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Poesía
“Toda intervención cultural disidente debe cuestionar el sistema normativo”
En 1999, Antonio Orihuela emprendió la aventura, en Moguer (Huelva), de poner en marcha unos encuentros en los que pudieran compartir, conectarse y tramar otros mundos todo un amplio abanico de poetas disidentes con las corrientes ideológicas y estéticas dominantes. Se trata de “Voces del Extremo” y, con el paso de los años, han supuesto un impulso fundamental para el desarrollo de la poesía crítica (crítica con el capitalismo y sus herramientas de sumisión, con las dinámicas culturales serviles, con la construcción centralizada y centralizadora de la literatura) en castellano. Desde esa periferia de las periferias, en el pueblicito de Moguer (cuna de Juan Ramón Jiménez, cuya fundación apoya vertebralmente esta cita), estos encuentros posibilitaron abrir una grieta en un panorama poético tensionado entre una línea complaciente, adormecedora, que arrollaba la realidad conflictiva a favor de una supuesta “normalidad” totalmente encajada en los sueños y normativas liberales (la “poesía de la experiencia”) y una pléyade de posiciones diferentes que jugaban más a las luchas de poder que al enfrentamiento ideológico. En ese contexto, Antonio Orihuela impulsó este evento anual para que se pusieran en comunicación todas/os las/os poetas que, desde una actitud alternativa, independiente, subversiva, desarrollaban una práctica poética insumisa y desobediente. Recitales de diez minutos de duración (sin importar los apellidos de quien leyese) en distintas ubicaciones de Moguer (desde la casa museo de Juan Ramón hasta la Peña de Cante Jondo o plazas de la localidad) se suceden en estos encuentros mientras se facilitan momentos para el debate, el intercambio, la conversación, la conspiración y los abrazos.
El papel de toda poesía que se quiera antagonista al discurso neoliberal será acompañar a quienes despiertan del sueño del capital. Por sí sola no tiene ningún poder.
Como testimonio de tales citas, sucesivamente, se publicaron antologías con textos de cada edición. Esos volúmenes han resultado una pieza decisiva en la expansión y en la consolidación de esta poesía crítica, en tanto que eran los únicos materiales permanentes disponibles de esa otra cara de las letras contemporáneas. A su vez, comenzaron a celebrarse ediciones itinerantes en muchas otras ciudades, todas complementarias al evento de Moguer, siempre impulsadas por la misma intención de confeccionar comunidad y pensamiento antagonista. Por todo ello, podemos afirmar que “Voces del Extremo” ha abierto y ha nutrido una amplia red de poesía que mira de frente al capitalismo para enseñarle los dientes y trabar resistencias en todos sus ejes, bien consolidada hoy día. Charlamos brevemente con Antonio Orihuela al respecto de sus veinticinco años.
¿Para responder a qué necesidades surgió Voces del Extremo en 1999? ¿Hoy siguen vigentes?
La necesidad era acabar con el capitalismo, y para esto sobraban libros de autoayuda y faltaban prácticas colectivas e imaginarios que pensaran la vida por fuera de él. Espacios sociales y mentales en donde crecer desde la disidencia. Lugares donde crear cultura autónoma, donde experimentar rituales, preparar fiestas, inventar nuevos lenguajes, cantar, soñar, disfrazarnos, jugar, contar historias, discutir planes y trabajar en común.
No hemos liquidado el capitalismo, pero tampoco él ha impedido que Voces siga siendo un proyecto transformador, experimental y vivo; basado en la cooperación, la complicidad, la ternura, el placer y la alegría.
Uno de los mayores (y tempranos) aciertos de Voces del Extremo fue el entablar una red de contactos entre poetas que estabais elaborando desde unos años atrás poesía crítica o alternativa.
La poesía, como otros productos culturales de la transición, había estado ligada a las políticas conservadoras; y los poetas enredados cuando más en cuestiones de distinción, prestigio y poder institucional y mediático, defendiendo su independencia creativa y su individualismo existencial. Frente a este estado de cosas, Voces del Extremo comenzó a nutrirse de quienes entendemos la poesía como un elemento indistinguible e integrado en lo social, dependiente de él y útil en tanto que herramienta de expresión, comprensión, explicación y vinculación a través de la palabra. Desde ella, hemos intentado congregar masa crítica, entretejer redes de discurso crítico contra las palabras y las imágenes del capital. Así, este proyecto político y poético, a partir del año 1999, no ha dejado de crecer como un cuerpo colectivo.
El papel de toda poesía que se quiera antagonista al discurso neoliberal será acompañar a quienes despiertan del sueño del capital. Por sí sola no tiene ningún poder.
¿Cómo se puede responder a los intentos del Poder de apropiación de las prácticas artísticas y literarias críticas? Frente a las dinámicas culturales adormecedoras (público pasivo, discurso y forma complaciente, búsqueda de mero entretenimiento), ¿dónde queda la poesía crítica? ¿Cómo ha cambiado el campo cultural, sobre todo el antagonista, en este tiempo?
Las respuestas al discurso dominante están ahí, las acciones y prácticas contraculturales siguen siendo factibles. Aunque sean limitadas, necesitamos sostenerlas, hacerlas creíbles, vinculantes, presentarlas más allá de como una alternativa a las formas culturales dominantes, como un lugar en el que vivir y desde el que sobrevivir al colapso en ciernes de las energías fósiles y al fin del capitalismo.
Una de las bases de Voces del Extremo es la convivencia, la escucha, el aprendizaje compartido. ¿Qué posibilidades se abren desde ahí para la intervención cultural disidente?
Abrir un paréntesis en nuestras alocadas formas de vida, pararnos a pensar juntos, a escuchar, a darle espacio a los demás... Todo esto nos sustrae de las lógicas del capital y de las dinámicas culturales al uso, pues devuelve el protagonismo al colectivo, borra la distinción actor/espectador, nos permite vivir la cultura como disidencia y construye comunidad.
Intervenir en la cultura desde la disidencia es también escapar de la alienación de la vida cotidiana, del derrumbe vital y del soberano aburrimiento, visualizar nuevos horizontes de organización y construcción colectiva, propuestas de mundo y de nuevas formas de estar en el mundo, críticas y cuestionadoras del capitalismo.
Desde ahí, pienso que toda intervención cultural disidente debe cuestionar el sistema normativo, desbordar los cauces institucionales, ser un acto gratuito que contraponer al credo neoliberal, acción múltiple, anónima, difusa, discontinua, inesperada, falible, inapropiable… Canal para la circulación del sentido y para dejar de cargar con la identidad, pues la lucha contra el capitalismo debe estar acompañada de otra lucha, más sorda y más íntima, pero igualmente necesaria, contra nuestra egolatría.