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Culturas
¿Qué hace que un cómic sea político?
Kate Evans con ‘La Rosa Roja’ y Catherine Meurisse con ‘La Levedad’ han presentado sus propuestas recientemente.
La caricaturista y dibujante Kate Evans es poco conocida entre los lectores de tebeo de nuestro país. Su activismo, mediado por la viñeta, es un rasgo que ha llamado la atención de cierta audiencia, sobre todo debido a su obra biográfica en torno a la vida y pensamiento de Rosa Luxemburgo.
El interés por el tebeo La Rosa Roja ha sido tal que sus editoras y traductoras, Alejandra Crosta y Josefina L. Martínez, organizaron un crowdfunding para traducir y editar el tebeo, auspiciado por la asociación Izquierda Diario y la editorial argentina IPS, bajo el paraguas de la Agrupación de Mujeres Pan y Rosas.
Kate Evans nos cuenta que la motivación por saber más sobre “Red Rosa” vino de un encargo. “El investigador Paul Buhle estaba buscando una artista que se hiciera cargo de la historia de Rosa Luxemburgo y le fui recomendada”.
Un trabajo a través del cual descubrió a la pensadora marxista: “Tenía una vaga idea de quién era. Sabía que era un personaje maravilloso antes de investigar sobre su historia, pero lo que no sabía, y me impresionó, era lo indomable que fue. Creo que la primera fotografía que vi databa de 1894, época en la que llevaba el pelo corto. Me pareció tan diferente de la típica heroína victoriana, tan poco convencional en tantos sentidos. Estaba intrigada por esa imagen, y necesitaba saber más”.
El cómic La Rosa Roja es “una representación ficcional de hechos reales”, tal y como precisa en sus páginas. En esa línea, destaca el estilo de dibujo de Evans, cercano al de las caricaturistas de la prensa sufragista de principios del siglo XX.
Pero, como bien recuerda Evans, ese estilo deudor de una época también nos advierte de que “Luxemburgo nunca se vio a sí misma como una sufragista, sobre todo porque consideraba que si hubiera luchado por el sufragio femenino, habría sido marginada por teórica marxista y economista. En cierta forma, se distanció del feminismo de la época de la misma manera que desconfió de la política parlamentaria en general, algo en lo que tendría razón, tal y como se descubrió más adelante. Ella quería reformar el capitalismo radicalmente, y eso nunca ocurriría por la vía del compromiso con el poder y el privilegio cimentado en la política parlamentaria”.
“Luxemburgo nunca se vio a sí misma como una sufragista, sobre todo porque consideraba que si hubiera luchado por el sufragio femenino, habría sido marginada por teórica marxista y economista”En este cómic llama poderosamente la atención cómo la autora apunta que la protagonista aplicaba métodos anticonceptivos, pero no precisa cuáles. A la pregunta de si es un recurso literario o, en caso contrario, hay fuentes o textos de la revolucionaria donde aborde esta importante cuestión, Evans contesta: “No, es un secreto, nunca lo llegaremos a saber. Pero era importante para mí que la pregunta ¿cómo hacía para tener una vida sexual? se hiciera, pues es verdaderamente intrigante. Demasiadas representaciones sobre el sexo están hechas ahistóricamente, de una manera que subrayan los peligros que el sexo fuera del matrimonio le habría acarreado a una mujer de la generación de Luxemburgo. Aunque, si lees las notas al final del libro, dispongo de una fuente que acredita mi representación de Rosa disfrutando de sus orgasmos, otro aspecto que se suele pasar por alto en la representación de figuras históricas de mujeres”.
La vigencia hoy de Rosa Luxemburgo la cifra Evans en su carácter indómito. “Rosa no cedía a compromisos, era sensible y aguda; inspiradora y valiente. Hizo importantes contribuciones al marxismo económico que no se han tenido demasiado en cuenta”.
“Los tebeos representan una buena manera de educar a la gente sin que sienta que les estás adoctrinando. Son capaces de ofrecer ideas complejas a audiencias inesperadas”No es de extrañar que, dado el compromiso activista de la autora y su producción artística vinculada a ese compromiso político, mantenga la esperanza de que un cómic pueda cambiar el mundo. “Desde luego, los tebeos representan una buena manera de educar a la gente sin que sienta que les estás adoctrinando. Son capaces de ofrecer ideas complejas a audiencias inesperadas. Y, si puedes hacer que alguien se ría, ya has transitado más de la mitad del camino para que cambie su manera de pensar”, precisa.
Y aprovechamos para preguntarle por el ámbito de la caricatura, sobre todo la política; más en particular, la prensa satírica en Reino Unido: “Es un club de señores mayores (old boys club). No ha habido nunca una caricaturista en la prensa británica de masas. Al patriarcado le asusta el humor creado por mujeres; habitualmente solo hay sitio para una en cada momento, como excepción. ¡No les gusta que las mujeres sean divertidas! Creen que se están riendo de ellos, y tienen razón”.
Del horror a la belleza
La Levedad es una obra política en la medida en que supone para su autora, la francesa Catherine Meurisse, un “principio de sanación” tras el atentado terrorista ocurrido el 7 de enero de 2015 en París, trágico suceso que truncó la vida de los dibujantes del semanario satírico Charlie Hebdo –donde ella trabajaba desde 2005– ‘Cabu’, ‘Charb’, ‘Tignous’, Georges Wolinski, Honoré, así como el economista Bernard ‘Oncle Bernard’ Maris, Mustapha Ourad, corrector de la publicación, y la columnista Elsa Cayat.“Para poder superar esta impotencia necesito regresar a los orígenes. ¿Qué es para mí el ‘toque Charlie’? Es reírse de lo absurdo de la vida, divertirse en compañía para no tener miedo de nada, sobre todo no temer a la muerte”, algo que el humor tiene en común con Rosa de Luxemburgo, da igual que el orden reine en París o Berlín: “La revolución, mañana, se elevará de nuevo con estruendo hacia lo alto, y proclamará para terror vuestro entre sonido de trompetas: fui, soy y seré”.
La apuesta de Meurisse es por la belleza: “Lo interesante de ella”, comenta, “es que nos transforma de manera interna”. La Levedad es un trayecto para “salir del drama y poder reconstruirme”. Un viaje en el que la autora, si algo ha intentado recuperar, es la memoria. “Se trata de un libro realizado en un estado de fragilidad intensa; hecho desde el instinto. Una reunión de fragmentos de mí que se desencadenaron solos, desde el desorden”.
Esto fue posible en Roma, apoyándose durante su estancia allí, no tanto en el cómic, como en otras artes visuales y performativas. Trabajar con otros artistas —cine, escultura, baile— para encontrarse, de una manera metafórica, con sus compañeros: “Hoy pienso en ellos con menos sufrimiento, están presentes en mis dibujos”.
Y, aunque pueda parecer lógico, por medio de una “responsabilidad sentimental es más leve homenajearlos; serles fiel”.
“Los Charlie Hebdo me buscaron, crecí con ellos, eran únicos. Con ellos aprendí a ser libre, fui más curiosa… y ellos influyeron en Francia. Ahora que ellos no están, no tiene sentido dibujar”¿Ha abandonado, entonces, Catherine Meurisse la política, la sátira, el humor? “Los Charlie Hebdo me buscaron, crecí con ellos, eran únicos. Con ellos aprendí a ser libre, fui más curiosa… y ellos influyeron en Francia. Ahora que ellos no están, no tiene sentido dibujar. El dibujo de prensa se acabó para mí”, responde. En estos momentos, dice, “ejerzo mi libertad de expresión sin hablar de política o actualidad”.
Como precisa en el cierre de este tebeo: “¿Para qué buscar el Síndrome de Stendhal? Al fin lo he experimentado, pero al revés. Primero el desvanecimiento interior, debido al shock del atentado, después, al despertar, la obsesión por la belleza… Alejado ya el caos, la razón se reanima y se recupera el equilibrio junto con la percepción. Veo con menor intensidad, pero recuerdo lo que he visto. Confío en permanecer despierta, atenta a cualquier signo de belleza. Esta belleza que me salva, devolviéndome la levedad”.