28 se declara el nivel 2 de emergencia por el peligro de que afecte a núcleos de población, interviene el Ministerio de Transición Ecológica (MITECO), llegan medios de otras comunidades y del propio ministerio, la Unidad Militar de Emergencia etc. El fuego avanza descontrolado arrasando miles de hectáreas de la Sierra de Tormantos.
Mientras, ese mismo viernes se declara otro incendio en las Hurdes en el término de Aldehuela, que obliga a evacuar dos pedanías, y se producen conatos de incendios en otros puntos como Villanueva de la Vera, que son rápidamente sofocados. El sábado 29 se lucha sin descanso contra los incendios de La Vera y las Hurdes, y la mejora de las condiciones climáticas permite el control de varios de los frentes, pero en Valverde de la Vera se declara otro conato que logra hacer daño y obliga a desviar medios aéreos para su control y extinción, que afortunadamente se logra el domingo 30. Durante el Domingo 30 y el Lunes 31 continúan las labores de extinción, en las Hurdes se pasa al nivel 1 y el vecindario desalojado de sus poblaciones puede retornar a ellas En la Vera-Jerte se mantiene el nivel 2 aunque “evoluciona favorablemente”, y en el momento de escribir este artículo aún se lucha contra dos focos en la sierra de Garganta la Olla.
La historia (triste y tremenda) de los incendios no acaba con la extinción de las llamas y el enfriado de los rescoldos, ahí de hecho empieza otro capítulo que no suele ser atendido: el de las consecuencias
Cuando las llamas ya se sofoquen del todo se acabará “lo noticiable” y no se prestará más atención al tema, como si la historia hubiera terminado. Pero la historia (triste y tremenda) de los incendios no acaba con la extinción de las llamas y el enfriado de los rescoldos, ahí de hecho empieza otro capítulo que no suele ser atendido: el de las consecuencias, el de las primeras lluvias que, si son suaves y benéficas, darán comienzo a la curación y la autorreparación de los ecosistemas, pero que, si son bruscas y torrenciales, traerán otro apocalipsis de erosión, envenenamiento de aguas y pérdidas de fertilidad.
Si supiéramos escuchar a la naturaleza, si supiéramos mirar la vida sin las anteojeras antropocéntricas que nos nublan la vista, veríamos que el fuego nos habla de muchas cosas, que el fuego destruye, mata, envenena pero también desvela, revela, denuncia, descubre e ilumina. El fuego nos habla de la historia de estas sierras, nos habla de la estructura de la propiedad que dejó la conquista tardía de los cristianos de estas sierras, del minifundismo y de las imposiciones feudales de los nobles de Plasencia, dueños y señores de estos baldíos. Nos habla también de una historia más reciente, la de la desamortización, que privatiza los pocos comunales que el feudalismo consintió y que hace que a día de hoy una gran parte de la ladera del sur de Gredos esté en manos privadas, grandes fincas que en su mayor parte está en manos de la aristocracia que las utiliza para solaz y disfrute, para la caza mayor, etc., y que son, aún hoy, territorios al margen de la ley común, donde no alcanza (o no quiere alcanzar) la autoridad de la Junta, ni del Miteco, y donde por supuesto no se hacen los trabajos de prevención de incendios que son preceptivos para los propietarios de terrenos forestales en una zona de Alto Riesgo de Incendios como lo es tanto la comarca del Jerte como la de la Vera.
El fuego nos habla de las clases sociales y de la desigualdad ante la ley, nos habla de política por tanto, de la complicidad de todos los poderes públicos desde ayuntamientos, mancomunidades, diputaciones y gobierno autonómico con el lobby de la caza, con el turismo depredador y corto de miras, con el extractivismo, y con el progresivo pero ya irreparable retroceso de la ganadería extensiva y familiar y el abandono de las economías campesinas que moldearon estos paisajes de montaña haciéndolos resilientes a las perturbaciones del clima o del fuego.
La Junta de Extremadura está contribuyendo decididamente a la extinción de la ganadería a pequeña escala, familiar y/o extensiva con rígidas medidas higiénico-sanitarias, con trabas burocráticas de toda índole
De nada sirve lamentarse de los incendios si no se atajan las causas estructurales de ellos, o si como hace la Junta de Extremadura las exacerba y las alimenta. Está muy bien que la Junta apoye el proyecto Mosaico, que trata de hacer una política preventiva integral en la comarca de Gata después de los pavorosos incendios de 2015, pero hay que decir bien alto y claro que la Junta de Extremadura está contribuyendo decididamente a la extinción de la ganadería a pequeña escala, familiar y/o extensiva con rígidas medidas higiénico-sanitarias, con trabas burocráticas de toda índole, con el boicot de hecho a los mercados locales agroalimentarios y con la ofensiva anticampesina y desarrollista que se implementa desde hace decenios y de la que la Consejera Begoña García Bernal es un manifiesto y sangrante ejemplo.
Incendios como el de Jerte-La Vera demuestran que abandonar la ganadería extensiva y dejar todas nuestras montañas y bosques a merced del turismo, la caza y la especulación inmobiliaria es tanto como sembrar fuego, es tanto como destruir los ecosistemas, es tanto como suicidarse. Pero tampoco conviene olvidar que el exceso de ganadería tampoco es la solución. Estas sierras conocieron a lo largo del siglo XX los efectos perversos del sobrepastoreo (con uso profuso del fuego como arma envenenada de gestión paisajística, un poso cultural que todavía pesa y está detrás de algunos fuegos todavía), un exceso de cargas ganaderas que provocó fenómenos graves de erosión, pérdidas de biodiversidad y deforestación que condujeron a la ruina ecológica y económica y empujaron al abandono de la actividad y de las sierras, lo que a la vuelta de los años propició la recuperación de las masas forestales, de modo que ahora tenemos extensos bosques jóvenes.
En estas sierras hemos pasado del sobrepastoreo al abandono sin gestión forestal de ningún tipo en apenas unas décadas, y ahora tenemos este paisaje tan bello como frágil, tan boscoso como vulnerable. Tan turísitico y repleto de segundas residencias como incendiable. Mientras no cambie el modelo económico, los patrones de consumo, las políticas públicas y la cultura laboral es muy difícil que se recupere la ganadería familiar, en concreto la caprina y la ovina, que son las más adecuadas a los territorios montañosos, por mucha subvención o apoyo institucional que reciban. Pero eso no exime a las administraciones de la realización de cortafuegos, entresacas y todo tipo de actuaciones preventivas recogidas en la Ley de Prevención y Lucha contra los incendios forestales en Extremadura de Junio de 2004.
A raíz de ello nació una asociación ciudadana, Restauración del Paisaje Tradicional Verato, que se dirigió a todos los ayuntamientos de la comarca para conocer si estos tenían los Planes de Prevención de Incendios que la ley de 2004 establece
Un ejemplo de que esas labores de prevención no se realizan con el debido esfuerzo ni por parte de la Junta, ni por parte de las entidades locales es el de que por estas mismas fechas el año pasado hubo un grave incendio en las proximidades de Villanueva de la Vera que alcanzó a varias viviendas y edificios agropecuarios. A raíz de ello nació una asociación ciudadana, Restauración del Paisaje Tradicional Verato, que se dirigió a todos los ayuntamientos de la comarca para conocer si estos tenían los Planes de Prevención de Incendios que la ley de 2004 establece. En la mayor parte de los casos esos planes duermen en los cajones sin que se hayan puesto en práctica o, en el mejor de los casos, sólo se han hecho parcialmente. Nuestros munícipes aducen que no tienen medios materiales, y quizá sea verdad, pero en cualquier caso revela que hace falta mucha concienciación ciudadana e institucional, mucha presión política también para dar al peligro y la amenaza del fuego la dimensión que tiene, y para lograr que se invierta en medidas de prevención que son vitales para que los fuegos, que seguirá habiendo, no se conviertan en grandes y devastadores incendios como este que sufrimos.
Está muy bonito y queda muy bien que nuestros políticos de todos los colores se vinieran a hacer la foto “interesándose por las labores de extinción” y ofreciendo su apoyo a los trabajadores del dispositivo. Y nos consta que la UME también gusta mucho de la fotogenia, por aquello de que el ministerio de defensa siempre necesita legitimar tanto coste y presupuesto. Pero si ese interés y solidaridad fueran reales, lo que tendrían que hacer nuestros gestores de lo público es en primer lugar reconocer la categoría de Bombero Forestal a los miembros de los retenes, dotarles de más medios, mejores sueldos y más estabilidad laboral, invertir en prevención mucho más de lo que se hace, escuchar a los técnicos, a los guardas, a los que conocen el terreno, escuchar a las poblaciones rurales y limar esos tics autoritarios del Mando Operativo del INFOEX, un mando que sigue anclado en las políticas y los incendios del siglo XX, a pesar de que el teatro de operaciones ha cambiado radicalmente en el siglo XXI. También cabe pensar que si el ejército tiene que hacer con tanta frecuencia tareas de bombero, igual es que sobran militares y faltan bomberos y bomberas.
Ha cambiado el clima, ha cambiado la economía, ha cambiado el bosque, que se ha regenerado, que se ha extendido, pero que sufre estrés hídrico, enfermedades y plagas que aumentan la combustibilidad; ha cambiado el verano, que es hasta cinco semanas más largo, ha cambiado la ciudadanía, que ahora exige, con razón, participar de la políticas que afectan a su propia vida y no sólo a sus impuestos, ha cambiado el urbanismo con la proliferación de viviendas dispersas por el bosque, han cambiado los usos (y desusos) de los terrenos forestales. Han cambiado los incendios, que se han vuelto más feroces, más destructivos, más peligrosos. Lo que más se resiste a cambiar es la incompetencia y el oportunismo de nuestros políticos.
Cabe pensar que si el ejército tiene que hacer con tanta frecuencia tareas de bombero, igual es que sobran militares y faltan bomberos y bomberas
Hablar de lo que desvela y denuncia el fuego es problemático, los que lo provocan (con su cerillazo, pero también con sus políticas antirrurales, anticampesinas y antiecológicas, o con su inacción) no gustan de verse señalados. En el mundo rural hay una “omertá” o ley del silencio, una amenaza silenciosa que empuja a la sumisión y la callada. No conviene en estos lares señalar ni señalarse, y tampoco se debe culpar a nadie sin pruebas. Pero en estas comarcas no falta quien señala a la caza mayor como la causa oculta del incendio de La Vera-Jerte. Aún no habrán ni empezado las investigaciones (no resulta nada halagüeño que la Junta apueste por una empresa privada para la investigación de las causas de este incendio) y en este país somos muy dadas a condenar sin apenas haber enjuiciado, pero de lo que no cabe ninguna duda es de que en esta tierra “la caza y sus intereses se ponen por encima del interés público: cotos privados de cabra montés, incluso haciendo uso privativo de los montes de utilidad pública”, como ha ocurrido en Losar de la Vera, donde un coto social ubicado en monte de utilidad pública se ha convertido en privado con los parabienes de la Junta, o sea del PSE de Vara, del cual no hace falta recordar aquí su complacencia con el sector de la caza.
La causa o los causantes primeros del fuego todavía no se conocen, pero las causas de su exagerada expansión y de su peligrosidad sí: son estructurales, desde el clima hasta el abandono de la gestión tradicional agro-silvo-pastoril, desde el estrés hídrico, la sequía y el viento a la falta de labores de prevención, tanto públicas como privadas. Y luego está la mala hostia, la mera maldad, la consciente o inconsciente pulsión de muerte: el incendio de Aldehuela, los conatos provocados en Villanueva, o el incendio de Valverde, que se provocaron en el momento más dificultoso para su detección y extinción, con nocturnidad, con viento, cuando los medios aéreos y terrestres de extinción estaban volcados en el otro incendio.
Es incomprensible, es demencial, pero no creo en las virtudes terapeúticas del punitivismo. Esas apelaciones tan socorridas al endurecimiento de penas para los pirómanos puede que tranquilicen a algunas personas, pero no van a solucionar un problema que tiene componentes históricas, económicas, políticas, demográficas, estructurales, un problema tan grave y poliforme en el que, por tanto, tenemos algo de responsabilidad todos y todas. Pero claro que da miedo, da mucho miedo todo, da miedo que los incendiarios tomen represalias contra los que se movilizan contra el fuego o denuncian sus causas reales, pero más miedo da habitar en un tiempo y un territorio en el que el devenir del fuego (y de la propia vida) depende no sólo de la temperatura, del grado de humedad y de la velocidad y dirección del viento, sino que también depende de que cualquiera de tus vecinos no se deje seducir por el Mal. El fuego nos habla, también, de lo más recóndito y peligroso del alma humana.
¿No es legítimo sentir rabia al contemplar que lo que la naturaleza necesita años y decenios para criar, crear, cuidar y hacer crecer y proliferar lo destruye un sólo imbécil en unas pocas horas?
Y del odio y la rabia porque ¿no es legítimo sentir rabia al contemplar que lo que la naturaleza necesita años y decenios para criar, crear, cuidar y hacer crecer y proliferar lo destruye un sólo imbécil en unas pocas horas? Igual que tenemos crímenes de lesa humanidad que no prescriben y que son juzgados en instancias específicas, necesitamos la figura de crímenes de lesa biodiversidad, y el fuego es uno de ellos. Salvo alguna foto de ganado o grandes mamíferos abrasados en incendios no tenemos recursos visuales, mentales y sentimentales para acercarnos a la hecatombe biológica que supone un incendio de esta envergadura. Tenemos que hacer un esfuerzo de empatía con el sufrimiento animal, con el sufrimiento vegetal, con los padecimientos de la vida invisible del suelo y las aguas para el que no estamos educadas, ni preparadas, pero si lo hiciéramos seríamos mejores personas. La mayoría, la inmensa mayoría no puede huir, por supuesto no pueden huir las plantas, ni la vida microscópica del suelo, no puede huir la fauna acuática tampoco, ni los reptiles, ni los anfibios, ni los indispensables insectos, ni tampoco la mayoría de las aves pequeñas, ni la totalidad de los mamíferos pequeños, ni la mayoría de los grandes,… a veces no pueden ni huir los humanos. Una de las actividades de Educación Ambiental que debería ser obligatoria para toda la población de cualquier edad es pasear por un bosque calcinado, el más cercano a su casa, para ejercitar esa empatía con el sufrimiento animal y vegetal, sin la cual, me temo, estamos perdidas.
El fuego, que todavía no ha acabado, nos cuenta también que ahora no toca esperarse u olvidarse, que en cuanto el último ascua se apague se debería empezar a ayudar al proceso de regeneración y autocuración de estos suelos, de estos desiertos. Y digo ayudar porque nos tenemos que bajar del carro: es la naturaleza la artífice de la reparación, y se la puede ayudar, pero no sustituir, ni forzar. Habrá que aprender de los procesos naturales, imitarlos, habrá que escuchar a los que saben y aman el bosque, no se podrá dejar la reparación en manos de los que de un modo u otro, por acción u omisión, provocaron esta destrucción. Las gentes de estas comarcas harían bien en pensar lo que este incendio nos ha mostrado: que habitamos en medio de un bosque, en medio de un bosque que está enfermo, y que necesitamos cambiar nuestra relación con ese bosque y ese paisaje, una relación que ahora es de guerra tiene que llegar a ser una relación de cooperación, de amor, de responsabilidad y compromiso. De otro modo: el infierno está servido.
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Y no te han comentado los agentes del medio lo que algunas personas piden por cortar algún arbol de más, o el de más allá que el de pa'ca?
No te ha sorprendido venir a la zona y no encontrar ni un solo cortafuegos en beneficio de la sociedad por mucha tierra privada que sea.
Anda vuelve y date otro paseo que te vas a llevar más sorpresitas.
Desde mi punto de vista creo que el fuego del Jerte- Vera se extendió tantas hectáreas porque al desaparecer la ganadería extensiva que hacía durante el invierno y primavera pequeñas quemas para la regeneración de pastos ha provocado que todo el monte sea un polvorín por estallar,solo hay que encender la mecha en condiciones metereológicas favorables y explota,y desafortunadamente hay gente para eso.
Yo estuve trabajando ayer en la zona de la cumbre y pude ver entre todo el terreno negro por el fuego, cómo brotaban cientos de flores rosas del suelo apenas un par de días después de que las llamas asolaran esa zona. Ojalá el resto del terreno se recupere con la misma rapidez.
Nadie va a meter mano a la mafia que prende fuego y que todos sabemos por donde van los tiros y nunca mejor dicho?
Investiguen las actividades cinegeticas y se dará probablemente con el origen del incendio
Mucha culpa tiene también los requisitos que te pide la junta para limpiar las fincas en época de invierno u otoño, por no mencionar las consecuencias que tiene si por desgracia se te escapa el fuego limpiando rastrojos, en este caso te tratan como un delincuente, de manera que muchos propietarios ante tal situación han decidido no arriesgar y dejar sus fincas sin limpiar. Ahora que esas fincas se encuentran quemadas , ¿dónde pueden reclamar sus propietarios?
El lobby cinegetico, el politico usurero e interesado, el dinero,y la fallta de honestidad. Cuatro ginetes del apicalipsis que unidos hacen temblar los mas basicos cimientos del medio natural, siempre tan hermoso siempre tan fragil.