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En saco roto (textos de ficción)
Estancia veneciana
En el verano del año 2000, una joven norteamericana alquiló una habitación en Venecia. Quería cumplir el sueño occidental de vivir unos días en la ciudad de los canales, de sentirse parte de su magia y de su decadencia. Quiso el destino —o una agencia inmobiliaria— que su habitación estuviera ubicada en un palacete ruinoso. Para ser exactos, su habitación era la única habitable de un inmueble del siglo XVIII carcomido por la humedad. Quizá la prudencia aconsejó a la joven estadounidense abandonar su habitación, irse a un hotel y reclamar ante la agencia. Pero nadie acude a Venecia para seguir los consejos de la prudencia. Sí, quizá pensó que en realidad se encontraba en el lugar idóneo para cumplir su sueño veneciano.
Esta historia no tendría mayor trascendencia si la joven se hubiera limitado a pernoctar en su habitación y a escribir algunas postales con noticias sobre su curioso alojamiento. Tiene trascendencia estos días porque la joven se llama Claire Kurtz (Boston, 1979) y, durante los meses de julio y agosto del año 2000, se dedicó a pintar al fresco en todas las estancias del palacete veneciano en el que era la única inquilina.
La obra pictórica de Claire Kurtz en el palacio Bari, que fue construido para una familia piamontesa y hoy es propiedad de un fondo de inversión, fue dada a conocer en enero de 2022 en el periódico veneciano Piazza Veneta. Un extenso reportaje informaba sobre el buen estado de conservación de los frescos y sobre los temas abordados por Kurtz. Ilustraban el texto diez fotografías de las principales estancias del palacio. De acuerdo con lo apuntado en el reportaje de Piazza Veneta firmado por Silvia Mileo, en las estancias de la planta inferior los frescos muestran cuatro escenas de la vida cotidiana veneciana en el último verano del siglo XX: una joven sentada en el vaporetto se sacude los restos de hollín que la chimenea de la embarcación arroja sobre los viajeros; tres hombres de rasgos asiáticos cocinan platos de pasta en un restaurante diminuto inundado por una humareda; un grupo de turistas trata de huir de las palomas en una plaza con paredes desconchadas, y una mujer con el pelo recogido en una trenza tiende ropa en una cuerda que atraviesa un canal de aguas aceitosas.
En la primera planta, los frescos tratan temas “generacionales”, según los define el texto de Mileo. Las cinco escenas muestran espacios interiores: una oficina inundada por un sol crepuscular; una habitación desordenada con un ordenador encendido; el pasillo de un supermercado saturado de productos; una cafetería con paredes que imitan ladrillo visto y veladores de falso mármol, y una iglesia vacía.
En la segunda planta, compuesta por una única estancia con balcones abiertos al canal, se encuentra un fresco que muestra una fiesta en plena ebullición. Todos los frescos tienen un estilo realista “sin pretensiones hiperrealistas”, apunta Mileo. Y en todas las escenas aparece una joven que adopta la posición de observadora.
La historia de las estancias pintadas por Claire Kurtz en el palacio Bari quizá habría quedado circunscrita a la prensa local si el fondo de inversión propietario del palacio no hubiera solicitado a la municipalidad de Venecia los permisos para convertir el inmueble en un hotel. Pero el fondo de inversión, radicado en el Reino Unido, no solo presentó la solicitud el 22 de marzo de 2022, sino que la acompañó de un dosier donde detallaba su proyecto de restauración. El proyecto pretende devolver el palacio a su estado original dieciochesco y, por tanto, implica la destrucción de la obra de Kurtz.
¿En qué punto se encuentra esta historia? Siempre según el relato de la prensa local veneciana —principal referencia también para lo apuntado en este texto—, los propietarios continúan con su idea reformista, Claire Kurtz ha expresado su deseo de que la obra se conserve y la municipalidad de Venecia duda y no se pronuncia.
Lo conveniente sería, por tanto, esperar unos meses para ver de qué lado se decanta el destino del palacio Bari. Otra forma de concluir este breve texto quizá sea recoger una frase de Claire Kurtz cuando fue preguntada sobre su obra veneciana: “Me limité a mostrar cómo miraba”.