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Educación
Emprendimiento en el aula: ¿necesidad educativa o mandato del mercado?

El objetivo de este artículo es el de plantear algunas preguntas e intentar dar pocas respuestas, sobre el auge en la promoción del emprendimiento dentro del sistema educativo público español. Parece un objetivo poco ambicioso y así lo es, pero creo que puede ser una reflexión interesante.
¿Se debe fomentar el emprendimiento en el sistema educativo español? ¿Desde qué principios y valores se hace? ¿Quién hay detrás de esto? ¿Se debe participar desde el tercer sector en este proceso?
Por contextualizar la situación actual en las aulas, en el Real Decreto 1105/2014, de 26 de diciembre, por el que se establece el currículo básico de la Educación Secundaria Obligatoria y del Bachillerato vigente en la actualidad, aparece el sentido de iniciativa y espíritu emprendedor como una de las siete competencias que se deben desarrollar en el currículo.
Para lograr este objetivo, se ha aumentado la carga lectiva de las materias vinculadas con el emprendimiento en detrimento de las horas de economía. En 4º de ESO la asignatura Economía y Emprendimiento es ya una materia optativa y en 1º de Bachillerato General, la asignatura Economía, Emprendimiento y Actividad Empresarial es obligatoria.
En la Formación Profesional también encontramos el emprendimiento como materia obligatoria, en concreto a través del módulo de Empresa e Iniciativa Emprendedora, que va ganando peso a costa de las horas de Formación y Orientación Laboral, asignatura en la que se enseña sobre legislación laboral, derechos y deberes de las personas trabajadoras... Cabe destacar también el aumento de las aulas de emprendimiento “estilo google” regadas con fondos europeos, ¿de qué contenidos se está dotando al alumnado de estas aulas? ¿Quién está detrás de este interés en fomentar el emprendimiento en el sistema educativo?
Como dice la expresión popular, “no tengo pruebas, pero tampoco dudas” de que detrás de este fomento de la “cultura emprendedora” está el capital desde su visión neoliberal fomentando la competitividad, el individualismo y la transmutación de ciudadanas y ciudadanos a consumidores y proveedores de productos y servicios. Para apoyar este proceso, se están promoviendo ciertas lógicas y narrativas con las cuales han conseguido que interioricemos algunos de sus principios como “la cultura del esfuerzo y la autoexplotación” y “el hacerse a sí mismo” como único camino válido hacia el éxito en la vida. La persona que es pobre lo es porque no se esfuerza lo suficiente.
Sería interesante entrar a valorar qué tipo de empresas se benefician directamente de este “auge del emprendedurismo”; grupos de inversión y capital riesgo, empresas de formación, incubadoras de start-ups patrocinadas por grandes multinacionales, entidades bancarias... Además de todo esto, no podemos dejar de lado uno de los grandes objetivos que tiene el sistema neoliberal con la promoción del emprendimiento, desregularizar el trabajo, consiguiendo una mayor flexibilidad de las condiciones laborales y atomizando a la fuerza laboral.
¿Quién emprende en España? Según datos del informe GEM 23-24 del Observatorio del emprendimiento, en España emprende un 6,8% de la población. En este mismo informe se menciona que el motivo principal por el que se emprende, es la precariedad laboral, el 62% de las mujeres y el 53% de los hombres, emprenden porque el trabajo escasea. Además, siete de cada diez nuevos emprendedores tienen más de 35 años, y suelen tener niveles de estudios de máster y doctorado, donde la actividad emprendedora es superior a la del resto de niveles educativos.
Ante esta panorámica, ¿qué debemos hacer? Si creemos que hay modelos alternativos, ¿es nuestro deber ponerlos sobre las mesas de las aulas? La respuesta no es sencilla. Personalmente, creo que una opción puede ser la de trabajar con el profesorado de Economía y FOL, para dotarle de un marco teórico previo sobre el desarrollo y las consecuencias del enfoque economicista. Esto podría permitir que no siguiéramos fomentando (aunque sea de manera inconsciente) las lógicas del mercado de maximización de beneficio económico que provocan un reparto desigual de la riqueza y no tienen en cuenta los límites planetarios ni los cuidados.
Frente a este modelo y partiendo como he mencionado de un marco de desarrollo humano sostenible o post desarrollista, la Economía Social y Solidaria puede plantearse como una alternativa para el alumnado, que está obligado a formarse en esta materia. Dar a conocer que existen otras maneras de hacer economía y otros principios (equidad, trabajo digno, sostenibilidad ecológica, cooperación, reparto justo de la riqueza y el compromiso con el entorno) sobre los que se pueden construir iniciativas colectivas, arraigadas en el territorio que generen un impacto positivo en la comunidad, debe afrontarse como una de las posibilidades.
En paralelo, se debería trabajar desde las entidades del tercer sector, las asociaciones de profesorado, las asociaciones de familias y otros colectivos vinculados o no con la educación, para presionar y hacer incidencia política sobre el currículo educativo. Debemos recuperar e integrar en el mismo los conceptos de sociedad y ciudadanía, y trabajar para lograr que estos sean algunos de los valores imperantes y no los del mercado, antes de que este espíritu emprendedor nos dé un susto de muerte.
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