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Crisis climática
¡Pero qué estamos haciendo con el clima!
¿De verdad es para tanto? Si no se está haciendo nada aún es porque no será tan necesario, ¿o sí?
Sí, ha llegado el momento y nos encontramos en emergencia climática; de nada sirve ya que los negacionistas insistan. Ahí están las referencias. Sabemos que la temperatura global de la tierra está aumentando gracias a que desde la década de 1880 se lleva a cabo una recopilación de los datos de variables atmosféricas como la temperatura, la radiación solar, la pluviosidad o la intensidad y dirección del viento registrados en estaciones meteorológicas de todo el mundo.
Pero ¿y antes de esa fecha? ¿Cómo podemos ir más allá en el tiempo? Gracias a la paleoclimatología. Y es que, a pesar de no contar con registros instrumentales, existen otro tipo de registros geológicos que, a modo de archivos naturales, nos permiten conocer las condiciones climáticas de hace miles o millones de años a través de perforaciones geológicas en suelos, hielos polares, sedimentos lacustres o marinos, en estalagmitas, por las estrías de crecimiento de los corales, por los anillos de los troncos de los árboles, por el análisis del polen…
De este modo sabemos que, si bien esta no es la primera vez que nuestro planeta pasa por un cambio climático, sí podemos decir que está ocurriendo a una velocidad sin precedentes. Y es que ya en 2013 investigadores de la Universidad de Stanford publicaban en un informe para la revista científica Science que este cambio se está produciendo “10 veces más rápido que cualquier cambio climático en los últimos 65 millones de años”.
Ya en 2013 investigadores de la Universidad de Stanford publicaban en un informe para la revista científica Science que este cambio se está produciendo “10 veces más rápido que cualquier cambio climático en los últimos 65 millones de años”.
Si lo que necesitamos para creer lo que está ocurriendo es información con una fundamentación sólida y fiable, encontramos todo tipo de informes y datos en el Grupo Intergubernamental de Expertos en Cambio Climático, IPCC, órgano internacional encargado de evaluar los conocimientos científicos relativos al cambio climático. Creado en 1988 por la Organización Meterológica Mundial (OMM) y el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), sus informes y estudios sirven de base científica a los gobiernos para llevar a cabo su labor legislativa con rigor y responsabilidad.
Asimismo tenemos los datos que nos facilita la NASA o el NOAA, National Oceanic and Atmosphere Administration y en España, la AEMET, Agencia Española de Meteorología, nos facilita amplia información de los efectos del cambio climático en España, como que los veranos en la península son ahora más largos (casi cinco semanas más de media que a principios de los 80) y más calurosos. De los diez meses de julio más cálidos desde el comienzo de la serie en 1965, ocho han correspondido hasta ahora a meses de julio del siglo XXI. También comprobamos que el Mar Mediterráneo ha visto incrementada su temperatura en 0,34ºC por década desde principios de los 80 o que desde 1993 el nivel del mar ha aumentado en todo el mundo 3,4 milímetros al año.
En el último estudio del IPCC de 2018, destinado a nuestros responsables políticos, se hace hincapié en la necesaria y profunda transición energética que permita contener el calentamiento en 1,5ºC. Para ello se debe actuar de aquí a 2030 en la reducción drástica de las emisiones de gases de efecto invernadero.
Y aunque no se trata de ser alarmistas, tampoco es mi intención recurrir a la resignación. Creo que ha llegado el momento de actuar, pero no solo apelando a la concienciación social, con mensajes del tipo “¿y qué puedo hacer yo?”, porque aunque por supuesto necesitamos de la conciencia individual del problema para llegar a las soluciones, basar exclusivamente la resolución en nuestras acciones individuales, en mi opinión, es cargar a la ciudadanía con la responsabilidad de algo de lo que no es culpable y a lo que no se ha llegado por azar ni por decisión ciudadana, sino por el abuso sistemático y sistémico de una economía basada en la productividad y el crecimiento continuo. El consumidor es la piedra angular de esta estructura, porque la sostiene y la mantiene.
El cambio de paradigma es irremediablemente necesario, pero la resistencia a transformar el sistema por parte de los poderes económicos se encuentra paradójicamente con el apoyo inconsciente de todos nosotros, que por miedo “a perder lo alcanzado”, nos aferramos a lo acostumbrado. Y volvemos de nuevo a otra tremenda paradoja, y es que ya hemos sufrido varios cambios de paradigma y ni siquiera somos conscientes. Por ejemplo, cualquiera de nosotros con más de 30 años no ha nacido con un móvil debajo del brazo, y sin embargo hoy en día es impensable la vida sin él, ya que nos permite no solo mantenernos comunicados sino que gracias a la conexión a internet se ha convertido en una herramienta más.
Los veranos en la península son ahora más largos (casi cinco semanas más de media que a principios de los 80) y más calurosos.
En una sociedad cada vez más individualista, es increíble darnos cuenta de cómo han ido aumentado “nuestras necesidades”. Debemos ser conscientes de que este cambio de paradigma no puede ser una renovación del mismo esquema productivista, aunque tampoco creo que hablar de decrecimiento sea lo más acertado. Más bien se trata de cubrir nuestras necesidades, entendiendo como tales las reales y no las necesidades creadas por intereses económicos, como la necesidad de cambiar objetos aún en buen uso “porque nos hemos cansado” o de adquirir el último modelo de cualquier cosa, por moda.
Es por todo esto que entiendo que la responsabilidad es principalmente política. Corresponde a nuestras administraciones adoptar las medidas necesarias, como garantes de la salud pública y de atender el interés general. Debemos exigir responsabilidades a nuestros administradores públicos, legisladores, gobernantes que, conocedores de la situación, no están actuando, presionados por intereses económicos y/o por poderes fácticos. Su inacción nos conduce por omisión o dejación de sus funciones, contra los intereses generales de la población. De manera individual podemos hacer mucho, pero sólo con medidas colectivas podremos eludir la emergencia climática. Por eso os animo a sumaros y participar en la convocatoria de movilizaciones por el clima que tendrá lugar en todo el territorio el próximo 27 de septiembre.
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hola! mi móvil no puede tener internet, así que no ha necesitado la minería de tierras raras para su fabricación. Soy profesor de secundaria y antes era encuestador. Me informaban de actualizaciones en el trabajo varias veces al día, pero mientras a mis compañeros se lo decían por whatssap, a un compañero (también sin internet en el móvil) y a mi, pues se tenían que gastar el dinero enviando un sms. No hace falta y no es sostenible un móvil inteligente para cada persona mayor de 14 años en este mundo. No puede ser. No necesitamos ni móviles inteligentes, ni bebida enlatada, ni suavizante, ni precocinados, ni tablets, ni volar en avión para hacer turismo (se puede ir a Marruecos en barco o a París o Berlín en tren en pocas horas), ni comer tanta carne, ni comer ternera, ni cambiar la ropa que no está rota, ni poner una mierda de parquet, ni cambiar los muebles que no están rotos, ni redes sociales... que no hacen falta, joder! y hasta que no empezemos a darnos cuenta en masa creo que hay poco que hacer.
si quereis a vuetros hijos mandarala por el mundo con adultos a salvar el planeta en lugar de lejarla ir a al escuela a sacarse una carrera