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Extrema derecha
El cuento de la extrema derecha: bulos, migración, natalidad y chivos expiatorios
La extrema derecha se extiende en toda Europa a través de bulos sobre la migración y promesas de una vuelta a un pasado irreal sin tocar las desigualdades ni los privilegios de los multimillonarios.
Los titulares se suceden casi a diario. Cualquier parecido entre los datos que arrojan los informes y los discursos de la extrema derecha es pura casualidad. España —al igual que sus vecinos europeos— ha cambiado radicalmente en los últimos 40 años, pero no en la dirección que se empeñan en señalar.
¿Somos demasiados? Vamos a ver qué dice el Instituto Nacional de Estadística (INE). En la primera mitad de 2018 nacieron en España 179.794 bebés, la cifra más baja desde 1941. Y el año pasado volvió a ocurrir algo que se está convirtiendo en una rutina desde 2015: se registraron más muertes que nacimientos. Por primera vez desde 1594 —sí, estás leyendo bien— la población nacida en España se está reduciendo, según el INE.
La supuesta invasión choca una y otra vez con las cifras: desde 2011 se registra un millón menos de inmigrantes y solo en los últimos dos años se adivina un ligero repunte de nuevas llegadas. Gracias a esta aportación migratoria, 2018 se cerró con un discretísimo aumento de la población: 132.263 personas más que el año anterior.
El ministro de Finanzas japonés, Taro Aso, ofrecía la solución definitiva al cada vez mayor coste médico de una población envejecida: “Dense prisa en morir”
Más récords: en 2018 España alcanzó una nueva marca de envejecimiento. Por cada 120 personas mayores de 64 años se contaban apenas cien menores de 16 años. Una tendencia que ha lanzado nuevos interrogantes: ¿quién va a cuidar de esta generación de mayores?, ¿qué va a pasar con las pensiones cuando la generación del baby boom español empiece a jubilarse en masa?, ¿quién va a sostener las tasas de crecimiento que necesitan las economías actuales para su supervivencia?
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Al mismo tiempo, el éxodo de la población joven hacia las ciudades y el extranjero dio el año pasado para decenas de titulares sobre el fenómeno de la “España vacía”, un retrato de amplias zonas rurales abandonadas, pasto de incendios, especulación y desmantelamiento.
Estos fenómenos demográficos no son exclusivos de España, sino que son compartidos punto por punto por casi todas las economías occidentales y algunas asiáticas, como Japón. A principios de siglo XXI, la población europea en edad de trabajar constituía el 11,9% de la población activa mundial. Las proyecciones indican que en 2050 esta cifra podría reducirse al 6,4%, con la posible pérdida de relevancia en el mundo, una tendencia que parece ya imparable con el ascenso de China, que en 2018 se convirtió en el principal motor de la economía mundial.
Frente al envejecimiento y la caída de la natalidad, no son pocos los países que han mirado hacia la migración como fórmula para mantener las tasas de crecimiento.
En 2017, el Gobierno canadiense lanzó un plan para atraer a un millón de migrantes en los siguientes tres años. El mismo debate se está teniendo en Alemania, el segundo país más envejecido del mundo. Pese al revuelo provocado por la llegada de 1,3 millones de refugiados en los últimos años, el Parlamento alemán aprobó en diciembre un plan para atraer a más de un millón de migrantes, tanto de terceros países como de solicitantes de asilo. Detrás de la medida, un reconocimiento de que Alemania necesita, según el ministro de Trabajo, Hubertus Heil, 1,2 millones de puestos de trabajo que no pueden ser ocupados por personal comunitario. Y este enero se hacía público que Reino Unido, en medio de las negociaciones del Brexit —donde el rechazo a la migración cumplió un papel importante— tiene 840.000 puestos de trabajo pendientes de cubrir, según la Oficina Nacional de Estadísticas. Ante problemas semejantes, Japón y Rusia han lanzado estrategias parecidas en los últimos meses.
Los problemas derivados del envejecimiento de la población —según la OCDE, España va camino de desbancar a Alemania como el segundo país más envejecido del mundo— tienen dos soluciones básicas para el Fondo Monetario Internacional (FMI). La primera salida la formuló en 2012 su directora, Christine Lagarde, cuando planteó que era necesario recortar las prestaciones, retrasar la edad de jubilación ante “el riesgo de que la gente viva más de lo esperado” y apostar por los seguros privados. Unas medidas seguidas a rajatabla por el Gobierno de Mariano Rajoy y frustradas, al menos por el momento, por el movimiento por las pensiones dignas.
Un año después, en 2013, Taro Aso, ministro de Finanzas japonés, ofrecía otra solución al cada vez mayor coste médico de una población envejecida: “El problema no se resolverá a menos que ustedes se den prisa en morir”.
“Si es por dinero, sin acritud, ¿no has pensado seriamente en morirte tú? Si es por riesgo financiero, predica con el ejemplo y muérete tú primero”, le respondía la cantautora española Alicia Ramos a la directora del FMI, aunque la letra bien valdría para callar también al ministro nipón.
La segunda solución del FMI para las pensiones españolas llegó en agosto de 2018, cuando este organismo advirtió de que el sistema de la Seguridad Social necesita otros 5,5 millones de migrantes en edad de trabajar para ser sostenible.
Se necesitan migrantes, pero se los quiere sin derechos: “Es el escenario ideal para que los empresarios se aprovechen de ellos”, dice Moha Gerehou
Mucho más lejos fue Lant Pritchett, economista y profesor de la universidad de Harvard, al señalar que Europa debe permitir la entrada de 200 millones de migrantes en los próximos 30 años para evitar el “suicidio demográfico”.
Las contradicciones entre las cifras y los bulos son cada vez más grandes. La pregunta se hace más urgente: ¿por qué aumentan los discursos y el apoyo de los partidos neofascistas en todo Occidente, precisamente cuando se necesitan, según el FMI, más migrantes?
Neoservilismo
La respuesta a esta pregunta empieza a contestarla este economista de Harvard, cuando desarrolla su propuesta en una reciente entrevista en Ctxt.es. Para Pritchett, en Europa no existe un “problema de inmigración”, sino un “problema de integración”, y ofrece una solución para extraer los beneficios de la una sin los problemas derivados de la otra: “Los trabajadores van a tener que ser integrados en la economía sin que necesariamente sean integrados en la sociedad política”.
Luis González Reyes es parte de Ecologistas en Acción y autor de La espiral de la energía (Libros en Acción, 2015). Para este químico de profesión, no se trata solo de una propuesta aislada de un visionario ultraliberal, sino una tendencia en auge a la que llama “neoservilismo”, una estrategia para conseguir una migración “ordenada en función de las necesidades laborales de los países enriquecidos”, es decir, migrantes “con un contrato de trabajo, pero sin ningún derecho político”. No solo serían “ciudadanos de segunda categoría”, señala González Reyes, sino “una ciudadanía sin herramientas para dejar de ser de segunda categoría”, migrantes que aportan fuerza de trabajo, impuestos y cotizaciones, pero no disfrutan de los derechos y las prestaciones que ofrece el Estado, que se reservan a los nativos. Un artículo también publicado en CTXT y escrito por Francesca Ricciardi, Alba Sánchez López y Luis González Reyes contestaba los argumentos de Pritchett.
El ejemplo más avanzado de este modelo son los países del Golfo Pérsico. En el caso de Qatar, más de 2.000 trabajadores extranjeros ya han muerto en la construcción de las infraestructuras del Mundial 2022, según denuncia Amnistía Internacional. En uno de los países más ricos del mundo, los trabajadores se convierten en posesión del patrón o de la empresa en un sistema de patronazgo conocido como kafala, en el que la sindicación está prohibida y la violación de derechos es pan de todos los días.
Pero no hay que irse tan lejos. “Esto es algo que se ve muy bien con las jornaleras marroquíes que cruzan la frontera y van a los campos de Huelva a recoger la fresa, trabajan durante la temporada sin ningún tipo de derechos laborales y luego se van”, cuenta a El Salto Moha Gerehou, periodista y expresidente de SOS Racismo. “Es el escenario ideal para que los empresarios y la población se aprovechen de ellos”, añade. Nada de esto sería posible, explica Gerehou, sin una Ley de Extranjería que permite la “vulneración sistemática de multitud de derechos laborales y sociales, y coloca a la población migrante en un plano de vulnerabilidad enorme en el que no es posible acogerse a derechos”.
Temporeros
Vidas exprimidas en temporada de cosecha
El régimen agrario en la Seguridad Social y la Ley de Extranjería son soportes de un sistema de producción que se nutre de la explotación de mano de obra migrante.
También es el caso de las empleadas de hogar y de las trabajadoras dedicadas a los cuidados de personas dependientes, en su mayoría de procedencia extranjera. Tal como denunciaba en 2017 Rafaela Pimentel, del colectivo Territorio Doméstico, un importante sector de estas trabajadoras no tiene contrato y no puede cotizar. Muchas de ellas, sobre todo las que trabajan como internas, sufren condiciones de “semiesclavitud”.
Lo que da votos
Para Gerehou, el auge del racismo en Europa y Estados Unidos solo puede explicarse por “una política de señalamiento en la que te dicen que tú no tienes trabajo porque esta persona que viene de fuera te está quitando tu empleo, una realidad que se han inventado en la que se prioriza a la población migrante sobre la nativa”.
De fondo, reconoce, hay una realidad que cada vez parece más aplastante: el racismo “da votos”. La influencia internacional, desde Francia, Alemania, Italia, Austria, Hungría o Polonia, pasando por Estados Unidos o Brasil, ha jugado un papel clave, afirma este periodista. “Cogiendo el guante internacional, lo que ocurre es que ese discurso racista se ha legitimado, se ha visto que se traduce en votos. Y hay distintos partidos que están legitimando ese discurso haciendo, a su vez, que haya parte de la población que se vea legitimada para llevar ese discurso a la práctica”, continúa.
“Cogiendo el guante internacional, lo que ocurre es que ese discurso racista se ha legitimado, se ha visto que se traduce en votos”
Moha Gerehou también señala como corresponsables a ciertos sectores de la izquierda, o supuestamente progresistas, que han asumido parte de estos discursos xenófobos. Políticos de la talla de Julio Anguita han criticado el “buenismo” de quienes defienden una política migratoria más abierta, contraponiendo los derechos de los migrantes con los de la clase obrera nativa, en un contexto de defensa del programa del Gobierno italiano. En el caso del Gobierno de Pedro Sánchez, el PSOE ha terminado asumiendo prácticas, apunta este periodista y activista, que antes había criticado a los Ejecutivos de Mariano Rajoy y Matteo Salvini, como es el caso de las devoluciones en caliente o el boicot al salvamento de migrantes en el Mediterráneo.
“Si tú asumes, para no perder votos, para no perder influencia, parte de los discursos de la extrema derecha…, bueno, pues la gente no es tonta, sabe que eso es una copia y, para eso, al final termina votando al original”, denuncia Gerehou.
Pero la responsabilidad de la izquierda en el auge del neofascismo en toda Europa va más allá, señala este periodista oscense de familia gambiana. Además de la ausencia de “un discurso antirracista en los partidos que se dicen de izquierdas”, estos sectores han coincidido con la derecha en hablar de la migración solo desde una perspectiva económica: “Dicen que necesitamos migrantes para pagar las pensiones, para repoblar ciertas partes del mapa español, pero muy pocas veces se habla desde perspectivas más allá del trabajo… Las personas migrantes no solo vienen a trabajar, también vienen a estudiar, también vienen a estar, a convivir, a tener familia”.
Mientras tanto, los bulos sobre la migración parecen tener alas. “Son proclamas que se han desmentido desde hace siglos, pero siguen teniendo calado… eso demuestra el carácter estructural del racismo en España. Esos bulos vienen a confirmar lo que la gente ya cree”, dice Gerehou.
No es posible que haya papeles para todos, ni es sostenible un estado de bienestar que pueda absorber a los millones de africanos que quieren venir a Europa y tenemos que decirlo, aunque sea políticamente incorrecto. Seamos sinceros y responsables con esta cuestión. https://t.co/q8p9qxbSFG
— Pablo Casado Blanco (@pablocasado_) 29 de julio de 2018
Cómo llegamos hasta aquí
Marisa Pérez Colina es integrante de la Fundación de los Comunes, donde lleva más de un año investigando el auge de los discursos y de los partidos de extrema derecha en Europa occidental. En Francia, el partido de Marine Le Pen ha sabido rentabilizar la crisis de los Chalecos Amarillos y encabeza las encuestas con un 24%. En Italia, la formación de Salvini ha conseguido convertirse en la primera fuerza, con el 33% de la intención de voto. En Austria son tercera fuerza y forman gobierno con el derechista Sebastian Kurz. Y la lista continúa. La idea de abandonar la Unión Europea se ha quedado anticuada. Los partidos de extrema derecha se ven en condiciones de “reconquistarla”, empezando por las elecciones europeas de mayo, en las que esperan convertirse en el primer grupo parlamentario.
El ascenso del racismo está ligado al ascenso de una élite que no ha dejado de crecer con la crisis. Este año se batió otro récord: el 10% más rico tiene tanto como el resto
Unión Europea
El ascenso de la ultraderecha y la nueva Europa
Los partidos de extrema derecha han cambiado paulatinamente de discurso. Ya no abogan abiertamente por la salida de la Unión Europea sino que han recuperado la vieja idea fascista de “reconquistar” el continente.
De fondo, explica esta investigadora, está la crisis de la clase media, que ha visto cómo se reducen sus ingresos y sus derechos, una clase en caída libre que tiene cada vez más difícil el acceso al trabajo, a la vivienda y a los servicios públicos, degradados por los recortes del Estado de bienestar.
Se trata, afirma, de un fenómeno íntimamente ligado al ascenso de una élite económica que no ha dejado de crecer con la crisis. Según Intermón Oxfam, este año se ha producido un nuevo récord en desigualdad: el 10% de los españoles más ricos concentra tanto patrimonio como el 90% restantes, algo que sitúa a España como el tercer país más desigual de Europa.
Los años que siguieron a las revueltas de 2011, con millones de personas en las calles de toda Europa, Estados Unidos y muchos países de la cuenca del Mediterráneo, fueron una oportunidad para una salida “emancipadora” de la crisis. Una oportunidad perdida, añade. La “frustración o el cierre de un proyecto de ruptura” dio paso a los discursos del miedo. “La extrema derecha ve que hay una población que se queda fuera, que ya no cree en las instituciones, en los partidos como vehículos para garantizar ciertos elementos que hacen posibles sus vidas”, y a partir de ahí construye su base social, resume Pérez Colina.
Para garantizar que la economía capitalista tal como la conocemos siga funcionando igual, explica, pero “sin ningún tipo de pacto social, sin ningún tipo de redistribución”, se buscan nuevos “chivos expiatorios” para que “la gente se agarre a eso y desvíe su atención de lo que era obvio para todos hace apenas diez años”.
—Que la culpa de la crisis la tenían los banqueros.
—Exactamente.
El otro, el enemigo, otra vez
Para Andreu Domingo, del Centre d’Estudis Demogràfics de Barcelona, hay una clara vinculación entre crisis demográfica y auge de los nuevos fascismos. Este demógrafo habla de una crisis en la que se mezclan factores de clase social, generación, procedencia y género: “Todo junto está llevando a una crisis que provoca ese miedo hacia los extranjeros, pero también se deriva hacia esa nostalgia por el patriarcado que se pierde”.
La extrema derecha, cuenta Andreu Domingo, “lo que está vendiendo es un retorno a esa sociedad ‘ideal’ en la que los hombres eran hombres y las mujeres eran mujeres; en donde las mujeres estaban sometidas a los hombres”
La nostalgia de un mundo que difícilmente existió se posiciona como una salida recurrente para los nuevos partidos o los discursos asumidos por las viejas formaciones. La extrema derecha, cuenta a El Salto Andreu Domingo, “lo que está vendiendo es un retorno a esa sociedad ‘ideal’ en la que los hombres eran hombres y las mujeres eran mujeres; en donde las mujeres estaban sometidas a los hombres y tenían unos trabajos muy claros; en la que la migración estaba subordinada, con una sociedad ordenada en función de una paleta de colores creada según los prejuicios de la población autóctona”.
Nada de esto sería posible sin una efectiva construcción del “otro”, argumenta Marisa Pérez Colina. “La alteridad es un concepto absolutamente funcional al mantenimiento de las jerarquías, útil para la acumulación capitalista. Si tú no creas una alteridad de género, es decir, un otro-mujer, es imposible mantener la división sexual del trabajo, es imposible sostener una situación en la que la mayor parte de trabajo que se realiza en la sociedad no es remunerado”.
La segunda alteridad, describe Pérez Colina, es la de raza: “Si tú no creas la identidad del otro, del negro, del latino, del musulmán, si no lo conviertes en algo que da miedo, ¿cómo haces, por ejemplo, que se vea la actual Ley de Extranjería como algo completamente normal, una ley que divide el mercado entre personas que tienen derechos y personas que no?”. ¿Cómo haces que esto sea digerible socialmente?, se pregunta Pérez Colina. Fácil: “Construyendo al otro como una amenaza”.
“No conseguimos señalar al enemigo y combatirlo, entonces vamos a la cosa práctica de buscar chivos expiatorios de enemigos absolutamente ficticios”, dice Marisa Pérez Colina, de la Fundación de los Comunes
En la sociedad europea, señala esta integrante de la Fundación de los Comunes, “que pierde derechos que pensaba ganados para siempre, hay una sensación de debilidad, de impotencia”. Frente a esta crisis múltiple, los discursos de extrema derecha ganan posiciones en toda Europa y buena parte del mundo con el racismo, la homofobia y el antifeminismo por bandera: “No conseguimos señalar al enemigo y combatirlo, entonces vamos a la cosa práctica de buscar chivos expiatorios de enemigos absolutamente ficticios. Siempre lo más fácil es convertir la diferencia en una relación de subordinación, algo que no es evidente: la diferencia puede ser interpretada como una riqueza, que es lo que es, una parte muy buena de la globalización”.
Extrema derecha
¿Es Pablo Casado de extrema derecha?
Hay una línea que conecta las ideas demográficas del nacionalsocialismo alemán y las recientes declaraciones del líder del Partido Popular, Pablo Casado, sobre natalidad y aborto.
El patriarcado contraataca
Marisa Pérez Colina vincula una de las banderas de la nueva extrema derecha, las proclamas contra la “ideología” o la “dictadura de género”, con los avances del movimiento feminista en las últimas décadas y, especialmente, en los últimos años: “El patriarcado está completamente tocado. Por eso se defiende de esta manera y quiere volver hacia atrás. Por eso, este antifeminismo militante de todos los partidos de extrema derecha es una muestra de debilidad”.
De hecho, si hay un movimiento que puede hacer frente al avance de los discursos neofascistas, sostiene esta politóloga y activista, es el feminista: “En las sociedades occidentales, las mujeres están ocupando espacios de la esfera pública, espacios de poder. Todo esto es muy difícil que tenga vuelta atrás”.
Para detener el avance de los discursos de tinte neofascista falta, añade Pérez Colina, una respuesta firme desde los partidos y sectores que se reconocen en la izquierda, que muchas veces caen en el “blanqueamiento” de las propuesta de la extrema derecha. “Me cuesta pensar que esas personas que están viviendo en el mismo país que nosotros desde hace cuatro décadas ahora vengan y nos digan que hay que regular la inmigración. ¿Más? Podemos legalizar el trabajo esclavo si quieren”, ironiza.
¿Por qué se está produciendo el envejecimiento de la población en la Unión Europea?
La base de la pirámide demográfica se está encogiendo desde hace unos cuantos años en toda Europa. Las bajas tasas de natalidad se explican en parte —o al menos coinciden en el tiempo— con la incorporación de la mujer al mercado de trabajo.
Por un lado, se tienen hijos más tarde, porque primero inviertes en asentarte profesionalmente y, al tener hijos más tarde, también tienes menos hijos, tanto por un fenómeno biológico como por una cuestión de usos del tiempo: si estás trabajando a tiempo completo —como ocurre en los países del sur de Europa, donde el trabajo con jornada reducida es menos frecuente—, tienes menos tiempo para dedicar a los hijos.
¿Por qué la natalidad es más baja en España que en otros países europeos?
Porque la mujer se ha introducido masivamente en el mercado de trabajo y al mismo tiempo sigue siendo la gran responsable de las tareas domésticas… Y será así hasta que no encontremos un equilibrio dentro del hogar, donde las mujeres siguen dedicando muchas más horas que los hombres a las tareas domésticas... Si trabajan a tiempo completo como los hombres y además tienen que hacerse cargo de las tareas domésticas y del cuidado de los hijos de una forma desigual, es normal que quieran menos hijos. De hecho, se observa que en países escandinavos, donde el reparto de las tareas es más equitativo, las mujeres quieren tener más hijos que los hombres. En España es al revés, las mujeres quieren tener menos hijos que los hombres.
¿Es la migración una solución al envejecimiento y al problema de las pensiones?
No tengo tan claro que la sostenibilidad del sistema de pensiones dependa de los inmigrantes, porque en su gran mayoría tienen trabajos poco remunerados y su contribución al sistema de pensiones es baja. Pensar que los migrantes van a hacer sostenible el sistema de pensiones es un error. Contribuyen, pero no lo hacen sostenible.
¿Qué base científica tienen los discursos racistas en boga?
La mayoría de los estudios dicen que el impacto de la migración sobre el mercado de trabajo de los nativos es pequeño. Encontramos poca evidencia científica de que los migrantes “roban” el trabajo a los nativos. Se observa que nativos e inmigrantes no son sustitutos perfectos. Los inmigrantes no suelen hacer el trabajo de los nativos, incluso lo que se ha observado es que, cuando llegan inmigrantes, los nativos tienden a ocupar posiciones más altas… Impactos negativos que se hayan descubierto hay muy pocos. Lo que hace surgir estos brotes xenófobos son elementos más culturales que económicos.
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Ni este artículo ni mucho menos los comentarios tienen en cuenta un factor fundamental: el agotamiento de recursos energéticos y el de los materiales mineros que los sustentan, y la acaparación de recursos y poder económico en manos de unos pocos que este proceso de agotamiento de recursos está provocando. Tampoco tienen en cuenta que la respuesta al fenomenal problema que tenemos encima no está en la política tradicional partidocrática. Pocos logros se han conseguido a través de las urnas, menos aún en un sistema político falsamente representativo como el actual. En el 15M muchos salimos a las calles y el establishment tembló. Muchos gritamos "no nos representan" y casi todos parecemos haber olvidado esa y otras muchas consignas que tenían sentido y razón para ser reivindicadas. Tras pocos años desde el 2011 todas las iras y frustraciones se vuelven contra el partido de enfrente o contra el tuitero de al lado. No somos capaces de ver que el capital nos maneja hasta el punto de insultar y culpar a quienes renegamos del voto como solución a los problemas, y nos hace ir como ciudadanos alienados a echar la papeleta, y a confiar y legitimar a los mismos que nos metieron en problemas. Y lo que es peor, a creer que los van a solucionar. La casta parasitaria que tanto denunció Podemos sigue siendo la misma, con más poder económico y con mayor hegemonía en los medios de manipulación. El decrecimiento demográfico sería una oportunidad civilizadora única, si entendiéramos que forzosamente tiene que venir acompañada de un decrecimiento económico, una vida más austera y una verdadera y justa redistribución de la riqueza. Empeñarse (por ejemplo) en que la única salida al problema de las pensiones es aportar más masa cotizante, y enfrentarla a la única alternativa de las pensiones privadas que promulga el discurso capitalista neoliberal es seguir creyendo en los mismos dioses... El dinero para las pensiones puede sacarse perfectamente de los presupuestos, con un sistema fiscal que cobre las rentas a quienes tiene que cobrarlas, y que redistribuya con justicia y equidad su recaudación. Esto, que es sólo un ejemplo, vuelve a traerme a la reflexión de que las opciones partidistas que aspiran a obtener el poder político con nuestro voto no son herramientas válidas para conseguir una verdadera revolución que cambie de verdad las cosas.
Casi todos los artículos en éste y los otros medios generalistas "de izquierdas" tras el anuncio de convocatoria electoral tienen, más o menos evidenciado, el ánimo de dirigir nuestra orientación como votantes. Los temas de fondo que subyacen, y que no van a solucionar las urnas, más al contrario los van a prolongar y posponer, no se tocan en la prensa, como si lo hacía por ejemplo Diagonal allá por el periodo 2008-20015. A las pruebas de hemeroteca me remito y les remito.
La jornada de ocho horas no se consiguió en las urnas. Parar la aprobación de la Ley de reforma del aborto de Gallardón tampoco (esta última la consiguieron las manifestaciones de las feministas en la calle). Parar en parte la privatización de la Sanidad se consigue y se consiguió, en las calles. Ninguna reforma que beneficie al pueblo se ha conseguido desde los parlamentos. Tanto el PSOE como el PP han privatizado las empresas que daban beneficios, y han socializado las pérdidas de la estafa financiera llamada crisis a través de la modificación del art. 135 de la Consti, con la presión de la Unión de los dueños del comercio y las finanzas de Europa, conocida por todos como Unión Europea.
¡Cuántos universitarios desmemoriados habitan esta Ejpaña! Qué lástima y qué decepción. La calle es la esperanza, no las urnas; la auto-organización y movilización política al margen del sistema de partidos; la protesta y reivindicación a través de huelga y manifestaciones; la acción directa y la sindicación en organizaciones de trabajadores de inspiración anarquista... El ocho de marzo, con permiso de las féminas, tenemos una oportunidad cercana de echar un pulso al poder establecido.
La prensa (en parte también esta) está a otra cosa: como los "representantes" políticos defiende otros intereses, no los nuestros. Allá ustedes si creen en el voto útil o en el voto del miedo. En toda Europa y medio Mundo crecen el fascismo promovido por un Capitalismo que se agota y quiere morir matando. Si creen que su voto va a cambiar algo adelante, están en su derecho. Celebren la justicia social de la gran fiesta de la democracia el 28A, aunque no creo que al día siguiente tengamos nada que celebrar...
Amigo facha:
No es el otro, ni el emigrante, ni la mujer que exige sus derechos, ni la caza y los toros en decadencia, ni el cura que te calienta la cabeza en su homilia, ni el arbitro que no concedió penalti a tu equipo...Lo que te empuja a votar a quienes planean explotarte y lo que trae la perdida de tus privilegios es el límite natural del sistema capitalista y los multimillonarios empresarios que te sangrarán con su codicia sin límite (más incluso que el Estado que te proporciona servicios esenciales).
Esta ola neofascista también pasará, en cuanto los hombres con dos de frente y las mujeres le pongan límite.
Trump, Bolsonaro, Salvini tienen los días contados y son el sarampión que tiene que pasar el mundo para adoptar la racionalidad y ocuparse del problema de supervivencia que tiene la especie humana por desafiar a la Naturaleza.
Pasará si hacemos por ello, no es una tormenta pasajera, no es una catástrofe natural imprevisible. Lo que si lo es (previsible) es el colapso al que nos lleva el antropoceno, y este tiene el mismo origen que nuestro problemas actuales, y, resumiéndolo mucho, se llama capitalismo. Y de éste proviene también el fascismo.
A mí me parecen bastante razonables muchas de las propuestas de vox, por mucho que digáis que se van a comer los niños. Yo soy de izquierdas pero estoy tan harta de tonterías que no tengo claro a quién voy a votar...
Si fueras de izquierdas...no pensarías así.. lo tendrías bastante claro..piénsalo
Si, si crees que lo de Vox no es para tanto y que no sabes a quién votar y rematas con que eres de izquierdas es como para hacérselo mirar
Si estás en contra del aborto, de la ley de violencia de género, inmigración, etc, a favor de la liberalización total de la economía y la destrucción del estado del bienestar, lógico que los votes.
Tranquilo, bot de Vox, que no se ve que eres un mentiroso manipulador. Mucho ánimo.