Ecologismo
Manuel Sacristán, ecologista

Sacristán fue un humanista ilustrado, comprometido con los valores racionales, que se hizo marxista por coherencia. Supo ver ya en los años 70 los peligros del desastre ecológico al que se ve abocada la humanidad por el modo de producción capitalista, la explotación de la biosfera, la contaminación y la desaparición de las especies. Sacristán es considerado uno de los pensadores más lúcidos de la izquierda española. El libro que publica ahora la editorial Irrecuperables recoge su pensamiento ecologista.
Manuel Sacristán 3
Autor de la primera tesis sobre Manuel Sacristán
14 ene 2022 14:30

La personalidad intelectual de Manuel Sacristán Luzón (1925-1985) fue relevante para el desarrollo de una teoría social crítica en el Estado español durante la segunda mitad del siglo XX; principalmente dentro de la cultura catalana, ya que vivió y trabajó en Barcelona. De formación filosófica y jurídica, Sacristán fue un humanista ilustrado, que se interesó por el método científico y se hizo marxista por coherencia personal ante la sociedad de su tiempo. Poseía un profundo y extenso conocimiento de la cultura y la ciencia del siglo XX, y era al mismo tiempo un hombre comprometido con los valores racionales y la perspectiva de emancipación humana. Su labor intelectual tuvo, pues, varios aspectos: la reflexión sobre la ciencia, la crítica de la cultura y la elaboración de valores racionales para la humanidad moderna.

La humanidad tiene que realizar una profunda transformación de la cotidianeidad y la estructura productiva para poder sobrevivir al colapso

Tras cursar estudios de Derecho y Filosofía, y escribir una tesis doctoral sobre el pensamiento de Heidegger, fue pionero en los estudios de lógica en la cultura española, publicando el libro Introducción a la lógica y al análisis formal en 1964. Contratado como profesor interino de Metodología de las Ciencias Sociales en la Universidad de Barcelona, fue expulsado de la enseñanza en 1965 por su carácter crítico hacia el poder político. A partir de entonces trabajó como traductor y editor. Volvió a dar clases en la Universidad de Barcelona al final de su vida; en el libro que ahora se publica, aparece por primera vez el último curso que impartió antes de su muerte en agosto de 1985.

La trayectoria personal de Sacristán se articuló a través de la práctica ético-política. Actuó como miembro dirigente de dos partidos comunistas –el PSUC (Partit Socialista Unificat de Catalunya) y el PCE–, en plena clandestinidad bajo la dictadura fascista de Franco, entre 1956 y 1969. Abandonó esos cargos al prever la crisis del marxismo y la pérdida de credibilidad de los partidos comunistas, tras los acontecimientos de 1968 –lo que llamó ‘el doble aldabonazo’: el fracaso de la revolución proletaria en el Mayo del 68 francés y la Primavera de Praga–. Esto le llevó a hacer una reflexión sobre los fundamentos de la teoría marxista y a investigar los nuevos desarrollos históricos que se produjeron con el neoliberalismo y la cultura posmoderna a partir de los años 80.

Estamos viviendo una crisis civilizatoria, según sus palabras. Los escritos que ahora se publican resultan de rabiosa actualidad

En los últimos años se han publicado numerosos textos del autor, que permanecían inéditos. Ahora, la editorial Irrecuperables (un proyecto centrado en reeditar clásicos de la crítica social, como Ivan Illich o la antipsiquiatría), acaba de lanzar Ecología y ciencia social. Reflexiones sobre la crisis de la sociedad industrial. Este libro reune los escritos que se refieren específicamente a los problemas ecológicos, que se van mostrando cada vez más graves en este siglo XXI. Gracias a su extenso conocimiento de la filosofía y la ciencia, Sacristán tuvo una extraordinaria anticipación para prever las dificultades hoy presentes para la humanidad, y nos ofrece una reflexión política que busca entender las causas profundas del desastre ecológico en la estructura social capitalista, apuntando a diseñar una solución en la transformación de las relaciones sociales.

En Ecología y ciencia social se han escogido los textos que tratan su reflexión sobre la relación de la humanidad con la naturaleza viva, que incluye a la propia naturaleza humana. Los textos se han dividido en dos tipos, el primero de carácter político, es decir, intervenciones en los movimientos sociales, motivadas por los problemas ecológicos; y el segundo más teórico, es decir, una reflexión sobre esos problemas históricos contemporáneos.

Manuel Sacristán 2
Manuel Sacristán, el segundo por la derecha

La previsión de una crisis civilizatoria

Manuel Sacristán entendió la actividad científica como una crítica revolucionaria de las ideologías. Pero la ciencia no es solo teoría: en la civilización capitalista la ciencia se encuentra íntimamente ligada a la práctica social, a la tecnología; de tal modo, tenemos que hablar de tecno-ciencia para referirnos a la actividad de conocer propia de la humanidad actual. Una conclusión se puede extraer desde esa perspectiva crítica: cuando la tecno-ciencia pierde sus raíces en los valores morales de la humanidad (libertad, justicia, solidaridad, etc.) se convierte en un conocimiento peligroso que amenaza al propio ser humano que la construye. Y esa tremenda contradicción en los valores espirituales –entre la ciencia y la moral, o si se prefiere entre la verdad y el bien– es lo que Sacristán nos descubre en estos textos sobre la situación ecológica actual.

La humanidad tiene que realizar una profunda transformación de la cotidianeidad y la estructura productiva para poder sobrevivir al colapso anunciado de los ecosistemas vivos, y al mismo tiempo de la propia humanidad: estamos viviendo una crisis civilizatoria, según sus palabras. Los escritos que ahora se publican resultan de rabiosa actualidad.

Después de haber sido dirigente el PSUC, Sacristán abandonó su puesto en la dirección acusándola de oportunista y reconoció lo justo de la crítica anarquista al poder político, descubriendo el carácter dogmático del materialismo histórico en su uso por el Estado soviético

Esa quiebra de los ideales racionales afecta también al marxismo por cuanto se constituye como ideología progresista; pero no al núcleo de sus afirmaciones teóricas, interpretadas como crítica del capitalismo y propuesta de una nueva sociedad socialista sin clases sociales. Después de haber sido dirigente el PSUC, Sacristán abandonó su puesto en la dirección acusándola de oportunista y reconoció lo justo de la crítica anarquista al poder político, descubriendo el carácter dogmático e ideológico que había tomado el materialismo histórico en su uso por el Estado soviético –idea que compartió con Lukács–. También señaló la formación de una nueva estructura clasista en el Estado ruso tras la Revolución Rusa.

En medio de la opresión creada por la dictadura fascista en España, Sacristán reclamaba la libertad como condición para un desarrollo social verdaderamente humano, una libertad que es algo más que un reconocimiento formal de los derechos humanos

Un segundo aspecto de su labor filosófica consistió principalmente en el examen crítico de los contenidos de la cultura popular en la vida cotidiana, para clarificar los fundamentos sobre los que se construye la conciencia personal como una función de la vida colectiva. En medio de la opresión creada por la dictadura fascista en España, Sacristán reclamaba la libertad como condición para un desarrollo social verdaderamente humano. Una libertad que es algo más que un reconocimiento formal de los derechos humanos, pues supone una liberación de la práctica humana respecto de la alienación creada por la explotación del trabajo humano y la riqueza del planeta. Como se ha señalado, esa crítica se volvió autocrítica en el análisis marxista de la propia tradición comunista enraizada en la idea del Progreso, y que nunca se distanció suficientemente del desarrollo capitalista.

Pensamiento
Anselm Jappe: “Ningún problema actual requiere una solución técnica. Se trata siempre de problemas sociales”

Para el pensador alemán Anselm Jappe, el capitalismo narcisista en el que estamos insertos ha dado lugar a la sociedad “autófaga” que, como en el mito, termina devorándose a sí misma cuando ya nada sacia su apetito.

El pensamiento “sacristaniano” se movía entre esos dos planos: el conocimiento científico (definiendo la ciencia como experiencia social sistemáticamente organizada por el método de investigación) y la sabiduría práctica que hace posible la vida en sociedad. Desde la perspectiva materialista, la actividad humana en el mundo natural constituye un proceso de desarrollo de sus propias capacidades, donde la cooperación social en el trabajo juega un papel axial. El éxito de la apropiación del mundo natural por la humanidad se basa en el conocimiento de la realidad: la ciencia, como forma moderna del saber, caracteriza la racionalidad de la acción humana: “es necesario conocer la verdad para alcanzar el bien en la vida práctica”. Sin embargo, ese esquema se quiebra en la actual coyuntura histórica, cuando se descubre la enorme peligrosidad de la ciencia contemporánea, que no conduce a una práctica social emancipadora.

Nuestro autor recogió la herencia clásica que incluye la ética y la política en la sabiduría práctica: sociabilidad y racionalidad de la especie, lo que se traduce en planificación y coherencia, intelectualismo y amistad, junto con la fraternidad entre todos los seres humanos

Manuel Sacristan 5

El humanismo ilustrado marxista

Este materialismo es dialéctico porque comprende que el análisis reductivo de las ciencias no da buena cuenta del mundo concreto de la cotidianeidad, aunque aporte conocimiento útil para entenderlo. La verdad concreta es la actividad colectiva de la humanidad a nivel histórico, cuyo carácter intencional viene dado por la síntesis que la sociedad hace entre los saberes científicos empíricos y sus aspiraciones utópicas o ideales. Este es el concepto de una dialéctica positiva a la que se refieren las reflexiones sacristanianas.

Nuestro autor recogió la herencia clásica que incluye la ética y la política en la sabiduría práctica: una reflexión sobre los rasgos universales de la naturaleza humana para establecer las características de una buena vida, fundada en la sociabilidad y racionalidad de la especie, lo que se traduce en planificación y coherencia, intelectualismo y amistad, junto con la fraternidad entre todos los seres humanos. En ese proceso de interacción entre las personas y el medio ambiente se producen situaciones de alienación cuando la acción humana destruye el entorno natural, poniendo en peligro su propia existencia.

Por otra parte, el concepto marxista de “alienación” está enraizado en el sentido que da Ludwig Feuerbach a este concepto, como “un extrañamiento de la subjetividad humana que se produce en su objetivación por el trabajo”: los ideales no se pueden realizar en la realidad material del mundo, relegados a un ultramundo religioso del más allá. Los ideales se transforman de ese modo en ideología que justifica el mal existente, sin impulsar a una transformación emancipadora. Un ejemplo que aclara esta idea puede ser la actual destrucción del mundo musulmán por la guerra de civilizaciones promovida por el Pentágono y la OTAN en nombre de los Derechos Humanos Universales.

La racionalidad y la historia

La sociología capitalista, al servicio de la explotación por la clase burguesa, ha demostrado su incapacidad para orientar la historia en sentido racional, a pesar de su eficacia en el control de la ciudadanía para conservar el orden establecido. Las violentas crisis económicas producen una destructividad irracional de la cultura, que hoy en día se ve potenciada por la destrucción de la naturaleza. La propia expansión capitalista ha producido varios genocidios en África y América en los últimos siglos, que anunciaron ya por entonces las guerras mundiales en Europa, y en las últimas décadas se ha vuelto contra Asia.

El mayor problema ecológico viene dado por el desarrollo de la industria bélica (algo que vuelve a estar de plena actualidad con la nueva “guerra fría” entre el bloque asiático y la OTAN). De ahí que Sacristán se adhiriera sin reservas al movimiento pacifista en contra de la guerra

Al considerar que la institución del libre mercado constituye el paradigma de la racionalidad científico-social, se eliminan los valores espirituales por imposición de los valores crematísticos o monetarios. Los derechos humanos universales quedan relegados por los valores mercantiles. Por tanto, la historia, atravesada como está de profundas alienaciones, tampoco se muestra como un proceso racional, pues el ser humano no tiene un dominio suficiente sobre su práctica histórica; especialmente la contradicción entre el desarrollo de las fuerzas productivas y los límites naturales ha puesto en duda las ilusiones ilustradas en el Progreso. Esa situación ha creado dificultades para el propio materialismo dialéctico. Una posible respuesta a ese problema, expuesto en las páginas de Ecología y ciencia social, es que el mayor problema ecológico viene dado por el desarrollo de la industria bélica y la producción de armas de destrucción masiva –algo que vuelve a estar de plena actualidad con la nueva “guerra fría” entre el bloque asiático y la OTAN–. De ahí que nuestro autor se adhiriera sin reservas al movimiento pacifista en contra de la guerra.

La naturaleza racional del ser humano coincide con su ser sociable y su laborar sobre el mundo, motivo para considerar que la racionalidad humana radica en los ideales que forman la conciencia de las clases subalternas, cooperativas y trabajadoras.

La cuarta generación de marxistas: la autocrítica del materialismo dialéctico

La crisis aguda del marxismo obligó a Sacristán a una profundización en su estudio desde la década de los 70. La propia clase obrera renunciaba por entonces a la crítica del modo de producción capitalista a causa de la influencia del modo de vida burgués. Comienza entonces lo que podría denominarse su revisión heterodoxa del marxismo. Nuestro autor se unió a los movimientos sociales que renovaron la crítica a la sociedad desde nuevos puntos de vista: pacifismo, feminismo y ecologismo –y adoptó nuevas perspectivas teóricas sin perder sus convicciones fundamentales–.

Manuel Sacristán
Manuel Sacristán

Entre esos dos momentos de su pensamiento, media una intensa etapa de reflexión y estudio, cuyo objetivo fue repensar el marxismo a la luz de los acontecimientos contemporáneos. Como muchos de los marxistas de su generación, que vieron hundirse las esperanzas suscitadas por la Revolución Soviética de 1917, hubo de hacer una profunda revisión de sus presupuestos. Para ello, se apoyó en la filosofía de la ciencia corriente en el tercer cuarto del siglo XX, y que se ha entendido como “el giro historicista” en la filosofía de la ciencia –Kuhn, Lakatos y Feyerabend–.

Comienza entonces lo que podría denominarse su revisión heterodoxa del marxismo. Nuestro autor se adhirió a los movimientos sociales que renovaron la crítica a la sociedad capitalista desde nuevos puntos de vista: pacifismo, feminismo y ecologismo

La revolución tecnológica capitalista de mediados de siglo XX (es decir, la automatización de la producción y la informatización del conocimiento, estudiadas por el economista Ernest Mandel), ha sido la clave para la victoria y perpetuación del capitalismo en el último tercio del siglo XX. Las condiciones de enorme complejidad teórica y práctica difícil de resolver, fueron consideradas de forma simplista por el movimiento comunista internacional del siglo pasado, buscando la solución exclusivamente a partir de la propiedad colectiva de los medios de producción. La conclusión de Sacristán es que el marxismo se convirtió en una ideología de la nomenclatura soviética, que sirvió para justificar su dominación de clase burocrática.

Al final de su vida, ya en los años 70, Sacristán descubrió –apoyándose en la crítica ecologista y en el marxista Wolfgang Harich de la RDA– la destrucción de la biosfera por la acción humana, dentro del modo de producción industrial. La ciencia impulsada por el capitalismo se vuelve cada vez más peligrosa, poniendo en riesgo la propia existencia de la especie humana, así como a millones de especies vivas.

El proyecto político de la emancipación

La crítica marxista ha mostrado que la raíz de la alienación histórica se encuentra en la irracionalidad estructural de las sociedades divididas en clases sociales, irracionalidad que surge de la alienación del trabajo y la falta de libertad de los trabajadores y las capas populares para hacer uso de su razón y actuar consecuentemente, constreñidos como están por las imposiciones normativas del orden social.

De tal modo, Sacristán comprendió prontamente el desastre ecológico al que se ve abocada la humanidad en el siglo XXI, por el abuso en la explotación de la biosfera, el despilfarro de recursos escasos, la contaminación ambiental y la desaparición de especies, además de la continuidad de las guerras y la persistencia del imperialismo para apropiarse de los recursos de continentes enteros. La mala organización del orden internacional bajo el capitalismo, que es un orden social despilfarrador y destructivo, irracional e insuficiente a todas luces para garantizar la supervivencia de la especie, es síntoma de la decadencia del modo de producción. El peligro es que esa decadencia nos arrastre a todos hacia su destrucción, dadas las enormes fuerzas que la ciencia y la tecnología modernas han puesto en juego (combustibles fósiles, energía atómica, armas de destrucción masiva, manipulación genética, viajes espaciales, etc.); y dada la debilidad de las fuerzas racionales de la especie humana. Un problema crucial de la actual coyuntura histórica es que la clase obrera de las sociedades desarrolladas, con la conciencia adormecida por el consumo y disminuida por la manipulación, renuncia a involucrarse en proyecto de superar esta forma de vida. Este hecho ha inducido a algunos autores, pertenecientes a la Escuela de Frankfurt o al movimiento ecologista, como Rudolf Bahro, a proponer un nuevo sujeto de la emancipación. Posición que fue rechazada por Sacristán, quien insistió siempre en mantener en el centro a las clases trabajadoras.

Los avatares de la política comunista

La causa de las crisis estructurales del capitalismo ha sido establecida por Marx y Engels en El Capital, como la ley tendencial al descenso de la tasa de plusvalía. Sacristán señala la identidad estructural de la segunda ley de la termodinámica –conteniendo el concepto de entropía– con la ley de rendimientos decrecientes en economía –lo que permitió la aplicación de ese concepto al análisis económico por Georgescu-Roegen–. Pero, seguramente por prudencia crítica, no relacionó los rendimientos decrecientes con la ley tendencial que provoca las crisis capitalistas según El Capital.

La conciencia personal en los individuos que viven en la sociedad capitalista se encuentra obnubilada por las ideologías burguesas (falsa conciencia, fetichismo de la mercancía, filosofía irracionalista, pragmatismo conformista, etc.) y por la forma de socialización en la sociedad de masas

Nuestro filósofo no renunció a contribuir a través de la crítica de la cultura, en la formación de la conciencia de clase entre los trabajadores como fundamento de una nueva sociedad, siempre en contacto con las luchas obreras y sociales por superar la alienación. Para ello, es necesario enriquecer los conceptos del materialismo histórico con las aportaciones de los nuevos descubrimientos en ciencias sociales.

La complejidad del ser social necesita ser captada a través de la combinación de varios métodos complementarios. La teoría de Marx y Engels recoge tres aspectos de la existencia humana a través de tres metodologías: 1) una teoría causal o hipotético-deductiva con posibilidad de contrastación empírica, como es la ley del desarrollo de las fuerzas productivas. 2) Un funcionalismo en la teoría de los modos de producción, que muestra la variación de las relaciones sociales determinada por el desarrollo de las fuerzas productivas y que debe tomar en cuenta la historia universal, superando la historiografía etnocéntrica europea. 3) Y una teoría intencional que propone una perspectiva de la sociedad sin clases a la acción política del proletariado.

El desarrollo de una conciencia personal fundada en ideales racionales es de vital importancia para la supervivencia de la especie. Pero la conciencia personal en los individuos que viven en la sociedad capitalista se encuentra obnubilada por las ideologías burguesas –falsa conciencia, fetichismo de la mercancía, filosofía irracionalista, pragmatismo conformista, etc.- y por la forma de socialización propia de la sociedad de masas, manipulada por la tecnología al servicio de la valorización del capital a través del mercado.

El programa político que nos legó Sacristán muestra la necesidad de detener en seco los desarrollos ciegos, como la carrera de armamentos, la ingeniería genética o la sobreexplotación de los ecosistemas naturales por la agricultura capitalista

Una convicción esencial de Sacristán es que el nuevo orden social se conseguirá sobre la base de una reforma moral de las conciencias más que a partir de nuevas conquistas tecnológicas o a través de un mayor desarrollo de las fuerzas productivas. El programa político que nos legó Sacristán muestra la necesidad de detener en seco los desarrollos ciegos, como la carrera de armamentos, la ingeniería genética, la sobreexplotación de los ecosistemas naturales por la agricultura capitalista, el agotamiento de las materias primas, etc. La dificultad estriba en que, si bien el ser humano es el agente de los mismos, éstos tienen una dinámica propia que escapa a su control, como si el Capital cobrara vida propia alimentándose –como un vampiro, decía Marx– de la energía de los seres vivos. Por eso sólo mediante un refuerzo generalizado de la conciencia colectiva será posible un verdadero mundo humano.

Hemeroteca Diagonal
En recuerdo de Manuel Sacristán

Hace ahora 20 años que murió Manuel Sacristán. Nacido en Madrid en 1925 y formado en los años que siguieron a la Guerra Civil, Sacristán fue una personalidad intelectual irrepetible. Ejerció una gran influencia en la vida cultural y política barcelonesa durante tres décadas: desde la época de la revista ‘Laye’, en la que colaboraron varios de los más conocidos exponentes de la llamada generación de los 50, hasta los años en que escribió en las revistas ‘Materiales’ y ‘Mientras tanto’.

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