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Diccionario de la Posverdad
La verdad periodística
Profesora de Teoría del Periodismo en la Universidad de Sevilla
Alcanzar la verdad perfecta en términos filosóficos es imposible. Contarla, es decir, representarla a través de discursos, palabras e imágenes, incorpora una dificultad añadida. Las capacidades cerebrales y el gregarismo de la especie humana han permitido el desarrollo de un lenguaje complejo que ha magnificado nuestra aptitud, pero a la vez nos sitúa como absolutamente determinados por las construcciones lingüísticas y comunitarias resultantes. De este modo, nuestra capacidad de observación e interpretación, no sólo está limitada por el encuadre visual de la posición física que ocupamos en cada momento, sino que también, y en mayor medida, por los marcos de pensamiento que descansan sobre el lenguaje y los valores comunes.
El deseo de verdad es básico y su proliferación es fundamental para el desarrollo armonioso e incluso para la supervivencia de pueblos y comunidades
Las sociedades preliterarias se esforzaban en recordar de generación en generación los conocimientos probados y esenciales mientras que, ya en los regímenes democráticos actuales, el funcionamiento correcto de la sociedad depende, necesariamente, de un relato fidedigno de lo que acontece. En otras palabras, necesitamos verdades funcionales y, para tal fin, se desarrollan diversos procesos institucionales. La policía persigue y arresta a los sospechosos basándose en los hechos. Los jueces dictan sentencia. Enseñamos a nuestros hijos normas, historia, física o biología.
La verdad periodística
Entre estas instituciones, los medios de comunicación son los encargados de seleccionar y narrar lo más reseñable del acontecer diario, especialmente sus formatos periodísticos, documentales y de debate. En este sentido, debemos esperar una verdad periodística funcional que ayude a los ciudadanos a gestionar su vida cotidiana y, a la sociedad, a desarrollarse de modo cívico, afrontando los retos y amenazas que puedan surgir.
Todas las verdades, incluso las de las leyes científicas están sujetas a revisión, pero entretanto, nos valemos de ellas porque son necesarias y funcionan
La objetividad e imparcialidad ofrecen la falsa promesa de que un periodista puede captar la realidad, si consigue deshacerse de sus propios sesgos: la realidad estaría ahí, tras la ventana, y lo único que haría falta para aprehenderla sería limpiar el cristal. Sin embargo, acercarse a la verdad periodística implica un arduo trabajo de investigación a partir de diversas fuentes, a menudo en equipo, que requiere una gran inversión en personal formado, tiempo y recursos materiales. Por ello, para que una empresa informativa ofrezca información de calidad, sus dueños y directores deben estar comprometidos para movilizar los recursos necesarios y, además, sería necesario que sus lectores supieran distinguirla y valorarla.
Durante décadas, y ante la imposibilidad de alcanzar una verdad absoluta, el periodismo se refugió en los conceptos de objetividad e imparcialidad
A la trampa de la objetividad, que invisibiliza el trabajo periodístico, se oponía el caos de la subjetividad como norma, que implicaría que todos los pareceres y sesgos están igual de cerca o de lejos de la verdad, de nuevo sin necesidad investigar. La respuesta ante esta encrucijada viene del concepto de intersubjetividad, es decir, el acercamiento a la verdad mediante procesos sistemáticos de observación de los hechos desde diferentes perspectivas que dialoguen entre sí. En el ámbito periodístico, esto se traduce en la consulta de fuentes diversas que aporten perspectivas diferentes sobre cada cuestión. De este modo, la sociedad accede a “un horizonte de verdad”.
Las sociedades represivas se llevan mal con la verdad
Las sociedades represivas tienden a menospreciar las definiciones literales de verdad y exactitud. Los sistemas no democráticos tienden a bloquear datos, indicios y perspectivas que amenazan el relato que la cúpula gobernante promulga como la verdad oficial. Además, cuestionan la importancia de la verdad para el funcionamiento social. En una lógica similar, una circulación de verdad insuficiente o deficitaria puede considerarse como un indicio de debilidad del sistema democrático. Por ello, el auge actual del fenómeno de la posverdad es altamente preocupante.