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Urbanismo
En contra de la ciudad inteligente (I)
Es un escritor y experto en urbanismo estadounidense. Ha pasado los últimos veinticinco años explorando la intersección entre tecnología, diseño y cultura, con un énfasis especial en la computación ubicua.
Fue seleccionado en el año 2013 como Senior Urban Fellow en el centro LSE Cities de la London School of Economics y anteriormente impartió clases en el Programa de Telecomunicaciones Interactivas de la Universidad de Nueva York y en el programa de Diseño Urbano de Bartlett University College London.
Entre sus obras destacan Everyware: The Dawning Age of Ubiquitous Computing, Urban Computing and Its Discontents, y los superventas Against the Smart City y Radical Technologies: The Design of Everyday Life.
En octubre de 2022 lanzamos nuestra primera convocatoria de Lovework, una oportunidad única para que autores o colectivos nos propusieran un texto para que fuera traducido, publicado online y difundido en otra comunidad lingüística. Como cooperativa orientada al procomún, uno de nuestros pilares es la creación activa de un común interlingüístico mediante la selección de textos que traducimos pro bono y que publicamos bajo una licencia libre en nuestro blog, compartiendo así ideas inspiradoras y significativas allende las fronteras lingüísticas. Esto es precisamente lo que llamamos Lovework; literalmente, el trabajo que amamos.
Así fue como Adam Greenfield y su Against the Smart City llegó a nuestro buzón digital. Adam estaba sorprendido de la poca atención que había generado su libro (y también Radical Technologies) en el mundo hispanohablante, ya que sí existían traducciones a otros idiomas, pero no a español. Echamos un vistazo y sin quererlo, nos zambullimos de cabeza en las ciudades inteligentes, la tecnología y la miríada de oportunidades y peligros que entrañan. Basta con rascar la superficie de internet para darse cuenta de que las smart cities o ciudades inteligentes ya no son algo del futuro, sino que están aquí, por todas partes, e incluso han llegado a permear el entramado gubernamental de nuestro país e incluso a nivel europeo. «Sí, muy bien» - pensarás, «pero ¿qué es una ciudad inteligente?» Hemos dividido el primer capítulo de En contra de la ciudad inteligente en dos partes para facilitar la lectura, aquí tienes la primera:
¿QUÉ ES LA CIUDAD INTELIGENTE?
En la actualidad, la población que habita en los núcleos densos que conocemos como ciudades oscila entre los 3000 y los 4000 millones de habitantes, en función de cómo midamos y definamos la cuestión. Esta cifra no solo constituye el mayor porcentaje que jamás ha existido; sino que, dado el considerable aumento de la población planetaria, también implica que la Tierra alberga en términos absolutos cientos de millones de residentes urbanos más que en cualquier otro momento de la historia de la humanidad.
Como es lógico, estas ciudades son sustancialmente diferentes de sus antepasadas. Se extienden sobre un territorio más amplio, ocupan un volumen mayor y absorben periferias cada vez más distantes bajo su influencia. Por otra parte, también se sabe que las ciudades actuales mantienen una relación más estrecha con las periferias y entre sí que cualquiera de los núcleos urbanos que las precedieron, formando una única red planetaria de movimientos e intercambios. No obstante, estos cambios en la estructura y la morfología de las ciudades son fruto de la evolución y, en muchos casos es mejor interpretarlos como variaciones graduales. Sus repercusiones en la vida diaria resultan relativamente insignificantes si se comparan con los cambios que actualmente se están produciendo en la comprensión, la relación y el uso colectivos que hacemos como residentes del entorno que nos rodea.
Estos cambios vivenciales han surgido muy recientemente y aún no los comprendemos bien. Sin embargo, si nos atenemos a las pruebas de las que disponemos, estos cambios son profundamente transformadores, casi integrales. Están relacionados con el abanico de ideas y capacidades técnicas sofisticadas que se han introducido en el entorno urbano a lo largo de la última década, aproximadamente: los dispositivos personales conectados en red y la conectividad inalámbrica permanente que ya ni nos parece «tecnología». Los sensores, activadores y sistemas de visualización interconectados están cada vez más presentes en el trazado de nuestras ciudades. Las avanzadas técnicas analíticas capaces de descifrar las cantidades torrenciales de datos que producen todos estos elementos operan en segundo plano y son, a su vez, difíciles de ver y comprender. Nuestro contacto con este arsenal técnico tan desarrollado ha empezado a trastocar los principios fundamentales en los que se asentaba la vida urbana, en muchos casos desde hace siglos. Incluso desde esta perspectiva inicial, a mediados de la segunda década del siglo XXI ya podemos intuir que las consecuencias de este giro hacia la interconexión se propagarán por la economía urbana, reconfigurarán la política local, afectarán a la composición material del entorno cotidiano y repercutirán en la estructura y el contenido de nuestra propia psique.
Ante un conjunto de circunstancias tan complejas y trascendentales como éste, resulta útil (e incluso necesario) recurrir a la narrativa para estructurar y dar sentido a este encuentro. Después de todo, existen pocas formas más contundentes de consolidar nuevas ideas e integrarlas en nuestras vidas que entretejerlas en las historias que nos contamos a nosotros mismos. No obstante, por el momento solo se nos ofrece una historia concreta sobre la implantación de la red informática en el medio urbano, y aunque tenga un gran peso en la cultura, tan solo refleja un ápice de lo que es posible. Así es la visión de la «ciudad inteligente».
Ahora bien, de entre todas las potenciales realidades a las que puede dar lugar nuestra era y de entre todas las maneras en las que podríamos optar por utilizar las tecnologías de la información en red en nuestras ciudades, la narrativa de la ciudad inteligente, tal y como se nos articula y plantea actualmente, resulta una de las menos interesantes y más problemáticas. Este texto explora qué se está desarrollando exactamente en este contexto y quién lo está haciendo. La finalidad es destacar los preocupantes aspectos concretos del programa de las ciudades inteligentes, aclarar por qué atentan contra muchas maneras en las que sabemos que las ciudades crean significado y valor y, por último, indicar algunas posibilidades más fructíferas.
En aras de la claridad, es necesario separar dos líneas de pensamiento y desarrollo, complementarias pero diferentes y separadas, que se confunden con demasiada facilidad cada vez que surge el tema de la ciudad inteligente. En su origen, la expresión se refería exclusivamente a un pequeño número de proyectos de desarrollo aislados que se iniciaron en la década pasada, proyectos incipientes como el New Songdo coreano, Masdar City de los Emiratos Árabes Unidos y un curioso complejo en Portugal llamado PlanIT Valley. Estos son entornos supuestamente urbanos diseñados desde cero en donde los objetos, superficies, espacios e interacciones que conforman la realidad cotidiana tienen integrada la capacidad de procesar información. Se nos presentan como precursores y paradigmas del tipo de entorno urbano que podríamos habitar cuando las ciudades de la Tierra hayan sido colonizadas definitivamente por la red informática en un futuro indeterminado, pero no muy lejano.
El lugar más citado en los estudios publicados en torno a esta materia es, con diferencia, la New Songdo City. Cuenta con una superficie de 53,4 km2 y es más conocida como Songdo International Business District (SIBD). Desarrollada por la empresa neoyorquina Gale International junto con la compañía coreana POSCO Engineering and Construction, y planificada por Kohn Pedersen Fox, Songdo constituye una ciudad ex novo para 500 000 habitantes en un terreno recuperado del mar Amarillo. Su precio se ha cifrado en varias ocasiones en 20 000 millones de dólares[1], 35 000 millones[2] e incluso 40 000 millones[3].
La vida en New Songdo se promociona como un automóvil de lujo, en unas palabras («el estilo de vida y experiencia profesional definitivos»)[4] que son tan parecidas al conocido eslogan de BMW que me sorprende que sus responsables no hayan tenido noticias de los abogados de la empresa. A lo largo de su evolución, este «estilo de vida definitivo» ha incluido todo tipo de servicios, desde el control de acceso biométrico hasta la entrega de paquetes completamente automatizada. Los vídeos promocionales realizados por Cisco Systems, el actual contratista principal de tecnología, exhiben grandes pantallas de videoconferencia del tamaño de una pared, hablan de un «sistema de peajes inteligente» y muestran publicidad gráfica cuyo contenido se adapta en tiempo real a los cambios en la composición demográfica de la audiencia. Es como si alguien tomara Minority Report como un catálogo de compras o una lista de cotejo en vez de una visión distópica, y hubiera llevado a la práctica dicha interpretación en unos cientos de hectáreas de marismas ganadas al mar.
Pisándole los talones a Songdo se erige Masdar City, en Abu Dabi, con un presupuesto de 22 000 millones de dólares[5] y dirigida y diseñada arquitectónicamente por el estudio londinense Foster + Partners. Masdar fue creada para promocionar a la empresa estatal de energía sostenible a la que su nombre alude. Ocupa una superficie de tan solo seis kilómetros cuadrados y su objetivo es alojar a unos 40 000 residentes permanentes, 50 000 si contamos a los trabajadores que se desplazarán diariamente desde otros puntos del emirato. El complejo se presenta ante el mundo como un conglomerado compacto de edificios de poca altura, con un parque lineal que lo divide por la mitad. Aunque los interiores exhiben toda la parafernalia que se espera[6] de un control de acceso y una gestión energética conectados en red, la ciudad de Masdar parece realzar más los espacios entre edificios. Sus promotores la describen como un oasis tecnológico en los eternos páramos del «Cuadrante Vacío», un lugar donde una infraestructura sumamente sensible regula la captación solar y la humedad para exprimir la comodidad del propio e implacable aire del desierto, y donde una red de transporte eléctrico, personal y rápido, parecido al de los aeropuertos, permite prescindir de los automóviles convencionales.
Las ciudades inteligentes se nos presentan como precursores y paradigmas del tipo de entorno urbano que podríamos habitar cuando las ciudades de la Tierra hayan sido colonizadas definitivamente por la red informática en un futuro indeterminado, pero no muy lejano.
El último de los proyectos de desarrollo inteligente que más se mencionan es PlanIT Valley, el municipio de 10 000 millones de euros[7] que Living PlanIT, una empresa suiza con sede en New Hampshire está desarrollando en las afueras de Paredes (Portugal) con la colaboración de Microsoft, la unidad Smart+Connected Cities de Cisco Systems y la consultora británica de ingeniería Buro Happold. Con una extensión de 6,7 km2 (un terreno que Living PlanIT describe de forma bastante sugerente[8] como «el tamaño aproximado del centro de Boston»), Plan IT Valley es ligeramente más grande que Masdar. Sin embargo, su población objetivo de 225 000 habitantes[9] (el equivalente a varias veces la de Masdar y aproximadamente la mitad de la población prevista de la muy superior Songdo) sugiere que su diseño anticipa una densidad considerablemente superior a la de cualquiera de las dos. (De hecho, si nos atenemos a sus palabras, lo que pretenden asentar en las reverdecientes colinas del Portugal rural es una comunidad mucho más densa que Bombay, Calcuta, Karachi o Lagos[10]).
La función de la red informática en la vida cotidiana de PlanIT Valley se plantea de forma agresiva, incluso en comparación con Songdo y Masdar. El flujo constante de la experiencia está coordinado nada menos que mediante un sistema operativo urbano unificado que, al menos en teoría, gestiona las interacciones de todos los espacios, vehículos, dispositivos e indumentaria conectados de la ciudad[11]. La utilización de la energía, la movilidad, el control de acceso, el trabajo, el ocio y el entretenimiento, todas ellas coordinadas por el mismo entramado digital, hace que PlanIT Valley se convierta en el non plus ultra en conceptos de entorno urbano gestionado digitalmente.
Estas son, por lo tanto, las ciudades inteligentes canónicas. Durante los últimos cinco años han dado mucho de que hablar, y cualquiera que se proponga investigar este tema se topará con sus nombres una y otra vez, charla tras charla y artículo tras artículo, en publicaciones que abarcan desde apasionados blogs de diseño hasta revistas de prestigio como The Economist. Aunque estas ciudades presentan diversos grados de desarrollo (PlanIT Valley, en concreto, es poco más que un conjunto de declaraciones y promesas en constante aplazamiento), se nos presentan de forma conjunta como el prototipo, el faro y, en muchos sentidos, la implementación de referencia para los sistemas que conformarán el espacio urbano del siglo XXI[12].
Sin embargo, la expresión «ciudad inteligente» apunta a algo más: el afán, mucho más vasto y trascendental, por modernizar las tecnologías de la información conectadas en red en lugares urbanos que ya existen. Aunque se trate de una iniciativa distinta a la de construir lugares como Masdar o Songdo, muchas de las mismas tecnologías, técnicas y prácticas están presentes en este organismo de producción cultural e intelectual. Una vez más, se nos plantea la idea de que es posible adquirir una conciencia sintética útil de los procesos urbanos a partir de los dispositivos de detección que se encuentran repartidos por todo el complejo urbanístico. Una vez más, se nos propone instalar sensores en los contenedores de basura, cámaras en las farolas, lectores RFID en el metro y células de carga en la calzada, aunque en este caso los dispositivos suelen ser integraciones posteriores y no algo diseñado en el propio tejido urbano desde el principio (o, mejor aún, la recopilación de datos se lleva a cabo reutilizando equipos y herramientas ya instalados/as). Y una vez más, encontramos la recopilación y análisis de datos como eje de una visión degestión municipal.
En cualquier caso, en unos cuantos años esta propuesta de ciudad inteligente puede infiltrarse aún más en nuestras vidas sirviéndose de los teléfonos móviles y las tabletas conectados a la red que tantas personas llevamos encima hoy en día. Estos dispositivos funcionan tanto a modo de interfaz como fuentes de datos pormenorizados sobre nuestro paradero, nuestras actividades y nuestras intenciones. Pero esto no es más que una mera elucubración. El objetivo general sigue siendo el mismo: la recopilación centralizada de los datos producidos por todos los dispositivos conectados de una ciudad y la aplicación de unas técnicas analíticas avanzadas al ingente volumen de datos que se genera.
Según nos dicen, el objetivo final de todo este escrutinio informático es hacer visibles para las personas encargadas de la gestión de las ciudades todos los procesos que se desarrollan en ellas, convertir lo que antes era opaco o indeterminado no solo en algo cognoscible, sino también procesable y, en última instancia, permitir la «optimización» de todos los flujos de materia, energía e información que configuran un gran espacio urbano. El epítome de este planteamiento es el Centro de Operaciones Inteligentes construido por IBM para la ciudad de Río de Janeiro, una infraestructura de 14 millones de dólares que fusiona datos de estaciones meteorológicas, cámaras de tráfico, patrullas policiales, sensores de alcantarillado y publicaciones en redes sociales en una panorámica sinóptica al más puro estilo de una sala de guerra. La principal innovación de este centro es que reúne todo el aparato de vigilancia y respuesta computacional en una única sala, lo que permite ajustar el funcionamiento dinámico de la ciudad en tiempo real (y, en el mejor de los casos, con antelación). Por lo demás, resulta una representación perfecta del estado actual de la administración municipal en ese momento preciso, al menos tal y como la conciben los proveedores de tecnología a nivel empresarial.
La mayor parte de las intervenciones de este tipo consisten en una mejora progresiva de productos fabricados en serie, adquiridos a través de los canales de compra existentes, gestionados mediante contratos convencionales y agregados a las estructuras espaciales e institucionales que ya existen. Estos proyectos no son tan ambiciosos como la construcción desde cero de lugares que incorporan técnicas de detección y activación digitales. Sin embargo, a la larga acabarán llegando a muchas más personas. Durante los últimos años, cientos de municipios de todo el planeta han adoptado algún tipo de iniciativa o plan oficial de ciudad inteligente[13] y esa cantidad sigue creciendo a medida que pasa el tiempo. La población total a la que afectan estas iniciativas asciende ya a decenas de millones de personas. A lo largo de la próxima década se invertirán cientos de miles de millones de dólares (una parte nada desdeñable de los fondos presupuestarios disponibles) y, quizá aún más importante, se dedicará una gran cantidad de atención y energía a la labor de integrar las tecnologías de la información en red en la gestión de nuestras ciudades. Es más, la mayor parte de esta tarea se llevará a cabo en nombre de la ciudad inteligente.
Dado que una ínfima parte de la población mundial vivirán algún día en Songdo, Masdar o PlanIT Valley (si es que la construcción de estos lugares llega a completarse conforme a sus planes de diseño), resulta obvio que este último conjunto de actividades es el más relevante. También es cierto que podemos identificar con bastante facilidad, mediante un análisis de las operaciones previsto en emplazamientos urbanos ya existentes (como el Centro de Operaciones Inteligente de IBM), algunos de los atributos, características y cualidades más destacados de la ciudad inteligente en lo que respecta a nuestras propias vidas y elecciones. Ahora bien, en este documento he optado por centrar mi análisis principalmente en los lugares donde la ideología de la ciudad inteligente alcanza su máxima expresión. Independientemente de que estas supuestas ciudades lleguen a fructificar o no, la intención con la que se planearon permea y tiñe las aplicaciones de esas mismas tecnologías en otros ámbitos y contextos. De hecho, si queremos descubrir lo que actualmente se considera la vanguardia de la praxis en este campo; familiarizarnos con las premisas, creencias, compromisos y valoraciones inherentes a esta visión de las cosas; y tal vez saber qué les depara el futuro a las ciudades en las que vivimos, entonces la mejor forma de empezar es cuestionarse detenidamente la propuesta en su forma clásica, independiente y pura.
NOTAS
[1] Lee, Junho y Jeehyun, Oh. «New Songdo City and the Value of Flexibility: A Case Study of Implementation and Analysis of a Mega-Scale Project» [La New Songdo City y el valor de la flexibilidad: Un estudio práctico de la implantación y el análisis de un megaproyecto]. Tesis de máster del Instituto Tecnológico de Massachusetts, 2008.
[2] Cisco Systems. «Cities of the Future: Songdo, South Korea» [Ciudades del futuro: Songdo, Corea del Sur], cisco.com, 2012.
[3] Unión Internacional de Telecomunicaciones. «Living In a World of 7 Billion People: Digital Cities for a Better Future» [Vivir en un mundo de 7.000 millones de personas: Ciudades digitales para un futuro mejor]. ITU News 8, 2011.
[4] Cisco Systems. «Cities of the Future: Songdo, South Korea«» [Ciudades del futuro: Songdo, Corea del Sur], cisco.com, 2012.
[5] Allianz. «Masdar City: a desert utopia» [Masdar City: una utopía en el desierto], 30 de marzo de 2009.
[6] Vidal, John. «Masdar City – a glimpse of the future in the desert» [Masdar City: un vistazo al futuro en el desierto]. The Guardian, 26 de abril de 2011.
[7] Alcatel-Lucent Corporation. «Getting Smart About Smart Cities: Understanding the Market Opportunity in the Cities of Tomorrow» [Atención a las ciudades inteligentes: Comprender las oportunidades de mercado en las ciudades del mañana] Febrero de 2012.
[8] Living PlanIT. «Planit [sic] Valley, a true innovation in urban development» [Planit [sic] Valley, una innovación real en desarrollo urbano], sin fecha.
[9] Living PlanIT. «Design Wins», [El diseño gana], sin fecha.
[10] City Mayors Foundation. «Largest cities in the world ranked by population density» [Las ciudades más grandes del mundo clasificadas por densidad de población] (2007).
[11] La lógica de que todos los elementos de la ciudad estén conectados a un único sistema operativo central es cuestionable, pues incrementaría su vulnerabilidad ante ataques malintencionados (por no hablar del enorme impacto que tendrían los ataques que tuvieran éxito),. Los riesgos a los que podría enfrentarse una ciudad de esta índole aparecen escenificados en Watch Dogs, un videojuego publicado en 2013 por Ubisoft que otorga a su protagonista, un hacker, «el control en tiempo real de la infraestructura [de Chicago]». «Atrapa a tu enemigo en una colisión en cadena de 30 coches manipulando los semáforos, para un tren y súbete a él para huir de las autoridades o levanta un puente para escapar de tus captores en el último momento. Cualquier cosa conectada [al sistema operativo de la ciudad] puede convertirse en tu arma».
[12] Por ejemplo, consulta «Building cities of the future now» [Construyendo las ciudades del futuro ahora mismo] de la British Broadcasting Corporation; «PlanIT Valley: A Blueprint for the Smart City» [PlanIT Valley: Un modelo para la ciudad inteligente] de Matter Network; «Cisco helps build prototype for instant cities» [Cisco ayuda a construir un prototipo de ciudades instantáneas] de San Jose Mercury News o «Abu Dhabi, United Arab Emirates: Future Green City Now» [Abu Dabi, Emiratos Árabes Unidos: La futura ciudad verde del presente] de Urban Times.
[13] Alcatel-Lucent Corporation, op. cit.
- Producido por Guerrilla Translation bajo una Licencia de Producción de Pares.
- Traducido por Lara San Mamés y editado por Sara Escribano.
- Texto original de Adam Greenfield.
- Imagen de portada de Mike Kononov.
- Imagen de artículo de Denys Nevozha.
- Imagen de artículo de Robs.
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