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Estados Unidos
Cuando los indios de todas las tribus ocuparon Alcatraz y otras batallas del ‘Red Power’
El 20 de noviembre de 1969 un grupo de nativos americanos desembarcaban en la isla de Alcatraz, antiguo presidio de máxima seguridad en la bahía de San Francisco. Casi 90 habían participado en la acción, pero sólo 14 lograron burlar la seguridad de los guardacostas y tomar “La Roca”. Comenzaba así una ocupación de año y medio de este islote, de apena 9 hectáreas, para llamar la atención sobre la marginación social, cultural y económica de los indígenas norteamericanos.
Tras el fin de las guerras indias, en la década de 1890, los nativos americanos habían sido confinados en reservas, que llegados a la década de los años 60 languidecían entre la presión de las corporaciones por explotar sus recursos naturales, y la agonía de unas poblaciones sin esperanza, con fuertes problemas de alcoholismo, y convertidas en una suerte de “refugiadas” en su propio territorio.
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En reservas indias como Pine Ridge, Dakota del Sur, el 80% de la población vivía por debajo del índice de la pobreza, la tasa de desempleo fluctuaba en torno al 90% y la esperanza de vida era de 43 años. Tampoco era mucho mejor la situación de aquellas familias que habían optado por marchar a las ciudades, en un movimiento migratorio muy alentado por el Estado para vaciar las reservas y así facilitar su colonización.
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Marginados en la reserva y en la ciudad
Las promesas de “integración” formuladas en la Ley de Reubicación Indígena de 1956 no llegarían a cumplirse nunca. Confinados en guetos urbanos y privados de las redes de apoyo existentes en las reservas, los adultos desplazados a las ciudades desempeñaban los peores empleos y sufrían el racismo social e institucional, sin lograr a cambio que sus hijos pudieran acceder de manera significativa a la educación superior.
El movimiento indigenista, también llamado “Red Power”, a imagen y semejanza del “Black Power” afroamericano, sería la declinación india del movimiento por los derechos civiles que había arrancado con los negros, para extenderse más tarde a los asiáticos, hispanos y otras minorías de los EEUU. Su vanguardia eran los jóvenes urbanos que a pesar de todas las dificultades habían logrado acceder a la educación superior, pero que no por ello optaban por la asimilación y la renuncia a sus orígenes, una idea implícita en el proyecto de “integración” en la sociedad norteamericana. Se trataba de veinteañeros como Richard Oakes, de ascedencia mohawk, y que tras trabajar en la industria y la hostelería, había logrado matricularse en la Universidad de San Francisco para estudiar antropología y conocer la historia y la cultura de sus antepasados. Sería uno de los líderes de la toma de Alcatraz.
El nacimiento del Movimiento Indio Americano y la toma de Alcatraz
El verano de 1968 se fundaba en Minneapolis el Movimiento Indio Americano, producto de la confluencia de las diferentes organizaciones juveniles surgidas a lo largo del país. Esta gran organización, de ámbito supranacional, reivindicaban una identidad india por encima de divisiones tribales, y formulaba un programa de conquista de derechos sociales, políticos y económicos, así como de reconocimiento de la diversidad lingüística y cultural negada por los EEUU. Con la ocupación de Alcatraz los activistas del grupo “Indios de todas las Tribus”, al frente del que estaba Oakes, reclamaban una de las piezas centrales de este programa: el cumplimiento del Tratado del Fuerte Laramie, un acuerdo de 1868 que estipulaba la devolución a las poblaciones indígenas de las tierras cedidas por los indios al Gobierno, una vez perdido su uso. Alcatraz cumplía esta condición. Había cerrado sus puertas en 1963, pero cinco años después de su clausura la isla seguía sin ser devuelta a los indios, a pesar de sus reiteradas protestas para recuperarla.
Con la ocupación del islote los activistas generarían una auténtica zona autónoma a pocos kilómetros de una de las principales ciudades de los EEUU. Lo harían con sus propias normas, símbolos, servicios y un formidable medio de comunicación, la Radio Libre Alcatraz, que extendía más allá del islote las ideas del movimiento. Los ocupantes lograrían además provocar una ola de solidaridad de indígenas de todos los EEUU, así como de los muy activos y dinámicos movimientos sociales californianos. También de figuras mediáticas como Jane Fonda o Anthony Quinn, que apoyarían públicamente el proyecto de reconversión de Alcatraz en un símbolo del expolio indígena, y en sede de un centro cultural dedicado a la historia de las poblaciones originarias.
Tras más de un año y medio de autogestión, el 11 de junio de 1970 la policía recuperaba por la fuerza el islote, donde la ocupación, lastrada por los cortes de suministros básicos, como electricidad y agua dulce, había ido languideciendo
El experimento sin embargo no sobreviviría a sus tensiones internas, así como al bloqueo de las autoridades. Tras más de un año y medio de autogestión, el 11 de junio de 1970 la policía recuperaba por la fuerza el islote, donde la ocupación, lastrada por los cortes de suministros básicos, como electricidad y agua dulce, había ido languideciendo hasta quedar reducida a unos pocos activistas. Alcatraz fracasaría pues en sus objetivos más ambiciosos, pero lograría atraer la atención de la opinión pública norteamericana sobre la problemática de unas poblaciones marginadas de todo, empezando por el relato nacional de los EEUU, que había convertido la historia de un genocidio en la épica del “western”, exportada a todo el mundo a través del cine de Hollywood.
El FBI contra los indios
La de Alcatraz no sería la última acción espectacular del emergente movimiento indio americano, que trataría de repetir el golpe de efecto de la toma de Alcatraz con otra ocupación en 1971, la del icónico monte Rushmore, ubicado en territorio sioux, y en el que están grabados los rostros de cuatro de los principales presidentes norteamericanos.
El movimiento había nacido en las ciudades, pero a lo largo de los años 60, logró enlazar con parte de los indios de las reservas, donde el malestar por la discriminación, la falta de oportunidades y a menudo la corrupción de las elites indígenas, estallaría en revueltas como las de Wounded Knee, en Dakota del Sur. Allí, en el mismo lugar donde en 1890 se había cometido una de las grandes masacres de las guerras indias, tendría lugar una nueva ocupación de dos meses liderada por el Movimiento Indio Americano. Acabaría con un fortísimo despliegue policial y dos indios lakotas muertos por balas de las fuerzas del orden. A este episodio, seguirían tres años de fortísima represión en esta misma reserva india, rica en yacimientos de carbón y uranio. La alianza entre el FBI y un grupo paramiliar indígena, los Guardianes de la Nación Oglala, derivaría en una verdadera guerra contra el Movimiento Indio Americano, que también empuñaría las armas para defenderse. Según estimaciones oficiales, más 60 indígenas vinculados al movimiento indigenista perderían la vida entre 1973 y 1976 en la reserva de Pine Ridge. Sería en este contexto en el que el activista Leonard Peltier acabaría condenado por el asesinato de dos agentes del FBI. Algo que el preso político ha negado hasta hoy.
El canto del cisne del movimiento
Presionado por la renovada lucha de los nativos de las ciudades y las reservas, el Gobierno de Richard Nixon se vería obligado a realizar algunas concesiones, entre ellas, devoluciones de tierras y políticas de empleo para los habitantes de las reservas. El cine también daría cuenta en los años 70 de este cambio cultural con la producción de varios westerns que revisaban en clave india la historia de lo que hasta entonces se había conocido como “La conquista del Oeste”, e incluso Marlon Brando cedería en 1973 su minuto de gloria en la gala de los Oscar, donde había sido premiado por su papel en “El Padrino”, para que la activista Sacheen Littlefeather pronunciara un discurso en representación del Movimiento Indio Americano.
La larga marcha a pie en 1978, desde California hasta Washington, sería la última gran acción del Movimiento Indio Americano, ya lastrado por sus conflictos internos, la guerra sucia del FBI y el asesinato y encarcelamiento de algunos de sus líderes. Aunque la organización todavía existe hoy día, su influencia ha decaído mucho desde los años 80. Según el último censo de los EEEU, de 2020, existen 9,7 millones de nativos, pero apenas quedan 400.000 hablantes de unas lenguas indígenas en peligro de extinción.