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Se nos ha ido demasiado pronto. Esa es la sensación que tenemos los que hemos conocido a Manuel Ruiz García, hermano de Arturo, aquel que mataron en la calle Estrella de Madrid un 23 de enero de 1977. En esa misma semana fue el atentado contra los abogados del despacho de la calle Atocha, y el día antes también fue asesinada Mari Luz Nájera, en la protesta por la muerte de Arturo. Muerte, muerte, muerte…en aquel año que terminaría también el 4 de diciembre con el asesinato del joven Manuel José García Caparrós en la manifestación por la autonomía andaluza. Muertos y más muertos. Así la transición fue sumando un gran número de cadáveres sobre la mesa, para que la reacción y el inmovilismo siguiera estando presente en las instituciones más determinantes de aquel país atrasado y anclado en valores medievales de dioses, patrias y banderas. Muertos sobre la mesa de negociación de la clase política. Muertos también en otra mesa, en la que se sienta una familia.
Conocí a Manuel y Miguel Ruiz a partir de una llamada de teléfono de ellos. Recuerdo la emoción que me dio conocer a un familiar que quería ir a por todas por la verdad y la justicia. No conocía el caso de Arturo Ruiz. En todo caso lo conocía vagamente del resumen que siempre se da de la llamada semana negra de Madrid, esos fatídicos días de enero, que Juan Antonio Bardem retrató en su película y donde el nombre de Arturo aparece como uno más.
Al poco tiempo de aquella llamada Arturo ya no sería uno más. Gracias al amor de sus hermanos hemos conocido quién era, cómo era…la persona que amaba, las inquietudes que tenía…Un dolor llevado con dignidad cuarenta años después de su muerte violenta. Y nos enteramos muy bien de quién era Arturo porque aquel intrépido Manuel y el querido Miguel se vinieron en noviembre de 2018 con nosotros al Parlamento Europeo, acompañando a las hermanas García Caparrós para presentar públicamente su caso. Ellos tuvieron la oportunidad de hablar de Arturo, y a partir de aquel viaje a Bruselas, comenzó a fraguarse una alianza, al menos de compañerismo y denuncia, entre las familias de las víctimas andaluzas de la transición. Nos acompañaron las otras víctimas de la transición que ya estuvieron con nosotros en Málaga en un encuentro estatal en octubre de 2018: los amigos de San Fermines 78 (con el genial “Madero” que también nos dejó hace poco), de la de 3 de marzo de Vitoria,… y nuestros queridos amigos del Caso Almería. La hermandad que surgió de estos encuentros aún pervive, y de aquel encuentro nació la asociación, que tendrá más o menos actividad con los cursos de verano o la sensibilización…, pero que es sin duda espacio de unión.
Las hermanas García Caparrós son un símbolo claro y determinante de que la persistencia, el recuerdo y la búsqueda de la verdad, son importantes para la lucha contra la amnesia que padece este país. No solo han llevado la voz de su hermano asesinado al Parlamento europeo, ya saben que lo han llevado por multitud de sitios y lugares…vigilias, horas de coche, furgoneta, para presentar un libro, para proyectar una película, para inaugurar un paseo, una calle, una avenida, para ir a la televisión,… El día que estén cansadas de su lucha se entenderá, porque todo proceso vital tiene sus momentos…pero entonces Andalucía ya no sería la misma. Aún tienen fuerzas y rebeldía. Hace ya un año que estuvieron con el presidente de la Junta de Andalucía, y no se ha avanzado nada de la conversación y medio acuerdo al que llegaron. Y por supuesto no fueron ni invitadas al acto de las medallas de Andalucía de febrero pasado…
Los hermanos Ruiz tampoco han desfallecido en sus esfuerzos y el caso de Manuel Ruiz es extraordinario. Yo creo que lo he visto crecer como ser humano, en una dimensión enorme, solidaria, comprometida…hasta la extenuación. Ha sido maravilloso haberle conocido en este tiempo de mezquindad social, donde las prioridades de la sociedad son asumidas por el propio capital como suyas. El huracán de actividad que generó en apenas un lustro Manuel Ruiz ha sido impresionante. Ahí quedará en las hemerotecas las huellas de su lucha. Al menos pudo ver cómo el mundo se enteraba del nombre y el lugar donde se esconce el asesino de su hermano. Esa satisfacción la compartimos con una breve llamada telefónica, de un Manuel que poco a poco después se fue apagando. Me niego a pensar que fue el descanso del guerrero, porque aún queda tramo por pelear, aunque lo vivido ha sido importante. No dudo de la satisfacción que nos ha producido que el asesino haya sido cazado gracias a la solidaridad y el compromiso de investigaciones como la de Carlos Portomeñe en su publicación La matanza de Atocha. Pero Manuel se nos ha ido demasiado pronto, y ante esto no podemos hacer nada, solo recordarlo y amarlo como amigo y compañero que fue de todas y todos.
Lo que no saldrá retratado nunca en los periódicos es la fuerte hermandad que sustenta nuestras vidas, las de aquellos que hemos tomado partido por mancharnos y defender los derechos humanos, los de ayer y los de hoy. A contracorriente, cuando el mundo gira hacia otro lado, algunas personas han preferido seguir mirando hacia un horizonte de justicia y dignidad. Paco, Mari Carmen, Loli, Puri, Paqui, Manuel, Miguel, Olga, Betan, Luis, Lucía, Juanjo, Amaya, Andoni, Joseba, Dani, Fermín … y tantos nombres que habría que seguir escribiendo… A los 46 años del asesinato de Manuel José García Caparrós seguiremos pidiendo justicia, dignidad, verdad y reparación para él y para todos nuestros hermanos y nuestras hermanas, para que no caigan nunca más en el olvido. Las hermanas García Caparrós, los hermanos Mañas, los hermanos Ruiz García… no van a dejar nunca de luchar. Nos une la sangre de la dignidad.