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Filosofía
'So fucking what!' Antimoral revolucionaria contra el principio de responsabilidad
Desde el inicio de los estados de alarma (no confundir con la pandemia) el fascismo ordinario ha vuelto a hacer acto de presencia, ya sea bajo el modelo del “fascismo de balcón”, ante las personas que circulan en horarios restringidos, el “fascismo de mascarilla”, ante individuos que incumplen algún nuevo hábito de “higiene social”, o el más clásico “fascismo antihospitalidad”, que niega todo contacto físico y/o acto de recepción ante cualquier persona que llegue “de fuera”. En todos los casos, autoinvestidos vigilantes de barrio censuran sin conocimiento alguno de la situación personal de cada individuo su falta de responsabilidad ética, claman por más control (policial) de la movilidad, exigen más recursos destinados a vigilar a los irresponsables y aducen la necesidad de una “educación” (léase disciplina) más severa para todos, tanto en su aspecto ético-social como en el jurídico-penal.
Más allá del simple miedo ante un peligro determinado, el nuevo fascismo ordinario que nos invade está siendo promovido racionalmente desde la ideología de un principio de responsabilidad que pretende hacer pasar por hechos “dados” completamente inamovibles lo que todavía está abierto y/o es indeterminado. A este respecto, un pequeño análisis histórico de los principales argumentos aducidos en las primeras defensas del principio de responsabilidad teorizado por Hans Jonas con la explícita intención de oponerse al principio esperanza de Ernst Bloch, podrá ayudarnos a salir de los discursos políticamente correctos sostenidos por los poderes fácticos a propósito de la “sostenibilidad” medioambiental y/o las medidas sanitarias antipandemia, de modo que podamos identificar claramente la coacción moral con la que nos tratan de inculcar dicho principio de responsabilidad en absolutamente todos los ámbitos de nuestras vidas. Concretamente, vamos a centrarnos en dos problemáticas distintas pero íntimamente relacionadas: la defensa del terror(ismo) bolchevique realizada por Merleau-Ponty en 1947 y el aspecto negativo o “nihilista” de la esperanza utópica analizada por Ernst Bloch entre 1938 y 1947. Posteriormente aplicaremos la lógica revolucionaria común a Merleau-Ponty y Ernst Bloch a la situación actual.
Filosofía
Soberanía en tiempos de biopolítica: estado de alarma y derechos fundamentales
Materialismo y terror
En su libro Humanismo y Terror (1947), Merleau-Ponty insistió en que los juicios políticos propios de los procesos de Moscú no podían concebirse desde una moral universalista y/o un derecho iusnaturalista válidos para todo tiempo y lugar. En su lugar, la concepción (revolucionaria) de los mismos debía ser la propia del materialismo histórico, la cual exigía tener siempre presente que la acción moral y políticamente correcta en un momento dado podía variar en función de la coyuntura histórica concreta en la que se actúa, de modo que lo que en 1921 podía ser considerado una acción revolucionaria (la Nueva Política Económica implantada por Lenin), en 1928 podía ser todo lo contrario; esto es, contra-revolucionaria.
Con independencia del carácter progresista o reaccionario de las posiciones mantenidas por Bujarin y Stalin en dichos procesos, lo que le interesaba resaltar a Merleau-Ponty en su polémico libro era que la lógica revolucionaria propia del materialismo histórico no podía considerar un acto como punible en función de un derecho o unos hechos previamente establecidos, sino únicamente en función de los valores propios de la sociedad futura que se pretende crear. Una sociedad que aún no existe, y que ni siquiera está definida y/o proyectada de modo unívoco o determinado. En la ética, el derecho y la política liberal-iusnaturalista, el carácter legítimo de las acciones a realizar en el presente está determinado por un pasado mítico que nunca cambia y se entiende como “dado”. En la ética, el derecho y la política revolucionaria, en cambio, el carácter legítimo de las acciones presentes está indeterminado porque depende de un futuro que está abierto y que únicamente el posterior curso de la historia podrá determinar.
El principio de responsabilidad utiliza el miedo y la vergüenza para legitimar el statu quo mediante la deificación de “lo dado”.
Tal y como afirmaba el propio Merleau-Ponty, “ser revolucionarios es juzgar lo que existe en nombre de lo que todavía no existe, tomándolo como más real que lo real”, pues la “responsabilidad histórica” no es lo que los seres humanos han querido, sino “lo que descubren haber hecho a la luz de los acontecimientos”. En la concepción liberal la moral es un poder de hecho. En la concepción revolucionaria es una apuesta de futuro. Lo cual, según Merleau-Ponty, exige tener que reconocer que “la historia es terror porque existe una contingencia”.
El principio de responsabilidad
Prescribe “obrar de tal manera que los efectos de tu acción sean compatibles con la permanencia de una vida auténticamente humana sobre la Tierra”.
El principio esperanza
Defiende la necesidad de “soñar hacia delante” una humanidad mejor a la dada (el espíritu de la utopía), pues entiende todo lo material como una “posibilidad de esencia” que podemos cambiar.
Aprovechando el auge que los movimientos ecologistas tuvieron a partir de los años setenta, algunos intelectuales conservadores trataron de encumbrar el principio de responsabilidad (1979), propuesto por Hans Jonas, como el único sustituto legítimo del marxista principio esperanza (1938-1947), anteriormente propuesto por Ernst Bloch. El núcleo principal de la argumentación radicaba en que el desarrollo de la técnica había llegado a tal punto que, por primera vez en la historia de la humanidad, “la acción humana es capaz de cambiar la naturaleza del mundo” de un modo tal que “el conocimiento humano no es capaz de prever los efectos de las acciones”, ni por tanto de determinar el carácter moral de las mismas. Debido a ello, afirmaba Jonas que “el principio esperanza debe ser sustituido por el principio de precaución [y que] hemos de pararnos”. Para ello, y aunque esta es la parte que normalmente se oculta, en su calidad de heideggeriano y teólogo, Jonas hacía un nuevo llamamiento a promover la vergüenza y el miedo como formas morales con las que controlar las terroríficas consecuencias que las acciones humanas podrían tener en una sociedad técnica. Concretamente, afirmaba que en las nuevas sociedades tecnológicas al ser humano “no le queda más remedio que avergonzarse de sí mismo en presencia del saber superior a él [y que] el miedo puede ser ―a menudo lo ha sido― el mejor sustitutivo de la auténtica virtud y sabiduría”.
Olvidando la intencionada ambigüedad con la que Jonas utilizaba el término “naturaleza” (de forma simultánea como “ecosistema” y “esencia” del mundo y/o del ser humano), algunos intelectuales supuestamente progresistas cayeron en la trampa y contribuyeron a encumbrar al teólogo alemán como nuevo paradigma ético desde el que criticar el supuesto desarrollismo tecnocrático presente en el principio esperanza de Bloch. Posición esta que implica una completa y absoluta tergiversación de la postura mantenida por Bloch en torno a la técnica y a la esperanza.
Mientras que en el caso de Jonas la “naturaleza”, humana y medioambiental, era considerada como algo dado y existente en sí y por sí al margen de nuestras acciones (natura naturata), en el caso de Bloch la naturaleza, humana y medioambiental, es concebida siempre como una relación co-productiva (natura naturans) que implica múltiples agenciamientos y posibilidades de variación entre el mundo y los seres humanos. Al igual que para el derecho liberal-iusnaturalista, la naturaleza de Jonas es algo cerrado que debemos conservar. Por su parte, del mismo modo que la política revolucionaria descrita por Merleau-Ponty, la naturaleza de Bloch también se concibe como algo abierto al futuro.
El principio de responsabilidad propuesto por Jonas, y asumido por gran parte de las ideologías antimarxistas imperantes, se postula como un mandato que exhorta a la no-acción preventiva mediante el miedo a las consecuencias y la vergüenza por la supuesta soberbia que conlleva pretender cambiar “lo dado” a mejor. Por el contrario, el principio esperanza propuesto por Bloch nunca implicó en modo alguno una confianza ciega en el desarrollismo tecnocientífico, ya fuera este capitalista o soviético, sino todo lo contrario: la esperanza técnico-materialista de Bloch asume la responsabilidad ante lo imprevisible de las acciones humanas desde la misma lógica revolucionaria con la que Bujarin aceptó su sentencia de muerte; esto es, sin dejarse coaccionar por el actual estado de las cosas y sin miedo a equivocarse o fracasar.
Filosofía
Pánico por sistema: el gobierno de la retroalimentación social del miedo
El acorazado Potemkin frente al fascismo ordinario
Medioambiente y medidas antipandemia son dos ámbitos en los que los poderes fácticos suelen emplear la idea de que “todos vamos en el mismo barco”. Personalmente, siempre hemos desconfiado de aquellos que sin conocernos afirman hacer las cosas “por nuestro bien”. Si son cristianos les solemos responder que “el infierno está lleno de buenas intenciones”. Si no lo son, les hablamos de un barco en particular: el acorazado Potemkin. Pues efectivamente, en este caso también iban todos en el mismo barco, y al igual que ocurre con el barco “planeta Tierra” o el barco “Humanidad” (ante la pandemia), algunos viajan como patrones y a otros les toca hacerlo como marineros.
En el caso del acorazado Potemkin la opción revolucionaria consistió en apostar a la esperanza de futuro por encima de la responsabilidad ante un posible naufragio que matase a todos. Del mismo modo, en los casos del barco “planeta Tierra” y del barco “Humanidad” deberíamos apostar tal y como Mao Tse Tung se atrevió a hacerlo frente a la posibilidad de una guerra nuclear, y no dejarnos coaccionar por una forma paralizante del principio de responsabilidad que únicamente es postulada como garantía del statu quo.
El responsable obedece a discursos cerrados dominantes en un momento dado. Punks y revolucionarios los rechazan todos en favor de un futuro siempre abierto.
En un mundo globalizado, en el que los poderes dominantes utilizan el discurso medioambiental para limitar la energía disponible en los países que ellos mismos denominan “en vías de desarrollo”, con el único objetivo de obligarles a comprar las tecnologías supuestamente verdes que solamente ellos fabrican, y limitan las autonomías y competencias locales sobre el territorio aduciendo competencias medioambientales autoatribuidas a organismos supraestatales no legitimados democráticamente, se hace necesario desarrollar un nuevo y radical principio esperanza que no tenga miedo ni vergüenza alguna de asumir la posibilidad de que todo salga terroríficamente mal, y jugar una vez más la carta de “antes hundimos el barco que seguir soportando el estado actual de las cosas”.
Y lo mismo debería valer para todas aquellas medidas sanitarias cuya finalidad última es mantener a las clases trabajadoras y los sectores más pobres de la población a lo largo y ancho del mundo confinados en sus propios barrios y/o países, sin acceso a los recursos más básicos y en un estado de precariedad tal que les obliga a desarrollar ratios más amplios de movilidad con el objetivo de lograr los recursos económicos necesarios con los que sobrevivir un día más.
A nivel mundial ―y siempre deberíamos pensar a nivel mundial― no debería quedarnos duda alguna de que los discursos medioambiental y antipandémico que nos están vendiendo, bajo la coacción del principio de responsabilidad, forman parte de una ideología conservadora de clase alta pensada para jugar a favor del statu quo de los países ricos. Frente a este nuevo fascismo ordinario, lo último que un pensamiento de izquierda necesita es más moralina barata con la que apaciguar los sentimientos de culpa y/o vergüenza que continuamente nos tratan de inculcar, pues todo ello no sirve más que para dirigir y controlar la conducta cotidiana de los individuos sin tener que alterar en lo más mínimo el sistema de (re)producción social y material vigente. Algo así como “cierra el grifo mientras te lavas los dientes pero no me pidas que limite el agua que necesita la industria y la agricultura para ser competitiva en los mercados internacionales”; o “usa la bici para ir al trabajo pero no me pidas que altere el actual sistema de producción para reducir el tráfico marítimo de mercancías”. En el caso de las medidas sanitarias antipandemia el discurso ha terminado siendo “poneos mascarilla, lavaos las manos, ventilad el espacio de trabajo y evitad besaros cuando folléis (recomendado por La Sexta durante el primer estado de alarma), pero no pidáis que se nacionalicen los hospitales privados ni se incremente el presupuesto dedicado a la sanidad pública”... aunque la Organización Mundial de la Salud haya estado advirtiendo sobre una posible pandemia de coronavirus desde que se produjo el primer contagio en humanos en 2002.
Filosofía
Heterarquías: la lógica rizomática de los sistemas sociales
So fucking what!
El problema con este tipo de moralinas controladoras de la conducta individual es que desatiende completamente el carácter holístico de los sistemas complejos (o como les gustaba decir a los cibernéticos, “no-triviales”), y los concibe linealmente como la simple suma de los actos realizados por cada individuo. De ahí que se contenten con trasladar la responsabilidad a la conducta cotidiana de los individuos, en lugar de incidir en las relaciones sistémicas que co-determinan las consecuencias de las acciones. Ante esta nueva forma de fascismo ordinario, lo único que deberíamos aducir es la que siempre fue nuestra frase punk favorita: SO WHAT! El mundo (de un revolucionario) jamás fue un entorno seguro y mucho menos aún predecible. Por el contrario, la posibilidad de la propia muerte, tanto individual como colectiva, siempre fue algo que tanto revolucionarios como nihilistas aceptaron antes incluso de iniciar cualquier acción.
El discurso medioambiental y antipandémico que nos están vendiendo bajo la coacción del principio de responsabilidad forman parte de una ideología conservadora de clase alta.
¿Que podemos morir o matar a cientos, miles o millones de personas por la “irresponsabilidad” de nuestros actos? ¡¿Y quién, o cuándo, no?! ¡Vivimos en un sistema no-trivial capitalista basado en la explotación y el dominio! ¡El efecto sistémico y no-trivial de vuestras acciones cotidianas supuestamente responsables antes de la pandemia ha matado a más personas que la lepra, la tuberculosis y el SIDA juntos! ¿Queréis echar encima a un individuo concreto la carga de la responsabilidad por la muerte de personas cuya causa última obedece a una miríada de actos de diferentes sujetos sistémicamente relacionados de forma no-trivial? Muy bien. Habrá incluso quien la asuma. Jamás faltaron Jesucristos en el mundo dispuestos a cargar con los pecados de los demás cada vez que se los necesitó. ¿Y qué? (SO WHAT!). Lo único que se muestra con ello es que en realidad no estáis buscando las causas reales del problema, sino un chivo expiatorio fácil y rápido al que poder culpar. Pensamiento sacrificial y fascismo ordinario. Caza de brujas y vuelta a la religión.
Para luchar contra todo ello creemos, sinceramente, que la izquierda profundamente moralinas y cobarde en la que llevamos décadas hundiéndonos necesita urgentemente grandes, nuevas, profundas y radicales dosis de nihilismo punk sin miedo a fracasar estrepitosamente ante la magnitud de la apuesta que se necesita realizar. Una vez más y siempre: ¡fiat iustitia, pereat mundus!... ¡et humanitas! ¡Menos país y más Eskorbuto! ¡Menos responsabilidad y más esperanza técnico-materialista!
Filosofía
Menos País… ¡y más Eskorbuto!
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Claro, porque lo sistémico y complejo es incompatible con lo individual. ¿No? Bastante absurdo ese juego demagógico y facilón. El modelo del juego de la vida de Conway, ya bastante antiguo, pero no por ello menos sorprendente, habla de cómo reglas o acciones mínimas ejecutadas por individuos diminutos, generan emergencias complejas y resultados impredecibles.
Creo que con afán ¿sistémico? habéis simplificado enormemente; además de relaciones lineales y causa efecto las hay de muchos otros tipos. La responsabilidad sistémica no es contradictoria con la individual. Y estando de acuerdo con que los nuevos fascismos siempre andan al acecho para colar sus eslóganes, cuidado con ese aventurado fascismo tecnomaterialista de muerte y desolación; no sé si se os ha muerto alguien porque alguno de los diminutos individuos, desde luego sometido por el fascismo neoliberal, además solo quiso mirar el futuro prometeico y no al vecino de al lado, o a su abuela.
Hay una direfencia entre rechazar la reponsabilidad individual, y poner todo el peso de la política en la responsabilidad individual. Que es lo que ha hecho el gobierno hasta día de hoy y es lo que critica el texto. Por supuesto que la responsabilidad sistémica no es contraria a la individual ¡faltaría más, ésta es un agregado de la otra! Comprende el contexto social en l que se publica el texto: un país en el que desde el comienzo se ha estado contando machaconamente lo mal que está la situación en los hospitales pero cuyos planes para salvar la patria excluyen precisamente aumentar la fuerza del sistema hospitalario público. No es legítimo que el gobierno culpe a los ciudadanos de una responsabilidad que la única razón de su existencia, esto es: la gestión de las instituciones públicas.
Un saludo.
La responsabilidad sistémica no es contradictoria con la individual, pero desde luego son distintas. Y eso es algo en lo que el artículo indicide de forma bastante acertada a mi parecer.
"So fucking what!"?
Huele a american wannabe... Yankee go home!
"necesario desarrollar un nuevo y radical principio esperanza que no tenga miedo ni vergüenza alguna de asumir la posibilidad de que todo salga terroríficamente mal".
¿Y esa posibilidad de que todo salga terroríficamente mal para todos la decidís vos? ¿Debe el mundo olvidar eso que decís de "siempre hemos desconfiado de aquellos que sin conocernos afirman hacer las cosas “por nuestro bien”" y asumir esa catastrófica posibilidad porque unos "boomer" (ya que sos tan gringófilo y obvio que de un tiempo ya pasado) a los que queda menos en este mundo que a los demás decidieron que es una apuesta a mejor? Permitime que sea yo ahora quien desconfía del que afirma estar dispuesto a hundir el barco en el que también voy yo "por nuestro bien".
Aparte de mis objeciones creo que efectivamente el nuevo fascismo viene precisamente del "centroizquierda", del "progresismo" que ha erradicado al socialismo en Occidente. Los balconazis, como decimos en mi país, son una nueva forma de camisas pardas, descafeinada, más cobarde, claro, pero igual de autoritaria. Y si esto fuera una pandemia de peste bubónica capaz que lo entendiera, pero estamos hablando de una enfermedad que es menos letal que la gripe común cuyo peligro está en que es muchísimo más contagiosa y dura todo el año, pero los que ya la pasamos sabemos que nadie sano y relativamente joven ha de tenerle ningún miedo.
Pero la incapacidad de los gerentes de salud en lugar de trasladar a lugares seguros como hoteles, balnearios, complejos vacacionales, etc, alejados de las áreas superpobladas a la población de riesgo hasta que existiera la vacuna y permitir que la vida siguiera, decidieron que mejor condenar a prisión domiciliaria parcial por mínimo de un año a todo el mundo. ¡Perfecta aplicación de un pensamiento fascista! "Muchachos, metamos a todos en la misma bolsa. No reconozcamos que esta pandemia no afecta a todos ni de la misma manera. Abajo la diferencia". El Estado ordena y manda, pero no precisamente para cambiar los modos de producción ni para garantizar derechos sino para cargar la responsabilidad de la ineficaz gestión de una pandemia de gripe ultracontagiosa sobre el pueblo. ¡Qué buena jugada, che!
Y después se asombran de que surjan taradites que niegan la existencia del virus y el caos que provocaría en los sistemas de salud pública si en lugar de unas decenas de miles de ingresados durante el invierno como todos los años tuviéramos millones todo el año. ¿Pues qué esperaban? Si tratan a la población como imbécil es inevitable que aparezcan los imbéciles.
Un profesor de universidad ácrata, jajaja. A los curritos todo el mundo nos intenta tomar el pelo, hasta los punks Deluxe. Vaya parida de artículo.
Menos país y más Eskorbuto...parece que no habéis aprendido nada de los años 80... si es que los vivisteis. Mucha teorización ácrata pero ni una propuesta concreta más allá del nihilismo del “so what”, tiro para adelante y si me equivoco que os den. Muy seguros en el argumentario de vuestra parcela ideológica pero inútil completamente para articular una sociedad heterogenea y diversa como la que tenemos. Me gustaría veros como ministros de salud y que asumierais las consecuencias de vuestra “responsabilidad”. Me parece maniqueo y hasta infantil confrontar las medidas de seguridad sanitaria y la necesidad de reforzar los servicios públicos de salud (son públicos, ya están nacionalizados). De la misma forma que se puede y en mi opinión se debe, intentar reducir la huella carbónica individual a la par que se exige que se descarbonice el transporte marítimo de mercancías, lo mismo pasa con las mascarillas y el sistema público de salud, que no se esté reforzando lo necesario las plantillas de los hospitales no conlleva que las medidas de prevención sean una falacia. Es el mismo razonamiento del “yo no separo la basura porque ecoembes es una estafa”. Por descontado, pero si nosotros no hacemos nuestra parte poca fuerza moral tendremos para exigir a los demás que hagan la suya. Eso sí os encanta ampliar las fronteras del concepto fascista. Aunque muy erudito el artículo, me parece sumamente infantil.
Pues a mi me parece excelente el artículo para evidenciar que desde los medios de comunicación masivos solo se centran hasta la saciedad y la náusea en la responsabilidad individual y nunca se cuestiona nada sistemico, que es indudablemente el lugar donde deberían centrarse todos los análisis si de verdad se quiere hacer algo positivo por el planeta y todo bicho viviente que en el pululamos. La responsabilidad individual sí, por supuesto, pero es eso, responsabilidad individual...
La crítica posmoderna siempre ha sido afilada y certera, pero qué soluciones propone? Suicidio o nihilismo... Criticar es muy sencillo, proponer...no tanto
Te lo está diciendo amigo, no hay mayor ciego que quien no quiere ver. Un cambio de sistema. El Covid no es una crisis de salubridad social, es una crisis de sanidad pública. Es una crisis logística y esto lo han explicado los expertos hasta la saciedad (te dejo un analisis https://www.academia.edu/43495938/Analizando_la_crisis_sanitaria_desde_una_perspectiva_%C3%A1crata_Espa%C3%B1a_13_Mayo_2020 ) Así que si el problema no es individua la solución no puede ser individual, no puede recaer sobre la responsabilidad individual. ¿Soluciones? Ampliar y fortalecer el sistema sanitario público, fortalecer las ayudas a personas en riesgo de exclusión social (sí, la pobreza también mata, y mucho más que la covid), CONCIENCIAR sobre la importancia de la higiene y reformar nuestras escuelas para que fomenten el conocimiento y no la repugnancia hacia el saber (estudien biología!), no se consigue nada obligando a la gente a mantener cierta 'higiene' si no saben ni qué están haciendo ni por qué -que es lo que pasa actualmente- aprobar la renta básica universal pues en España hay una inmensa parte de la poblacion que vive de la economía informal, et cetera et cetera...
Nuestras vidas se consumen, el cerebro se destruye
Nuestros cuerpos caen rendidos, como una maldición
Perdida la esperanza, perdida la ilusión
Los problemas continúan, sin hallarse solución
El pasado ha pasado y por él nada hay que hacer
El presente es un fracaso y el futuro no se ve
La mentira es la que manda, la que causa sensación
La verdad es aburrida, puta frustración
Prefiero morir como un cobarde
Que vivir cobardemente
Nuestras vidas se consumen
El cerebro se destruye
Nuestros cuerpos caen rendidos
Como una maldición
El terror causando hábito, miedo a morir
Ya estás muerto, ya estais muertos
Ya estás…